miércoles, junio 28, 2006

El síndrome Chéjov


"El síndrome Chéjov" es un primer libro de relatos. Su autor, Miguel Ángel Muñoz, se nos presenta como un autor novel que ha ido bregando de aquí para allá, entre concursos y publicaciones sin especificar. Son historias que parecen haber sido escritas a lo largo de los años, quizá a ratos, pulidas con esmero, mimadas hasta en los mínimos detalles.

Se oye hasta la saciedad que los jóvenes literatos lo tienen fácil y que se publican más libros que nunca. Sin embargo, aquí nos encontramos con Miguel Ángel Muñoz, con un libro muy superior tanto estilística como temáticamente a muchos de los que han aparecido en los últimos años, y que va abriéndose camino a golpe de navaja, como él nos dice en el breve pero intenso prólogo del libro.

No parece haber tenido prisa por publicar. Ama la literatura más que los oropeles o los sueños de grandeza. Se presenta como narrador maduro, formado, hábil con su técnica y consciente de sus posibilidades.
Su libro no mantiene una coherencia interna, ni tiene por qué, se trata de un conjunto de narraciones de temática y estilos diversos, un campo de experimentación, un catálogo de habilidades. Y nos deja claro que estamos ante un autor esmerado, cuidadoso, elegante y pulcro. En muchos de sus textos despunta un humor que nos obliga a sonreír, cómplices. El esperpento, la parodia, la nostalgia o la ternura están presentes en estos cuentos, herederos de Chéjov en lo que a precisión por el detalle se refiere.

"Soy dueño de la lluvia" es un sainete esperpéntico con el consumo y un centro comercial de fondo. "Ambulancias" nos toca la fibra sensible al narrar toda una vida en unos pocos párrafos. "Un guerrero muerto" exuda la nostalgia por la vida sencilla, por el retorno al campo, pero sin eludir las referencias a la superstición y la brutalidad. "Si la hubieras conocido" nos presenta a un juez en el momento en que tiene que ordenar el levantamiento del cadáver de una poeta que se ha suicidado. Pese a su brevedad ofrece una intensa reflexión sobre la vida y la muerte. "Nuria querida" está narrado de forma epistolar y es una historia dura, donde todo se nos va mostrando gradualmente. "Antón Chéjov, médico" se atreve a mostrarnos al propio Chéjov, en su casa , atendiendo como médico a un niño enfermo. Este episodio se va alternando con los pensamientos de Chéjov y la descripción de ciertos detalles sobre su vida en Yalta y lo que le rodea, sobre su esposa y sobre su hermana. Es el relato más extenso. En él nos encontramos nuevamente con la sombra de la muerte. Hay que detenerse un momento en la página 94, donde se produce una alternancia entre dos planos narrativos, la conversación entre el médico y el niño por un lado y la descripción de lo que será la evolución de una terrible dolencia por otro. Un relato que sobrecoge. "Unidos" nos viene a decir que el hogar de una pareja recién casada se encuentra en ellos mismos, armando a modo de metáfora un claro paralelismo entre las condiciones del piso en el que acaban de trasladarse a vivir y las dificultades que ha de vencer una pareja que inicia una convivencia. "Hija única" es una divertida sátira sobre unos padres decididos a educar a su hija en la tolerancia, de tal modo que le consienten todo tipo de desmanes. "Zona de peaje" habla de una segunda oportunidad cuyas posibilidades no se llegan a materializar, y de la que intuimos que es mejor así, pues nos tememos que la realidad siempre suele decepcionar a la imaginación. Aunque también habrá quien lo interprete como un relato sobre la imposibilidad de huir de la propia vida. De hecho, los relatos de Miguel Ángel Muñoz se abren con facilidad a varias interpretaciones. "El rapto de Woody Allen" es una historia cargada de humor, centrada en la pasión amorosa de dos seres alienados y cuyo final encierra un toque gore. "Los sueños deshabitados", el último de los cuentos, podría decirse que funciona a modo de epílogo, ya que cuenta la historia de un hombre que no puede soñar, del mismo modo que nosotros terminamos nuestro recorrido por los "sueños", las "historias imaginadas", de la mente de Miguel Ángel Muñoz.

Historias, en fin, de hondo calado humano, protagonizadas por personajes que se muestran perplejos ante lo que les rodea, seres con un halo de romanticismo y desbordantes de sensibilidad. Un libro de calidad indiscutible, reposado, de los que se puede leer en voz alta junto al fuego, como manda el estereotipo. Un libro que demuestra la calidad de un autor al que habrá que estar atentos.

