viernes, junio 29, 2007

Un extraño encuentro

Me encontraba en una macro-librería, hojeando el libro de Amos Oz, “La historia comienza: ensayos sobre literatura”, cuando alguien se me acercó y me preguntó si conocía a ese autor. Se trataba de un hombre joven, muy amable, con la cabeza rapada y ciertos ademanes nerviosos. Me explicó que él había leído una novela corta de Oz y que le había dado la impresión de que yo tenía cierto “olfato” para los libros. Yo quedé extrañado, pero le presté atención. Me dijo que, de esta forma, alguien le había recomendado una vez a Ismael Kadaré y me preguntó por algún libro realmente interesante. No sabía muy bien qué decirle, le hablé de Vila-Matas, de John Updike… Y él me explicó que uno de sus autores favoritos era Philip Roth. A su juicio, la mejor obra de Roth era “El pecho”, pues suponía un verdadero paso adelante en su narrativa, “La metamorfosis” de Kafka y “La nariz” de Gógol, reescritos bajo su propia mirada, del mismo modo que “El lamento de Portnoy” era una especie de reescritura de “El guardián entre el centeno”, de Salinger. Hablaba deprisa y, cuando yo decía algo, él hacía un pequeño aspaviento y decía “coincido con usted”. Me habló de la ceremonia de los premios “Príncipe de Asturias” del año pasado, en la que los finalistas fueron precisamente Amos Oz, Philip Roth y Paul Auster, que fue el galardonado. Aún no se había fallado el premio de este año, que como todos sabrán, ha sido para Amos Oz.

Me recomendó un librito de Oscar Wilde titulado “La decadencia de la mentira”, según él una pequeña obra maestra. Y, por último, me explicó que andaba buscando un libro de Marcel Proust titulado “Sobre la lectura”, editado por Pre-Textos. Le dije que lo tenía, que era un libro que fue publicado hacía ya algunos años y que, en mi opinión, le iba a resultar difícil encontrarlo. Él ya lo suponía. Hablamos un poco más sobre este libro y luego me dijo “bueno, ya no le entretengo más”, y se marchó. Tan de repente como había aparecido.

Me pareció un encuentro extraño. Me pareció aún más extraño que el libro de Proust hubiera saltado frente a mis ojos, así que pensé que lo mejor sería publicar aquí lo que escribí sobre este ensayo cuando lo leí. Pero eso será en una próxima entrada.

lunes, junio 25, 2007

Parpadeos


Eloy Tizón es uno de los autores más solventes del panorama literario español. Su importancia es indiscutible y viene avalada por la calidad de su trabajo. Yo no recuerdo que Tizón participe en tertulias o que se prodigue como articulista y, sin embargo, sus lectores le son fieles, saben que en sus libros encontrarán todo aquello que un buen lector le suele exigir a la buena literatura. De un tiempo a esta parte, internet le está demostrando que sus seguidores son legión y que le tienen en muy alta estima. Supongo que es un reconocimiento que debe agradecer bastante, pues no hay mejor elogio que el que dan los lectores, al margen de vanidades, rencillas o asuntos extraliterarios.

En el blog “El síndrome Chéjov”, se escogió, por votación popular, su libro “Velocidad de los jardines”, como uno de los mejores libros de relatos de los últimos veinte años. Este libro ya formaba parte de la lista de “los 100 libros más significativos de los últimos 25 años” establecida en su día por “El País”, así como uno de “los mejores libros de cuentos de la literatura española del siglo XX” seleccionada por la revista “Quimera”. Su novela “Seda salvaje” quedó finalista del premio Herralde de 1995. Por otra parte, el colectivo del blog “La tormenta en un vaso”, escogió recientemente su libro “Parpadeos” como el mejor del año 2006 en castellano.

“Parpadeos” es un libro de relatos muy recomendable, escrito con esa prosa exquisita y reposada que caracteriza a Tizón, dotada de un ritmo ágil que ameniza, aún más si cabe, unas historias que nos hablan del interior del ser humano, del modo en que nuestro mundo se suele sustentar en aspectos muy frágiles que, si se quiebran, nos dejan perdidos, desamparados. Y eso puede ocurrir en una fracción de segundo, en un parpadeo.

