domingo, diciembre 31, 2006

Escritores premonitorios

¿Puede un autor predecir acontecimientos del futuro? Lo cierto es que existen algunos casos asombrosos.

Julio Verne es, sin duda, el escritor premonitorio por excelencia. Muchos de los datos que aparecen en su novela "Viaje a la luna", se corresponden con la realidad. La nave de la novela se llama "Apollon" y su velocidad era de 40.000 kms/hora. La nave de la NASA, el "Apolo", viaja a 38.500 kms/hora. Hay numerosas coincidencias entre el hecho ficticio y el hecho real. Además, acertó con los efectos que tiene la falta de gravedad sobre los objetos. De hecho, el astronauta Frank Borman, cuya nave fue lanzada desde el mismo sitio que describió Verne y que amerizó a tan sólo cuatro kilómetros del lugar en el que lo hace la nave de la novela, manifestó que aquello no podía ser fruto de la casualidad, dando a entender que Verne debía poseer algún tipo de poder sobrenatural.
Además se anticipó al submarino, a la evolución del automóvil, del aerostato, del telescopio, de la iluminación en las calles... De hecho, en su novela "Paris en el siglo XX", habla de trenes que circulan bajo tierra e incluso de una torre de metal dominando la ciudad, en un momento en que la Torre Eiffel ni siquiera estaba proyectada.

Un caso muy reciente es el de Gordon Thomas, que describe en una de sus novelas, "Deadly Perfume", los atentados que realizan grupos terroristas con Anthrax en diferentes ciudades del mundo. Algunas de las cosas escritas por Thomas coincidieron con los hechos que rodearon el atentado con gas sarín que tuvo lugar en el metro de Tokio. Sin embargo, en este caso parece ser que el libro sirvió de fuente de inspiración a los terroristas, y no se trata pues de una premonición.
En este sentido cabe señalar que, al parecer, la Agencia Espacial Europea analiza obras de ciencia ficción en busca de proyectos viables.

No es este el caso, por supuesto, que envuelve la coincidencia extraña que se encuentra entre la novela de Edgar Allan Poe, "Las aventuras de Arthur Gordon Pym", y el suceso que se produjo tras el naufragio del barco "Mignonette", en 1884, unos cuarenta y siete años después de la aparición del libro. En ambos casos, cuatro supervivientes, a la deriva en un bote, deciden que uno de ellos ha de morir para que los demás puedan alimentarse y sobrevivir. En ambos casos, el hombre que sufre tan trágica suerte se llama Richard Parker.

Sobre coincidencia en el nombre, podemos recordar que Orson Wells sembró el pánico con la retransmisión radiofónica de la novela "La guerra de los mundos", de H.G. Wells.

Sin embargo, uno de los casos más espectaculares es el que tiene como protagonista a Morgan Robertson. Morgan Robertson nació en Nueva York y escribía sobre temas marineros sin demasiado éxito. Su novela "Futilidad" se publicó en 1898 y en ella describía el hundimiento de un trasatlántico británico, llamado Titán, que choca contra un iceberg en el Atlántico Norte, un mes de abril, cerca de las doce de la noche. El hundimiento del Titánic ocurrió catorce años más tarde, a las 11:40 horas del 14 de Abril de 1912. Nadie recuerda a Morgan Robertson, excepto por el hecho de que predijo con una exactitud sobrenatural una de las mayores catástrofes del siglo. De hecho, al comprobar las asombrosas coincidencias que existían entre el barco de ficción y el real, la novela fue reeditada después del dramático suceso y su titulo fue cambiado por el de "El hundimiento del Titán".
Este libro se encuentra disponible en internet, en inglés.

viernes, diciembre 22, 2006

El año del pensamiento magico



Un libro sobre la pérdida, sobre el dolor. Una disección quirúrgica del sentimiento de la ausencia, del vacío absoluto y la fragilidad. El pensamiento mágico es característico de los niños le dijo Joan Didion a Eduardo Lago en una entrevista (El País, 2 de Septiembre de 2006). Cuando una pareja se divorcia es frecuente que los hijos se sientan culpables; tienden a creer que la causa de la separación es su mal comportamiento. Los ritos propiciatorios que buscan provocar la lluvia son un ejemplo muy característico de pensamiento mágico entre adultos. Cuando perdí a mi marido me aferré al pensamiento mágico con una intensidad que después me causó asombro. Me negaba a tirar sus zapatos porque estaba convencida de que si los conservaba, John volvería a por ellos.

El 30 de Diciembre de 2003, Joan y su marido, el también escritor John Gregory Dunne, regresaron del hospital en el que se encontraba ingresada su hija por lo que en un principio parecía un caso de gripe invernal. Decidieron cenar en casa. Hablaron de que no se deben mezclar los whiskeys y de la Primera Guerra Mundial. Y de pronto, él dejó de hablar y se desplomó. Estaba muerto. La vida cambia en un instante.

Una experiencia así te golpea con fuerza y te deja noqueado. No es fácil asimilar una muerte, y menos una muerte repentina. Uno se queda como envuelto en una nube, como fuera de su cuerpo, flotando, el mundo sigue marchando, pero muy lentamente, todo se produce de pronto a cámara lenta. El cuerpo se vuelve pesado, el entorno se distorsiona. Y Joan Didion comienza a moverse como un autómata, haciendo con diligencia lo que tiene que hacer. Llama a la ambulancia. Va al hospital. Da su consentimiento para la autopsia. Recoge sus pertenencias. Entra en una especie de shock en el que únicamente piensa en las cosas que tiene que hacer.

La escritura de este libro es una catarsis. Ella busca una explicación. Busca también un desahogo. Revive una y otra vez los acontecimientos, la secuencia de los hechos, acumula datos, horas, detalles, volviendo a los mismos momentos. Joan Didion nos habla de la muerte, del impacto que produce en nosotros la desaparición de un ser querido, del periodo de duelo, de los misterios que envuelven nuestros pensamientos, nuestras creencias.

En épocas difíciles, me habían enseñado desde niña, lee, aprende, prepárate, recurre a la literatura. La información es control.

Nos habla pues de sus lecturas. Ocupan una parte importante de la narración. "Una pena en observación", de C. S. Lewis, el pasaje de "La montaña mágica", de Thomas Mann, en el que habla del efecto que la muerte de su esposa produce en el personaje Hermann Castorp, "Blues del funeral", de W. H. Auden; guías de autoayuda, algunas prácticas, otras inspiradas, la mayoría, inútiles; literatura profesional como los artículos recopilados en "Bereavement: Reactions, Consequences and Care", en el que se dice, por ejemplo, que los supervivientes pueden experimentar la sensación subjetiva de estar dentro de una cápsula o envuelos en una manta; un estudio de Harvard sobre el "Duelo en la infancia", el libro "Funerales", de Emily Post, que guía al lector desde el momento en que la muerte se produce (...) hasta las instrucciones de cómo deben sentarse los asistentes al funeral; o "Historia de la muerte en Occidente: desde la Edad Media hasta nuestros días", que reúne una serie de conferencias de Philippe Ariès. También los libros la ayudan a afrontar la enfermedad de su hija, a moverse por el hospital y a tomar una postura activa, especialmente "Intensive Care: A Doctor’s Journal", de John F. Murray, un médico que había sido jefe la unidad de Neumología y Cuidados Intensivos, en el Hospital de la Universidad de California, en San Francisco, y que describe el día a día, a lo largo de cuatro semanas, de una UCI.

Todo trata de ser racionalizado, desmenuzado, comprendido, asimilado, intenta reconstruir todos los detalles y recordar lo que había ocurrido un día determinado, un año antes. También los recuerdos del pasado están presentes. El lector se da cuenta de que está asistiendo a la exposición de la vulnerabilidad de una persona, a su intimidad más dolorosa.

El protagonista de este libro es el pensamiento. La mente de la autora, descarnada y sincera. El pensamiento como refugio, pero también como fuente de dolor al recordarnos momentos felices que ya no volverán. El pensamiento irracional que confía en que la situación es reversible. El pensamiento analítico, que intenta estudiar con frialdad los hechos, los datos. El pensamiento humano, que nos sobrecoge ante una imagen, como cuando recuerda a su hija a los tres años o el día de su boda con John, o los recuerdos asociados a los años en que la familia había residido en Los Ángeles.

Sobrecoge la sinceridad del libro. Joan Didion expone sus sentimientos, su intimidad. Nos los pone delante de la cara en un acto particular de exorcizar el dolor. Asistimos a su manera de afrontar el duelo. No oculta nada, se hace preguntas y enuncia todas las dudas que su situación le provoca. ¿Era yo la «viuda media»? se pregunta ante un artículo que afirma que el viudo medio tarda varios años tras la muerte del cónyuge en recuperar su anterior nivel de satisfacción vital. Y se pregunta también: ¿Cuál había sido realmente mi «anterior nivel de satisfacción vital»?

El tema de la muerte. No solemos pensar en ella, pese a que somos conscientes de que ha de llegar el momento en que abandonemos el mundo, en que lo abandonen nuestros seres queridos. ¿Qué ocurre entonces? ¿Puede llegar a comprenderse algo así? John y yo estuvimos casados cuerenta años, nos cuenta Joan Didion. Estábamos juntos veinticuatro horas al día (...). No podría contar las veces que, a lo largo de un día normal, se me ocurría algo que necesitaba decirle. Pero de pronto todo cambia. Queda sola y ha de acostumbrarse a ello, asumirlo. Y nosotros la acompañamos en ese camino. Nos cuenta que tiene pensamientos irracionales, que ella sabe que son irracionales, pero que le proporcionan alivio, como cuando ante la muerte de una amiga piensa que se encontrará con John y podrán cenar juntos y charlar y reír.

El estilo de Didion es sencillo, claro y, sobre todo, eficaz. Se centra en lo que quiere contar y no se recrea en el sentimentalismo, lo cual no quiere decir que el libro no sea profundamente doloroso, su lectura se clava en el pecho del lector. Joan Didion te coge el corazón y te lo aprieta. Toca nuestros terrores más profundos y nos vuelve vulnerables.

El libro termina al llegar el aniversario de la muerte. Un año. A partir de ahí, los recuerdos del mismo día del año anterior ya no tendrán a John. Los últimos capítulos son una despedida. También sé que si hemos de continuar viviendo llega un momento en que debemos abandonar a los muertos, dejarlos marchar, mantenerlos muertos.

Por la solapa del libro nos enteramos de algo que ha quedado fuera del texto. Quintana, la hija de Joan y John, murió el 26 de Agosto de 2005, a los 39 años de edad.

domingo, diciembre 17, 2006

Caché


Fragilidad y miedo. Esas son las dos cualidades de nuestro mundo acomodado y seguro. Falsamente acomodado y falsamente seguro. Vivimos en estado de alerta, conscientes de la cantidad de peligros que nos amenazan. Unos ladrones pueden asaltar nuestra casa, y golpearnos brutalmente y llevarse todos nuestros ahorros, así que nos esforzamos en blindar nuestro hogar, en construir un rincón donde podamos sentirnos seguros. Y sin embargo... Supongamos que un día recibimos un paquete que contiene una cinta de vídeo. La ponemos en el reproductor y vemos que alguien se ha dedicado a grabar la fachada de nuestra casa desde el exterior. Nada más. Pero, ¿por qué alguien iba a hacer algo así?