Así, al menos, es como yo lo he visto. Y aprovecho para recomendar a quien esto lea, que se pase por el blog de Miguel Ángel Muñoz. El enlace lo encontrarán en la lista de "Links".

domingo, junio 25, 2006

Los girasoles ciegos


Hay libros que son capaces de cortarte la respiración. Cuando los cierras, necesitas un momento para volver a reintegrarte al mundo, para recuperarte del shock que te han producido. Pese a lo que pueda parecer, esta clase de libros no abunda, pero haberlos, haylos. "Los girasoles ciegos" es uno de estos libros.
Alberto Méndez nació en 1941 y falleció a finales de 2004. Su libro ganó el Premio Setenil al mejor libro de cuentos del año 2004, el de la Crítica 2005 y el Nacional de Narrativa 2005.
"Los girasoles ciegos" está compuesto por cuatro relatos cuya intensidad resulta creciente:
1.- Primera derrota: 1939 o si el corazón pensara dejaría de latir. Donde se narra la peripecia de un capitán del ejército nacional que se entrega a las derrotadas tropas del ejército republicano en los últimos días de la batalla de Madrid, porque no quiere formar parte de esa victoria.
2.- Segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido. Narra la historia de una pareja que se esconde en las montañas. Se trata de una pareja joven y la muchacha muere al dar a luz, por lo que se narra en forma de diario sin fechas, de notas dispersas, los últimos días del joven con el bebé. Es un relato duro. Una nota nos informa que una versión modificada de este texto quedó finalista en el concurso de cuentos Max Aub 2002.
3.- Tercera derrota: 1941 o El idioma de los muertos. Es la historia de un preso que, durante un interrogatorio, se encuentra con que salva la vida al decir que conoció a un hombre en otra prisión que resulta ser el hijo del coronel encargado de juzgarle. Al principio, un poco por lástima y un poco por instinto de conservación, cuenta maravillas de aquel muchacho, de su valentía y entereza, pese a que todo lo que cuenta es falso. Me gustó especialmente el discurso final, lleno de rabia.
4.- Cuarta derrota: 1942 o Los girasoles ciegos. Es, sin duda, mi favorito, y, bajo mi punto de vista, el que dota de entidad a todo el conjunto. Contado a tres voces, la de un cura obsesionado por una mujer, la del hijo de esa mujer y una voz omnipresente que nos completa los detalles necesarios para reconstruir toda la historia, resulta estructuralmente el más complejo del libro. La historia se centra en los esfuerzos que la mujer y el niño tienen que hacer para que la gente no averigüe que el marido de ésta y padre del niño vive oculto en la casa. Dice el niño: "Pero, de todos los recuerdos, el que por encima prevalece es que yo tenía un padre escondido en un armario".
La unidad del libro se consigue, además de por la temática, por el pequeño juego de introducir vínculos entre los personajes de uno y otro relato. Así, la muchacha que muere durante el parto en el segundo cuento resulta ser la hermana del niño que protagoniza el cuarto; y el capitán que se entrega en la primera historia reaparece en la prisión en la que se encuentra el protagonista de la tercera.
En general, es un libro que se lee con fluidez. El último cuento es el culpable de que se te corte la respiración cuando finalizas su lectura. No se dejen predisponer por la supuesta sobrevaloración de la obra y acérquense a ella con el convencimiento de que van a realizar un viaje que no les dejará indiferentes.

viernes, junio 23, 2006

En la habitación


La familia Fowler, formada por Matt, médico, Ruth, directora de un coro, y su único hijo, Frank, estudiante de arquitectura, está reunida pasando el verano. Un verano en el que Frank está viviendo un romance con Natalie, madre de dos niños, separada de su marido Richard, quien, por su parte, no parece llevar muy bien la situación. La primera parte es una presentación impecable de cada personaje. Se marca el tono sosegado que va a tener el film, la acertada elección de los detalles, cada plano tiene su propio significado, cada personaje se coloca en su sitio. De pronto, la tragedia irrumpe, brusca, implacable: Richard mata a Frank de un disparo. Y es entonces cuando empieza el auténtico asunto que nos quiere narrar este film: la descripción del dolor, un dolor tan intenso que hace que se tambaleen todos los principios que han alentado la vida antes de él. ¿Cómo se describe un dolor de esta naturaleza? En eso radica la magistral puesta en escena de esta historia, su impecable montaje, en el que a veces sobran las palabras y un fundido en negro posee la suficiente elocuencia como para transmitir al espectador toda la carga emocional. Comienza el devastador duelo interpretativo entre Sissy Spacek, soberbia madre desencajada que trata de reencontrar su lugar en el mundo, y Tom Wilkinson, sobrecogedor padre que trata de llevar una vida normal, procurando estar ocupado el mayor tiempo posible, incluso durante las largas noches en las que no consigue conciliar el sueño. Los vemos compartir la vida cotidiana sin apenas hablarse, los vemos perder gradualmente, sin remedio, su fe en la justicia, los vemos estallar y vomitarse a la cara los más crueles y desproporcionados reproches, en una especie de catarsis de la que saldrán renovados, unidos en sus nuevas decisiones, en su nueva visión de las cosas, que confluyen en una tercera parte en la que se mantiene ese tono aséptico, pero de gran calado, para describir el duro desenlace.
No deja de sorprender una película de esta calidad, este formato de cine independiente, de pocos medios, en la producción americana. Un film en el que no sobra ningún plano, que supone un alarde de contención narrativa, donde la cámara es capaz de transmitir lo que se esconde detrás de cada gesto. No en vano fue una de las protagonistas del Festival de Sundance de 2001. Todd Field demostró poseer una sensibilidad impresionante y una gran capacidad para narrar dramas intimistas de una forma magistral. No deben esperarse juegos de cámara, excesos de interpretación, llantos desproporcionados, histrionismo o melodrama, sino todo lo contrario. Muchos de los momentos más duros nos serán escamoteados. No veremos la pelea entre Richard y Frank, sino que perseguiremos a la frenética Natalie en su descenso por las escaleras de la casa, escucharemos con ella el disparo y descubriremos a la vez que ella el cadáver en el suelo de la cocina. Tampoco asistiremos al momento en que Matt le comunica a su mujer que su hijo ha muerto, lo abandonaremos poco antes de que lo haga, en el momento en que se detiene delante de la puerta del auditorio para tomar fuerzas.
La historia está basada en el relato "killing", de Andre Dubus, un gran escritor, alabado entre otros por Tobias Wolff, del que apenas hay nada traducido al español. Sólo conozco el libro "Adulterio" (Edhasa-1999) Lo peor de todo es que esta magnífica película no consiguió que los relatos de Dubus fueran traducidos y publicados en España.

