jueves, abril 30, 2015

Paloma González Rubio - Cuestionario básico


1.- ¿Por qué escribes?

Cuando tengo que dar las razones de por qué escribo suelo echar mano de una anécdota que relató Glenn Gould a Jonathan Cott. En 1958 el controvertido intérprete dio una serie de conciertos en Israel. Su elocuencia al describir el punto de partida justifica una cita literal: Israel era un país desértico, como me repetían una y otra vez, y sus pianos son desérticos, lógicamente.
Un cambio en el programa y la aridez del piano que le correspondía tocar desconfiguró el universo táctil de Gould y, por tanto, el sonoro. Ningún sonido de los que conseguía arrancar al instrumento se aproximaba a la música que él tenía en su cabeza. Las horas para el inicio del concierto se agotaban y su esterilidad musical se le hacía cada vez más onerosa. En su coche alquilado se apostó en medio de dunas, frente al mar y decidió que no había más remedio si quería salvar el concierto que recrear el entorno táctil más admirable con el que estuviera familiarizado. Consiguió retener ese entorno, el que le era familiar y acogedor, su propio salón con sus objetos, su propio instrumento, y cuando al inicio del concierto se sentó al piano, el sonido real lo desconcertó. Fue entonces cuando su tacto cambió para arrancar de aquel instrumento desértico un sonido único, el mejor que podía emitir su mecanismo. Concluye su relato con la hilarante anécdota de que le felicitaron por su interpretación, diciéndole que nunca habían oído tocar de una manera tan excelsa a Mozart, cuando su programa estaba compuesto por obras de Beethoven.
Bien, la literatura es para mí el espacio en el que nos apostamos rodeados de la arena del desierto, frente al mar, donde intentamos recrear el universo táctil con el que estamos familiarizados, y a través de ese tacto, creemos que es posible reproducir el sonido que tenemos en mente. Luego llega la vida, el sonido real, y nos desconfigura esa música que tenemos en la cabeza y al llegar a un acuerdo entre todo lo que forma parte de nuestra vida y a lo que aspiramos, se producen descubrimientos asombrosos, nos representamos nuevos mundos. Es por esa razón por la que escribo.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?

Creía que no podía escribir si no ponía un entorno musical a cada relato, a cada novela: una música para captar la atmósfera y otra música para marcar el ritmo, pero desde hace algo más de un año he descubierto que escribo reteniendo sonidos y que suenan en mi mente como si los estuviese oyendo realmente. No sé por qué razón me aferro a los sonidos o la música, pero siempre es así.

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?

El desajuste entre el papel que nos adjudican los demás en la trama de sus vidas y nuestra propia representación de nosotros mismos. El hecho de que vivimos y seguimos adelante gracias a la ficción, a la forma que tenemos de contarnos a nosotros mismos y a los demás nuestras razones y las razones de los que nos importan. Cómo ajustamos ese relato de nuestra vida a nuestra conveniencia para seguir adelante. La representación, la ficción, la manipulación son mis preocupaciones temáticas.

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?

A la hora de escribir ninguno, salvo ser honesta, poner intensidad y concentración. Los consejos me sirven sobre todo para antes y después de escribir. Tengo presente la famosa frase de Luis Mateo Díez que venía a decir que para escribir una sola página hay que haber leído mil. Intento ser muy escrupulosa con lo que leo. Soy una lectora difícil de satisfacer. Imagino que esa insatisfacción es fruto de mi deformación profesional como editora de textos. Y es esa faceta la que aplico tras escribir a la corrección. Corrijo todos los días lo que he escrito el precedente, y luego corrijo por tramos, y después los sucesivos borradores. Y escribir todos los días, aunque solo sea una nota. Ese es el consejo que tengo más presente.

5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo tienen todo planificado desde el principio?

Escribo con brújula, como me dice siempre riendo un buen amigo. Es cierto que anoto o escribo frases o párrafos al azar, pero una vez que la idea empieza a tomar forma y asume el material que le es afín y ya escrito, a continuación hago el proyecto, me concentro en la arquitectura del texto, ya sea novela o relato. Y abordo de formas distintas la historia hasta que algo en la cabeza salta poniendo en marcha el mecanismo. Después ya no hay pausa.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?

Va por épocas. Ahora no dejo de bucear en Melville. Hasta hace un año no dejaba de leer literatura inglesa del siglo XIX. Sí hay autores que son una fuente de inspiración permanente para mí: Alice Munro, a la que acudo para restablecerme cuando llevo una época de lecturas que no me satisfacen, Coetzee... Uno de sus libros, La edad de hierro, ha sido muy importante en mi vida. Cuando quiero establecer un “diálogo de ideas” recurro a Borges, a Thomas Bernhard, a Vila-Matas. Ahora mismo me interesan muchos autores españoles contemporáneos, pero tendría que citarlos a todos para que ninguno se sintiese excluido y la lista sería muy larga.

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.

Lo último que he terminado, y que actualmente está en fase de lectura y valoración, es una forma narrativa no muy convencional: una novela ensayo o ensayo novelado sobre un accidente de montaña en la época victoriana y sus impredecibles consecuencias. Actualmente estoy con la última de las novelas que cierra la trilogía de la que ya se han publicado Epitafio y El delito de la lluvia, y que completa (pero no sé si cierra) un ciclo acerca de cómo nos representan los demás.


Paloma González Rubio (Madrid, 1962) estudió Filología Semítica y ha estado vinculada al mundo editorial desde su licenciatura como correctora, traductora y editora de textos. En 2007 obtiene el primer premio de relato José Saramago, concedido por un jurado compuesto por Luis Mateo Díez, Fernando Marías, José Ovejero y Emilio Gavilanes. En 2008 se publicaba en Ediciones de La Discreta el volumen que reunía los dos relatos premiados y los finalistas. En 2010, de nuevo Ediciones de La Discreta, publica su novela Epitafio, muy bien acogida por crítica y lectores. En 2014 ha publicado El delito de la lluvia. En la actualidad dirige su propio taller de narrativa en el Centro Cultural Pedro Lorenzo y colabora regularmente con diversos blogs y publicaciones periódicas.

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