Este es el inquietante inicio de "Caché", el último film de Michael Haneke, el interesante realizador de origen austríaco que saltó a la fama, principalmente, por la perturbadora película "La pianista". Haneke se muestra fascinado por la violencia que genera el hombre moderno, por las tensas relaciones que anudan el tejido social. Su puesta en escena suele ser sobria, elegante, fría. Los personajes son personas normales, de exquisita educación que, en un momento dado, muestran su lado cruel, abyecto o vulnerable, según el caso, dejando al espectador sobrecogido por ese golpe inesperado. En "La pianista", vemos a esa elegante profesora interpretada por Isabelle Huppert cómo al acabar una de sus clases va paseando tranquilamente hasta un sex-shop y se mete en una cabina a visionar películas pornográficas; o cómo en su bañera se tortura produciéndose cortes con una cuchilla de afeitar. En "Funny Games", vemos a esos inmaculados y educados jóvenes cómo se convierten de repente en dos sádicos sin piedad. En "El tiempo del lobo" la historia se inicia con un asesinatogratuito. Y aquí, en "Caché", vemos cómo el ambiente asfixiante va trastornando la vida de los protagonistas hasta que culmina con una escena de inesperada violencia.

La sensación de amenaza se va extendiendo como un cáncer. El marido, interpretado por Daniel Auteuil, escarba en su propio pasado en busca de alguien que pudiera tener un motivo para agredirle, extorsionarlo, llegando a encontrar el posible detonante de la situación en un episodio sucedido en su niñez. Un hecho que ha mantenido enterrado en su mente pero que ahora, de pronto, le asalta con la fuerza de los remordimientos, demostrando que el sentimiento de culpa que encierra siempre estuvo ahí. ¿Se merece pues ese castigo? ¿Le tranquiliza pensar que el temor que le inspiran los misteriosos videos lo tiene, en cierto modo, bien merecido? Por otra parte, la amenaza invisible que se cierne sobre la seguridad del hogar de esa familia de clase media, se extiende a otros aspectos como la precariedad del empleo del protagonista o la desaparición repentina del hijo. Señales que van desmoronando la vida de esa familia, que alteran los nervios de la esposa, una magnífica Juliette Binoche, que vuelven taciturno y agresivo al padre, que aíslan al hijo. Sin escenas de acción, sin alardes de cámara, sin música de fondo, el espectador se va sumergiendo en una situación cada vez más asfixiante. Se pone de manifiesto la vulnerabilidad, la indefensión, la precariedad sobre la que en realidad se sustenta una aparente felicidad de valores occidentales, basada en gran parte en nuestra posición en la escala social. Una situación cuya posible esperanza de salida se encuentra en la educación, en la integración y el respeto como asignaturas obligatorias de los colegios.

Un film de gran fuerza que, imperceptiblemente, irá enrareciendo el aire a nuestro alrededor hasta que nos demos cuenta de que nos cuesta respirar.

Director: Michael Haneke. Intérpretes: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou

miércoles, diciembre 13, 2006

Buscando a Klee

Un día Gregorio Klee salió de su casa y desapareció sin dejar rastro, abandonando a su mujer y a sus dos hijas pequeñas. Los esfuerzos por encontrarle fueron inútiles. Ocurrió en Diciembre de 2001 y ahora, varios años después, el caso vuelve a ponerse de actualidad debido a que, al parecer, existen numerosos testimonios que afirman haber visto a Gregorio Klee en las más dispares emisiones televisivas. Suele ser una presencia de bulto, un observador más entre un grupo de curiosos que se arremolinan en torno a un famoso, o a un accidente o a cualquier suceso que reclame la presencia de las cámaras.

Su mujer, Simone, se ha convertido, como no podía ser de otra forma, en la principal impulsora del movimiento que se ha dado en llamar "Buscando a Klee", compuesto por multitud de aficionados que graban miles de horas de programas de televisión para visionarlas después con detenimiento, en busca del escurridizo personaje. Sin embargo, hasta el momento, sólo disponemos de siluetas difusas, rasgos granulados, indefinidos, lo cual da pie a la conocida controversia sobre la veracidad o no de estas apariciones. No deja de ser curiosa la diversidad de lugares en los que parece haber sido localizado: detrás de un importante ídolo del rock en un local londinense, o entre la audiencia de una intrascendente conferencia en Alemania, o en la inauguración de una estatua en China, o con la gente que corre en una manifestación en Uganda, por poner algunos ejemplos. Hay quien dice que es tal el afán de la familia por encontrar al desaparecido señor Klee, que su mente imagina verlo en los más extravagantes eventos. El caso es que seguidores y detractores defienden con igual intensidad sus puntos de vista, y es este un asunto que seguirá dando que hablar durante mucho tiempo. Algunos programas fueron grabados en días consecutivos, con pocas horas de diferencia, lo cual acrecienta el misterio, pues nadie es capaz de desplazarse tan rápidamente.

Sea como fuere, quienes creen en la veracidad del fenómeno aseguran haber constatado, sin ningún género de dudas, que emisiones de los más diversos países han recogido la figura solitaria, un poco abatida, de Gregorio Klee, quien deja constancia así de haber conseguido su objetivo de desaparecer, no sólo de su vida cotidiana, sino del mundo real, para convertirse en una sombra, una imagen anónima que representa una existencia falseada.

domingo, diciembre 10, 2006

Audiencia

La televisión es el fenómeno más importante que nos ha sucedido. La televisión cambió todo, modificó la imagen del mundo. La inmediatez de las noticias nos conectó de un modo inimaginable. La televisión se mostró como la más eficaz herramienta para influir en las masas. Así que los diferentes programas se pelean por conseguir audiencia porque, de este modo, los anunciantes querrán aparecer en ellos, para llegar al mayor número de gente posible. Los mensajes emitidos por televisión obtienen un resultado casi inmediato. No es extraño que haya bofetadas por la audiencia. Los programas de televisión no quieren divertirnos, la finalidad última de la programación es hacernos consumir.

La audiencia se escurre como una anguila. Nadie la entiende. Los programadores se vuelven locos. Algunos están más obsesionados en boicotear a la competencia que en idear programas innovadores. Narciso Ibáñez Serrador explicó en una entrevista que, para él, la audiencia tiene la mentalidad de un joven de catorce años. Ese es sin duda el secreto de su éxito. Pero hay poca gente con la mente lúcida de Ibáñez Serrador, así que lo normal es que se empiece a apelar a los instintos primarios del ser humano, a nuestro lado morboso. ¿Cómo? De la forma más burda: peleas en el plató, insultos, sexo, escándalos, sensacionalismo puro y duro. Hasta los telediarios utilizan música de fondo, adelantos de lo que ha de venir, imágenes impactantes...

Y el último fenómeno mediático es un individuo que forma parte del jurado del programa "Operación Triunfo" y que se dedica a humillar a los concursantes. Sus opiniones son un ejemplo del más zafio desprecio barriobajero. Una de sus últimas perlas: "Hoy quiero felicitar a los estilistas porque por primera vez no las han vestido a ellas de putas y a ellos de payasos". Fenomenal. Hay quien le vitorea. Ya lo entrevistan en revistas y talk-shows. Qué listo. Le da a la gente lo que quiere: carnaza. La lucha por la audiencia no tiene escrúpulos. Lo importante es que hablen de ti, ya sea bien o mal. Y yo lo estoy haciendo, así que me callo.

miércoles, diciembre 06, 2006

Adicción 2

Quedó claro que soy comprador compulsivo de libros. Y no estoy solo.
Ahora, me planteo aislar aquellos elementos que me impulsan a adquirir un libro. Identificar los síntomas. Examinar el impulso desde cierta distancia.

En líneas generales, se puede decir que cuando uno se acerca a un libro le llaman la atención varias cosas: el autor, el titulo y el diseño de la portada. Esto es lo que primero nos atrae. En algunos casos, cualquiera de estos aspectos puede ser determinante para que la compra se consume. Sin embargo, lo normal es que se produzca un segundo paso: coger el libro. Y entonces se empiezan a valorar otras cosas: texto de la contraportada, temática y estilo del texto. Podría decir que por ese orden. Hablo de la compra compulsiva, por supuesto.

En mi caso:
El autor es importante, tanto si se trata de un autor de mi devoción como si es alguien que me llama la atención por algún motivo, como me ocurrió con el libro de relatos de Guillermo Arriaga, un nombre que me interesó porque conocía ya su faceta de guionista.

El titulo no suele ser un factor que por sí solo me impulse a comprar un libro, pero sí tiene importancia para que me interese por él. Así me ocurrió, por ejemplo, con "Geografía de la novela", de Carlos Fuentes o "Los hechos de la vida", de Graham Joyce.

El diseño de la portada también es importante a la hora de llamar la atención. Aquí habría que incluir otros aspectos del merchandising, pero me limitaré a la portada. Suelen gustarme las fotografías en blanco y negro que utiliza con frecuencia Anagrama. Últimamente también captó mi atención la portada del último libro de García Valiño: "Querido Caín".

El texto de la contraportada es muy importante. En él se puede encerrar la clave que nos obligará a seguir adelante en el examen del libro. Debe conseguir transmitirnos el entusiasmo que provoca la novela, lo excepcional de su texto, etc. No es un tema menor. El texto de la contraportada puede ser un revulsivo si no es capaz de destacar su aspecto más comercial. También es importante la selección de críticas favorables, si las hay. El texto de la contraportada del libro "La orilla del mar" me puso un nudo en el estómago.

Una trama sugestiva y la aparición de alguno de los temas por los que el potencial lector siente atracción son factores más subjetivos. En mi caso puede ser cierta dosis de violencia, de crítica descreída, denuncia de lo que se esconde bajo las apariencias, el hombre cuya vida se desmorona de pronto, la exploración del alma humana, la reinterpretación del mundo... Me gusta especialmente la idea de que el mundo no es igual para todos sus habitantes. Por ejemplo, uno de los aspectos que más me gustaron del libro "La costa de los mosquitos" de Paul Theroux, fue el hecho de que el padre pudiera convencer a su familia de que EE.UU. ya no existía. Pero hay otros temas, como la metaliteratura por ejemplo, es decir, la propia literatura como elemento narrativo. Las situaciones extremas, los ambientes opresivos... Tantos y tantos.

El lenguaje, el estilo, suele ser el último paso. Abrimos el libro y analizamos aquí y allá. Si el libro está precintado con un plástico, estamos casi obligados a la rotura de dicho plástico. La primera frase es importante. También valoro el estilo directo, seco, poco sentimental, frío incluso. El tono distante, cierto toque cínico, socarrón, incluso una dosis de ironía cruel, pueden engancharme a un texto. Y también entraría aquí su estructura, el modo en que el autor decide contarnos la historia. Particularmente, no suele gustarme que la novela esté narrada por un personaje muerto ni en segunda persona, salvo casos muy excepcionales, como "Desde mi cielo". Tampoco me suele atraer el género epistolar, salvo "Las amistades peligrosas". Ni siquiera he leído aún "84 Charing Cross Road" por este motivo, aunque no descarto que acabe comprando también este libro. Las manías existen para que podamos saltárnoslas.

