jueves, noviembre 30, 2006

Adicción

Suelo comprar más libros de los que puedo leer. Me gusta tenerlos. Sé que si en algún momento necesito sumergirme en las páginas de una determinada obra publicada apenas unos meses atrás, ya me será difícil encontrarla. Por ejemplo, ahora me gustaría tener "Linus Daff, inventor de historias" de Marta Rivera de la Cruz, finalista del Premio Planeta de este año con la novela "En tiempo de prodigios". Pues ya no hay forma de encontrar "Linus Daff".

Supongo que mi afición por comprar libros reúne los síntomas de una adicción. A veces, es lo único que puede mitigar un estado de ansiedad. Intento visitar las librerías sin comprar nada, para curarme. Y apunto los títulos que me interesan en una libreta o en hojas sueltas. Estos son los últimos que he anotado:

"Kafka en la orilla", el último libro de Haruki Murakami, un autor que se ha convertido en esencial para mí.
"Represalia", un libro de Gert Ledig, que estuve hojeando y que me pareció muy interesante. A veces, leo la primera frase de un libro para ver si supera la prueba según la cual la primera frase debe enganchar al lector. Pues bien, la primera frase de este libro es demoledora.
"Zombie", de Joyce Carol Oates, una autora que terminará consiguiendo el premio Nobel de literatura. Este libro lo recomendó no hace mucho el blog "El lamento de Portnoy".
"Una noche de perros", de Hugh Laurie, el actor que encarna al Dr. House en la serie de televisión. Una novela policíaca con muy buena pinta.
"El ocaso de los superhéroes", de Deborah Eisenberg, un libro de relatos recomendado de forma entusiasta por Miguel Ángel Muñoz en su ya imprescindible blog.
Y los libros de relatos de Ángel Zapata y Andrés Neumann publicados por "Páginas de espuma".

Sería candidato para unirme a algún grupo de autoayuda. "Compradores compulsivos de libros". Como "Alcohólicos Anónimos". "Hooola, Migueeel". Pero lo cierto es que no deseo curarme. La verdad es que me gusta que haya algo capaz de crearme estas sensaciones, de sosegarme en los malos momentos. Y, sobre todo, me gusta que ese algo sean los libros.

Por otra parte, tampoco puedo resistirme a los saldos. A veces descubro joyas como "Amanece la muerte", de Jim Crace, o "Genealogía y otros relatos", de Izraíl Métter. Con todo esto, es normal que los libros se amontonen y algunos se encuentren ya depositados por el suelo. Siempre me digo que tengo que ordenar mi biblioteca, pero es una tarea demasiado laboriosa. Y da pereza. Pero algo hay que hacer. Eso me digo desde el día en que compré un libro que ya tenía.

lunes, noviembre 27, 2006

Remake

Por recomendación de Francisco Ortiz.

Roger Gual dirigió hace unos años, con Julio D. Wallovits, la magnífica "Smoking Room". Ahora, ambos directores han sacado a la luz películas en solitario. Wallovits acaba de estrenar "La silla", y de Gual acaba de salir en DVD "Remake".

La historia transcurre durante un fin de semana. Max, un hombre solitario que vive al margen de la sociedad, un excéntrico, invita a su masía a dos parejas con las que convivió en su juventud, formando una especie de comuna que practicaba el amor libre y el nudismo y la vida alternativa en comunión con la naturaleza. Pero ahora las cosas son diferentes. Las parejas llegan con ilusión por revivir aquellos años, pese a que ambas están divorciadas y tienen hijos ya mayores que les acompañan en esta excursión. Pronto el idealismo da paso a las neuras, a las insatisfacciones de unos burgueses que ya forman parte del sistema que pretendían eludir. Un centro comercial en mitad del campo representa el afán consumista de una sociedad que ya no sabe pasar el tiempo sin comprar cosas, lo que sea. Pronto saldrán los recién llegados a comprar insecticida para acabar con una plaga de hormigas que no pueden soportar. La noche en que deciden visionar antiguas películas super-8 filmadas en sus años de juventud, la situación se desata y los reproches se escupen a la cara. Los hijos, frustrados e inmaduros, herederos de un modo de vida que no pidieron y que no les ha servido para sobrevivir en el mundo, lanzan a sus padres duras palabras que representan la confirmación de su fracaso. Lo que empezó como un idílico fin de semana en el campo, recordando tiempos felices, se transforma en una experiencia de incomunicación, de ansiedad, de aislamiento, que termina representada en el humo que sale de la chimenea, procedente de las cenizas que han quedado de este reencuentro.

