Debido a que a Martin Amis, con la intención de solventar el caos que se había producido en el acto anterior, lo sacaron a la plaza a firmar libros, a la cola que se formó para entrar y a cierto problema que tuve con la entrada, llegué tarde y me perdí la intervención de Ali Smith. De modo que mi crónica, en esta ocasión, está incompleta.
Cuando llegué, Carmen Posadas hablaba de "Casa Desolada" y de Jane Austen, novelas decisivas en su formación como escritora y en su deseo de escribir.
Rosa Montero empezó nombrando un libro de Nuria Amat titulado "Letraheridos" y en el que dijo que aparecía una pregunta que a ella le gustaba formular cuando se encontraba con otros escritores. ¿Qué preferirías, dejar de leer o dejar de escribir? Afirmó que la mayoría respondía, incluida ella misma, que preferirían seguir leyendo, porque la lectura es lo que da sentido a sus vidas. Rosa Montero es una mujer que te hipnotiza cuando habla, te transporta. En el teatro no se oía ni a una mosca. Habló de dos lectura que tuvieron un fuerte impacto en su vida. Una era un cuento infantil: "El gigante egoísta", de Oscar Wilde. La otra fue "Lolita", de Nabokov. La explicación que dio sobre el libro de Nabokov fue muy interesante. "La forma magistral en que se nos narra toda la historia desde la deformada y malsana mente del protagonista es todo un prodigio del que uno no sale indiferente. Al final, nos damos cuenta de qué clase de persona es en realidad Humbert Humbert. Al final, podemos ver la triste realidad de la historia de un pedófilo y de una pobre niña, más bien ordinaria y maleducada, que ha sido su víctima inocente".
Jorge Franco, un joven colombiano, autor, entre otros, de "Rosario Tijeras" y "Paraíso Travel", habló de la fascinación que siente ante la forma que tienen algunos autores de mezclar el tiempo. Nombró, entre las lecturas que más le habían impresionado, "Pedro Páramo", "El otoño del patriarca", los libros de Onetti, de quien dijo que le parecía implacable con sus personajes, y, por último, "Carta a un joven poeta", de Rilke.
Laura Restrepo, también colombiana, autora de "La novia oscura" y "Delirio", por citar dos de sus obras, aprovechó la intervención de Jorge Franco para explicar que las generaciones actuales de hispanoamericanos toman como referente a autores también sudamericanos. La generación anterior, la de sus padres, se formó con los norteamericanos y la anterior aún, con los franceses. Aprovechó su intervención para reivindicar a dos autores injustamente olvidados. José María Arguedas, que se suicidó poco antes del conocido boom, y cuya novela "Los ríos profundos" merece ser reeditada y leída; y João Guimarães Rosa, de quien recomendó su libro "Grande Sertão: Veredas".
Varias personas del público llevan libretas y escriben. Rosa Montero, en el escenario, también lo hace.
Le tocó el turno a Vila-Matas. Vila-Matas habla como si dudara de lo que dice, tiene aspecto de encontrarse un poco ausente y tiene un humor que resulta irresistible. Empezó diciendo que, respecto a la pregunta que había formulado antes Rosa Montero, él elegiría leer escribiendo. Sus compañeros rieron y lo trataron como si estuviera haciendo trampas. Pretendió defenderse diciendo que cuando uno lee también escribe, a la vez, en su cabeza, lo que está leyendo. Dijo que le resultaba imposible elegir a un autor como su favorito. Kafka y Pessoa le divertían. Solía leer y releer los "Diarios" de Franz Kafka. "Me hacen reír", dijo. También "El libro del desasosiego", "aunque éste no me hace reír y termino volviendo a Kafka."
Cuando pudo intervenir el público, un hombre dijo que ninguno de los presentes había recomendado un libro de alguno de sus compañeros. Dijo que no los había leído tampoco y que es la historia la que hace justicia con un autor. Vila-Matas le respondió: "yo no pienso morirme para gustarle a usted". Laura Restrepo aceptó el reto lanzado y recomendó con entusiasmo el libro de Vila-Matas "Bartleby y compañía".
Alguien hizo referencia a las adaptaciones al cine. Preguntó si el hecho de que te adapten al cine quiere decir que ya eres un autor consagrado. Todos coincidieron en quitarle importancia a dicha posibilidad. Jorge Franco dijo que en una época había querido dedicarse al cine, pero se había dado cuenta de que podía hacer lo mismo, e incluso con mayor libertad, a solas con un lápiz y un papel. Rosa Montero dijo que, desde el momento en que un autor vende los derechos, debe apartarse y dejar que decida el director, porque se trata de dos medios diferentes con lenguajes diferentes. Carmen Posadas defendió la magia que tenía la lectura y, a este respecto, contó una anécdota referente a Quino, el autor de Mafalda. Al parecer, llevó a su hija al cine, a ver una adaptación de Mafalda, y la niña le dijo en un momento dado: "¿por qué le cambiaron la voz?"
Una de las últimas preguntas fue: "¿Escribir te retira un poco de la vida y te hace ver las cosas desde cierta distancia?"
Rosa Montero no dudó en afirmar que leer y escribir es vida. La lectura, dijo, nos ayuda a cubrir la fisura que existe entre una persona y el mundo. Quien además decide escribir lo hace, probablemente, porque su fisura es mayor.
Jorge Franco dijo que escribir era un modo de meterse en vidas ajenas.
Vila-Matas dijo: "Mientras lees estás viviendo, es pura lógica". Llegó a admitir incluso la posibilidad de que la literatura sea más intensa que la vida. Y también dijo una cita de la que no recordaba el autor: "La cabeza de alguien que no lee es como un desván sin muebles".