Hay más aspectos, por supuesto. Una película, una reseña, una recomendación... También las liquidaciones me impulsan a comprar libros que había decidido no adquirir. Y, tal vez, hasta el propio estado de ánimo en el momento de entrar en una librería. En fin, que creo que esto es grave. Son algunos de mis motivos, de mis preferencias, y me temo que son incompletos y que cambian o pueden cambiar en cualquier momento.

jueves, noviembre 30, 2006

Adicción

Suelo comprar más libros de los que puedo leer. Me gusta tenerlos. Sé que si en algún momento necesito sumergirme en las páginas de una determinada obra publicada apenas unos meses atrás, ya me será difícil encontrarla. Por ejemplo, ahora me gustaría tener "Linus Daff, inventor de historias" de Marta Rivera de la Cruz, finalista del Premio Planeta de este año con la novela "En tiempo de prodigios". Pues ya no hay forma de encontrar "Linus Daff".

Supongo que mi afición por comprar libros reúne los síntomas de una adicción. A veces, es lo único que puede mitigar un estado de ansiedad. Intento visitar las librerías sin comprar nada, para curarme. Y apunto los títulos que me interesan en una libreta o en hojas sueltas. Estos son los últimos que he anotado:

"Kafka en la orilla", el último libro de Haruki Murakami, un autor que se ha convertido en esencial para mí.
"Represalia", un libro de Gert Ledig, que estuve hojeando y que me pareció muy interesante. A veces, leo la primera frase de un libro para ver si supera la prueba según la cual la primera frase debe enganchar al lector. Pues bien, la primera frase de este libro es demoledora.
"Zombie", de Joyce Carol Oates, una autora que terminará consiguiendo el premio Nobel de literatura. Este libro lo recomendó no hace mucho el blog "El lamento de Portnoy".
"Una noche de perros", de Hugh Laurie, el actor que encarna al Dr. House en la serie de televisión. Una novela policíaca con muy buena pinta.
"El ocaso de los superhéroes", de Deborah Eisenberg, un libro de relatos recomendado de forma entusiasta por Miguel Ángel Muñoz en su ya imprescindible blog.
Y los libros de relatos de Ángel Zapata y Andrés Neumann publicados por "Páginas de espuma".

Sería candidato para unirme a algún grupo de autoayuda. "Compradores compulsivos de libros". Como "Alcohólicos Anónimos". "Hooola, Migueeel". Pero lo cierto es que no deseo curarme. La verdad es que me gusta que haya algo capaz de crearme estas sensaciones, de sosegarme en los malos momentos. Y, sobre todo, me gusta que ese algo sean los libros.

Por otra parte, tampoco puedo resistirme a los saldos. A veces descubro joyas como "Amanece la muerte", de Jim Crace, o "Genealogía y otros relatos", de Izraíl Métter. Con todo esto, es normal que los libros se amontonen y algunos se encuentren ya depositados por el suelo. Siempre me digo que tengo que ordenar mi biblioteca, pero es una tarea demasiado laboriosa. Y da pereza. Pero algo hay que hacer. Eso me digo desde el día en que compré un libro que ya tenía.

lunes, noviembre 27, 2006

Remake

Por recomendación de Francisco Ortiz.

Roger Gual dirigió hace unos años, con Julio D. Wallovits, la magnífica "Smoking Room". Ahora, ambos directores han sacado a la luz películas en solitario. Wallovits acaba de estrenar "La silla", y de Gual acaba de salir en DVD "Remake".

La historia transcurre durante un fin de semana. Max, un hombre solitario que vive al margen de la sociedad, un excéntrico, invita a su masía a dos parejas con las que convivió en su juventud, formando una especie de comuna que practicaba el amor libre y el nudismo y la vida alternativa en comunión con la naturaleza. Pero ahora las cosas son diferentes. Las parejas llegan con ilusión por revivir aquellos años, pese a que ambas están divorciadas y tienen hijos ya mayores que les acompañan en esta excursión. Pronto el idealismo da paso a las neuras, a las insatisfacciones de unos burgueses que ya forman parte del sistema que pretendían eludir. Un centro comercial en mitad del campo representa el afán consumista de una sociedad que ya no sabe pasar el tiempo sin comprar cosas, lo que sea. Pronto saldrán los recién llegados a comprar insecticida para acabar con una plaga de hormigas que no pueden soportar. La noche en que deciden visionar antiguas películas super-8 filmadas en sus años de juventud, la situación se desata y los reproches se escupen a la cara. Los hijos, frustrados e inmaduros, herederos de un modo de vida que no pidieron y que no les ha servido para sobrevivir en el mundo, lanzan a sus padres duras palabras que representan la confirmación de su fracaso. Lo que empezó como un idílico fin de semana en el campo, recordando tiempos felices, se transforma en una experiencia de incomunicación, de ansiedad, de aislamiento, que termina representada en el humo que sale de la chimenea, procedente de las cenizas que han quedado de este reencuentro.

Una generación que, al intentar eludir el sistema, lo que ha hecho es construir un "remake" del mismo, sin referentes, sin valores, legando a sus hijos un mundo vacío e inseguro por el que resulta muy difícil moverse.

Uno de los puntos fuertes son los diálogos. Sin desperdicio. Los personajes sólo saben expresarse y relacionarse a través de conversaciones triviales, ideas manidas, ideales de cartón piedra o tópicos ingenuos. La conversación entre los guardias de seguridad del centro comercial, con la que se inicia la película, no tiene desperdicio. Y cuando se plantea el problema que subyace en el fondo, cuando por fin llega el momento de hablar claro, de expresar las preocupaciones y los reproches, se hace con violencia, sin medida.

Se trata de un film de personajes, duro, sin concesiones, que no deja indiferente al espectador. Una experiencia perturbadora, filmada con una cámara nerviosa y un color desvaído que parece pretender emular a las viejas cintas super-8. Una película recomendable, en la que se debe destacar el trabajo de los actores.

viernes, noviembre 24, 2006

El sueño de una sombra

La mujer dijo, o quiso decir:
Cogeré una pistola
y te pegaré un tiro
en mitad de la frente,
aunque me salpique
tu negra sangre vomitiva.
Te pegaré un tiro
en mitad de la frente,
borracho de mierda,
por haberme degradado,
por haberme golpeado,
por haberme obligado a vivir
en un estercolero,
por haber aniquilado mi autoestima,
por haberme convertido
en la sombra
de lo que una vez soñé.
Y luego me sacaré las tripas
y las pondré en un hatillo
que dejaré junto a tu cuerpo.
De recuerdo.
Me marcharé con mi vacío.
Lo único que te debo.

martes, noviembre 21, 2006

Revancha

El crítico Miguel García-Posada escribió hace unos años un libro titulado "El vicio crítico", en la editorial Espasa. Es un libro interesante donde nos habla de su trabajo, de su criterio, de la función de la crítica dentro de la literatura. La primera parte plantea consideraciones generales y la segunda se centra más en su experiencia personal. El primer capítulo de esta segunda parte se titula "Las maneras de la crítica" y puede leerse el siguiente comentario:

"En nombre de esta dignidad uno se ha permitido discrepar públicamente de los best-sellers cultos de Umberto Eco o de José Luis Sampedro, tan abusivamente valorados, y de los libros de Antonio Gala, nuestro actual Fernández y González. Y ha guardado silencio sobre las exitosas narraciones –que no novelas– del ex corresponsal de guerra, transformado en autor, Arturo Pérez Reverte".
Ignoro qué otras alusiones habrá hecho García-Posada a la obra de Pérez Reverte o a su persona.

Bien, ahora resulta que García-Posada ha escrito una novela titulada "La sangre oscura". Uno de los primeros en lanzarse a opinar sobre dicha novela ha sido Arturo Pérez Reverte, no por mera preocupación literaria sino, como él mismo admite en su texto, porque "a veces le gotea el colmillo ante ciertos pescuezos que piden dentellada".

Y empieza el académico con un supuesto interés profesional:

"A fin de cuentas, razonaba, si este crítico ilustre dedica su vida a enjuiciar libros ajenos, explicando a los autores cómo deben escribir, su novela será una lección magistral sobre el modo de hacer las cosas en cuanto a estilo, estructura, personajes y otros ingredientes que, por su oficio, mi primo conocerá al dedillo. A ver si se me pega algo".

A continuación, machaca el texto sin piedad, con una ironía cruel y vengativa que deviene en burla:

"De manera que al final de la novela seguimos con la misma información que teníamos al principio: que un fulano se suicidó y que la vida es triste de cojones".

"Tampoco el estilo garciposadesco está exento de poesía eres tú: «Me pareció vislumbrar una lágrima corriéndole por la mejilla desde los ojos húmedos», escribe. De todos los hallazgos literarios que ofrece el texto, personalmente me quedo con «las vivencias que me asaltaban ante espectáculos urbanos de tanta enjundia», aunque haya muchas otras valiosas perlas..."

En fin, un ajuste de cuentas, una revancha de barrio que lo único que deja claro es lo mucho que a Pérez Reverte le dolió la opinión desfavorable de García-Posada. Para que no haya duda de ello, así termina el artículo:

"Vale la pena que se vendan cien o doscientos ejemplares de la novela, e incluso más. Es la mejor manera de que algunos lectores sepan en manos de qué individuos –los hay respetabilísimos también, pero este pobre hombre preside el gremio- se encuentra la crítica literaria en España".

A mi modo de ver, con este ataque desproporcionado, no ha conseguido Pérez Reverte desacreditar a García-Posada, sino tan sólo descalificarse a sí mismo. El insulto gratuito suele volverse en contra de quien lo emite.

sábado, noviembre 18, 2006

El lector


Bernhard Schlink es un juez que escribía novelas policíacas hasta que se lanzó al mercado con esta historia sobre el amor y la culpabilidad.
El libro está narrado en primera persona por el protagonista, Michael Berg, y se estructura en dos partes. En la primera se nos narra la historia de una seducción. Michael Berg tiene quince años y vive un apasionado idilio con una mujer de treinta y seis: Hanna. Juntos establecen un ritual de lectura, ducha, amor, y reposo. Ella es a veces imprevisible y temperamental, pero otras es dulce e inocente. ¿Por qué me pongo tan triste cuando pienso en aquellos días?, se pregunta Michael; y más adelante: Esa tristeza, ¿no será la tristeza pura? ¿Es eso lo que nos sobreviene cuando, al mirar atrás, los recuerdos hermosos se nos vuelven quebradizos, al ver que aquella felicidad no se alimentaba sólo de la situación del momento, sino de una promesa que no se cumplió?. En la segunda parte, han transcurrido siete años y ahora Michael es estudiante de Derecho. Como tema de un seminario, tiene que acudir al Palacio de Justicia, a presenciar un juicio contra criminales de guerra. En principio no es un juicio importante, las acusadas son cinco guardianas de un pequeño campo de concentración situado cerca de Cracovia. Una de las acusadas es Hanna. A partir de este momento Michael se debate entre sentimientos contradictorios: por un lado los estudiantes del seminario queríamos abrir las ventanas, que entrase el aire, que el viento levantara por fin el polvo que la sociedad había dejado acumularse sobre los horrores del pasado; pero por otra parte no puede olvidar que ha amado a Hanna, así que nos dice: me esforzaba por imaginarme a Hanna con toda claridad haciendo las cosas de las que la acusaban, o evocaba los momentos que el pelo de su nuca y el lunar de su hombro me traían a la memoria.

