1.- ¿Por qué escribes?
Como
apunté hace poco, después de que un periodista me hiciera la misma pregunta:
“Escribo porque soy muy lento al hablar. Porque en las conversaciones no
respondo a tiempo. Porque cuando se me ocurre la respuesta ingeniosa no estoy
ya en la escalera, como sugiere el dicho francés l’esprit de l’escalier, sino
que estoy en casa, a punto de dormir, o quizá ha transcurrido un mes y todos
los que participaron en la conversación ya la han olvidado; escribo porque
cuando estoy en condiciones de responderles
ellos ya están en otra cosa, a veces en otra vida, así de lento soy, y por eso
escribo; y esto debí responderle al periodista esta mañana, cuando me preguntó
por qué razón escribo, pero se me ocurre ahora, cuando ya no tiene remedio,
cuando él ya ha entregado, seguramente, la entrevista, y está preparando otras
preguntas a gente mucho más rápida, más lista y ágil, con respuestas a tiempo
para todo.”
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
No es baladí la pregunta, ni debe
serlo la respuesta, porque hay muchas cosas en juego al resolver el modo de
escribir. La influencia de las diversas técnicas a la hora de la creación
artística es relevante: el pianista italiano Luca Chiantore explicaba en su Historia de la técnica pianística cómo
las diferentes técnicas de tocar este instrumento fueron decisivas para crear
los distintos estilos compositivos a lo largo de la historia de la música
clásica. Y autores como Walter Ong, MacLuhan o Chartier han reflexionado
largamente al respecto en lo tocante a la literatura.
La mayoría de textos de crítica y
ensayos que redacto provienen de una escritura volcada directamente en el
ordenador. Para otras cosas escribo a mano, pero no siempre del mismo modo.
Intentaré explicarme: cuando escribo un relato, sólo muevo la mano
instrumentalmente, persiguiendo un texto final. Cuando estoy creando poesía o
un texto en prosa más intenso, de manera más o menos consciente, caligrafío en vez de escribir con
rapidez. Eso puede verse al detalle en El
libro negro, un libro aún inédito que vengo escribiendo desde 1998 y que es
una exposición ampliada de todos estos temas, donde la experiencia estética
alcanza incluso al tipo de papel y el encuadernado. Cuando trabajo en él (lo
que sucede muy de cuando en cuando), mi escritura es tan lenta como el
desarrollo -casi nulo- del contenido. El
libro negro no sólo me exige escritura manual, sino caligrafía.
Para escribir poemas se abre un
abanico de posibilidades; me doy cuenta de que manuscribir dilata el sentido, y lo demora. Por contra, el teclado es menos
discursivo, menos textual, y provoca una sensación más eléctrica, más directa, de ir al grano del asunto. La ya manida
consideración del texto electrónico como palimpsesto acrecienta la posibilidad
de extensión infinita y continua de lo escrito, en detrimento de la propia idea
de concentración. Por ello, cuando el propósito de mis poemas es menos
conceptual que estético, digamos en Nova,
redacto la mayoría de los poemas a mano, y bordeando la caligrafía; es mi
peculiar forma de crear ambiente para
que surja en mejores condiciones lo lírico. Pero si me propongo lograr el
chispazo, una emoción eléctrica más fría o distanciada, como en Mester de cibervía, entonces escribo
deliberadamente en el procesador de textos, donde resultaba más sencillo
transmitir la frialdad eléctrica de Internet. También escribo con teclado en
mis novelas cuando intento hacer que brote un
pensamiento distinto al mío. Escribiendo a mano eso me resulta imposible,
hay demasiada conexión directa entre el cerebro y la mano, como apuntó hace
décadas Laín Entralgo.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Casi todas las posibles, salvo el
sentimentalismo barato o el cotilleo. Los temas no tienen demasiada importancia
para la literatura; lo que cuenta es el modo en que son planteados y procesados
artísticamente. Con una señora de provincias Blasco Ibáñez hace nadería
sentimentaloide y Flaubert Madame Bovary.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Bastantes. Últimamente intento
recordar a menudo esta cita de César Aira: “Hay una chatura, y me sucede con
muchos jóvenes que se reclaman de mi influencia, de mí como modelo, que, cuando
leo lo que escriben, me sorprendo. Ha quedado muy relegada la invención. Hay
como más voluntad de testimonio, de estas vidas maravillosas que estamos
llevando. Y creo que la historia le ha jugado una mala pasada a los novelistas,
y es que les ha solucionado muchos problemas. Y una novela sin conflicto...
Estos jóvenes de clase media, que son los que escriben, los que van a la
Facultad de Letras, hoy día ya no tienen ningún problema, la historia se
encargó de solucionarles todo”.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Depende del libro. Cada uno pide
su propio equilibrio entre imprevisión y planificación. Por más que intentes
prever cada detalle, es durante el proceso de redacción cuando suelen surgir
las mejores ideas –incluso estructurales–, de modo que sería absurdo reprimir
lo que llega sin habértelo propuesto.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Si toma el Diccionario de autores literarios de Bompiani y recorre el tomo correspondiente
a la letra B, tendrá una idea bastante aproximada.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) es escritor, investigador
académico y crítico literario. Sus últimos libros publicados son la novela Alba Cromm (Seix Barral, 2010),
el poemario Tiempo (Pre-Textos,
2009), la monografía La literatura
egódica. El sujeto narrativo en el espejo (Universidad de Valladolid, 2013)
y el ensayo El lectoespectador (Seix Barral, 2012). Su trabajo de crítica cultural puede encontrarse en http://vicenteluismora.blogspot.com,
I Premio Revista de Letras al mejor blog español de crítica literaria.
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