Una generación que, al intentar eludir el sistema, lo que ha hecho es construir un "remake" del mismo, sin referentes, sin valores, legando a sus hijos un mundo vacío e inseguro por el que resulta muy difícil moverse.

Uno de los puntos fuertes son los diálogos. Sin desperdicio. Los personajes sólo saben expresarse y relacionarse a través de conversaciones triviales, ideas manidas, ideales de cartón piedra o tópicos ingenuos. La conversación entre los guardias de seguridad del centro comercial, con la que se inicia la película, no tiene desperdicio. Y cuando se plantea el problema que subyace en el fondo, cuando por fin llega el momento de hablar claro, de expresar las preocupaciones y los reproches, se hace con violencia, sin medida.

Se trata de un film de personajes, duro, sin concesiones, que no deja indiferente al espectador. Una experiencia perturbadora, filmada con una cámara nerviosa y un color desvaído que parece pretender emular a las viejas cintas super-8. Una película recomendable, en la que se debe destacar el trabajo de los actores.

viernes, noviembre 24, 2006

El sueño de una sombra

La mujer dijo, o quiso decir:
Cogeré una pistola
y te pegaré un tiro
en mitad de la frente,
aunque me salpique
tu negra sangre vomitiva.
Te pegaré un tiro
en mitad de la frente,
borracho de mierda,
por haberme degradado,
por haberme golpeado,
por haberme obligado a vivir
en un estercolero,
por haber aniquilado mi autoestima,
por haberme convertido
en la sombra
de lo que una vez soñé.
Y luego me sacaré las tripas
y las pondré en un hatillo
que dejaré junto a tu cuerpo.
De recuerdo.
Me marcharé con mi vacío.
Lo único que te debo.

martes, noviembre 21, 2006

Revancha

El crítico Miguel García-Posada escribió hace unos años un libro titulado "El vicio crítico", en la editorial Espasa. Es un libro interesante donde nos habla de su trabajo, de su criterio, de la función de la crítica dentro de la literatura. La primera parte plantea consideraciones generales y la segunda se centra más en su experiencia personal. El primer capítulo de esta segunda parte se titula "Las maneras de la crítica" y puede leerse el siguiente comentario:

"En nombre de esta dignidad uno se ha permitido discrepar públicamente de los best-sellers cultos de Umberto Eco o de José Luis Sampedro, tan abusivamente valorados, y de los libros de Antonio Gala, nuestro actual Fernández y González. Y ha guardado silencio sobre las exitosas narraciones –que no novelas– del ex corresponsal de guerra, transformado en autor, Arturo Pérez Reverte".
Ignoro qué otras alusiones habrá hecho García-Posada a la obra de Pérez Reverte o a su persona.

Bien, ahora resulta que García-Posada ha escrito una novela titulada "La sangre oscura". Uno de los primeros en lanzarse a opinar sobre dicha novela ha sido Arturo Pérez Reverte, no por mera preocupación literaria sino, como él mismo admite en su texto, porque "a veces le gotea el colmillo ante ciertos pescuezos que piden dentellada".

Y empieza el académico con un supuesto interés profesional:

"A fin de cuentas, razonaba, si este crítico ilustre dedica su vida a enjuiciar libros ajenos, explicando a los autores cómo deben escribir, su novela será una lección magistral sobre el modo de hacer las cosas en cuanto a estilo, estructura, personajes y otros ingredientes que, por su oficio, mi primo conocerá al dedillo. A ver si se me pega algo".

A continuación, machaca el texto sin piedad, con una ironía cruel y vengativa que deviene en burla:

"De manera que al final de la novela seguimos con la misma información que teníamos al principio: que un fulano se suicidó y que la vida es triste de cojones".