"El lector" trata un tema complicado, especialmente para un alemán, pues nos habla de la revisión histórica del holocausto, de cómo las nuevas generaciones se enfrentan a una etapa de su pasado difícil de comprender. Se trata de una novela que en ningún momento cae en sentimentalismos zafios. Está narrada de forma sobria, con el lenguaje justo y aséptico que el tema requiere. Sus dos partes se complementan y se cierran, perfectamente encajadas, en un final evocador que recoge la esencia de la historia y en la que el protagonista se pregunta si al amar a Hanna, se hizo culpable. Se nota y se agradece la experiencia de Schlink en tramas policíacas, pues en un momento determinado, Michael descubre una clave que ha estado presente en la primera parte de la historia sin que nos hubíesemos percatado de ella, una clave que, en cierto modo, explica muchos de los comportamientos de Hanna.

No estamos ante un documental de los horrores nazis, sino ante una historia de amor que participa de un momento histórico trágico, pese a lo cual tampoco podemos decir que nos encontremos ante una novela de grandes personajes, sino más bien ante un análisis de los sentimientos contradictorios que posiblemente envuelven a las dos últimas generaciones de alemanes. Schlink, en un momento dado, en palabras del narrador, formula la siguiente reflexión: sólo me pregunto si las cosas debían ser así: unos pocos condenados y castigados, y nosotros, la generación siguiente, enmudecida por el espanto, la vergüenza y la culpabilidad. Un tema duro y difícil pues, para una novela que se lee en un suspiro y se agarra a la memoria del lector.

martes, noviembre 14, 2006

Paternidad


Se tambalea como si fuese a caer
vencido por un sueño mortal.
Es muy delgado y moreno.
Su pelo es largo y grasiento.
Tatuajes en la piel,
Tatuajes en blanco y negro.
Y un bebé al brazo,
de piel rosada, ojos azules,
pelo crespo y amarillo,
que no para de llorar.
El joven está nervioso y
dice palabrotas y
se tambalea.
Agita al niño,
arriba y abajo, bruscamente.
Pero sigue llorando.
No se calla.
El joven tiene una idea.
Y le mete al niño, en la boca,
a falta de un chupete,
el cigarrillo que está fumando.

sábado, noviembre 11, 2006

Tiempo de valientes


Los artistas argentinos demuestran que saben compensar las dificultades a base de ingenio. De hecho, traen los enfoques más frescos e innovadores en muchos terrenos, como la publicidad, el humor gráfico y el cine, que llega a nuestras pantallas con fuerza.
La premisa sobre la que se basa la trama de "Tiempo de valientes" es de lo más imaginativa. Un duro policía, Alfredo Díaz (Luis Luque), encargado de una investigación de suma importancia, sufre una crisis depresiva al descubrir que su mujer le engaña con otro hombre. Ante esto, su superior decide disponer de los servicios de un psicólogo, Mariano Silverstein (Diego Peretti), quien se ha comprometido ante el juez a realizar tareas comunitarias para eludir una condena por una infracción de tráfico, para que lo acompañe y lo atienda en todo momento. Así nos encontramos con una vuelta de tuerca a la típica situación de pareja cómica. Imaginen. Los sucesos más extravagantes y embarazosos, la comedia al más puro estilo clásico, el humor inteligente e infalible de un buen guión y de acciones disparatadas. Hasta percibimos ecos de la comedia muda de Harold Lloyd. Todo sostenido por unos actores que realizan una interpretación eficaz, ajustada a sus personajes. Además, la trama policíaca tiene su interés, está bien urdida y alcanza una tensión propia de cualquier thriller al uso.

En esta historia de policías, de hombres duros, en esta trama urbana, no nos encontramos con la típica escena de bar, pese a que la situación se preste a ello. Tampoco hay chistes gruesos, escatológicos o sexuales. Se trata de una comedia de situación, que denuncia con distancia una corrupción policial que parece bastante generalizada. "No tengas insatisfecho a alguien que lleva un arma", dice el policía. Pues claro. Diálogos cargados de ironía. Y vamos sumergiéndonos en esa realidad de la mano de Silverstein, un psicólogo que se asombra por todo, que quiere ayudar a las personas, que tiene una ingenua fe en el ser humano y que, a la hora de tomar partido, se involucra de lleno para ayudar a quien ya es su amigo.

La relación de la pareja protagonista evoluciona de la manera más inesperada, llegando a intercambiar incluso los roles de policía y psicólogo en más de una ocasión. Impagable el momento en que el policía sufre una crisis de ansiedad, durante un interrogatorio, y se ausenta dejando al psicólogo a solas con el interrogado. Juegos de miradas y gestos. Un film muy recomendable.
Se trata de la primera película de Damián Szifron, un nombre al que habrá que seguirle la pista.

martes, noviembre 07, 2006

88 Mill Lane


Un primer libro de relatos. Un joven autor, Juan Jacinto Muñoz Rengel, natural de Málaga y que ha residido en el Reino Unido, donde ha decidido ambientar las historias que componen este volúmen. Londres es una ciudad muy literaria y la niebla de sus calles nos trae a la mente figuras míticas como Sherlock Holmes o Jack el Destripador. Y ese es el ambiente que se respira en estos cuentos, el de las calles empedradas y los coches de caballos, el de los experimentos fantásticos y el de las investigaciones policíacas. El misterio y lo extraordinario tienen un peso primordial en estas historias, factores que representan el más puro placer de la lectura.

El primer relato sirve de introducción, se titula "Los habituales de La Brioche" y me ha gustado especialmente por el juego metaliterario que propone. "La Sociedad Secreta del Sueño" nos habla de un club al estilo de las selectas asociaciones inglesas, aunque su finalidad se sale de lo normal para introducirse en los misterios que suceden mientras dormimos. "La Marquesa de Siete Iglesias" se introduce tangencialmente en el terreno del horror y su final nos deja un ligero escalofrío recorriendo nuestra espalda. "Las dos navajas" se aleja del escenario londinense y se sitúa en España para narrar una historia circular, impecable a mi modo de ver, que pasea por los tiempos iniciales a la guerra civil y recrea la muerte de los generales Mola y Sanjurjo. Una casa apartada, una reunión selecta y el extraño robo de una joya son los elementos que se combinan en "La casa de Strawbrooke". "El libro del Destino, estudio experimental", ofrece exactamente lo que su titulo anuncia. "El ojo en la mano" llega a adentrarse en terrenos propios del género gore y su lectura es una experiencia desasosegante. "Bestiario secreto en el London Zoo" resulta muy imaginativa y habla de seres fantásticos. "El desván de Thomas Carlyle" tiene un desarrollo impecable, pausado, in crescendo, y en él aparecen personajes como Thomas Carlyle o John Stuart Mill, componiendo una trama de afinidades, de pasiones, de secretos, cuyo final cae con cierta brusquedad. "La perla, el ojo, las esferas", es una breve joya, de eco borgiano, que cierra dignamente un volúmen que proporciona varias horas de buena y animada lectura.

Muñoz Rengel no nos cuenta historias con un estilo uniforme y monótono, sino que cada uno de estos relatos encarna también un experimento formal. "La Sociedad Secreta del Sueño" está narrada en segunda persona. "La Marquesa de Siete Iglesias", recurre a la narración lineal de una investigación principalmente bibliófila, reproduciendo supuestos fragmentos de obras eruditas. "Las dos navajas" se narra en un presente continuo, al estilo de los libros de historia. Pero lo que tienen en común todas los relatos de este libro es el gusto por el arte de contar historias y, en ese sentido, resulta el libro ideal para leer a la luz del fuego de una chimenea en una fría noche de invierno.

domingo, noviembre 05, 2006

Una discusión

El bar está casi vacío. Una pareja de unos cincuenta años comparte una botella de vino en una mesa junto a la ventana. En la barra, un hombre apura su tercer vaso de whisky. El barman seca unos vasos con un trapo. El hombre de la barra dice que va a aclararle las cuentas a alguien.
—Le daré una buena patada en el estómago, así aprenderá que nadie puede hablarme como él lo ha hecho. Nadie. No, señor.
El barman le dice que la violencia no arregla las cosas. Se lo dice con tono conciliador. El barman es un hombre grueso y en su rostro uno puede darse cuenta que está acostumbrado a tratar gente con problemas.
—La violencia sólo genera violencia. No soluciona nada. Nunca.
El hombre de la barra le mira. Da un golpe seco con el vaso y acusa al barman de decir eso porque le da miedo que le rompan la cara.
—Se nota que no sabes pelear.
—Todo se arregla más fácilmente hablando.
—Tú ni sabes hablar ni sabes pelear. Sigue fregando cacharros y cierra la boca.
El barman deja lo que está haciendo y sale de detrás de la barra. Le dice al cliente que no le consiente que le hable en ese tono, ante lo cual el cliente lo insulta. El barman aprieta los puños y levanta la voz, advirtiendo otra vez que no le gusta que le hablen en ese tono. El cliente se pone en pie, tira al suelo el taburete sobre el que estaba sentado y se encara con el barman. En un momento dado, se abalanza sobre él y lo empuja. El barman le devuelve el empujón. Todo se precipita de pronto. El cliente saca una navaja e intenta clavársela al barman quien, por su parte, salta hacia atrás esquivando el golpe. La pareja que estaba bebiendo vino se levanta y huye a la calle. El barman corre detrás de la barra y reaparece empuñando una escopeta y, sin pensarlo, le pega dos tiros al cliente. Le alcanza en el cuello y en el pecho. El hombre cae hacia atrás y la sangre comienza a correr por el suelo.
En ese momento, el barman se da cuenta de lo absurdo que resulta lo que acaba de ocurrir. Queda paralizado un momento y, de repente, se echa a reír.
Es así como lo encuentra la policía.

miércoles, noviembre 01, 2006

Escritos sobre el arte de escribir

La correspondencia de Franz Kafka es muy extensa, ya que era un escritor compulsivo, y aunque es cierto que las selecciones y recopilaciones nos inducen a leer algo bajo el filtro personal impuesto por un tercero, con el que podemos o no estar de acuerdo, también lo es que en casos como este facilitan la labor del lector. "Escritos sobre el arte de escribir" utiliza toda la correspondencia y los diarios del autor praguense para presentarnos los fragmentos de la misma en los que hace alguna referencia a lo que la escritura significaba para él. Así, esta recopilación, realizada por Eric Heller y Joachim Beug, nos los ordena en base a las referencias que hace acerca de sus libros, e incluye un apartado para lo que, de manera general, se refiere a sus opiniones sobre el ejercicio de la literatura. Se utiliza también como fuente el libro de Gustav Janouch "Conversaciones con Kafka". Una tarea bastante laboriosa cuyo resultado es un libro interesante aunque, también, un libro disperso y, en algunos momentos, repetitivo, que nos ofrece una completa visión de uno de los autores fundamentales de la historia de la literatura.

