1.- ¿Por qué escribes?
Porque es la mejor forma que tengo de expresarme. Cualquier
cosa que me rodea es susceptible de convertirse en una historia. Cuando escribo
siento que me libro de un peso, de algo que necesitaba ser contado. Es un
proceso liberador y placentero, aunque a veces cueste, o precisamente por eso.
De alguna manera me ayuda a ordenar mis pensamientos, a entender ciertas cosas,
a recordarlas. Porque el acto de escribir es un acto de memoria al fin y al
cabo. En el papel las cosas permanecen, como en la fotografía. El proceso doble
de transformar las imágenes en palabras y las palabras en imágenes, de pasar de
lo concreto a lo abstracto, me parece algo mágico.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias,
supersticiones o manías a la hora de escribir?
Soy muy anárquica y muy poco disciplinada. Sólo
necesito tener la cabeza despejada y estar concentrada. El silencio ayuda, pero
a veces escribo con música clásica o instrumental. Puedo escribir a cualquier
hora del día, en cualquier lugar, en el ordenador, en un cuaderno, en un papel
que tenga en el bolsillo o en el móvil. Cuando se me ocurre algo o veo algo que
me interesa lo anoto. Hay días que escribo por la mañana, otros por la tarde,
otros por la noche y otros de madrugada. Y otros que no escribo ni una frase.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones
temáticas?
Me interesa el pasado, la memoria, la herencia
familiar, las relaciones entre los seres humanos y el paso del tiempo, pero no
tengo un tema predilecto. Escribo sobre lo que me llama la atención, lo que me
hace reír o lo que me preocupa en cada momento. A veces parto de una noticia,
de una curiosidad, de una conversación en la calle, de una imagen, y de ahí
sale la historia. Creo que lo importante no es lo que se cuenta sino cómo se
hace.
4.- ¿Algún principio o consejo que tengas muy
presente a la hora de escribir?
Elvira Navarro me dio uno de los mejores consejos
que he recibido nunca: “Imagínate que te quedan dos meses de vida. Escribe algo
que no puedas dejar de contar antes de morir”. La necesidad está por encima del
hábito, en mi opinión. Cuando uno escribe porque no puede no hacerlo, los
horarios y los esquemas no tienen cabida. Hay algo visceral que no se puede
controlar. Luego creo que hay que ser sutil y no mostrarle las cartas al
lector, usar las palabras justas y adjetivar sólo cuando sea necesario.
Hemingway decía que lo importante de una historia tenía que quedar bajo la
superficie, y estoy de acuerdo. Yo trato de contar lo mismo de siempre desde
otro prisma, huyendo de los tópicos y de lo cursi. Corrijo mucho también. A menudo
borro más de lo que escribo. E intento no tener en cuenta quién lo va a leer ni
coartarme pensando que a alguien le puede afectar lo que escribo. Si te
censuras no sale nada bueno.
5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia
o de las que lo tienen todo planificado desde el principio?
Belén Gopegui decía que uno podía escribir con
brújula o con mapa. Yo escribo con brújula. Parto siempre de una idea, pero es
ella la que me guía a través de la historia. Me ha pasado siempre, con todo lo
que he escrito. Soy incapaz de planear una trama. Creo que es muy difícil no
salirse del guión, porque en cierto modo la escritura tiene mucho de
improvisación, por lo menos en mi caso. O más que improvisación, intuición.
Creo que planificar mucho le resta frescura al texto. Cuando escribí Meteoro
había muchas ideas que me interesaban, y esas ideas fueron derivando en otras.
La historia fue ampliándose y ramificándose a medida que avanzaba. No sabía
cómo iba a terminar, ni si faltaban o sobraban cosas. Tomé las decisiones sobre
la marcha y al final ordené el texto y lo pulí. Funciono mejor desde el caos.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Me gusta mucho Bolaño. Y Sherman
Alexie, y Carver, y Cortázar. Son autores a los que siempre vuelvo. Salinger me
marcó mucho de adolescente, igual que Pedro Páramo y Mortal y rosa. En la facultad leí mucho
teatro y mucha poesía norteamericana, y estuve un tiempo obsesionada con la
generación beat. Luego hay autores que me han contagiado
las ganas de escribir, como Marguerite Duras, Foster Wallace, Piglia o
Lydia Davis.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien
lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés
escribiendo.
En octubre del año pasado publiqué mi primera
novela en Caballo de Troya. Meteoro es la historia de una pareja que se
va a vivir al campo y ve cómo su relación se desmorona. Este declive se ve
reflejado en la casa donde viven, que empieza a resentirse, a sufrir, a
desgastarse como los dientes de los castores. Poco a poco los sueños de los
protagonistas se transforman en pesadillas y las tormentas los aíslan dentro
del pueblo y de sí mismos. La herencia familiar se hace patente y aparecen los
fantasmas del pasado. Es una historia de incomunicación y de soledad, pero también
de culpa y de redención, y hay un claro contraste entre la idealización y la
realidad. Es un libro muy fragmentario, lleno de referencias a otras cosas; una
especie de cajón de sastre donde al final todo encaja.
Mireya Hernández
nació en Madrid en 1981. Es licenciada en Filología Inglesa. Hizo los cursos de
doctorado y obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados en Ciencias de la
Información. Estudió fotografía en Buenos Aires y guión de cine en La Habana.
Es traductora, lectora editorial y profesora de español.
*La foto es de Ruth Zabalza
*La foto es de Ruth Zabalza
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