"Tampoco el estilo garciposadesco está exento de poesía eres tú: «Me pareció vislumbrar una lágrima corriéndole por la mejilla desde los ojos húmedos», escribe. De todos los hallazgos literarios que ofrece el texto, personalmente me quedo con «las vivencias que me asaltaban ante espectáculos urbanos de tanta enjundia», aunque haya muchas otras valiosas perlas..."

En fin, un ajuste de cuentas, una revancha de barrio que lo único que deja claro es lo mucho que a Pérez Reverte le dolió la opinión desfavorable de García-Posada. Para que no haya duda de ello, así termina el artículo:

"Vale la pena que se vendan cien o doscientos ejemplares de la novela, e incluso más. Es la mejor manera de que algunos lectores sepan en manos de qué individuos –los hay respetabilísimos también, pero este pobre hombre preside el gremio- se encuentra la crítica literaria en España".

A mi modo de ver, con este ataque desproporcionado, no ha conseguido Pérez Reverte desacreditar a García-Posada, sino tan sólo descalificarse a sí mismo. El insulto gratuito suele volverse en contra de quien lo emite.

sábado, noviembre 18, 2006

El lector


Bernhard Schlink es un juez que escribía novelas policíacas hasta que se lanzó al mercado con esta historia sobre el amor y la culpabilidad.
El libro está narrado en primera persona por el protagonista, Michael Berg, y se estructura en dos partes. En la primera se nos narra la historia de una seducción. Michael Berg tiene quince años y vive un apasionado idilio con una mujer de treinta y seis: Hanna. Juntos establecen un ritual de lectura, ducha, amor, y reposo. Ella es a veces imprevisible y temperamental, pero otras es dulce e inocente. ¿Por qué me pongo tan triste cuando pienso en aquellos días?, se pregunta Michael; y más adelante: Esa tristeza, ¿no será la tristeza pura? ¿Es eso lo que nos sobreviene cuando, al mirar atrás, los recuerdos hermosos se nos vuelven quebradizos, al ver que aquella felicidad no se alimentaba sólo de la situación del momento, sino de una promesa que no se cumplió?. En la segunda parte, han transcurrido siete años y ahora Michael es estudiante de Derecho. Como tema de un seminario, tiene que acudir al Palacio de Justicia, a presenciar un juicio contra criminales de guerra. En principio no es un juicio importante, las acusadas son cinco guardianas de un pequeño campo de concentración situado cerca de Cracovia. Una de las acusadas es Hanna. A partir de este momento Michael se debate entre sentimientos contradictorios: por un lado los estudiantes del seminario queríamos abrir las ventanas, que entrase el aire, que el viento levantara por fin el polvo que la sociedad había dejado acumularse sobre los horrores del pasado; pero por otra parte no puede olvidar que ha amado a Hanna, así que nos dice: me esforzaba por imaginarme a Hanna con toda claridad haciendo las cosas de las que la acusaban, o evocaba los momentos que el pelo de su nuca y el lunar de su hombro me traían a la memoria.

"El lector" trata un tema complicado, especialmente para un alemán, pues nos habla de la revisión histórica del holocausto, de cómo las nuevas generaciones se enfrentan a una etapa de su pasado difícil de comprender. Se trata de una novela que en ningún momento cae en sentimentalismos zafios. Está narrada de forma sobria, con el lenguaje justo y aséptico que el tema requiere. Sus dos partes se complementan y se cierran, perfectamente encajadas, en un final evocador que recoge la esencia de la historia y en la que el protagonista se pregunta si al amar a Hanna, se hizo culpable. Se nota y se agradece la experiencia de Schlink en tramas policíacas, pues en un momento determinado, Michael descubre una clave que ha estado presente en la primera parte de la historia sin que nos hubíesemos percatado de ella, una clave que, en cierto modo, explica muchos de los comportamientos de Hanna.

