
"El síndrome Chéjov" es un primer libro de relatos. Su autor, Miguel Ángel Muñoz, se nos presenta como un autor novel que ha ido bregando de aquí para allá, entre concursos y publicaciones sin especificar. Son historias que parecen haber sido escritas a lo largo de los años, quizá a ratos, pulidas con esmero, mimadas hasta en los mínimos detalles.
Se oye hasta la saciedad que los jóvenes literatos lo tienen fácil y que se publican más libros que nunca. Sin embargo, aquí nos encontramos con Miguel Ángel Muñoz, con un libro muy superior tanto estilística como temáticamente a muchos de los que han aparecido en los últimos años, y que va abriéndose camino a golpe de navaja, como él nos dice en el breve pero intenso prólogo del libro.
No parece haber tenido prisa por publicar. Ama la literatura más que los oropeles o los sueños de grandeza. Se presenta como narrador maduro, formado, hábil con su técnica y consciente de sus posibilidades.
Su libro no mantiene una coherencia interna, ni tiene por qué, se trata de un conjunto de narraciones de temática y estilos diversos, un campo de experimentación, un catálogo de habilidades. Y nos deja claro que estamos ante un autor esmerado, cuidadoso, elegante y pulcro. En muchos de sus textos despunta un humor que nos obliga a sonreír, cómplices. El esperpento, la parodia, la nostalgia o la ternura están presentes en estos cuentos, herederos de Chéjov en lo que a precisión por el detalle se refiere.
"Soy dueño de la lluvia" es un sainete esperpéntico con el consumo y un centro comercial de fondo. "Ambulancias" nos toca la fibra sensible al narrar toda una vida en unos pocos párrafos. "Un guerrero muerto" exuda la nostalgia por la vida sencilla, por el retorno al campo, pero sin eludir las referencias a la superstición y la brutalidad. "Si la hubieras conocido" nos presenta a un juez en el momento en que tiene que ordenar el levantamiento del cadáver de una poeta que se ha suicidado. Pese a su brevedad ofrece una intensa reflexión sobre la vida y la muerte. "Nuria querida" está narrado de forma epistolar y es una historia dura, donde todo se nos va mostrando gradualmente. "Antón Chéjov, médico" se atreve a mostrarnos al propio Chéjov, en su casa , atendiendo como médico a un niño enfermo. Este episodio se va alternando con los pensamientos de Chéjov y la descripción de ciertos detalles sobre su vida en Yalta y lo que le rodea, sobre su esposa y sobre su hermana. Es el relato más extenso. En él nos encontramos nuevamente con la sombra de la muerte. Hay que detenerse un momento en la página 94, donde se produce una alternancia entre dos planos narrativos, la conversación entre el médico y el niño por un lado y la descripción de lo que será la evolución de una terrible dolencia por otro. Un relato que sobrecoge. "Unidos" nos viene a decir que el hogar de una pareja recién casada se encuentra en ellos mismos, armando a modo de metáfora un claro paralelismo entre las condiciones del piso en el que acaban de trasladarse a vivir y las dificultades que ha de vencer una pareja que inicia una convivencia. "Hija única" es una divertida sátira sobre unos padres decididos a educar a su hija en la tolerancia, de tal modo que le consienten todo tipo de desmanes. "Zona de peaje" habla de una segunda oportunidad cuyas posibilidades no se llegan a materializar, y de la que intuimos que es mejor así, pues nos tememos que la realidad siempre suele decepcionar a la imaginación. Aunque también habrá quien lo interprete como un relato sobre la imposibilidad de huir de la propia vida. De hecho, los relatos de Miguel Ángel Muñoz se abren con facilidad a varias interpretaciones. "El rapto de Woody Allen" es una historia cargada de humor, centrada en la pasión amorosa de dos seres alienados y cuyo final encierra un toque gore. "Los sueños deshabitados", el último de los cuentos, podría decirse que funciona a modo de epílogo, ya que cuenta la historia de un hombre que no puede soñar, del mismo modo que nosotros terminamos nuestro recorrido por los "sueños", las "historias imaginadas", de la mente de Miguel Ángel Muñoz.
Historias, en fin, de hondo calado humano, protagonizadas por personajes que se muestran perplejos ante lo que les rodea, seres con un halo de romanticismo y desbordantes de sensibilidad. Un libro de calidad indiscutible, reposado, de los que se puede leer en voz alta junto al fuego, como manda el estereotipo. Un libro que demuestra la calidad de un autor al que habrá que estar atentos.
Así, al menos, es como yo lo he visto. Y aprovecho para recomendar a quien esto lea, que se pase por el blog de Miguel Ángel Muñoz. El enlace lo encontrarán en la lista de "Links".