1.- ¿Por qué escribes?
Cuando tengo que dar las razones
de por qué escribo suelo echar mano de una anécdota que relató Glenn Gould a
Jonathan Cott. En 1958 el controvertido intérprete dio una serie de conciertos
en Israel. Su elocuencia al describir el punto de partida justifica una cita
literal: Israel era un país desértico,
como me repetían una y otra vez, y sus pianos son desérticos, lógicamente.
Un cambio en el programa y la
aridez del piano que le correspondía tocar desconfiguró el universo táctil de
Gould y, por tanto, el sonoro. Ningún sonido de los que conseguía arrancar al
instrumento se aproximaba a la música que él tenía en su cabeza. Las horas para
el inicio del concierto se agotaban y su esterilidad musical se le hacía cada
vez más onerosa. En su coche alquilado se apostó en medio de dunas, frente al
mar y decidió que no había más remedio si
quería salvar el concierto que recrear el entorno táctil más admirable con el
que estuviera familiarizado. Consiguió retener ese entorno, el que le era
familiar y acogedor, su propio salón con sus objetos, su propio instrumento, y
cuando al inicio del concierto se sentó al piano, el sonido real lo
desconcertó. Fue entonces cuando su tacto cambió para arrancar de aquel
instrumento desértico un sonido único, el mejor que podía emitir su mecanismo.
Concluye su relato con la hilarante anécdota de que le felicitaron por su
interpretación, diciéndole que nunca habían oído tocar de una manera tan
excelsa a Mozart, cuando su programa estaba compuesto por obras de Beethoven.
Bien, la literatura es para mí el
espacio en el que nos apostamos rodeados de la arena del desierto, frente al
mar, donde intentamos recrear el universo táctil con el que estamos
familiarizados, y a través de ese tacto, creemos que es posible reproducir el
sonido que tenemos en mente. Luego llega la vida, el sonido real, y nos
desconfigura esa música que tenemos en la cabeza y al llegar a un acuerdo entre
todo lo que forma parte de nuestra vida y a lo que aspiramos, se producen
descubrimientos asombrosos, nos representamos nuevos mundos. Es por esa razón
por la que escribo.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Creía que no podía escribir si no
ponía un entorno musical a cada relato, a cada novela: una música para captar
la atmósfera y otra música para marcar el ritmo, pero desde hace algo más de un
año he descubierto que escribo reteniendo sonidos y que suenan en mi mente como
si los estuviese oyendo realmente. No sé por qué razón me aferro a los sonidos
o la música, pero siempre es así.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
El desajuste entre el papel que
nos adjudican los demás en la trama de sus vidas y nuestra propia
representación de nosotros mismos. El hecho de que vivimos y seguimos adelante
gracias a la ficción, a la forma que tenemos de contarnos a nosotros mismos y a
los demás nuestras razones y las razones de los que nos importan. Cómo
ajustamos ese relato de nuestra vida a nuestra conveniencia para seguir
adelante. La representación, la ficción, la manipulación son mis preocupaciones
temáticas.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
A la hora de escribir ninguno,
salvo ser honesta, poner intensidad y concentración. Los consejos me sirven
sobre todo para antes y después de escribir. Tengo presente la famosa frase de
Luis Mateo Díez que venía a decir que para escribir una sola página hay que
haber leído mil. Intento ser muy escrupulosa con lo que leo. Soy una lectora
difícil de satisfacer. Imagino que esa insatisfacción es fruto de mi
deformación profesional como editora de textos. Y es esa faceta la que aplico
tras escribir a la corrección. Corrijo todos los días lo que he escrito el
precedente, y luego corrijo por tramos, y después los sucesivos borradores. Y
escribir todos los días, aunque solo sea una nota. Ese es el consejo que tengo
más presente.
5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Escribo con brújula, como me dice
siempre riendo un buen amigo. Es cierto que anoto o escribo frases o párrafos
al azar, pero una vez que la idea empieza a tomar forma y asume el material que
le es afín y ya escrito, a continuación hago el proyecto, me concentro en la
arquitectura del texto, ya sea novela o relato. Y abordo de formas distintas la
historia hasta que algo en la cabeza salta poniendo en marcha el mecanismo.
Después ya no hay pausa.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Va por épocas. Ahora no dejo de
bucear en Melville. Hasta hace un año no dejaba de leer literatura inglesa del
siglo XIX. Sí hay autores que son una fuente de inspiración permanente para mí:
Alice Munro, a la que acudo para restablecerme cuando llevo una época de
lecturas que no me satisfacen, Coetzee... Uno de sus libros, La edad de hierro, ha sido muy
importante en mi vida. Cuando quiero establecer un “diálogo de ideas” recurro a
Borges, a Thomas Bernhard, a Vila-Matas. Ahora mismo me interesan muchos
autores españoles contemporáneos, pero tendría que citarlos a todos para que
ninguno se sintiese excluido y la lista sería muy larga.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Lo último que he terminado, y que
actualmente está en fase de lectura y valoración, es una forma narrativa no muy
convencional: una novela ensayo o ensayo novelado sobre un accidente de montaña
en la época victoriana y sus impredecibles consecuencias. Actualmente estoy con
la última de las novelas que cierra la trilogía de la que ya se han publicado Epitafio y El delito de la lluvia, y que completa (pero no sé si cierra) un
ciclo acerca de cómo nos representan los demás.
Paloma González Rubio (Madrid, 1962) estudió Filología Semítica y
ha estado vinculada al mundo editorial desde su licenciatura como correctora,
traductora y editora de textos. En 2007 obtiene el primer premio de relato José
Saramago, concedido por un jurado compuesto por Luis Mateo Díez, Fernando
Marías, José Ovejero y Emilio Gavilanes. En 2008 se publicaba en Ediciones de
La Discreta el volumen que reunía los dos relatos premiados y los finalistas.
En 2010, de nuevo Ediciones de La Discreta, publica su novela Epitafio,
muy bien acogida por crítica y lectores. En 2014 ha publicado El delito de
la lluvia. En la actualidad dirige su propio taller de narrativa en el
Centro Cultural Pedro Lorenzo y colabora regularmente con diversos blogs y
publicaciones periódicas.