El escritor israelí Etgar Keret
conversa en la capilla del museo Esteban Vicente con la escritora y redactora
jefe de Vanity Fear, Marta del Riego. La charla se centra en la publicación del
último libro de relatos de Keret, Los
siete años de abundancia.
Es un autor que mezcla la ficción
con la realidad. Él dice que siempre escribe sobre cosas reales, pero en
entornos de ficción. Es fiel a la emoción que provoca la ficción, mientras que
la no-ficción requiere de un mayor distanciamiento.
La realidad política supone una
presencia constante en Israel. El conflicto está ahí, no piensas en él
directamente, es más bien como si la rutina diaria se solapase sobre él. Lo
compara al hecho de que, por ejemplo, en un lugar como Alaska nadie hable sobre
el frío que hace, es algo evidente, el frío está ahí aunque no se hable de él.
La periodista le hace notar el
modo en que mezcla la parte melancólica con el humor. Es cierto, piensa que si
hay algo muy triste, el humor lo vuelve menos patético. En cierto modo, el
humor es una especie de mecanismo de defensa, algo reflejo que surge ante una
situación de peligro. Supone que está relacionado con la identidad de la
diáspora judía, que se refiere a dos nacionalidades y a ver siempre la realidad
desde otra posición. Esa dualidad es el origen de un humor reflexivo.
En este momento, a la periodista
se le ocurre pedirle a Keret que cuente un chiste. Es algo que me resulta un
poco incómodo y creo percibir que a él también. Contesta que no es un hombre
gracioso y que no sabe contar chistes. El humor de su obra consiste en que sus
reacciones son graciosas ante la presencia de una amenaza.
Este libro es un homenaje a su
padre, un acto de amor hacia él. En cierta ocasión, su padre le dijo: “En tus
libros, la figura del padre siempre se refiere a un hombre que o bien es tonto
o está muerto, pero yo creo que me quieres”. Sus padres eran supervivientes del
holocausto. Su padre había luchado en varias guerras, siempre en primera línea,
en infantería, pero se enorgullecía de no haberle hecho daño nunca a nadie.
Etgar Keret tiene dos hermanos.
Tienen posturas ideológicas muy distintas, pero se respetan y se quieren. Su
hermana es ultraortodoxa, tiene once hijos, su hermano simpatiza con la
izquierda antisionista y él se define como izquierdista liberal.
A Marta del Riego le parece muy
curioso que la hermana de Keret sea judía ultraortodoxa. Le parece que tienen
unas creencias muy extrañas. Y él, sin perder la compostura, dice que su
hermana cree en la teocracia y no en la democracia, pero él sabe que ella no es
ni primitiva ni estúpida, así que acepta lo que ella piensa. En opinión de su
hermana, la mayoría de la gente es tonta, así que si votan todos por igual, hay
muchas posibilidades de que se acabe eligiendo a un tonto para dirigirles. En
su caso, les dirige un líder espiritual, un hombre sabio que les aconseja.
Respecto a considerarse dentro de
una tradición literaria mediterránea, explica que su perspectiva no es muy
nacional. Vivir en el mismo país no significa compartir la misma identidad. La
mayor parte de la gente en Israel es laica. Para su identidad, considera que es
más importante ser judío que ser israelí, porque el debate se encuentra en el
centro del judaísmo, lo cual te acostumbra a cuestionar todo.
Los siete años de abundancia es un libro autobiográfico, pero en
los libros uno no tiene por qué ser considerado con los demás. La escritura da
libertad. Él no tiene disciplina, no tiene plan. Se deja llevar y va
descubriendo las cosas según escribe. Mucha gente piensa que una novela no se
puede escribir así. Escribir relatos tiene más que ver con la relación que
siente con la realidad que le rodea, es una forma de fragmentarla, de analizar
sus múltiples perspectivas.
2 comentarios:
Los siete años de abundancia lo compré este verano cuando pasaba unos días en Denia. Allí lo leí y su lectura adquirió un cariz diferente si lo hubiera leído en otro lugar. Fui a esa ciudad por primera vez, recomendada por Manuel Vicent. Caminaba por sus calles repletas de carteles de "Se vende" y "En alquiler". Al final de la rambla, donde desemboca al mar, un enorme edificio en ruinas. Muchísimos negocios cerrados. Un hostal ubicado en una calle ruidosa las veinticuatro horas... en fin, un contexto nada idílico para el placer, pero perfecto para leer a Etgar Keret uno de mis escritores favoritos de relatos.
Un fuerte abrazo.
Este será un libro de los que compre en cuanto pueda. Me ha encantado el resumen.
Publicar un comentario