1.- ¿Por qué escribes?
Creo que tiene algo que ver con mi
incapacidad para pensar sin atropellarme. Ese vértigo irrefrenable y finalmente
caótico del razonamiento me obliga a poner sobre el papel mis obsesiones con el
orden minimalista de un poema, la sucesión cronológica de unos diarios o la
urdimbre disciplinada de una narración.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Depende del formato en que trabaje. Los
poemas, en su arranque, cuando empiezan a ponerse de pie como potrillos recién
nacidos, exigen cuaderno y portaminas; y toman forma en lugares y momentos
favorables. En los diarios, en cambio, hay una voluntad de ejercicio, que no
creo que sea demasiado diferente al entrenamiento de un deportista. Para las
narraciones, la idea va fluyendo al tiempo que desgasta y se nutre de todo
cuanto toca, se va convirtiendo así en un río cuyo aluvión arrastra materiales
diversos que uno acumula en un proceso de escritura que lleva cabo de las
formas más diversas: a través de la disciplina o el alumbramiento súbito, a
lápiz o en ordenador, en los ratos libres de la actividad laboral diaria o en
los días de descanso. Para este menester del relato es uno, en fin, apenas
melindroso: se trata de abrigar del frío una osamenta; cuando empieza a entrar
en calor, de quitarle lo que le sobre.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Como ya comenté a propósito de la primera
pregunta, uno escribe para ordenar cuanto le bulle por dentro, de modo que todo
aquello sobre lo que finalmente tratan mis poemas, mis diarios o mis
narraciones no responde tanto a un propósito literario, como a un apremio de la
vida. Procuro describir cómo me afectan las dichas y las desdichas diarias, las
obsesiones con las que convivo, en un intento por procurar, desde la
experiencia personal, una identificación con el lector a través de lo que,
finalmente, no son sino sentimientos universales.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Independientemente del género en el que se
escriba, nunca debe perderse de vista la materia con la que se trabaja: la
palabra, que no puede ser sólo un medio sino que deber ser también fin. La idea
sólo es literatura si se acompaña de un cuidado extremo del texto a través del
que se vierte. La precisión expresiva, su ritmo, su medida son insoslayables:
son la literatura.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Un relato, sea cual sea su tamaño, requiere
de una pauta argumental previa. Dicho lo cual, a uno se le hace cuesta arriba
escribir sobre armazones inflexibles, a final puesto. El proceso creativo debe
afrontarse como un asalto hacia un paisaje, una cima o un lugar
codiciados, pero a los que hemos de ir acercándonos
sin trochas abiertas previamente y con la curiosidad, irrenunciable, de
detenernos o desviarnos para atender los reclamos que nos salen al paso.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Más que de autores, uno hablaría de libros o
de poemas. De todas aquellas lecturas que contagian las ganas de contar, porque
una vez descubiertas el mundo se nos ordena, para bien o para mal, como un
rompecabezas recién armado, en el que, de pronto, todo adquiere sentido, a la
vez que nos pone en la pista de que la creación es una manera, también, de
salvar nuestro propio caos íntimo. Así que no referiré nombres, previniendo así
tanto algún uso en vano como la intrusión de la retórica por elipsis
involuntaria o hipérbole presuntuosa.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Acaba de editarse Aunque Blanche no me acompañe.
Mi segunda novela. Las fijaciones sobre las que se ha urdido este relato son,
fundamentalmente, dos: la incertidumbre de un tiempo y una edad, y la querencia
visceral hacia ciertos lugares por los que nos sentimos imantados de un modo
que no logramos explicar nunca del todo.
José Carlos Díaz
Pérez (Gijón,
1962). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo. Editor
de la bitácora: Los Diarios de Rayuela.
Coautor de Velar la arena, Cálamo-Gesto, Gijón, 1986. Autor de La
ciudad y las islas, Cálamo-Gesto, Gijón, 1992. Coautor de Contra
la oscuridad, Cuadernos del Bandolero, Gijón, 2004. Ganador del I Premio de Novela Ciudad de
Noega con la obra Letras Canallas (publicada en septiembre de 2009 por la
Editorial Septem). Premio en 2010 de la XXXIX Edición del Premio de Relatos
“Ciudad de Villajoyosa” con el cuento La
puerta. Ganador del XVII Premio de Novela Corta “Salvador García Aguilar”,
con la obra Aunque Blanche no me acompañe (Ediciones Aguaclara, 2014).
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