1.- ¿Por qué escribes?
Quizá para elaborar al gusto de
uno mismo -y en las proporciones adecuadas- ese antídoto contra el veneno de la
realidad que es la ficción. Para tener un asidero, sentir que la vida no ha
sido, después de todo, una cáscara vacía. Tal vez escribo porque pienso, con
Wallace Stevens, que el mundo imaginado es el bien definitivo.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Sigo escribiendo a mano,
repujando cada palabra y cada historia lentamente, por desgracia sólo los fines
de semana. No necesito rosas amarillas, beber bourbon o encender un cigarrillo
egipcio. Sólo el alfabeto, la sintaxis y una paciencia infinita. Pero, por
encima de todo, para levantar trabajosamente pequeñas construcciones
imaginativas en prosa necesito silencio y mucho tiempo por delante (algo que la
disciplina salarial y la ausencia de vecinos mudos dificultan), una vida
recogida que no me deje por entero en manos de las circunstancias.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Si Walter Pater tenía razón al
definir el Romanticismo como la suma de la extrañeza y la belleza, entonces soy
un rendido epígono del Romanticismo. Cultivo por tanto una literatura de
fabulaciones oscuras; me atrae esa realidad paralela que, de manera
distorsionada como una sombra, acompaña a la realidad visible; me interesa
hacer posible lo imposible, librar al lector de la menesterosa cárcel de lo
cotidiano, mostrarle otras perspectivas, otras dimensiones, inquietarlo,
hacerle perder el suelo de las certezas bajo los pies, convertir en sustancia
estética los misterios de la existencia.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Está por ejemplo la divisa
patafísica (me esfuerzo de buena gana en pensar cosas en las que pienso que los
demás no pensarán). También la idea de Merino (la literatura debe hacer la
crónica de la extrañeza) y la confesión de Gómez de la Serna (nada de lo que he
escrito está escrito sin toda la premeditación, con mucho tiempo por delante,
con una balanza de platero ante mí y en ella echando todas las palabras).
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
En los relatos -que deben ser
milimétricos, quintaesenciados- supone un suicidio dejarse llevar por la
historia. Con los primeros libros planificaba menos los textos (era la poderosa
excitación del descubrimiento del mundo, del apremio respecto a la vida
imaginaria, de la creación caudalosa y libre), pero poco a poco aprendí a
plegarme por completo a sus necesidades, a aunar la precisión y belleza del
lenguaje con la singularidad de la historia. Sin embargo, y aunque después de
más de tres décadas escribiendo relatos me guío ya casi exclusivamente por el
instinto, a veces, en muy contadas ocasiones -como en El síndrome de Lugrís del
libro Las frutas de la luna- la narración crece y se desborda. Quiero
creer que de forma justificada, ya que acabé necesitando treinta páginas para
que el descenso a la locura del personaje resultara verosímil.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Para no elaborar una lista
interminable, nombro sólo dos debilidades: la del mágico y delicioso universo
de Álvaro Cunqueiro y la de esa cumbre estilística de la humanidad que son las Memorias
de ultratumba de Chateaubriand.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Menoscuarto acaba de publicar Las
frutas de la luna, libro de relatos en el que trabajé durante tres años con
voluntad de orfebre.
Hace unos meses la editorial
italiana Siska Editore publicó, en formato de ebook multimedia, una selección
de relatos breves titulada Racconti abissali. Y este verano está
previsto que, en la
colección Vagamundos de la editorial Traspiés ,
se publique exento Almanaque de asombros, un relato de principios de los
noventa iluminado con dibujos de Claudio Sánchez Viveros.
Mientras tanto, he acabado el
siguiente libro de relatos, Breviario negro: cuarenta textos que
probablemente serán ilustrados por el artista argentino Santiago Caruso.
Ángel Olgoso (Cúllar Vega, Granada, 1961) ha publicado los libros
de relatos Los días subterráneos, La hélice entre los sargazos, Nubes de piedra,
Granada año 2039 y otros relatos, Cuentos de otro mundo, Los demonios del lugar
(Libro del Año 2007 según La Clave y Literaturas.com, y finalista del XIV
Premio Andalucía de la Crítica), Astrolabio, La máquina de languidecer (Premio Sintagma
2009), Los líquenes del sueño. Relatos 1980-1995 (finalista del XVII Premio
Andalucía de la crítica) y Las frutas de la luna.
Ha obtenido numerosos premios,
entre los que destacan el de la Feria del Libro de Almería, el "Gruta de
las Maravillas" de la Fundación Juan Ramón Jiménez, el Caja España de
Libros de Cuentos y el Clarín de relatos convocado por la Asociación de
Escritores y Artistas Españoles. Relatos suyos se han incluido en más de
treinta antologías del género, como “Pequeñas resistencias” (Páginas de
Espuma), “Grandes minicuentos
fantásticos” (Alfaguara), “Ciempiés” (Montesinos), “Cuento vivo de Andalucía”
(Univ. de Guadalajara, México), “Perturbaciones. Antología del relato
fantástico español actual” (Salto de Página), “Por favor, sea breve 2” (Páginas
de Espuma), “Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual”
(Menoscuarto), “Cincuenta cuentos breves: una antología comentada” (Cátedra) o
“Antología del microrrelato español. 1906-2011” (Cátedra).
Es, además, fundador del Institutum
Pataphysicum Granatensis y miembro de la Amateur Mendicant Society de estudios
holmesianos. Ha sido traducido al inglés,
alemán e italiano.
3 comentarios:
Bueno, pues ya está casi todo dicho.
A mi juicio es el más grande que tenemos en este país.Su calidad literaria es asombrosa.También creo que es uno de los pocos escritores actuales con verdadero estilo narrativo y es responsable de un mundo muy personal al cual soy sensible:la fina línea divisoria entre la realidad y la fantasía, o el sueño, o la extrañeza, sin forzar para nada el viaje hacia el otro lado.Aquí se menciona a Merino otro de los grandes, desde luego.
me ha encantando cómo dice este hombre las cosas de la literatura.
Ahora a comprar el libro.
Gracias Miguel
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