La figura de Kafka aparece entre estas páginas en toda su extensión y complejidad. Sentimos que nos habla, que nos cuenta sus secretos, que revive ante nuestros ojos para conversar sobre su obra y sus opiniones estéticas. Solía escribir de noche, de hecho "La condena" la escribió de un solo tirón en la noche del 22 al 23, desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana. En la carta a Felice fechada el 1-XI-12 nos cuenta cómo distribuye el tiempo de una jornada normal:
Desde hace un mes y medio, mi distribución del tiempo viene a ser, con algunas variantes surgidas últimamente a consecuencia de una insoportable debilidad, la siguiente: de 8 a 2 ó 2.45 trabajo en la oficina, hasta las 3 o 3.30 como, desde este momento y hasta las 7.30 me meto en la cama para dormir (...); a continuación hago gimnasia durante 10 minutos, completamente desnudo y con la ventana abierta; después paseo durante una hora, ya sea sólo o con Max y otro amigo; luego ceno en el marco de la familia (tengo tres hermanas, una casada, una comprometida y una soltera; descontando el amor que siento por todas, esta última es la que más quiero); y por último, hacia las 10.30 (pero muchas veces se hacen las 11.30) me siento a escribir, lo hago mientras tengo fuerzas, ganas y suerte, hasta la 1, las 2, 3, en una ocasión hasta las 6 de la mañana.

Se queja continuamente de su mala salud, su pasión por la escritura resulta obsesiva, su único alimento verdadero, lo único por lo que vale la pena vivir, pero también el origen de sus inseguridades, de sus desvelos, de sus crisis.
A continuación, transcribo algunas frases extraídas del libro:

La novela soy yo, mis historias son yo.

Gracias a que escribo me mantengo con vida.

Comprende, Felice, que tendría que perderte a ti y a todas las cosas si alguna vez perdiera el escribir.

Al fin y al cabo no puede existir ningún lugar más bonito para morir, más digno de la desesperación total, que la novela escrita por uno mismo.

El individualismo más difundido de los escritores consiste precisamente en que cada uno esconde de forma muy especial sus cosas malas.

Cuando mi organismo se dio cuenta que el escribir era el enfoque más provechoso de mi ser; todos mis esfuerzos tendieron hacia allí y abandonaron todas las facultades relativas a los placeres del sexo, de la comida, de la bebida, de la reflexión filosófica, de la música.

No debo sobrevalorar lo que he escrito; con ello sólo hago inalcanzable lo que quiero escribir.
En el fondo, mi vida consiste y ha consistido desde siempre en intentos de escribir, por lo general malogrados.

Noto cómo una mano inflexible me va sacando de la vida cuando no escribo.

Escribir significa abrirse al máximo.

Tengo que estar mucho tiempo solo. Todo cuanto he realizado, es sólo un logro de la soledad.
Soy silencioso, insociable, amargado, egoísta, hipocondríaco y realmente enfermizo.

viernes, octubre 27, 2006

Un Premio Pulitzer de Fotografía

La fotografía que ganó el Premio Pulitzer de 1994 continúa grabada en mi mente. Muestra a una niña sudanesa, de unos cuatro o cinco años, extremadamente delgada, caída en el suelo, como si no pudiera mantenerse en pie, extenuada, con la mano apoyada en el antebrazo. Sabemos que se está muriendo lentamente. Detrás de ella, un buitre espera paciente a que la vida abandone el cuerpo de la niña para darse un festín. La escena sobrecoge, es terrorífica.

La imagen la captó el fotógrafo sudafricano Kevin Carter en una aldea de Sudán. La concesión del premio y el impacto de la imagen convirtieron a Carter en una celebridad y fue objeto de múltiples entrevistas. Kevin Carter explicó cómo había estado siguiendo el vacilante caminar de aquella niña, y mostró otras fotos en las que se la podía ver todavía de pie, desorientada, tambaleante. Él estaba fotografiando a un lado y a otro y, cuando ya se marchaba, giró la vista de nuevo hacia la niña y se encontró con ese espectáculo que, estuvo seguro, constituía un valioso documento en sí mismo. Entonces regresó sobre sus pasos, preparó la cámara, realizó el encuadre preciso y disparó. Luego siguió con su trabajo.
Le preguntaron si había ayudado a aquella niña y reconoció que no, que únicamente ahuyentó al buitre y se marchó. Dijo que tenía remordimientos de conciencia por ello, pero así había sido. Intentó justificar su actitud diciendo que había muchos niños muriendo diariamente, que tanto daba que aquella niña muriera allí o cinco minutos después debajo de una carpa, dijo que "aquello era como intentar sacar agua del mar con una cesta".

He oído que, para entender ese comportamiento, es preciso estar en un lugar así, donde uno puede llegar a creer que la vida no tiene valor y se ve obligado a ver morir a la gente a su alrededor todos los días.
Sin embargo, la imagen de esa niña atormentó la mente del fotógrafo y, poco tiempo después, Kevin Carter se suicidó en Johannesburgo. Se gaseó en el interior de su propio coche. Tenía 33 años.

domingo, octubre 22, 2006

Creer en algo


El hombre occidental, moderno e intelectual, no se plantea el sentido de la vida, simplemente ha llegado a aceptar la idea de que la vida no tiene ningún sentido. Niega a Dios, la razón es incompatible con su existencia, pero no posee ninguna explicación alternativa. La muerte es el fin y con eso se conforma. Hace poco, en un programa de radio, escuché a una mujer preguntar: "¿No hace falta más fe para creer que este mundo ha surgido de la nada, porque sí, que para creer que ha sido creado por algo o alguien?". En efecto, no creer en Dios también es un acto de fe. Lo cierto es que el hombre necesita creer en algo, necesita que las cosas tengan su explicación. Así, resulta que muchos no creyentes se muestran absolutamente convencidos de que los fantasmas existen, o los ángeles, o los seres demoníacos, o los extraterrestres, los maleficios, los conjuros y demás asuntos no probados científicamente y que requieren, por tanto, su dosis de fe.

Ante un golpe, una muerte inesperada, necesitamos pensar que existe algo que nos trasciende, algo capaz de explicar todo aquello que ahora no podemos entender. En cierto modo, se puede intuir que existe un mundo más allá del que percibimos a través de nuestros sentidos. Seguro que entonces entenderemos todo lo que escapa a nuestro limitado cerebro. Yo quiero creer en eso.

Mi fe no es fuerte, ojalá lo fuera. No me puedo enorgullecer de no creer en Dios. Me gustaría tener esa convicción. No pienso que no creer en Dios me haga más listo o interesante, creo que me hace más desgraciado. La falta de fe es una carencia mía. Me gustaría poder creer que sobreviviré a mi muerte. Me gustaría pensar que si soy buena persona obtendré algún tipo de recompensa y, por el contrario, si soy injusto o cruel, obtendré un castigo. Me gustaría tener la convicción de que importa lo que hagas y no pensar que todo da igual. Me gustaría poder creer que volveré a encontrarme con los seres queridos que ya han muerto y darles un abrazo. Me gustaría tener la seguridad de que las muertes inesperadas e injustas suceden por algo que ahora no soy capaz de entender.

viernes, octubre 13, 2006

Intermedio

Recuperaré el ritmo poco a poco.
Necesito un poco de tiempo...
Todo a mi alrededor parece haber perdido fuelle. Todo es ahora más pesado y lento, después de la vorágine de unos días en los que las cosas se precipitaron y nos arrastraron ante nuestro estupor e incredulidad.
Volverá la rutina poco a poco, aunque el mundo, mi mundo, haya cambiado.

lunes, octubre 09, 2006

Hay Festival Segovia - Final


Siento no haber podido estar en todos los sitios y haber visto todos los actos. Disfruté cada segundo que pasé en el mágico casco antiguo de la ciudad de Segovia. Estuve paseando por sus calles, cruzándome con escritores a los que miraba de reojo. Dicen que el año que viene se celebrará una nueva edición de este Festival y procuraré estar allí de nuevo. Ha sido toda una experiencia.

Los organizadores no estaban seguros del éxito de este evento, no confiaban en que la gente estuviera dispuesta a pagar para asistir a la charla de un escritor, pese al precio reducido de las entradas: siete euros para las conferencias y coloquios, tres euros para las películas de cine. Pero las colas ante las taquillas desbordaron todas las previsiones. Supongo que el año próximo la cobertura mediática será más amplia y todo el mundo querrá aparecer en la foto. Sólo me gustaría que los actos se repartieran en algún día más y fuera posible acudir a todos, incluso a las películas. Lo peor fue tener que elegir.

A raíz de estas crónicas, me he enterado de que existe un proyecto para crear un "pueblo de libros" aquí, en la Comunidad Valenciana, concretamente se trata de la localidad de Requena. Sólo espero que la iniciativa llegue a buen puerto.

Por lo demás, sólo queda decir que fue una experiencia enriquecedora. Que hay muchos temas con los que se puede estar de acuerdo o discrepar. Que disfruté de mi anonimato en general, aunque hubo algún momento en que me sentí fuera de lugar, pero es que a mí me pasan cosas de estas de vez en cuando, bajones esporádicos, no es grave.
Agradezco mucho el interés con el que han sido seguidos los resúmenes de las charlas. Me gustó convertirme en reportero por un tiempo.

jueves, octubre 05, 2006

HFS - Doris Lessing


Último acto al que asisto en el Hay Festival de Segovia. Una figura mítica de las letras. Muy cerca de mí se encuentran sentados Laura Restrepo y Vikram Seth. El lleno es absoluto. La expectación, total. El salón de San Juan de los Caballeros está abarrotado. Siento un hormigueo de excitación en el estómago.
Por fin aparece Doris Lessing acompañada por Marianne Ponsford, que es la directora de la revista cultural "Arcadia". Lleva el pelo recogido, blanco, y viste un traje azul de una sola pieza, sencillo. Lleva una bufanda colgando del cuello.
Marianne Ponsford nos dice que la escritora no quiere que la presenten. No quiere elogios.
La charla no tiene desperdicio. Doris Lessing va desgranando su pensamiento, sus ideas.

Hizo una defensa de África. Habló del comunismo y de la desilusión que produjo. Ahora, lo políticamente correcto ha sido superado por la histeria políticamente correcta. Tenemos un nuevo enemigo: el Islam. Y todo le recuerda a lo que ocurrió cuando la guerra fría. Se puede ver la misma histeria que rodeó entonces al comunismo. Dice que a la gente le gusta tener enemigos, pero hemos de esforzarnos en no verlos como enemigos.
Dijo que no creía que el Holocausto hubiera sido lo más grave que ocurrió en la II Guerra Mundial. Stalin mató a más personas que Hitler. Ya nada nos parece una barbaridad. Estamos insensibilizados.
No somos libres, nos conformamos de aspectos que nos han impuesto la sociedad, la familia, los otros...