El libro está dividido en dos secciones: “Animales en casa” y “Parpadeos”. Todos los relatos de la primera parte contienen la presencia de algún animal, bien un pájaro que llora, un león o un ser inclasificable de pelo amarillo. Me ha gustado especialmente “El pez volador”, en el que se narra, con gran economía de medios, lo decepcionante que suele ser el abandono del mundo infantil, donde la magia es posible. También “Los invasores”, una exploración de una mente perturbada. Y “El inspector de equipajes”, en la que toda una vida transcurre en unas pocas páginas. Por otra parte, en la segunda parte, la incorporación de elementos de la cultura popular le da a los relatos un tono frívolo que, sin embargo, no resta importancia a los temas que en ellos se aborda, más bien al contrario, los intensifica. Temas como la soledad, la muerte, el vacío… Mr. Spock solo en su nave, un robot enamorado y consciente de su inminente final, Heidi que se ha hecho mayor y lucha por abrirse camino en el mundo, como todos. Un mundo injusto e imperfecto en el que puede ser una ocupación como cualquier otra especializarse en hacer agujeros, quizá buscando algo.

En este libro, la prosa de Tizón es vertiginosa y viene salpicada por pinceladas de humor. Formalmente, es un libro muy atractivo, en el que el autor nos habla directamente. Nos coge por la solapa y nos habla de momentos significativos, de personajes anodinos; y también de grandes héroes, de androides, de agujeros, de equipajes. E incluso de un fantasma a quien alquiló un piso en cierta ocasión.

miércoles, junio 20, 2007

Ousmane Sembene


El sábado, 16 de Junio, venía en el periódico la noticia del fallecimiento del senegalés Ousmane Sembene, a los 84 años de edad. El mundo del cine ha perdido a un interesante realizador, pero el mundo en general ha perdido a un ser humano excepcional, defensor incansable de los derechos de su pueblo.
Yo descubrí a Sembene hace unos años, gracias a Hilario J. Rodríguez, que me llevó a ver “Emitaï” en un ciclo que programó fugazmente la Filmoteca de Madrid. Estaba rodada en un estilo muy rudimentario, pero su mensaje era demoledor. El hombre blanco aniquila al hombre negro porque ni siquiera se ha preocupado por entenderle. Está ambientada en el año 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, en un pueblo de Casamance. Los hombres jóvenes del poblado son reclutados por el ejército francés. La armada colonial quiere requisar la cosecha de arroz para los soldados. Los ancianos consultan a los dioses, y ofrecen sacrificios de animales, y no saben qué deben hacer. El hombre blanco interpretará el titubeo como una táctica de dilación, como un acto de resistencia a sus deseos, mientras los hombres de la tribu no se explican por qué los dioses no atienden sus plegarias.
La última película de Sembene ha sido “Mooladé”, y ésta sí que ha tenido mayor distribución comercial en nuestro país. Fue galardonada con el premio “Una cierta mirada” en el festival de Cannes de 2004 y el gremio de críticos estadounidenses la declaró “Mejor película extranjera”. “Mooladé” es un film valiente que se opone a la práctica de la mutilación genital femenina. En la película, cuatro niñas escapan del ritual de la ablación y se refugian en la casa de Collé, una mujer de fuerte carácter que ya se opuso a que la tercera de sus hijas fuera sometida al brutal rito. Y Collé evoca la “Mooladé”, coloca una cinta en la puerta de su casa que nadie puede traspasar hasta que ella misma no pronuncie las palabras sagradas que pongan fin a la protección. Esto, obviamente, desestabiliza la convivencia de la comunidad.
El cine africano es poco conocido y carece de medios. Cuando alguien se dedica en África a rodar cine lo hace asumiendo que va a tener que luchar mucho para sacar adelante sus proyectos. Sembene aceptó el reto y, además, se dedicó a denunciar los problemas que asolan a una sociedad cargada de sufrimiento.
Quiero cerrar este comentario con las palabras que se citan en la nota necrológica del periódico:
“Me gustaría que los africanos leyeran más y fueran más al cine, pues eso influiría en sus vidas. En Occidente la gente sólo conoce de África su miseria y sufrimiento. Pero hay otra África que lucha a diario y vence”.

