1.- ¿Por qué escribes?
Siempre digo
que empecé a escribir porque era el único modo que tenía a mi alcance de contar
una historia, lo que es un modo trascendente de ocultar que en realidad no sé
hacer ninguna otra cosa. Y quise contar historias desde que tengo uso de razón.
Recuerdo que de niño, cuando veía una película, estaba más atento a las
reacciones de mis hermanos o mis padres que a la película en sí. Supe entonces
que yo quería despertar esas reacciones en los demás, que nada me haría más
feliz en la vida que emocionar a alguien con una historia inventada por mí:
hacerle reír, llorar, temblar, suspirar, reflexionar, tal vez enamorarse. Sin
embargo, yo no tenía ninguna relación con el cine, ni dibujaba lo
suficientemente bien cómo para narrar mis historias en viñetas, pero en mi casa
había una máquina de escribir.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
La verdad es que
no tengo manías especiales ni sigo rituales extraños a la hora de escribir. Soy
más bien escritor de costumbres. Nunca he escrito de noche, por ejemplo.
Siempre escribo de día, usando las mañanas para escribir y las tardes para
corregir. Y me resulta muy difícil escribir en otros lugares que no sea mi
despacho, que intento que consista en una habitación tranquila y luminosa, con
una mesa amplia y mis libros preferidos a mano. Nunca he podido escribir en
sitios públicos como trenes, aeropuertos, hoteles, cafeterías o bibliotecas.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Tengo muchas
obsesiones temáticas, pero creo que la más importante es la inevitable
presencia de un elemento fantástico en mis historias. De entre todos los
géneros que existen, el género fantástico es mi favorito, me apasiona. Cuando
me enfrento como lector a una historia que alberga entre sus pliegues algún
elemento fantástico, mi cerebro produce un chispazo de placer que no logra
provocar ningún otro género. Y cuando empecé a escribir, a aquella temprana
fascinación por el fantástico, se le sumó otro valor más práctico: la
oportunidad que el género ofrece para abordar los manoseados temas de siempre
desde otro ángulo, desde una perspectiva nueva que quizás hoy sea uno de los
pocos modos en los que podemos atrapar a la originalidad.
4.- ¿Algún principio o consejo que tengas muy presente a
la hora de escribir?
Junto al ordenador tengo una cita de Chesterton que dice: “La aventura
podrá ser loca, pero el aventurero debe ser cuerdo: el dragón, sin San Jorge,
no sería siquiera grotesco”. Y es algo que intento aplicar a todo lo que
escribo, buscar la lógica del absurdo. Cortázar tiene un cuento que acaba con
la mesa del salón levantando una pata. Yo intento describir la danza de esa
mesa. Pero no me gusta centrarme solo en el contenido de mis historias, pues
para mí el continente tiene la misma importancia que el contenido, por lo que
cuando escribo intento cuidar mucho el estilo, que es el perfume de la prosa. Para mí, sin
estilo no hay literatura, solo redacción.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Soy escritor de plano, no de
brújula. Nunca empiezo a escribir una historia si no sé cómo acabarla. Cuando
escribía relatos no hacía esquemas, tenía toda la historia en mi cabeza. Pero
con mis novelas de la
Trilogía Victoriana sí me he visto obligado a hacer esquemas
muy minuciosos de la historia, a planificarla con todo detalle. Creo que son un
tipo de novelas que no se podrían escribir sin un plano previo, porque hay que
manejar a muchos personajes y atar muchos cabos. Lo hice al escribir la primera
parte, volví a hacerlo en la segunda y ahora que estoy escribiendo la tercera,
y he de dar un final digno a la trilogía y lograr encajar todas las piezas, he
confeccionado un esquema de toda la historia de unas veinte páginas, para no perderme
ni olvidar nada.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Me gustan mucho García Márquez,
Daniel Pennac, Nabokov, Auster… pero si tuviera que escoger un solo autor me
quedaría con Julio Cortázar. Sus cuentos produjeron un cataclismo en mi visión
del fantástico e incluso de la
escritura. Al abrirlos, me dí de bruces con un fantástico más discreto, lírico y
simbólico del que yo conocía a través de las novelas de ciencia ficción
que leía por entonces. De modo que fueron
los cuentos del maestro argentino los que me enseñaron a tratar el fantástico
de un modo más sutil y simbólico, como una suerte de gotera en el techo de la
cotidianidad, que calaba lenta en la rutina deliberadamente trivial de mis
personajes.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Ahora mismo me encuentro
terminando la tercera entrega de mi Trilogía Victoriana, que girará en torno a
El hombre invisible de H. G. Wells. En cuanto a los escritores invitados, serán
Arthur Conan Doyle y Lewis Carroll, que tendrán un papel crucial en la historia. Te puedo
adelantar también que transcurrirá dos años después de El mapa del cielo, que
tendrá que ver con el mundo del espiritismo y volveremos a encontrarnos con
algunos de los personajes de El mapa del tiempo.
Félix J. Palma (Sanlúcar de Barrameda, 1968) ha sido unánimemente
reconocido por la crítica como uno de los escritores más brillantes y
originales de la actualidad, siendo uno de sus rasgos más destacados su
habilidad para insertar lo fantástico en lo cotidiano. Su dedicación al género
del cuento la ha reportado más de un centenar de galardones. Aparte de haber
sido recogido en numerosas antologías, ha publicado cinco libros de relatos: El vigilante de la salamandra (1998), Métodos de supervivencia (1999), Las interioridades (Premio Tiflos,
2001), Los arácnidos (Premio
Iberoamericano de relatos Cortes de Cádiz, 2003) y El menor espectáculo del mundo (2010).
Como novelista ha publicado la novela La Hormiga
que quiso ser Astronauta (2001) y Las
corrientes oceánicas (Premio de novela Luis Berenguer, 2005). Pero lo que
le ha supuesto su consagración definitiva como narrador ha sido su Trilogía
Victoriana, de la que ha publicado las dos primeras novelas: El mapa del tiempo (XL Premio Ateneo de
Sevilla, 2008) y El mapa del cielo
(2012). Ambas han sido publicadas en más de 30 países, como Estados Unidos,
Reino Unido, Australia, Noruega, Italia, China, Brazil, Alemania, Rusia, Francia
o Japón.
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