miércoles, junio 21, 2006

Literatura y otros cuentos


Escribí un relato. Me lo inspiró un episodio de la vida del premio Nobel de Literatura Gao Xingjian, quien, durante la Revolución Cultural China tuvo que destruir sus escritos porque de lo contrario peligraba su vida, entre ellos un diario íntimo que había iniciado a los ocho años. Esto me pareció lo más doloroso que le puede pasar a un escritor. Por otra parte, también se trataba de un ejercicio de estilo, en el que intentaba cuidar al máximo la cadencia de las frases, alargándolas por encima de lo que es natural en mi forma de escribir. Este relato lo titulé "Literatura". Más tarde, decidí reunir una selección de mis relatos en un libro. Incluí el relato que acabo de mencionar y, depués de no pocas vueltas, decidí titular el libro "Literatura y otros cuentos".

El libro lo leyeron tres personas: mi mujer y dos amigos escritores. Uno de mis amigos escritores me dijo que no le gustaba el titulo. El otro, me aconsejó quitar del libro el relato "Literatura" porque su primera frase era: Nunca he ganado un premio literario ni he conseguido publicar nada, así que no puedo considerarme escritor en el sentido profesional de la palabra, sino más bien aficionado a la literatura. Y, según él (y su opinión me merece un gran respeto) "es bueno no presentarse nunca como autor novel, sino como escritor hecho". Así que, aunque a mi mujer sí que le gustaba, decidí quitar el relato y cambiar el titulo del libro.

Unos meses más tarde leí en el suplemento cultural del diario ABC, la reseña del libro "Literatura y otros cuentos", del escritor Martín Rejtman. Y el corazón me dio un vuelco.
Pregunté por él en varias librerías, sin éxito, hasta que finalmente lo localicé en el stand de "Editoriales Independientes Argentinas", en la Feria del Libro de Madrid.

Martín Rejtman nació en 1961, en Buenos Aires. Es escritor y director de cine. Ha filmado las películas "Rapado", "Silvia Prieto" y "Los guantes mágicos". Ha escrito los libros "Treinta y cuatro historias", "Rapado", "Velcro y yo" (editada por Lengua de Trapo) y este "Literatura y otros cuentos".

Se trata de un libro de apenas 120 páginas que incluye cuatro relatos: "Alplax", "Mi yeso", "Literatura" y "Ornella"; éste último ocupa casi la mitad del volumen. Están escritos en tiempo presente, por lo que transmiten la inmediatez de lo que está sucediendo ante nuestros ojos. Se trata de historias urbanas, de encuentros y desencuentros, de personajes solitarios, algunos con problemas de comunicación, otros simplemente estrafalarios. Historias fragmentadas, a menudo sin rumbo, que discurren a la deriva, sin una sucesión lógica de los acontecimientos. La voz narradora es concisa, su estilo es cortante, sin adornos, directa y dotada de una ironía que se convierte en lo más atractivo del libro. Mantiene una distancia emocional que, a veces, parece desinterés por lo que ocurre. El humor con el que se nos cuentan ciertos detalles es el motor de unas historias que se mueven entre lo anodino y lo cotidiano. Historias de desesperanza, de familias desestructuradas, de negocios que fracasan, de amor y de soledad.
Precisamente por el uso del humor, por el nihilismo del protagonista, mi relato preferido es el titulado "Mi yeso", donde se pueden leer cosas como esta: «A veces tengo ganas de decirlo: Esto no soy yo, yo no tengo nada que ver con esto que ven. Pero cada vez que tengo ganas de decirlo no sé a quién decírselo».

En resumen, se trata de un libro irregular, donde algunos relatos terminan dejando al lector una sensación de perplejidad, de historia inacabada, en la que se han iniciado diversos nudos narrativos pero no se ha terminado de cerrar ninguno.

domingo, junio 18, 2006

El humor negro

Sigmund Freud dijo que el humor comprende tantas especies como sentimientos emotivos ahorrados en favor del placer humorístico. Y añadía: "Así, los ilustradores y dibujantes del Simplizissimus han llevado hasta un punto insospechable el arte de extraer humor de lo horrible, cruel o repugnante". Y esta puede ser una buena definición del humor negro: el arte de extraer humor de lo horrible, cruel o repugnante.