jueves, junio 14, 2007

Zodiac

David Fincher es uno de los más interesantes directores de la actualidad. Su filmografía mantiene una línea muy coherente. Sus películas se inscriben en el género del “thriller”, pero huye de la superficialidad que normalmente se le suele atribuir a dicho género indagando en la mente de sus personajes. Se puede decir que Fincher explora los demonios que el ser humano lleva dentro. Su primer trabajo, “Seven”, utilizó unas técnicas e innovaciones que fueron, de manera inmediata, imitadas hasta su agotamiento. Pero “Seven” continua siendo un referente, un clásico, y no creo estar exagerando, en el que se exponen con toda crudeza las peores pesadillas. Más tarde, “The game”, jugaba con la realidad y la ficción, con el deseo de buscar un poco de emoción y la angustia que supone perder nuestra seguridad. Algo similar ocurre en “La habitación del pánico”, donde el mecanismo que debe servir para protegernos, acaba convirtiéndose en una trampa asfixiante. Mención aparte merece “El club de la lucha”, un titulo complejo, basado en una obra que bien podría ser la novela de referencia de nuestra época, que supone, desde mi punto de vista, una obra maestra sobre la que se podría hablar largo y tendido. Y en este repaso a su filmografía obviaré también, como casi todo el mundo, “Alien 3”.
Nos llega ahora su último trabajo: “Zodiac”, la narración centrada en el asesino más enigmático de la historia criminal de EE.UU. Una película en la que Fincher nos cuenta la historia de una obsesión.

A finales de los años sesenta, un asesino siembra el pánico en San Francisco. Se trata de un asesino despiadado, meticuloso, que no deja pistas y cuyos crímenes parecen carecer de móvil, un psicópata, un asesino en serie que, al igual que hizo en su momento Jack el Destripador, envía cartas jactándose de sus actos y se denomina a sí mismo con el sobrenombre de “Zodiac”. Además, sus notas suelen estar cifradas, con lo que el misterio y la fascinación se ven incrementados. Envía estas cartas a un periódico en cuya redacción trabajan dos personajes cruciales para la historia: Paul Avery (Robert Downey Jr.) y Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal). El primero se encarga de escribir los artículos sobre el asesino mientras que el segundo, simple dibujante, adquirirá el protagonismo a partir de la segunda parte de la película, cuando admite su obsesión por el caso y se da cuenta de que nadie tiene tanta información como él sobre los crímenes. Se trata del reflejo de aquello que nos lleva a perseguir algo con un afán que puede llegar a ser irracional, hasta el punto de poner en peligro nuestra propia estabilidad con tal de alcanzar el objetivo fijado.
Tenemos pues un film con dos partes bien diferenciadas. La primera se centra más en el asesino, en la escenificación de algunos de sus crímenes, sobriamente relatados; así como en los policías que se encargan del caso, como el detective Dave Toschi (Mark Ruffalo), profesional dotado de un olfato especial con el que compensa la falta de medios a su disposición. La segunda parte se centra en la figura del dibujante Robert Graysmith, que emprende una investigación particular, persiguiendo su intuición, rastreando los mínimos indicios, de un modo caótico. Estamos, sin duda, ante uno de los mejores trabajos de Fincher, una cinta que vuelve a redefinir el género. El trabajo de los actores es impecable y, pese a que la mayor parte del tiempo nos encontramos en sitios cerrados, con gente hablando, y que la duración de la película es de dos horas y media, puedo decir que el interés se mantiene todo el tiempo. En definitiva, una obra maestra.

domingo, junio 10, 2007

Feria del libro 2007


Como todos los años, he ido a la Feria del Libro de Madrid. Ayer pasé allí todo el día. Mañana y tarde. Mochila al hombro. Curioseando por las casetas. Me entretuve especialmente en unos stands dedicados a ediciones latinoamericanas. Por la mañana, encontré a Care Santos, flamante finalista del Premio Primavera y a quien tengo la suerte de conocer. Me presentó a Esther García Llovet, una escritora a la que aprecio por haber escrito un libro de relatos magistral titulado “Coda”.
Mi lista de compras ha sido:
“Léxico editorial”, de Mario Muchnik (firmado)
“La soledad de los aviones”, de Sergio Galarza
“Tres fronteras”, de Edgardo Cozarinsky
“La muerte de Venus”, de Care Santos (firmado)
“Días aún más extraños”, de Ray Loriga (firmado)
“Aunque no entendamos nada”, de Vila-Matas
“Bolaño por sí mismo”, entrevistas escogidas en edición de Andrés Braithwaite
Sí, sí, lo sé. La ruina. Pero qué le voy a hacer. Es una adicción.
Por cierto, hice algunas fotos, para mostrar el ambiente.



La Feria, abarrotada de gente. Y un calor impresionante.


Antonio Gala, una vez más, era uno de los autores con más cola de gente esperando su firma. Luego estaban los televisivos: un grupo de jóvenes que al parecer debían su fama a un programa de radio llamado "Ponte a prueba" o Iker Jiménez y Carmen Porter, artífices del programa de misterio "Cuarto Milenio". En un tercer grupo estarían los políticos y los periodistas, como Santiago Carrillo, Isabel San Sebastián, Esperanza Aguirre...