Marianne Ponsford preguntó si la tragedia tenía más valor literario que la felicidad. "La felicidad es cursi", dijo Lessing.
La entrevista parece difícil. La escritora se muestra rebelde y poco condescendiente. Cada vez que le preguntan algo del tipo "usted ha dicho que..." ella responde "yo no recuerdo haber dicho eso". Esto se produjo varias veces. Ponsford sólo tenía, a mi juicio, que haber cambiado las preguntas. En vez de "usted ha dicho que..." debía haber dicho "¿cree usted que...?", y asunto arreglado. Pero no ocurre esto. A veces Marianne Ponsford replica: "lo ha dicho usted en una entrevista" o "figura en uno de sus libros". Pero Doris Lessing se mantiene en su postura de no creer que aquello hubiera sido dicho por ella o, en algún caso, admitir que en una entrevista a veces se dicen cosas que no se han meditado lo suficiente.

Doris Lessing dijo que ahora que está escribiendo su autobiografía comprueba que algunas de sus escenas de ficción tienen más fuerza que otras escenas basadas en acontecimientos que realmente ocurrieron.
Dijo que muchos de sus amigos ya no están y que vive rodeada de fantasmas.

Contó el episodio en que intentó experimentar con la locura, sin dormir ni comer durante tres días. Se volvió loca. Se dio cuenta que muchas cosas que había leído sobre la locura eran ciertas. Le vino a la mente una especie de criatura terrorífica que la odiaba. Tardó seis semanas en deshacerse de esa criatura. Aconsejó al público presente que nunca intentase algo así. "Yo lo hice aposta. He conocido a gente que se ha vuelto loca. Los estrechos de mente se vuelven locos muy fácilmente, sólo hay que mirar a nuestro alrededor, aunque es cierto que cuando un estrecho de mente se desmorona y luego consigue curarse, mejora mucho".

Dijo que cuando uno envejece puede verse con cierto distanciamiento. No hay por qué estar sumergido en las emociones. Admitió que se casó demasiado pronto y que no se tenía que haber casado. Abandonó a su marido y a sus hijos y se marchó de Rodesia a Inglaterra, donde contrajo matrimonio con otro hombre. Fue siempre una mujer rebelde e independiente. "Corríamos en cosas que ya hemos visto que son estúpidas: el comunismo, el fin del racismo... ésas cosas", comentó con ironía.
Ahora está estudiando el sofismo, pero no quiere hablar de ello. Dice que si se leyeran todos los libros sagrados, la Torá, el Antiguo Testamento, el Corán... todos, uno detrás de otro, como dijo haber hecho ella, nos daríamos cuenta de que todo hace referencia a una misma religión. Son los mismos personajes, las mismas historias.
"No se asusten de lo que ven a su alrededor. No va a durar. Vivimos una época de cambios muy rápidos".

martes, octubre 03, 2006

HFS - A uno y otro lado del Atlántico


Esta charla debía tratar sobre el uso del idioma español. Estaba a cargo de Jorge Edwards y Laura Restrepo, moderados por Cesar Antonio Molina.

Jorge Edwards comenzó diciendo que los latinos tenemos fama de ser creativos, capaces de escribir poesía, pero incapaces para las cosas prácticas como la economía, la política, etc.
Los prejuicios también se encuentran entre los hispanohablantes de uno y otro lado del Atlántico. Contó que su primera novela se la tradujeron del español de Chile al de España. "Los chilenismos tienden a ser traducidos por los correctores de pruebas de aquí". Resulta paradójico que sea más fácil para un escritor finlandés llegar al público hispano que para un autor de otro país hispano. Y concluyó diciendo que al idioma hay que acercarse con curiosidad y con simpatía.

Laura Restrepo dijo que somos una cultura que mira hacia fuera en lugar de mirarnos unos a otros. El español del Siglo de Oro ha sobrevivido en alguno de los países sudamericanos. En Colombia se habla un español muy puro. Y en México había escuchado algunas expresiones que le parecían fascinantes. "¿Saben cómo dicen para expresar que la plaza está llena de gente? La plaza estaba llena de raza". Y contó entusiasmada que al dinero se le llama "la dolarisa", y a los policías "los gimenos", por los jean-men, los gringos. Todo esto lo contaba con un entusiasmo contagioso, con pasión.
En Colombia se escucha la frase: "Fulano se enamoró de mí para matarme".

Jorge Edwards se quejó de que aquí sólo se habla de América cuando ocurren grandes dramas. A veces, la unidad de españoles y americanos no es fácil de entender. Las "colonias", dijo, son más conservadoras con el idioma, aunque también son más caóticas. Pero, a pesar de todo, se declaraba relativamente optimista, y eso que tenemos la capacidad de perder la memoria.

Laura Restrepo dijo que la literatura, cuando es buena, va más allá de cualquier limitación de comunicación. Y habló de la censura que supone lo políticamente correcto, una censura a lo que se sale del espectro de una democracia manejable, de bolsillo. Contó que su novela "La novia oscura", para ser publicada en Francia, Italia, Inglaterra, le exigían cambiar el titulo porque "oscura" no era considerada una palabra políticamente correcta. Es demasiado ridículo, dijo. Habló de la riqueza del idioma español y nombró una retahíla de palabras en nuestro idioma que hacen referencia al color de la piel: moro, mestizo, mulato, zambo, ario, tostado, cobrizo, aceituno, alabastrino, dorado, alborozado, etc. Por último, pidió una mayor unión entre España y Latinoamérica, pues este país forma parte de sus raíces. Por eso mismo, se debería tener mayor flexibilidad con los inmigrantes hispanoamericanos.

Jorge Edwards dijo que el idioma chileno tenía varios niveles. Y contó que estuvo en el jurado del Festival de Cine en el que fue premiada la película "Taxi para tres". "Yo entendía un 60% de lo que se hablaba en la película. El español del jurado entendía un 10%. Los ingleses, con los subtítulos, lo entendían todo". Fueron pues los ingleses los responsables de que la película fuera premiada, pero la gente creyó que él había conspirado.

lunes, octubre 02, 2006

HFS - Enrique Vila Matas y Eduardo Lago



La charla entre estos dos grandes escritores estuvo moderada por Mercedes Monmany, una de las mejores críticas literarias del país. La charla se anunciaba con el titulo "La novela actual como campo infinito de experimentación y regeneración del género en nuestros días", y lo primero que hizo la moderadora fue renegar de la rimbombancia de semejante titulo que, además, se le había ocurrido a ella. Un titulo demasiado artificial como para presidir lo que había de ser la charla entre dos escritores con muchos planteamientos en común.

Eduardo Lago es un hombre recio, de mirada inteligente, lleva un pantalón de cuero negro y se sienta ligeramente encorvado hacia delante. Ha sido el ganador del último premio Nadal con su novela "Llámame Brooklyn". Es su primera novela. Su faceta más conocida es la de articulista literario. Un artículo suyo sobre las traducciones del "Ulises" de Joyce recibió un importante premio en 2002, el "Bartolomé March". "Fue un artículo impuesto, tuve que asumirlo yo porque nadie quería encargarse de él". Ha estado coordinando la sección de críticas en la web El Boomerang, de la que ahora se encarga Jorge Volpi quien, por cierto, se encuentra entre el público.
Enrique Vila-Matas se sienta un poco más recto en el asiento, tiene cierto aire ausente, tímido, casi desvalido, pero creo que es consciente de la fascinación que transmite, de su magnetismo. Es un hombre que respira literatura por todos sus poros. La lista de sus libros es muy extensa, "Lejos de Veracruz", "Bartleby y compañía", "Historia abreviada de la literatura portátil", "París no se acaba nunca", "Suicidios ejemplares", "Hijos sin hijos", "El mal de Montano", "Doctor Pasavento", etc. etc. Es uno de los más importantes escritores que existen hoy en España. Sus comentarios suelen estar llenos de digresiones y, más que teorizar, lo que hace es contar historias. Le sonó el móvil en plena presentación, también le había sonado el día anterior, durante el coloquio sobre "El placer de leer", por lo que gastó una broma haciendo ver que se trataba de la misma persona.

Vila-Matas explicó que siempre había querido vivir en Nueva York. De hecho, solía tener un sueño recurrente en el que se veía jugando a la pelota rodeado de rascacielos. Cuando por fin visitó Nueva York y se asomó a la ventana de su hotel y vio los rascacielos no sintió nada especial, por lo que pensó que lo importante del sueño debía ser el niño.
Eduardo Lago contó que siempre había imaginado una escena relacionada con un hombre que se encontraba escribiendo en una habitación. Un día tuvo que entrevistar a Frank McCourt y, al leer "El profesor", encontró, en ese libro, exactamente el mismo pasaje que él había imaginado durante años.

Cuando le preguntó Eduardo Lago a Vila-Matas si era cierto ese encuentro con Salinger que narra en su libro "Bartleby y compañía", Vila-Matas sonrió malicioso y dijo: "Si Vila-Matas lo dijo, es verdad".
Vila-Matas dijo que le gustaba el cuento, el ensayo breve, los diarios... y le gustaba mezclar todo aquello. Tiene tendencia a encontrar autores raros, marginales. Dice que no lee a Philip Roth. Explica que le impactó México, que siempre es bien recibido allí. Pitol, su maestro, le dijo que gustaba tanto en México por la excentricidad. México es una cultura excéntrica.
Dijo también que durante mucho tiempo estuvo recomendando a Gombrowicz sin haberlo leído. Veinte años después lo leyó y se dio cuenta de que no tenía nada que ver con él. "A fuerza de creer que lo imitaba, me hice con un estilo propio".
Eduardo Lago se declaró admirador de Philip Roth, aunque admitía que escribía un realismo un poco cansado. Probablemente, el escritor del futuro, en el sentido de ser un escritor transnacional, es Roberto Bolaño, pues es y no es chileno, mexicano, catalán, español... Y también manejaba la literatura como realidad.

Vila-Matas contó algo que le ocurrió en París. Lo invitaron a unas charlas y, como es tímido, decidió beberse un whisky mientras hacía tiempo. Al salir del bar, se entretuvo ante el escaparate de una librería. De pronto, se le acercó una mujer y le dijo que era de Alcohólicos Anónimos, y le dio una tarjeta. Estuvo a punto de reaccionar con violencia y lo que de verdad quiso decirle fue: ¡Yo no soy anónimo! Pero calló, porque se dio cuenta de que, en el fondo, prefería ser anónimo.
"Yo lo que prefiero es escribir. En casa, que es donde escribo. No quiero decir que me guste estar en casa, porque para eso viajo. Pero lo que más me gusta es escribir".

domingo, octubre 01, 2006

HFS - El filandón


Esta charla reivindicaba el placer de contar historias. Reuniones en torno a un fuego en las que se transmitían todo tipo de narraciones. Esta práctica era muy común en el Noroeste de España, de donde provienen los cuatro escritores encargados de conversar sobre este tema y, sobre todo, de leer algunos de sus relatos: Luis Mateo Díez, Antonio Pereira, José María Merino y Juan Pedro Aparicio. Cuatro narradores de primera magnitud, un ambiente amigable entre ellos, mucho sentido del humor y buenas historias llenaron el salón de San Juan de los Caballeros.