No estamos ante un documental de los horrores nazis, sino ante una historia de amor que participa de un momento histórico trágico, pese a lo cual tampoco podemos decir que nos encontremos ante una novela de grandes personajes, sino más bien ante un análisis de los sentimientos contradictorios que posiblemente envuelven a las dos últimas generaciones de alemanes. Schlink, en un momento dado, en palabras del narrador, formula la siguiente reflexión: sólo me pregunto si las cosas debían ser así: unos pocos condenados y castigados, y nosotros, la generación siguiente, enmudecida por el espanto, la vergüenza y la culpabilidad. Un tema duro y difícil pues, para una novela que se lee en un suspiro y se agarra a la memoria del lector.

martes, noviembre 14, 2006

Paternidad


Se tambalea como si fuese a caer
vencido por un sueño mortal.
Es muy delgado y moreno.
Su pelo es largo y grasiento.
Tatuajes en la piel,
Tatuajes en blanco y negro.
Y un bebé al brazo,
de piel rosada, ojos azules,
pelo crespo y amarillo,
que no para de llorar.
El joven está nervioso y
dice palabrotas y
se tambalea.
Agita al niño,
arriba y abajo, bruscamente.
Pero sigue llorando.
No se calla.
El joven tiene una idea.
Y le mete al niño, en la boca,
a falta de un chupete,
el cigarrillo que está fumando.

sábado, noviembre 11, 2006

Tiempo de valientes


Los artistas argentinos demuestran que saben compensar las dificultades a base de ingenio. De hecho, traen los enfoques más frescos e innovadores en muchos terrenos, como la publicidad, el humor gráfico y el cine, que llega a nuestras pantallas con fuerza.
La premisa sobre la que se basa la trama de "Tiempo de valientes" es de lo más imaginativa. Un duro policía, Alfredo Díaz (Luis Luque), encargado de una investigación de suma importancia, sufre una crisis depresiva al descubrir que su mujer le engaña con otro hombre. Ante esto, su superior decide disponer de los servicios de un psicólogo, Mariano Silverstein (Diego Peretti), quien se ha comprometido ante el juez a realizar tareas comunitarias para eludir una condena por una infracción de tráfico, para que lo acompañe y lo atienda en todo momento. Así nos encontramos con una vuelta de tuerca a la típica situación de pareja cómica. Imaginen. Los sucesos más extravagantes y embarazosos, la comedia al más puro estilo clásico, el humor inteligente e infalible de un buen guión y de acciones disparatadas. Hasta percibimos ecos de la comedia muda de Harold Lloyd. Todo sostenido por unos actores que realizan una interpretación eficaz, ajustada a sus personajes. Además, la trama policíaca tiene su interés, está bien urdida y alcanza una tensión propia de cualquier thriller al uso.

En esta historia de policías, de hombres duros, en esta trama urbana, no nos encontramos con la típica escena de bar, pese a que la situación se preste a ello. Tampoco hay chistes gruesos, escatológicos o sexuales. Se trata de una comedia de situación, que denuncia con distancia una corrupción policial que parece bastante generalizada. "No tengas insatisfecho a alguien que lleva un arma", dice el policía. Pues claro. Diálogos cargados de ironía. Y vamos sumergiéndonos en esa realidad de la mano de Silverstein, un psicólogo que se asombra por todo, que quiere ayudar a las personas, que tiene una ingenua fe en el ser humano y que, a la hora de tomar partido, se involucra de lleno para ayudar a quien ya es su amigo.

La relación de la pareja protagonista evoluciona de la manera más inesperada, llegando a intercambiar incluso los roles de policía y psicólogo en más de una ocasión. Impagable el momento en que el policía sufre una crisis de ansiedad, durante un interrogatorio, y se ausenta dejando al psicólogo a solas con el interrogado. Juegos de miradas y gestos. Un film muy recomendable.
Se trata de la primera película de Damián Szifron, un nombre al que habrá que seguirle la pista.

martes, noviembre 07, 2006

88 Mill Lane


Un primer libro de relatos. Un joven autor, Juan Jacinto Muñoz Rengel, natural de Málaga y que ha residido en el Reino Unido, donde ha decidido ambientar las historias que componen este volúmen. Londres es una ciudad muy literaria y la niebla de sus calles nos trae a la mente figuras míticas como Sherlock Holmes o Jack el Destripador. Y ese es el ambiente que se respira en estos cuentos, el de las calles empedradas y los coches de caballos, el de los experimentos fantásticos y el de las investigaciones policíacas. El misterio y lo extraordinario tienen un peso primordial en estas historias, factores que representan el más puro placer de la lectura.