Este año también estuvo Leopoldo María Panero, un clásico. ¿Puedo hacerle una foto? le pregunté. ¿Es para algún periódico? me preguntó. No, respondí, es para internet. Y dijo: Ah, vale, tengo muchas páginas de internet dedicadas a mí.


A mediodía me fui a la Gran Vía y decidí descansar viendo una película. Me decanté por "Zodiac", de David Fincher.

Benjamín Prado

Luego regresé. Un poco tarde. Y volví a pasear entre libros y gente, más gente aún si cabe que por la mañana.

Álvaro Pombo, Premio Planeta

Por último, asistí al acto de presentación de 451 editores, a cargo de Javier Azpeitia, Fernando Marías, Marta Sanz, Martín Casariego y Giralt Torrente. Al acto le siguió un vino y unos canapés que debo admitir estaban fantásticos.

A la salida de la Feria, nos despidió un hada.

miércoles, junio 06, 2007

El reencuentro

Mi padre es el menor de cuatro hermanos. El mayor murió. El tercero, vive cerca de nosotros y mantenemos cierto contacto. El segundo, Antonio, estuvo desaparecido treinta y dos años.
Antonio perteneció a la CNT, por lo cual sufrió largas jornadas de torturas en manos de la policía franquista y seis años de cárcel en lo que ahora es el rehabilitado monasterio de San Miguel de los Reyes, en Valencia. Cuando salió, había cambiado. Creía que le seguían y estaba asustado. Esto, unido a la difícil situación económica de aquellos tiempos, le impulsó a decidir marcharse de la ciudad, rumbo a Barcelona y, probablemente, continuase hacia Francia. Después de su marcha, se recibieron un par de cartas y luego, el silencio.
Nosotros siempre creímos que había muerto. Pero un día, mi tío José encontró una nota que alguien había echado por debajo de su puerta. La nota era del desaparecido tío Antonio, y explicaba que estaba viviendo en Alicante. Esta noticia nos produjo a todos una gran conmoción. Sin perder tiempo, preparamos la marcha al encuentro de aquel hombre al que yo sólo conocía por unas escasas y descoloridas fotografías. Durante el trayecto, elaboramos toda una serie de posibilidades sobre lo que nos íbamos a encontrar, nos preguntábamos si se habría casado, si le habrían diagnosticado una enfermedad incurable... no sé. El caso es que la idea del reencuentro con aquel familiar nos provocó una inexplicable emoción, emoción que fue acrecentándose conforme fuimos llegando a la dirección que nos había facilitado, al edificio señalado, a su piso, a su puerta.
Debo reconocer que no hubo gritos ni lágrimas, lo cual movió a mi tío José a comentar que, sin duda, nos hubieran echado del programa "Quien sabe dónde". El humor siempre ha sido una buena manera de aligerar la tensión de ciertas situaciones. Aquel hombre tenía setenta y ocho años, pero se conservaba bien de salud, a excepción del hecho de que su paranoia se había acentuado, y esta era la causa que le había impulsado a reencontrarse con sus hermanos y a pedirles ayuda para luchar contra sus perseguidores. También su situación económica era bastante precaria. Su casa era pequeña y desordenada, pero allí, los tres hermanos, revivieron su pasado, los amigos en común, la infancia, las circunstancias que provocaron la marcha de Antonio, los tres volvieron a ser niños por unas horas.
Este hombre, durante todos los años transcurridos, no había hecho otra cosa más que huir inútilmente de un pasado atroz, de unos hombres de uniforme, de una comisaría oscura donde lo golpearon día y noche. Un médico se encargaba de decir cuándo debían parar de pegarle, para que no se muriese por los golpes.
Intentamos establecer un contacto con él, pero a la tercera visita se mostró incómodo. No quería saber nada de nadie. Dijo que se marchaba de viaje, que alguien entraba en su casa por las noches y le cambiaba las cosas de sitio. La siguiente noticia, apenas unos meses más tarde, fue que estaba en un hospital, muriéndose.
Resulta curioso cómo nos ata el pasado. El pasado parece encerrar las claves de nuestra existencia actual, nos explica. Por eso este tipo de encuentros nos resultan tan emotivos, porque son encuentros con el pasado, con nuestro pasado, compartido con una persona que se había perdido del mismo modo que se pierden los recuerdos. En la mayoría de los casos se tiene la impresión de que esa persona que vuelve directamente desde un determinado punto de nuestra infancia o juventud, encierra en su poder alguna clave sobre nosotros mismos.