Luis Mateo Díez fue el encargado de romper el hielo, y lo hizo hablando sobre la tradición oral, de gran riqueza y, desgraciadamente, casi perdida. Habló de la importancia que había tenido en el pasado y de lo sugestivas que resultan esas reuniones en las que se narran cuentos y anécdotas.

Le tocó el turno a Antonio Pereira, quien comenzó esbozando toda una teoría del relato. Dijo que el microcuento está sobrevalorado, y mucho de lo que se conoce como microcuento termina derivando en mero chascarrillo. Para que algo sea cuento o microcuento necesita disponer de tejido narrativo. Aunque admite que existen algunos chascarrillos ingeniosos, como aquel que dice: "Entró en el pajar y se clavó la aguja". Es divertido. También el del pesimista: "¡Mira que si nos quitan lo «bailao»!". Pero no los considera relatos, ni microrrelatos. Además, está en contra de diferenciar el nombre de los textos basándose en su extensión. "Todo debería llamarse novela", dijo, "del mismo modo que todo se llama poesía". Sacó algunos papeles del bolsillo y leyó unos cortos microrrelatos. Tardó en escogerlos, pasando los papeles en un sentido y en otro. La lectura era interrumpida constantemente con aclaraciones y comentarios del autor.

Juan Pedro Aparicio dijo que, en su opinión, la clave del microrrelato se encuentra en la elipsis. Mejor es cuanto mayor es la elipsis que contiene. Y como ejemplo de su teoría leyó el primero y el último de uno de sus libros, argumentando que se trataba de una colección de textos que, en cierto modo, evidenciaban lo que opinaba él del microcuento. El último, la síntesis absoluta, se titulaba "Luis XIV", y el texto era: "Yo".

Por último, José María Marino quiso resaltar las diferencias que existen entre el relato escrito y el oral. El escrito contiene, en su redacción, las pausas y entonaciones que hay que interpretar en el oral. Contó que había podido comprobar lo difícil que resultaba adaptar un relato escrito a uno oral, cuando los habitantes de una aldea en la que se encontraba con un equipo de cine que andaba rodando una película basada en unos relatos, les pidieron que les contaran alguno de dichos cuentos. "Nos pusieron en una posición muy difícil", afirmó. Luego leyó alguno de sus textos e, incluso, una de las historias nos la contó sin leerla. Se trataba de la historia de un hombre, (no recuerdo ahora cómo se llamaba, así que lo llamaré Ramón), que se dispone a realizar la ruta del tapeo antes de comer y, cuando entra en uno y otro bar, siempre le pasa que la gente lo recibe con efusividad. Le gritan: "Ramón, cuánto me alegro de verte, qué bien que hayas regresado a la ciudad después de tanto tiempo". Así una y otra vez. Finalmente regresa a su casa: "Cuando volví a casa andaba ya un poco «achispado» por el vino, pero no lo suficiente como para no saber que yo nunca había salido de aquella ciudad y que no me llamaba Ramón".

Se fueron turnando los cuatro para contar sus historias, que resultaron siempre divertidas, y el público se sintió partícipe de un auténtico y ya perdido filandón.
Más tarde, se abrió el turno de preguntas y nadie se animó a decir nada. Juan Pedro Aparicio comentó que había estado en el auténtico Hay on Wye y que allí, cuando se abría el turno de preguntas, todo el público se lanzaba a intervenir. "Sólo quiero decir –concluyó-, que ni ellos tanto ni nosotros tan poco".
Aún así, nadie preguntó nada, por lo que siguieron leyendo relatos y, estoy seguro, nosotros salimos ganando.


El Cuento de Antonio Pereira.

Antonio Pereira contó un relato que está publicado en el libro "Me gusta contar". Se titula "Una novela brasileña". Dijo que lo había copiado de un periódico, era una noticia en la que había un auténtico relato, lleno de drama y tragedia. Como sonaba bien era en su lengua original, pero él lo fue traduciendo. De vez en cuando, se detenía y hacía alguna aclaración, que voy a intentar reproducir, entre paréntesis, en el modo en que me lo permita la memoria.

El capitán del ejército Agenor Araújo de Medeiros (Agenor es un nombre corriente en Brasil, un nombre de cierto empaque), 39 años (es ésta una edad crítica en la que a uno le puede dar por hacer balance y en la que se suelen hacer muchas tonterías), fue asesinado por la noche al intentar reprimir un asalto en la Rua Bertolini, próxima a Praia Branca, en Guanabara. (Atentos ahora) El militar estaba en su coche en compañía de Palmira Fernandes Oliveira (este detalle es importante) cuando dos criminales surgieron con arma en puño. Agenor murió antes de ser socorrido en el Hospital Bom Jesús de Estrela. Estaba casado con Fernanda Veléria Martins Costa (no con Palmira Fernandes Oliveira) con quien tenía una hija de siete años. Se levantó acta del suceso. (Aquí está contenido un verdadero drama lleno de incógnitas, ¿qué le contaron a esa hija? ¿Qué pensó esa esposa cuando se enteró de lo ocurrido? ¿Cómo se llegó a esa situación? Me ha hecho pensar más esta pequeña crónica que muchos novelones).

viernes, septiembre 29, 2006

HFS - El placer de leer

En esta ocasión, se trataba de una especie de coloquio o mesa redonda en torno al tema "El placer de leer". Se encontraban Enrique Vila-Matas, Rosa Montero, Laura Restrepo, Jorge Franco, Carmen Posadas y Ali Smith, moderados por Ignacio Sanz.

Debido a que a Martin Amis, con la intención de solventar el caos que se había producido en el acto anterior, lo sacaron a la plaza a firmar libros, a la cola que se formó para entrar y a cierto problema que tuve con la entrada, llegué tarde y me perdí la intervención de Ali Smith. De modo que mi crónica, en esta ocasión, está incompleta.

Cuando llegué, Carmen Posadas hablaba de "Casa Desolada" y de Jane Austen, novelas decisivas en su formación como escritora y en su deseo de escribir.

Rosa Montero empezó nombrando un libro de Nuria Amat titulado "Letraheridos" y en el que dijo que aparecía una pregunta que a ella le gustaba formular cuando se encontraba con otros escritores. ¿Qué preferirías, dejar de leer o dejar de escribir? Afirmó que la mayoría respondía, incluida ella misma, que preferirían seguir leyendo, porque la lectura es lo que da sentido a sus vidas. Rosa Montero es una mujer que te hipnotiza cuando habla, te transporta. En el teatro no se oía ni a una mosca. Habló de dos lectura que tuvieron un fuerte impacto en su vida. Una era un cuento infantil: "El gigante egoísta", de Oscar Wilde. La otra fue "Lolita", de Nabokov. La explicación que dio sobre el libro de Nabokov fue muy interesante. "La forma magistral en que se nos narra toda la historia desde la deformada y malsana mente del protagonista es todo un prodigio del que uno no sale indiferente. Al final, nos damos cuenta de qué clase de persona es en realidad Humbert Humbert. Al final, podemos ver la triste realidad de la historia de un pedófilo y de una pobre niña, más bien ordinaria y maleducada, que ha sido su víctima inocente".

Jorge Franco, un joven colombiano, autor, entre otros, de "Rosario Tijeras" y "Paraíso Travel", habló de la fascinación que siente ante la forma que tienen algunos autores de mezclar el tiempo. Nombró, entre las lecturas que más le habían impresionado, "Pedro Páramo", "El otoño del patriarca", los libros de Onetti, de quien dijo que le parecía implacable con sus personajes, y, por último, "Carta a un joven poeta", de Rilke.

Laura Restrepo, también colombiana, autora de "La novia oscura" y "Delirio", por citar dos de sus obras, aprovechó la intervención de Jorge Franco para explicar que las generaciones actuales de hispanoamericanos toman como referente a autores también sudamericanos. La generación anterior, la de sus padres, se formó con los norteamericanos y la anterior aún, con los franceses. Aprovechó su intervención para reivindicar a dos autores injustamente olvidados. José María Arguedas, que se suicidó poco antes del conocido boom, y cuya novela "Los ríos profundos" merece ser reeditada y leída; y João Guimarães Rosa, de quien recomendó su libro "Grande Sertão: Veredas".

Varias personas del público llevan libretas y escriben. Rosa Montero, en el escenario, también lo hace.

Le tocó el turno a Vila-Matas. Vila-Matas habla como si dudara de lo que dice, tiene aspecto de encontrarse un poco ausente y tiene un humor que resulta irresistible. Empezó diciendo que, respecto a la pregunta que había formulado antes Rosa Montero, él elegiría leer escribiendo. Sus compañeros rieron y lo trataron como si estuviera haciendo trampas. Pretendió defenderse diciendo que cuando uno lee también escribe, a la vez, en su cabeza, lo que está leyendo. Dijo que le resultaba imposible elegir a un autor como su favorito. Kafka y Pessoa le divertían. Solía leer y releer los "Diarios" de Franz Kafka. "Me hacen reír", dijo. También "El libro del desasosiego", "aunque éste no me hace reír y termino volviendo a Kafka."

Cuando pudo intervenir el público, un hombre dijo que ninguno de los presentes había recomendado un libro de alguno de sus compañeros. Dijo que no los había leído tampoco y que es la historia la que hace justicia con un autor. Vila-Matas le respondió: "yo no pienso morirme para gustarle a usted". Laura Restrepo aceptó el reto lanzado y recomendó con entusiasmo el libro de Vila-Matas "Bartleby y compañía".

Alguien hizo referencia a las adaptaciones al cine. Preguntó si el hecho de que te adapten al cine quiere decir que ya eres un autor consagrado. Todos coincidieron en quitarle importancia a dicha posibilidad. Jorge Franco dijo que en una época había querido dedicarse al cine, pero se había dado cuenta de que podía hacer lo mismo, e incluso con mayor libertad, a solas con un lápiz y un papel. Rosa Montero dijo que, desde el momento en que un autor vende los derechos, debe apartarse y dejar que decida el director, porque se trata de dos medios diferentes con lenguajes diferentes. Carmen Posadas defendió la magia que tenía la lectura y, a este respecto, contó una anécdota referente a Quino, el autor de Mafalda. Al parecer, llevó a su hija al cine, a ver una adaptación de Mafalda, y la niña le dijo en un momento dado: "¿por qué le cambiaron la voz?"