El humor negro se caracteriza por transformar en gracioso lo que, por norma, es serio. Es una técnica de distanciamiento hacia aquello que nos daña. Sus armas son la sátira, la ironía, la paradoja... por lo cual resulta especialmente eficaz para denunciar atrocidades a las que, por diversas circunstancias, no se les presta atención.
El humor negro viene definido por el objeto de su aplicación, esto es, cuando recae sobre temas como la muerte, la violencia, la crueldad, el salvajismo, lo obsceno, los asesinatos, las violaciones, la explotación, la pobreza, el racismo, la religión, etc. etc. Y por el tono de su enunciado. Puede darse el caso de que el tema tratado sea más o menos banal, pero el comentario esté cargado de violencia, de fuerza desmesurada.
Su forma suele ser políticamente incorrecta, corrosiva, burlona. Provocar la risa centrándose en algo atroz deja al descubierto aquellas características del ser humano que nos horroriza admitir, como la crueldad, la indiferencia, el sadismo... Así que, por lo general, después de la risa se producirá, necesariamente, una reflexión.

En estos tiempos de información masiva, nos enteramos de todas las catástrofes, tragedias, dramas que suceden en el mundo, lo cual resulta tan abrumador que, sencillamente, levantamos un muro y nos aislamos del sufrimiento insoportable que todo eso nos puede ocasionar. El humor negro resulta especialmente eficaz para atravesar ese muro y llegar a tocarnos la fibra sensible.

Dice Antonio Tabucci: el humor negro es una forma tangencial, burlona, de enfrentar el miedo, es como reinventar el revés de una situación desesperada, una manera de subvertir la realidad.


Veamos algunos ejemplos:

Thomas De Quincey, en "Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes":
"Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse. La ruina de muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron importancia en su momento".

Jonathan Swift, escribió "Una modesta proposición para evitar que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su país, y para hacerlos útiles al público":
"Me ha asegurado un joven americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño saludable y bien criado constituye, al año de edad, el alimento más delicioso, nutritivo y sano, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y yo no dudo que servirá igualmente en un fricasé o en un guisado".

Sigmund Freud, en su libro "El chiste y su relación con lo inconsciente", cuenta la siguiente historia:
"«¿Qué día es hoy?» pregunta un condenado a muerte a quien conducen a la horca. «Lunes». «¡Vaya; buen principio de semana!»"

En EEUU se produjeron varios sucesos relacionados con chicos que llevaban armas al colegio y disparaban contra sus compañeros. En la prensa se publicó el siguiente chiste: Familia americana desayunando sus cereales. Entra su hijo, armado hasta los dientes. "¿Dónde vas, hijo?", pregunta la madre, alarmada. "Me voy voluntario a la guerra de Yugoslavia", responde el chico. "Qué susto", suspira la madre, "creí que te ibas al instituto".

Y termino con una viñeta gráfica.


jueves, junio 15, 2006

El asesinato de Richard Nixon


No tenía ninguna referencia sobre esta película cuando entré en el cine, a excepción de la frase del cartel, en la que se afirmaba que la interpretación de Sean Penn era soberbia. Esto no es ninguna novedad, cualquiera sabe que Sean Penn es uno de los mejores actores que hay ahora mismo en la industria del cine.

A los diez minutos estaba entusiasmado. Me sentía como la vez en que fui a ver "Taxi driver", película con la que tiene muchos puntos en común. Y pensé: ésta puede ser la gran película de nuestro siglo. Las referencias al mundo de las ventas, a los libros de autoayuda, a la familia desestructurada, a la soledad, a la inadaptación... Todo encajaba perfectamente. Sin embargo, me dio la impresión de que perdía fuelle en su parte central, que lo relacionado con la conversación que mantiene con su hermano, sobraba. Y luego, de repente, todo se aceleraba, en un final que también me recordó a "Taxi driver", un final violento e impactante que contrastaba con todo lo visto hasta entonces y que te dejaba más bien pegado al asiento.

Samuel J. Bicke es un hombre que se siente fuera de lugar, un inadaptado que odia lo que le rodea, odia que la gente tenga que mentir para ganarse la vida, odia que todo tenga que girar alrededor del dinero. Trabaja en una tienda de muebles y su jefe intenta instruirle dándole los más obvios consejos para convertirse en un buen vendedor. En un momento dado, le dice: ¿Sabes quién es el mejor vendedor? Richard Nixon, porque supo venderse dos veces con la misma mentira, diciendo que iba a acabar con la guerra de Vietnam. Así que, cuando quiera vengarse del mundo, su mente ideará un plan para acabar con Nixon: secuestrar un avión de pasajeros y estrellarlo contra la Casa Blanca. Sí, así es, en 1974, veintisiete años antes de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, un americano ya tuvo esta idea, porque la historia de Samuel Bicke es real.

Hay momentos brillantes, destellos en una cinta que, por poco, no consigue la perfección a la hora de reflejar el proceso de degradación de un hombre. El momento en que el personaje encarnado por Sean Penn abraza al hijo de su amigo resulta muy emotivo y demuestra sobradamente las dotes de este actor. Especialmente significativo resulta el detalle de esa fotografía que intenta hacer a sus hijos cuando de pronto aparace la madre y los llama para cenar. Más tarde veremos en la casa del protagonista esa foto en la que sus hijos prácticamente le están dando la espalda. Tampoco tiene desperdicio la conversación con los Panteras Negras o con el director del banco al que intenta convencer para conseguir un crédito.

