1.- ¿Por qué escribes?
Como tú dices, Miguel, esta es
una de esas preguntas que nunca pueden o suelen faltar. Y, sin embargo, es una
de las que peor contestamos. Siempre hay una insuficiencia explicativa del “por qué escribes”. Me recuerdo de
adolescente con uno de esos cuadernos de dos anillas y recambio de hojas,
escribiendo poemas que luego enseñaba al profesor de literatura. Luego dejé la
poesía (afortunadamente para mí y para la Poesía) y, en tiempos de instituto y
universidad, descubrí que mi necesidad de escritura se expresaba en forma de
relatos, unos primeros textos que casi eran sólo estampas y que yo creo que, a
su manera, tenían fuerza.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Un lugar confortable, un estado
de ánimo tranquilo, una jarra de té, el portátil sobre las piernas, por insano
que resulte… El lugar más mágico y productivo que he encontrado para escribir
era una habitación en la casa de Weimar, el verano pasado. Parece el cuarto de
Goethe o Schiller (de hecho había un pequeño retrato ovalado de Goethe en la
pared, justo enfrente de donde yo escribía), una habitación luminosa, llena de
libros, pintada en rojo suave y techo blanco. Ventanas de madera. Cómoda,
antigua, silenciosa. Ahí terminé mis relatos “Caminos anfibios”, que ahora han
quedado finalistas del Premio Ribera del Duero. Goethe no fue, esta vez, severo
conmigo. Creo que se puso de mi parte. Como el lugar, como los bosques que
recorríamos durante el día en bicicleta.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
No me he parado a pensar sobre
ello. Está claro que hay en mis libros temas recurrentes: el paso del tiempo y
las aperturas y cierres que produce en nosotros, es uno de ellos. Pero en
“Caminos anfibios” hay historias de infidelidades, de mentiras, de soldados, de
viajes y paisajes que nos cambian porque se vuelven más grandes que nosotros,
de bombas que estallan sesenta años después… No sé. Los temas son algo que
sorprende al escritor cuando los críticos y los lectores los ponen de
manifiesto.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Sí. Pienso siempre en qué
pensaría yo en caso de ser el lector. Trato de ser directo y no aburrir. Si me
aburre a mí, si no me interesa o me apasiona, directamente no vale. No creo en
“escribir por escribir”, no creo en una “grafomanía” de llenar cuadernos y
cuadernos pensando que es oro todo lo que sale de la cabeza.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Pienso que uno tiene algún tipo de idea previa de lo que quiere
escribir. Pero creo mucho más en esa idea de que el escritor también va descubriendo y viendo crecer su texto
sobre la marcha. Es
esa “marcha”, ese escribir en acto, el que va configurando y dando forma, y
muchas veces, cuando escribimos a gusto, somos los primeros sorprendidos del
resultado final. A veces, sólo a veces, tienes la sensación de haber llegado
lejos.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Con esto ocurre como con las
canciones que nos gustan. Hay tantas. Pero basta que te pregunten para que te
quedes bloqueado. Ya no tengo un autor de cabecera como me ocurría en aquellas
fases juveniles, tan germanófilas, en las que hubiera matado por defender a
Thomas Bernhard, Peter Handke, Max Frisch o Alfred Döblin. Ahora leo muchísima
literatura hispanoamericana por “culpa” de mi trabajo en El Cultural de El
Mundo, y ahí me impresionan cosas de Juan Gabriel Vásquez o Paz Soldán. Pero
está claro que Coetzee, McEwan, Malamud, Virginia Woolf, Alice Munro… son
maestros que acompañan y de los que siempre aprendes.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Mi último proyecto son los
relatos de “Caminos anfibios”, que acaban de quedar finalistas en el Ribera del
Duero y que confío en que se publiquen en un tiempo razonable, porque creo, de
verdad, que son mejores que mis “viejos” cuentos de “Un mortal sin pirueta” y también
que la novela “Expuestos”. Hay una mayor madurez, personal y narrativa. Al
menos eso es lo que creo y lo que algunos, cuya opinión respeto, han dicho.
Ernesto Calabuig (Madrid, 1966), licenciado en filosofía, es escritor,
crítico literario y traductor de alemán. Ha publicado la colección de relatos Un mortal sin pirueta (2008) y la novela Expuestos (2010). Su último trabajo, los relatos Caminos anfibios, ha quedado finalista
del Premio Ribera del Duero 2013.
Ha sido incluido en las antologías de relato Siglo XXI, los nuevos nombres del cuento
español y Velas al viento.
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