jueves, abril 14, 2016

Tomás Sánchez Bellocchio - Cuestionario básico


1.- ¿Por qué escribes?

No sé por qué escribo, porque escribo desde siempre. Es una especie de pulsión oscura reconvertida en vocación, y anterior a cualquier discurso acerca de mí mismo. Cuando tenía 7 años la vicedirectora de mi colegio anunció a mis padres que yo iba a ser escritor, pero yo no tengo conciencia de esa edad. Hoy, sé que escribir me da sentido, llena mis horas, es un doble fondo del pensamiento. Aunque esté haciendo otra cosa, siempre estoy escribiendo en mi cabeza. No me aburro nunca. Y de alguna manera todo lo que veo y siento y pienso acerca del mundo, está filtrado por esa naturaleza de narrador.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?

No soy un escritor disciplinado ni tengo cábalas o supersticiones. Tampoco tengo horarios para escribir, suelo ir robándole horas al día. Alterno chispazos inspirados con ratos más arduos de edición. Escribo en computadora, pero siempre con un cuaderno cerca, en el que hago dibujos y garabatos, pequeños esquemas. Cuando no estoy en la computadora, uso el teléfono como libreta: anoto ideas, frases, o diálogos, que se me vienen a la cabeza en momentos inoportunos, y que luego copio y pego al archivo final.

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?

La identidad. Los vínculos familiares. La muerte. La extrañeza ante los otros. El impacto de la historia y la política en la vida de personas comunes. Y también de lo digital o la tecnología.

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?

Cuando leí a Fogwill por primera vez, hace relativamente poco tiempo, me di cuenta cuál era la operación central de su literatura. Él quiere ser grande y va a pelear con los grandes. “Help a él” no se queda en un homenaje borgeano, en ese cuento largo él tiene un duelo verdadero con Borges, de igual a igual. Y a pesar del riesgo de la jugada, de su arrogancia, me quedó como aprendizaje. Parte de la pulsión de escribir tiene que ver con emular el placer que me produjeron ciertas historias que leí. Como un paraíso perdido. Para mí, los cuentos de ciertos autores, Salinger, Borges, Cheever, Hernández... Entonces, si uno va a escribir, cuando tanta gente escribe alrededor, con tanto que hay para leer, eso que uno escribe tiene que ser digno de diálogo o batalla con ellos. Al menos, como inspiración y aspiración.

5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo tienen todo planificado desde el principio?

Ni una cosa ni la otra. En general, tengo claros el principio y el final, y pequeñas ideas anotadas para el desarrollo. Eso no significa que todo esté planificado, es más bien una intuición de por dónde va la cosa. El trabajo duro está en el medio: la dosificación, la intriga, las transiciones, las ideas encarnadas en conflictos o personajes, las vueltas de tuerca. A veces, tengo menos claro el camino hacia el final, pero encontré el tono y eso hace que me atreva a avanzar más ciegamente. Lo más importante es encontrar esa voz (que es ritmo, estilo, punto de vista, tiempo verbal, todo junto), la que te da la autoridad necesaria para contar la historia.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?

Hay un libro que marca el comienzo de todo: Antología de la literatura fantástica. Tenía trece años cuando lo leí. De adolescente, empieza el descubrimiento de los grandes argentinos: Borges, Cortázar, Quiroga, Bioy, Ocampo. Es la etapa mitológica de lector. Por eso, uno siempre vuelve a ellos. Más tarde, cuando ya tenía claro que quería ser escritor, fui conociendo a los cuentistas americanoso anglosajones que me marcaron: Salinger, Hemingway, Cheever, Carver, Mansfield. Después, con ese afán de descubrir cosas nuevas, aunque en el fondo no sean tan nuevas, uno va encontrando joyas sueltas, que convierte en autores de cabecera: Felisberto Hernández, Alice Munro, Grace Paley, Andrés Caicedo, Clarice Lispector. Y hay dos escritores contemporáneos que para mí son imprescindibles para entender cómo se puede escribir hoy: Bolaño y Fogwill. 

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.

Familias de cereal, mi primer libro, publicado por Candaya en 2015, es un libro escrito a lo largo de muchos años. Hay cuentos escritos hace una década y otros que terminé justo antes de que el libro fuera a impresión. A pesar de que cada cuento es autónomo, y no fueron pensados para un libro en particular, el hilo conductor son las familias disfuncionales. Muchas de las cosas que ahora puedo decir acerca de Familias de Cereal, las fui descubriendo a partir de lectores, de las críticas que han salido, y hasta de las entrevistas. Cada familia del libro es un mundo cerrado y extraño, con sus propias leyes. Por eso, en varios de los cuentos, se narra la entrada de una mirada ajena a esa casa. Es un libro sobretodo de interiores. Hay cuentos con personajes adolescentes, adultos, ancianos, pero domina cierta mirada adolescente sobre el mundo. La figura del padre es una amenaza en casi todos. Y después hay, en varias historias, un interés sobre cómo ha influido la tecnología y lo digital en nuestras vidas.En cuanto al estilo y al género, varias de las críticas coinciden en que hay una voluntad de romper la verosimilitud, algo que no acaba de ser realismo pero tampoco es fantástico, quizás por la influencia de dos grandes genealogías del cuento. La rioplatense que es sobre todo fantástica, y la americana, que viene de Chéjov. Para mí, aunque pueda estar de acuerdo, es una zona más intuitiva que consciente.


Tomás Sánchez Bellocchio nació en Buenos Aires en 1981. Es publicista y vive actualmente entre México DF, Barcelona y Buenos Aires.
Ha publicado cuentos, crónicas y ensayos en diversas revistas y sitios de literatura, como El Malpensante, Literofilia, Picnic y Suelta. Forma parte de la antología Emergencias, doce cuentos iberoamericanos (Candaya, 2013).

Familias de Cereal es su primer libro.

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