La pelicula ha sido dirigida por Niels Mueller, se trata de su primer largometraje y se ha rodeado de muy buenos actores, como Naomi Watts, Don Cheadle, y el australiano Jack Thompson, aunque el peso de la pelicula recae especialmente sobre Sean Penn, a quien creo que le ha perjudicado el doblaje. Cuando salga en DVD volveré a verla, pero en versión original.

martes, junio 13, 2006

Medardo Fraile


Medardo Fraile no goza del reconocimiento que sin duda merece. Es posible que la culpa sea suya, por no poder aparecer en los "saraos", o en las tertulias de gritos e improperios, o en las presentaciones de canapés y chaquetas impecables, por no poder encontrarse en el centro de eso que llaman vida literaria, ya que se marchó de España en el año 1964 y se fue a residir a Glasgow, donde llegó a ser catedrático de la Universidad de Strathclyde. Miembro fundacional de la generación de los 50, junto a escritores de la talla de Ignacio Aldecoa, Alfonso Sastre, Francisco García Pavón, Sánchez Ferlosio, Fernández Santos o Carmen Martín Gaite, entre otros, se puede asegurar que Medardo Fraile es uno de los mejores autores de relatos que hemos tenido en España. Ésta llamada generación del medio siglo resulta sumamente interesante y en ella podemos encontrar autores, ahora marginados o injustamente infravalorados, en cuyos textos se encierran claves que se explotan actualmente como novísimas entre los más jóvenes, el gérmen de lo que se ha dado en llamar realismo sucio ya se encuentra en muchos de estos escritores, como se puede constatar leyendo la compilación que bajo el título "Cuento español de Posguerra", en edición precisamente de Medardo Fraile, se encuentra en la colección "Letras Hispánicas" de Cátedra, un libro no sólo recomendable sino imprescindible; como imprescindible es también el volumen de los "Cuentos completos" de Medardo Fraile que se encuentra en Alianza Editorial, libro que reúne los libros "Cuentos con algún amor" (1954), "A la luz cambian las cosas" (1959), "Cuentos de verdad" (1964) -que fue premio de la Crítica en 1965-, y "Descubridos de nada y otros cuentos" (1970), así como una veintena más aparecidos en publicaciones periódicas, cuentos que, según nos recuerda el propio Fraile, son ya incompletos. Seria suficiente este libro para que a Medardo Fraile lo tuviéramos subido en un pedestal, pues en él se reúnen algunos de los cuentos más bellos que sin duda se han escritos, relatos dignos de figurar en una antología que los hermanara con "El collar" de Guy de Maupassant, "El capote" de Gógol, "La dama del perrito" de Chéjov, incluso con cuentos de Hemingway o de Raymond Carver o de John Cheever.

Las historias de Medardo Fraile reflejan la extrañeza ante el mundo, el humano sentimiento de rebeldía, lo difícil que a veces resulta incorporarse al convencional engranaje social. Y esto lo consigue con un estilo eficaz, directo, limpio, un estilo que él mismo define como libre: "no hay más escuela para el escritor que la escuela de la libertad". Afirma que el autor debe estar siempre al servicio de la historia y que el fondo y la forma deben estar tan bien acoplados que sean la misma cosa: "ni una sola concesión al estilo para exhibir, fuera del tema, ingenio, humor o cualquier otro hallazgo inoportuno, poniéndose el autor en primer plano y asomando la oreja vanidosamente". Los relatos de Medardo Fraile se leen con extraordinaria fluidez, con un característico y eficaz paso del tiempo, señalando detalles muy visuales que se nos quedan en la retina como un recuerdo real, encontrándonos con voces que intervienen en la historia del mismo modo en que lo hacen los diálogos especialmente montados de un trailer cinematográfico. Son historias que trascienden la anécdota bajo la que se disfrazan para abarcar asuntos de importancia universal, relatos existencialistas con apariencia de costumbristas. Como ha escrito Pedro Ugarte: la ironía que preside muchas páginas de la narrativa actual se encontraba ya en los primeros relatos de este escritor. Un escritor eminentemente realista que, sin embargo, no tiene inconveniente en bucear de vez en cuando en las aguas fantásticas que a menudo humedecen la realidad.

La última recopilación de sus cuentos, la más completa, acompañada de un acertado prólogo de Ángel Zapata, se ha publicado en la editorial "Páginas de espuma".

domingo, junio 11, 2006

Regreso de la Feria



Fin de la aventura. Hasta el próximo año. Se acaba la Feria del Libro.
Hizo calor, había polvo, mucha, mucha gente, y al final, sin darte cuenta, se te va un pastón en la máquina de las bebidas.

Nada más entrar, los primeros stands pertenecen a Organismos Oficiales. Las grandes editoriales han sido situadas, este año, al final del todo. Entro por la puerta de O’Donnell, por supuesto. En el lado izquierdo encuentro una impresionante exposición de fotografías de distintos lugares del planeta vistos desde el aire. Me impresionan todas. Una de ellas es de las Torres Gemelas y pienso que así debieron verla los terroristas antes de estrellarse contra ellas.
Me detengo en el stand de "Editoriales Independientes Argentinas" y encuentro un libro que andaba buscando: "Literatura y otros cuentos", de Martín Rejtman (ya contaré en otro post el por qué de mi interés por este libro). Me preguntan si conozco al autor. Les digo que sí. ¿Por sus películas? No, contesto, tengo una novela suya. ¿Rapado? Sí. Hace un gesto de satisfacción y me dice que es la novela que más le gusta de Rejtman. Los dependientes de este stand son muy enrollados. El año pasado, uno de ellos me recomendó los cuentos de Daniel Moyano, que yo no conocía, y fue todo un descubrimiento.
Sigo adelante. Al final, he venido solo. Mi amigo ha sufrido un esguince.