Una de las últimas preguntas fue: "¿Escribir te retira un poco de la vida y te hace ver las cosas desde cierta distancia?"
Rosa Montero no dudó en afirmar que leer y escribir es vida. La lectura, dijo, nos ayuda a cubrir la fisura que existe entre una persona y el mundo. Quien además decide escribir lo hace, probablemente, porque su fisura es mayor.
Jorge Franco dijo que escribir era un modo de meterse en vidas ajenas.
Vila-Matas dijo: "Mientras lees estás viviendo, es pura lógica". Llegó a admitir incluso la posibilidad de que la literatura sea más intensa que la vida. Y también dijo una cita de la que no recordaba el autor: "La cabeza de alguien que no lee es como un desván sin muebles".

miércoles, septiembre 27, 2006

HFS - Martin Amis



Martin Amis es considerado como el chico rebelde de las letras británicas, pese a que ya superó los cincuenta años. Además, es de los autores mejor pagados y su relación con sus compañeros de generación no suele ser muy buena, aunque mantiene la amistad con McEwan. Entre sus virtudes: ser "políticamente incorrecto". Es hijo del escritor Kingsley Amis y la tormentosa relación que tuvieron padre e hijo alimentó la leyenda rebelde del autor que nos ocupa.

La entrevista estaba a cargo de Carmen Posadas y, cuando ambos entraron en el escenario del Teatro Juan Bravo, recordé lo que Alejandro Gándara dijo de él en cierta ocasión: "Tiene cara de alto, pero es bajo". Posadas, por su parte, es una mujer de una altura considerable.

Sin apenas preliminares, la conversación se centra en la aparición del 11-S en la literatura. Amis dice que en "Perro callejero" no llega a tocar el tema de lleno, más bien le interesaba explorar los cambios que se han producido a partir de ese suceso. Cree que el 11-S y sus consecuencias alimentarán la ficción de los próximos años. Alguno ya lo ha intentado, como Salman Rushdie en "Rabia", pero estaba demasiado cerca, le faltó tranquilidad.
Le pregunta la entrevistadora sobre la posibilidad de escribir un libro sobre el Islam y Amis revela que lo ha intentado. "Se trataba de una novela localizada entre Pakistán y Afganistán y cuyo protagonista era un terrorista". Sin embargo, no pudo sacar adelante el proyecto, no podía escribir sin contener la ira que todo lo relacionado con el Islam le provoca. El Islam, dijo, es totalitario, "lo controla todo, hasta cómo se debe uno sentar para ir al cuarto de baño". Dijo también que no creía que ellos estuvieran ganando, está convencido de que seremos testigos de la agonía del imperio del Islam. "Es inconcebible que perdamos esta guerra".
El Islam no aprueba nuestra forma de vida, no aprueba la emancipación de la mujer. Nosotros nos dimos cuenta hace tiempo de que se puede vivir sin Dios.

Amis reconduce la conversación al decir que se encuentra escribiendo una novela con una mujer embarazada como protagonista: "La viuda embarazada". Es una especie de metáfora del cambio, del nacimiento de un nuevo orden. Respecto a la emancipación de la mujer, cree que todavía no se ha culminado. "En ese tema llevamos dos tercios de embarazo". La mujer se ha preocupado más por conseguir poder que por equiparar las tareas del hogar.
Aprovecha Posadas para preguntarle algo que, según dice, siempre se le pregunta a las mujeres escritoras: ¿Cree que existe una literatura femenina y una masculina?
Sin pensarlo mucho, Amis dice que sí. Las mujeres están más cerca de sus emociones. "Es un cliché, pero los clichés suelen ser ciertos".

Afirma que un escritor depende de su subconsciente. Suele ser el subconsciente el que hace todo el trabajo, el que resuelve las dificultades. Mientras el escritor da un paseo o lee un libro, su subconsciente se encarga de planificar la idea que le anda rondando por la cabeza.

Habla de uno de sus últimos relatos, en el que un superviviente de un gulag le escribe una carta a su hija porque no le parece bien su actitud, más contemporánea.
Dice que ahora somos adictos al instante, es lo único que importa. Las nuevas generaciones parecen haberse anestesiado, necesitan tatuarse y clavarse agujas para sentir algo. Todo va demasiado deprisa.

Lo que asusta a un escritor al pasar los años es volver a escribir las mismas palabras. Cuenta que John Updike dice que encuentra frases ahora que ya había escrito hace cuarenta años.

En el turno de preguntas, alguien entre el público que afirma ser el traductor de algunos de los libros de Martin Amis, se deshace en elogios durante un buen rato y termina diciendo que hay que leerlo. Amis, en un español escaso dijo: "mu-chas gra-cias".

lunes, septiembre 25, 2006

HFS - Ian McEwan


Ian McEwan es uno de los escritores contemporáneos más importantes, sin discusión. El Teatro Juan Bravo estaba lleno. Entre el público, Rosa Montero, Vila-Matas, Carmen Posadas y Laura Restrepo.

Lo entrevistó Juan Villoro y me gustó el enfoque que le dio a la charla, en la que la literatura tuvo un peso importante. Habló de dónde surgieron algunas de sus ideas, contó anécdotas personales... Sobre su método de trabajo, afirmó ser bastante desordenado y confesó que lo primero que había escrito de una de sus novelas, "Amor perdurable", fue el capítulo 19. Respecto a "Perros negros", lo primero que escribió fue el final.
Le resulta esencial la exploración del personaje y su situación en un tiempo que está lleno de imprevistos. No cree en el destino.
Al arte "sólo se le puede exigir trabajo y talento", afirmó.

El cine también apareció en la conversación. Aquí, McEwan dijo que había visto obras casi perfectas en literatura, pero nunca en el cine. En el turno de preguntas, le preguntaron, haciendo alusión a esto, qué novelas, en su opinión, rozaban la perfección. Se quejó un poco, dudó, y al final nombró "Madame Bovary", algunos pasajes del "Ulises", y también los libros de Orwell y Saul Bellow.

Se mostró en todo momento pausado, con aplomo, y mostrando un accesible sentido del humor.
Habló de "Sábado", de su personaje principal y su postura ante todos los acontecimientos que nos está tocando vivir, especialmente ante la guerra.
Aquí surgió ya uno de los asuntos que han tenido un peso importante en varias de las entrevistas: el terrorismo islámico. Dijo que había dos posturas extremas: una que piensa que habrá terrorismo mientras no se solucionen los problemas de esa gente y que es preciso ayudarles; y otra que piensa que es un tipo de nazismo, con una lista de odios demasiado grande y que hay que atacarles. Entre ambas posturas, dijo, siendo la primera el cero y la última un diez, él se colocaba en un siete coma dos.

McEwan dijo que el futuro podía ser terrorífico, que incluso podía ocurrir que se sintiera nostalgia de nuestra situación actual: "Se podía comer en buenos restaurantes –dijo, como si estuviera recordando-, sobre todo en Segovia".
En su opinión, no podemos renunciar a nuestras libertades. Y añadió que debemos tener de nuestro lado a todos los musulmanes moderados que ahora no pueden manifestarse. Confió finalmente en que triunfaría la razón, ya que "la religión no ilumina el pensamiento".

Dijo que el pesimismo es un banquete intelectual, mientras que el optimismo es de bobos. El optimismo "sólo lo practican los poetas, y éstos ocasionalmente".

domingo, septiembre 24, 2006

Hay Festival Segovia - Introducción


Del mismo modo en que unos corren en pos de su equipo para verlo jugar en cualquier parte del mundo y otros persiguen con entusiasmo las actuaciones de sus cantantes favoritos, yo decidí el viernes no acudir a mi trabajo y marcharme al Hay Festival de Segovia. Cargado con una mochila con libros, una cámara de fotos, (que tengo que tirar a la basura, pues la mayoría de las imágenes las sacó borrosas y, por supuesto, la culpa la tiene la máquina, no la voy a tener yo), una grabadora sin pilas y una libreta, me lancé a la carretera.
Tras ciertas vicisitudes del viaje, debidas a los mensajes del ordenador del coche y que no entraré a relatar, llegué a la monumental ciudad de Segovia, al pie de su famoso acueducto, imponente. Conseguí un plano en la oficina de turismo y casi ninguna indicación, pues la chica que me atendió, al parecer, acaba de empezar a trabajar allí y apenas conocía nada.
El casco antiguo de Segovia es un lugar que respira historia en cada piedra, con edificios de una belleza increíble. Pasear por sus calles es todo un privilegio al que debía añadir la posibilidad de cruzarme, de pronto, con algún escritor de renombre.

Llegué al Teatro Juan Bravo a las cuatro y media de la tarde. Faltaba media hora para que abrieran la taquilla. Aproveché para localizar el edificio San Juan de los Caballeros, donde tendrían lugar los actos que me interesaban del día siguiente. Cuando volví a la puerta del teatro eran las cinco y cinco, y la cola frente a la taquilla imponía respeto.
Paciente y resignado, con el programa en la mano, me dispuse a esperar en la cola. Esto es extraño en mí, no suelo hacer colas, normalmente me marcho de los sitios antes que hacer una cola, pero aquí no había más remedio. Era imposible acudir a todos los eventos programados, algunos de ellos coincidían a la misma hora en lugares diferentes, por lo que tuve que realizar una selección. Debo admitir que no me resultó especialmente difícil. Mis preferencias eran claras. Sólo dudé entre la charla sobre el idioma español a cargo de Laura Restrepo y Jorge Edwards, moderada por César Antonio Molina y la que iba a llevarse a cabo, a la misma hora, entre los periodistas Enric González, Åsne Seierstad, Alfredo Martesanz y Aurelio Martín: finalmente me decanté por la primera opción.

Así pues, asistí a siete actos:
-Ian McEwan entrevistado por Juan Villoro.
-Martin Amis entrevistado por Carmen Posadas.
-Enrique Vila-Matas, Rosa Montero, Laura Restrepo, Jorge Franco, Carmen Posadas y Ali Smith, moderados por Ignacio Sanz. Sobre "el placer de leer".
-Charla sobre "el filandón", a cargo de Antonio Pereira, Luís Mateo Díez, José María Merino y Juan Pedro Aparicio. (Probablemente la que más disfruté).
-Enrique Vila-Matas y Eduardo Lago, moderados por Mercedes Monmany.
-Jorge Edwards y Laura Restrepo, moderados por César Antonio Molina. Charla sobre el idioma español
-Doris Lessing entrevistada por Marianne Ponsford.


Una lista de elecciones contiene siempre una lista de renuncias, pero esto es inevitable.
Los actos en inglés disponían de traducción simultánea a través de unos auriculares y un receptor que resultaron muy eficaces. Mi inglés es escaso y muy rudimentario.
Al finalizar cada acto, los autores firmaban libros, así que me he traído la firma de Ian McEwan, Martin Amis, Antonio Pereira, Enrique Vila-Matas, Eduardo Lago y, por supuesto, Doris Lessing.


El personal mostró siempre una gran amabilidad, pero la organización del evento llegó a ser caótica en algunos momentos, como el que se produjo al juntarse las colas desorganizadas de la gente que quería comprar libros, los que querían que el autor les firmase un ejemplar, los que querían devolver los auriculares, los que querían salir, los que querían entrar y los que querían comprar entradas. En fin, esperemos que se celebren próximas ediciones de este Festival Literario y se subsanen estos problemas.


La cobertura que el Festival ha tenido, especialmente en televisión, es de vergüenza ajena.


Hablaré, en próximas entregas, de las charlas y entrevistas.