El primer relato sirve de introducción, se titula "Los habituales de La Brioche" y me ha gustado especialmente por el juego metaliterario que propone. "La Sociedad Secreta del Sueño" nos habla de un club al estilo de las selectas asociaciones inglesas, aunque su finalidad se sale de lo normal para introducirse en los misterios que suceden mientras dormimos. "La Marquesa de Siete Iglesias" se introduce tangencialmente en el terreno del horror y su final nos deja un ligero escalofrío recorriendo nuestra espalda. "Las dos navajas" se aleja del escenario londinense y se sitúa en España para narrar una historia circular, impecable a mi modo de ver, que pasea por los tiempos iniciales a la guerra civil y recrea la muerte de los generales Mola y Sanjurjo. Una casa apartada, una reunión selecta y el extraño robo de una joya son los elementos que se combinan en "La casa de Strawbrooke". "El libro del Destino, estudio experimental", ofrece exactamente lo que su titulo anuncia. "El ojo en la mano" llega a adentrarse en terrenos propios del género gore y su lectura es una experiencia desasosegante. "Bestiario secreto en el London Zoo" resulta muy imaginativa y habla de seres fantásticos. "El desván de Thomas Carlyle" tiene un desarrollo impecable, pausado, in crescendo, y en él aparecen personajes como Thomas Carlyle o John Stuart Mill, componiendo una trama de afinidades, de pasiones, de secretos, cuyo final cae con cierta brusquedad. "La perla, el ojo, las esferas", es una breve joya, de eco borgiano, que cierra dignamente un volúmen que proporciona varias horas de buena y animada lectura.

Muñoz Rengel no nos cuenta historias con un estilo uniforme y monótono, sino que cada uno de estos relatos encarna también un experimento formal. "La Sociedad Secreta del Sueño" está narrada en segunda persona. "La Marquesa de Siete Iglesias", recurre a la narración lineal de una investigación principalmente bibliófila, reproduciendo supuestos fragmentos de obras eruditas. "Las dos navajas" se narra en un presente continuo, al estilo de los libros de historia. Pero lo que tienen en común todas los relatos de este libro es el gusto por el arte de contar historias y, en ese sentido, resulta el libro ideal para leer a la luz del fuego de una chimenea en una fría noche de invierno.

domingo, noviembre 05, 2006

Una discusión

El bar está casi vacío. Una pareja de unos cincuenta años comparte una botella de vino en una mesa junto a la ventana. En la barra, un hombre apura su tercer vaso de whisky. El barman seca unos vasos con un trapo. El hombre de la barra dice que va a aclararle las cuentas a alguien.
—Le daré una buena patada en el estómago, así aprenderá que nadie puede hablarme como él lo ha hecho. Nadie. No, señor.
El barman le dice que la violencia no arregla las cosas. Se lo dice con tono conciliador. El barman es un hombre grueso y en su rostro uno puede darse cuenta que está acostumbrado a tratar gente con problemas.
—La violencia sólo genera violencia. No soluciona nada. Nunca.
El hombre de la barra le mira. Da un golpe seco con el vaso y acusa al barman de decir eso porque le da miedo que le rompan la cara.
—Se nota que no sabes pelear.
—Todo se arregla más fácilmente hablando.
—Tú ni sabes hablar ni sabes pelear. Sigue fregando cacharros y cierra la boca.
El barman deja lo que está haciendo y sale de detrás de la barra. Le dice al cliente que no le consiente que le hable en ese tono, ante lo cual el cliente lo insulta. El barman aprieta los puños y levanta la voz, advirtiendo otra vez que no le gusta que le hablen en ese tono. El cliente se pone en pie, tira al suelo el taburete sobre el que estaba sentado y se encara con el barman. En un momento dado, se abalanza sobre él y lo empuja. El barman le devuelve el empujón. Todo se precipita de pronto. El cliente saca una navaja e intenta clavársela al barman quien, por su parte, salta hacia atrás esquivando el golpe. La pareja que estaba bebiendo vino se levanta y huye a la calle. El barman corre detrás de la barra y reaparece empuñando una escopeta y, sin pensarlo, le pega dos tiros al cliente. Le alcanza en el cuello y en el pecho. El hombre cae hacia atrás y la sangre comienza a correr por el suelo.
En ese momento, el barman se da cuenta de lo absurdo que resulta lo que acaba de ocurrir. Queda paralizado un momento y, de repente, se echa a reír.
Es así como lo encuentra la policía.