Mucho libro de ficción histórica, es lo que está más de moda. No me interesa especialmente. Ni siquiera he leído aún "El Código Da Vinci". No por pose, es sólo que no encontré el momento.
Veo a Carlos Fonseca firmando "Rosario dinamitera" y, un poco más adelante, la propia Rosario firmando también el mismo libro. Uno en cada caseta.
Unos carteles sobre una campaña de lectura: LEA – READ, con fotos de Enrique Iglesias con un libro, Antonio Banderas con un libro y Salma Hayek con un libro. Estupefacción. "Apoya a las bibliotecas de América", se lee en letra pequeña.

Mucho autor que no conozco. Libros de lo más extraño. Uno que se titula "Hablemos de su próstata". Ya hay que tener ganas de comprar un libro así y, encima, querer que te lo firmen.
Antonio Gala firma un libro de poemas, pero ya no tiene largas colas como hace unos años, apenas un par de personas, al menos cuando yo paso por delante de él. Lo mismo le ocurre a Sánchez Dragó. También está Carmen Posadas junto a Carlos Marzal y Carme Riera. Parece que sólo firma ella. La montura de sus gafas hace juego con su pulsera. Un poco más adelante veo a Rosa Montero y a Josefina Aldecoa. También, por supuesto, Julia Navarro. Y Jesús Ruiz Mantilla, firmando su libro "Gordo". Los altavoces no suenan continuamente y, cuando lo hacen, me doy cuenta de que equivocan un par de nombres. No está Vargas Llosa, ni Javier Cercas, ni Eduardo Lago... Ni siquiera Francisco Ibáñez. Empiezo a sentirme un poco decepcionado. Me digo que no vuelvo el último fin de semana de la Feria, que es mejor venir el primero o el segundo. Veo entonces a Luisa Castro y a Benjamín Prado y, de pronto, una figura que me llama poderosamente la atención: Leopoldo María Panero. Parece imposible. Escucho a alguien que pasa por mi lado diciendo: lo han debido sacar del psiquiátrico para que venga a firmar. Me acerco a él y compro dos libros. Me los firma y dice algo que no comprendo. Parece que no está muy centrado. Se vuelve hacia el librero y le recita una especie de poema y se ríe. Me mira mientras se ríe y yo le sonrío y me marcho con los libros.

El Pabellón del Ayuntamiento de Madrid se encuentra cerrado porque hay goteras, según explican, pero en la entrada se puede coger un libro titulado "Documenta Madrid 06", y es una pequeña joya. Biofilmografías, reseñas de cortos, una retrospectiva de Werner Herzog, un pequeño homenaje a Joaquín Jordá, eso visto por encima...
A mediodía me voy a la Gran Vía y como una hamburguesa y me meto en un cine. No tengo muy claro qué película ir a ver. Me gustaría ver "Factotum", pero ni siquiera sé con certeza si ya la han estrenado. Veo entonces el rostro de Sean Penn y no lo pienso más: "El asesinato de Richard Nixon". Intentaré comentarla en otro post.
Por la tarde hay todavía más gente en el Retiro. A partir de una determinada hora, empiezan a aparecer personas portando banderas de España. Vienen de la manifestación contra la negociación del gobierno con ETA. Vienen también a mirar libros, supongo.
Por supuesto, el stand con mayor afluencia de personas esperando a que les firmasen un libro era aquel en el que se encontraba Andreu Buenafuente. Gracias a un guardia de seguridad se puede seguir avanzando. Veo a Francisco J. Satué. Y más adelante otra aglomeración de gente: Iker Jimenez y Carmen Porter. Claro. El poder de la televisión.

En el stand de Páginas de Espuma se encuentra el propio editor vendiendo sus libros. Aprovecho que hay poca gente y le pido un catálogo. Pese a que me han advertido que en la Feria no es un buen momento para hablar de enseñar tu trabajo a nadie, me lanzo y le pregunto si puedo mandarle un libro a la dirección que aparece en el folleto. Me explica que no publican novelas y le digo que ya lo sé, que se trata de un libro de relatos. "Llámame primero por teléfono y hablamos". Me despido. No puedo evitar sentirme un poco estúpido. En fin.
Mientras avanzas por la Feria, mucha gente se dedica a repartir propaganda. Yo la cojo toda. Y ahora mismo tengo ante mí un folleto que anuncia una escuela de chino. "Esto lo entienden 1.300 millones de personas". Dentro hay unas pocas palabras traducidas y me entero de que "mi fan" significa "arroz" y "huan yin" significa "bienvenido".
Por último, veo a Julio Llamazares y compro su libro "Escenas de cine mudo". Me lo firma y se muestra muy amable.
Dicen que ésta ha sido la Feria que ha presentado un mayor balance de ventas. Pues en mi caso ha sido la Feria en la que menos dinero me he gastado.