miércoles, noviembre 01, 2006

Escritos sobre el arte de escribir

La correspondencia de Franz Kafka es muy extensa, ya que era un escritor compulsivo, y aunque es cierto que las selecciones y recopilaciones nos inducen a leer algo bajo el filtro personal impuesto por un tercero, con el que podemos o no estar de acuerdo, también lo es que en casos como este facilitan la labor del lector. "Escritos sobre el arte de escribir" utiliza toda la correspondencia y los diarios del autor praguense para presentarnos los fragmentos de la misma en los que hace alguna referencia a lo que la escritura significaba para él. Así, esta recopilación, realizada por Eric Heller y Joachim Beug, nos los ordena en base a las referencias que hace acerca de sus libros, e incluye un apartado para lo que, de manera general, se refiere a sus opiniones sobre el ejercicio de la literatura. Se utiliza también como fuente el libro de Gustav Janouch "Conversaciones con Kafka". Una tarea bastante laboriosa cuyo resultado es un libro interesante aunque, también, un libro disperso y, en algunos momentos, repetitivo, que nos ofrece una completa visión de uno de los autores fundamentales de la historia de la literatura.

La figura de Kafka aparece entre estas páginas en toda su extensión y complejidad. Sentimos que nos habla, que nos cuenta sus secretos, que revive ante nuestros ojos para conversar sobre su obra y sus opiniones estéticas. Solía escribir de noche, de hecho "La condena" la escribió de un solo tirón en la noche del 22 al 23, desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana. En la carta a Felice fechada el 1-XI-12 nos cuenta cómo distribuye el tiempo de una jornada normal:
Desde hace un mes y medio, mi distribución del tiempo viene a ser, con algunas variantes surgidas últimamente a consecuencia de una insoportable debilidad, la siguiente: de 8 a 2 ó 2.45 trabajo en la oficina, hasta las 3 o 3.30 como, desde este momento y hasta las 7.30 me meto en la cama para dormir (...); a continuación hago gimnasia durante 10 minutos, completamente desnudo y con la ventana abierta; después paseo durante una hora, ya sea sólo o con Max y otro amigo; luego ceno en el marco de la familia (tengo tres hermanas, una casada, una comprometida y una soltera; descontando el amor que siento por todas, esta última es la que más quiero); y por último, hacia las 10.30 (pero muchas veces se hacen las 11.30) me siento a escribir, lo hago mientras tengo fuerzas, ganas y suerte, hasta la 1, las 2, 3, en una ocasión hasta las 6 de la mañana.

Se queja continuamente de su mala salud, su pasión por la escritura resulta obsesiva, su único alimento verdadero, lo único por lo que vale la pena vivir, pero también el origen de sus inseguridades, de sus desvelos, de sus crisis.
A continuación, transcribo algunas frases extraídas del libro:

La novela soy yo, mis historias son yo.

Gracias a que escribo me mantengo con vida.

Comprende, Felice, que tendría que perderte a ti y a todas las cosas si alguna vez perdiera el escribir.

Al fin y al cabo no puede existir ningún lugar más bonito para morir, más digno de la desesperación total, que la novela escrita por uno mismo.

El individualismo más difundido de los escritores consiste precisamente en que cada uno esconde de forma muy especial sus cosas malas.

Cuando mi organismo se dio cuenta que el escribir era el enfoque más provechoso de mi ser; todos mis esfuerzos tendieron hacia allí y abandonaron todas las facultades relativas a los placeres del sexo, de la comida, de la bebida, de la reflexión filosófica, de la música.

No debo sobrevalorar lo que he escrito; con ello sólo hago inalcanzable lo que quiero escribir.
En el fondo, mi vida consiste y ha consistido desde siempre en intentos de escribir, por lo general malogrados.

Noto cómo una mano inflexible me va sacando de la vida cuando no escribo.

Escribir significa abrirse al máximo.

Tengo que estar mucho tiempo solo. Todo cuanto he realizado, es sólo un logro de la soledad.
Soy silencioso, insociable, amargado, egoísta, hipocondríaco y realmente enfermizo.