jueves, junio 08, 2006

Feria del Libro

Hace unos meses leí la crítica de un libro titulado "Trastornos literarios", de la escritora Flavia Company. Me puse a buscarlo y me encontré con que estaba descatalogado. Fue editado por la editorial "Debolsillo", pero en este momento era inencontrable, así que desistí, aunque albergaba la intención de intentarlo nuevamente en la Feria del Libro de Madrid. Sin embargo, de un modo extraño por improbable, hoy lo he encontrado en la sección de libros de saldo de la librería que suelo frecuentar. Dos euros. Estaba de pie, detrás de otros libros, y el rostro de Flavia, que aparece en la portada, sonriente, me miraba como si me estuviera esperando. Mientras lo pagaba he pensado que ese encuentro era sumamente extraño.

Este fin de semana me voy a la Feria del Libro de Madrid. El sábado pasaré allí prácticamente todo el día. Recorriendo las casetas, curioseando entre los libros, acercándome a los autores que acuden a firmar, con una mochila al hombro y mucha paciencia y la mente bullendo como una tetera. Poca gente aguanta este ritmo, así que muchas veces voy solo, pero este año me acompañará un amigo que, me temo, sufre la misma pasión que yo en cuanto a libros se refiere.
Ya no tengo que buscar el libro de Flavia Company, pero buscaré otros, siempre tengo algún libro que buscar. Y me acercaré a los autores que encuentre. Supongo que estará Vargas Llosa con su "Travesuras de la niña mala", y Zoé Valdés y Javier Cercas y Carmen Posadas (creo que Carmen Posadas puede ser una autora a descubrir si somos capaces de acercarnos a ella sin prejuicios), y Julio Llamazares, que acaba de sacar un libro que parece muy interesante: "Escenas de cine mudo", y quizá vaya también Vila-Matas, y Eduardo Lago, el último premio Nadal... Francisco Ayala acaba de reunir sus cuentos en un volumen editado por la editorial Tusquets, pero no creo que se deje ver en la Feria... En fin. Aprovecharé también para comprar "El síndrome Chéjov", de Miguel Ángel Muñoz y "En jaque", de Berta Marsé, dos novedades que me parecen muy interesantes.

Suelo ir todos los años, excepto el año pasado. Y resulta que el año pasado fue Tobias Wolff y me lo perdí. Pasé todo el verano fastidiado por eso. Tobias Wolff es uno de mis autores favoritos. Vete a saber si volverá alguna vez. (Este año, espero poder estar en Oviedo en Octubre y poder ver a Paul Auster).
Tal vez me encuentre de nuevo con Medardo Fraile, uno de los mejores cuentistas españoles, perteneciente a la generación del medio siglo. Hace tiempo que no sé nada de él. Por si está, me llevaré la revista en la que acaban de publicarme un artículo, me gustaría regalársela.
Comprendo que puedo parecer un poco mitómano, pero es probable que, una vez al año, dé rienda suelta a esa faceta de mi personalidad.

martes, junio 06, 2006

Cinderella Man


El mundo del boxeo ha dado muy buenos titulos al mundo del cine. Se podría decir que forman una extraña y bien avenida pareja. Un espectáculo dentro de otro espectáculo. Ron Howard ha elegido una historia conmovedora, de superación personal, de esperanza, para rodar una película muy eficaz que debió correr mejor suerte en la ceremonia de entrega de los Oscar, y en la que Russell Crowe demuestra, una vez más, su talla interpretariva. Impresionante.

La historia de James J. Braddock es, sin duda, una historia inusual, una de esas historias que le dan a entender al ser humano que nunca hay que rendirse, que nunca es tarde para que un sueño se cumpla, tal como le ocurría al personaje interpretado por Dennis Quaid en "The rookie", película ambientada en el mundo del beisbol y que también se basaba en una historia real en la que el éxito y el reconocimiento llegaban tardíamente, casi sin querer. Un mensaje humanista, como el que impregnaba todas las películas de Frank Capra.

Braddock, promesa del boxeo, se arruina con el crack del 29 y termina viviendo con su familia en unas condiciones muy precarias, de absoluta necesidad. La recreación de las penurias familiares llegan a ser excesivamente largas y culminan con una de las escenas claves de la película: el momento en que Braddock se planta delante de los magnates del boxeo, en el club del Madison Square Garden, y culmina su descenso a los infiernos pasando su gorra entre ellos, mendigando una ayuda para poder volver a conectar la luz. Un día, su manager, Joe Gould (Paul Giamatti) le ofrece pelear con el aspirante al titulo, sin tiempo para entrenar, algo que nadie está dispuesto a hacer de no encontrarse en una situación desesperada. Y Braddock acepta. Entonces, la película se eleva, pues Braddock, contra todo pronóstico, gana el combate y su suerte, de este modo, empieza a cambiar, convirtiéndose en el héroe de todos los desheredados, de los que se habían dado por vencidos ante los golpes de la vida. Y terminará peleando por el campeonato mundial de los pesos pesados contra Bauer (Craig Bierko), un boxeador temido por haber matado a dos contrincantes en el ring. La confrontación entre ambos se convierte en el foco de interés, acumulando tensión hasta el espectacular final. Y el público vibra, se sobrecoge, llora, se emociona, salta en la butaca y se entrega totalmente a la película.
Ahora que hablo de boxeo recuerdo algo que dijo Ray Loriga en una entrevista: "el boxeo es como cualquier trabajo, te pegan más cuando menos cobras".
En fin, no hay que perderse "Cinderella Man", de Ron Howard.

domingo, junio 04, 2006

Fama y Muerte

En la película "Celebrity", de Woody Allen, uno de los personajes (el interpretado por Judy Davis, creo), dice algo así como: "Se puede saber mucho de una sociedad observando a quién decide hacer famoso". Este es el punto interesante de la película, pero no entra en él, se limita a rozarlo, a tocarlo muy tangencialmente. En una entrevista, Woody Allen dijo que lo que realmente quería era contar una historia de dos personas que se separan y que todo el asunto de las celebridades es únicamente el decorado de esa historia principal. Pero yo no me lo creo, más bien pienso que no le salió como esperaba, porque ése es precisamente el quid de la cuestión: ¿cómo y por qué elige una sociedad a sus famosos? Un tema interesante. Nuestra sociedad busca el entretenimiento, y nos jactamos de ser libres, el objetivo es triunfar, y consumir, y todo debe suceder de la manera más rápida posible, no es pues de extrañar que las condiciones para alcanzar la fama sean tan elásticas y poco exigentes que cualquiera que se encuentre en el momento adecuado en el lugar adecuado puede cumplirlas. Lo vemos continuamente en la televisión. Nuestra sociedad rinde, hoy por hoy, un tributo desmedido a la fama. Los jóvenes ya no quieren ser futbolistas o médicos o policías: quieren ser famosos.

Hace unos años se publicó un magnifico libro titulado "El factor fama", de Mercedes Odina y Gabriel Halevi (editorial Anagrama). En él se analiza un fenómeno extraño y cautivador que se extiende entre la gente como una epidemia y es capaz de mutar y manifestarse de formas distintas, incluso es capaz de alcanzar a cada persona en una proporción diferente: el afán de fama. La fama y sus distintos ropajes. La fama como meta en sí misma. No se pretende triunfar en algo que, como consecuencia, reporta fama; lo que se quiere es sólo la fama, directamente, sin tener que hacer nada especial para merecerla. Y cuando la fama no llega, hay quien incluso prefiere aspirar a la mala fama antes que al anonimato, es decir, cometer un delito que tenga una repercusión en los medios de comunicación. Tiempos absurdos estos.
La carrera que deben estudiar los «triunfadores» se basa en la falta de escrúpulos, la falta de moral o de ética, la desinhibición, el arte del insulto, la grosería, y tantas y tantas cosas que puede uno aprender vagando por las calles, sin más. ¿Carrera de periodismo? ¿Quién la necesita? ¿Y para qué? ¿Para pasarse los días buscando gordos o calvos o promiscuos o violentos o transexuales o quién sabe qué bicho raro para alguno de los muchos y exitosos programas de testimonio? Pues este es el mundo real. (Les recomiendo el libro de Mariola Cubells "Mírame tonto").

Acabamos de asistir, algunos en estado de estupefacción, a la retransmisión de la agonía y muerte de Rocío Jurado. Hemos contemplado cómo la familia era acosada día y noche. Hemos asistido a su dolor, a su llanto, sin pudor, incluso ha habido quien ha subtitulado las frases de consuelo que se decían unos a otros. Ha sido obsceno. Ha sido indignante. Todos los mecanismos del melodrama más barato se han desplegado en la retransmisión del funeral. Y uno piensa, si se contara así el entierro de cualquier persona, de la que sea, ¿no lloraría la gente del mismo modo? No tengo la menor duda de que así sería. La telebasura nos ataca directamente al lado instintivo. Evita lo racional para atraer a los instintos más primarios. Sangre, peleas, insultos, dolor, muerte, sexo, lujuria... todo mezclado en un cóctel mortal que pretende no darnos tregua. Hay quien dice que la culpa la tiene quien la ve. Yo digo, categóricamente, que la culpa la tiene quien la emite.
Con esto no quiero restar un ápice a la importancia de Rocío Jurado como artista, una mujer que merece todos mis respetos. Su muerte ha sido sin duda una pérdida importante. Como también lo ha sido la muerte hace unos días del director de cine Shohei Imamura. Aunque, claro, Imamura ha muerto a los 80 años y Rocío Jurado a los 61, no es extraño que la muerte de ésta haya resultado más cercana y trágica. Lo entiendo. Ahora bien, aquellos que aspiran a una fama desmedida deben tener en cuenta que el precio que habrán de pagar será la pérdida del respeto. Ni siquiera les tendrán respeto cuando agonicen.

viernes, junio 02, 2006

El Final

Terminó de escribir su autobiografía. Escribió la palabra "fin" y se levantó satisfecho de su escritorio, fue hasta el mueble bar y se sirvió una copa. Brindó con su reflejo en el espejo. Sonrió. Volvió a sentarse frente a su escritorio y abrió un cajón a su derecha, el segundo. Extrajo un arma, calibre 36, y se pegó un tiro.