lunes, febrero 17, 2014

Vicente Luis Mora - Cuestionario básico


1.- ¿Por qué escribes?

Como apunté hace poco, después de que un periodista me hiciera la misma pregunta: “Escribo porque soy muy lento al hablar. Porque en las conversaciones no respondo a tiempo. Porque cuando se me ocurre la respuesta ingeniosa no estoy ya en la escalera, como sugiere el dicho francés l’esprit de l’escalier, sino que estoy en casa, a punto de dormir, o quizá ha transcurrido un mes y todos los que participaron en la conversación ya la han olvidado; escribo porque cuando estoy en condiciones de responderles ellos ya están en otra cosa, a veces en otra vida, así de lento soy, y por eso escribo; y esto debí responderle al periodista esta mañana, cuando me preguntó por qué razón escribo, pero se me ocurre ahora, cuando ya no tiene remedio, cuando él ya ha entregado, seguramente, la entrevista, y está preparando otras preguntas a gente mucho más rápida, más lista y ágil, con respuestas a tiempo para todo.”

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?

No es baladí la pregunta, ni debe serlo la respuesta, porque hay muchas cosas en juego al resolver el modo de escribir. La influencia de las diversas técnicas a la hora de la creación artística es relevante: el pianista italiano Luca Chiantore explicaba en su Historia de la técnica pianística cómo las diferentes técnicas de tocar este instrumento fueron decisivas para crear los distintos estilos compositivos a lo largo de la historia de la música clásica. Y autores como Walter Ong, MacLuhan o Chartier han reflexionado largamente al respecto en lo tocante a la literatura.
La mayoría de textos de crítica y ensayos que redacto provienen de una escritura volcada directamente en el ordenador. Para otras cosas escribo a mano, pero no siempre del mismo modo. Intentaré explicarme: cuando escribo un relato, sólo muevo la mano instrumentalmente, persiguiendo un texto final. Cuando estoy creando poesía o un texto en prosa más intenso, de manera más o menos consciente, caligrafío en vez de escribir con rapidez. Eso puede verse al detalle en El libro negro, un libro aún inédito que vengo escribiendo desde 1998 y que es una exposición ampliada de todos estos temas, donde la experiencia estética alcanza incluso al tipo de papel y el encuadernado. Cuando trabajo en él (lo que sucede muy de cuando en cuando), mi escritura es tan lenta como el desarrollo -casi nulo- del contenido. El libro negro no sólo me exige escritura manual, sino caligrafía.
Para escribir poemas se abre un abanico de posibilidades; me doy cuenta de que manuscribir dilata el sentido, y lo demora. Por contra, el teclado es menos discursivo, menos textual, y provoca una sensación más eléctrica, más directa, de ir al grano del asunto. La ya manida consideración del texto electrónico como palimpsesto acrecienta la posibilidad de extensión infinita y continua de lo escrito, en detrimento de la propia idea de concentración. Por ello, cuando el propósito de mis poemas es menos conceptual que estético, digamos en Nova, redacto la mayoría de los poemas a mano, y bordeando la caligrafía; es mi peculiar forma de crear ambiente para que surja en mejores condiciones lo lírico. Pero si me propongo lograr el chispazo, una emoción eléctrica más fría o distanciada, como en Mester de cibervía, entonces escribo deliberadamente en el procesador de textos, donde resultaba más sencillo transmitir la frialdad eléctrica de Internet. También escribo con teclado en mis novelas cuando intento hacer que brote un pensamiento distinto al mío. Escribiendo a mano eso me resulta imposible, hay demasiada conexión directa entre el cerebro y la mano, como apuntó hace décadas Laín Entralgo.

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?

Casi todas las posibles, salvo el sentimentalismo barato o el cotilleo. Los temas no tienen demasiada importancia para la literatura; lo que cuenta es el modo en que son planteados y procesados artísticamente. Con una señora de provincias Blasco Ibáñez hace nadería sentimentaloide y Flaubert Madame Bovary.

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?

Bastantes. Últimamente intento recordar a menudo esta cita de César Aira: “Hay una chatura, y me sucede con muchos jóvenes que se reclaman de mi influencia, de mí como modelo, que, cuando leo lo que escriben, me sorprendo. Ha quedado muy relegada la invención. Hay como más voluntad de testimonio, de estas vidas maravillosas que estamos llevando. Y creo que la historia le ha jugado una mala pasada a los novelistas, y es que les ha solucionado muchos problemas. Y una novela sin conflicto... Estos jóvenes de clase media, que son los que escriben, los que van a la Facultad de Letras, hoy día ya no tienen ningún problema, la historia se encargó de solucionarles todo”.

5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo tienen todo planificado desde el principio?

Depende del libro. Cada uno pide su propio equilibrio entre imprevisión y planificación. Por más que intentes prever cada detalle, es durante el proceso de redacción cuando suelen surgir las mejores ideas –incluso estructurales–, de modo que sería absurdo reprimir lo que llega sin habértelo propuesto.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?

Si toma el Diccionario de autores literarios de Bompiani y recorre el tomo correspondiente a la letra B, tendrá una idea bastante aproximada.

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.

Nunca comento lo que estoy haciendo, por diversos motivos, entre ellos porque puede acabar apareciendo bajo seudónimo. De forma que hablo de lo que aparecerá de forma inminente. En este sentido, en un par de semanas aparece La literatura egódica (Universidad de Valladolid), que investiga la aparición del sujeto narrativo ante el espejo: el doble, el otro, el notro, el yo autoficcional, el yo autonovelado, el yo metanoico y el yo rasgado o roto. Y también desea registrar los usos más habituales del espejo (desde los semánticos hasta los estructurales) en la narrativa española contemporánea, a través de los cuales el yo egódico (ego/dicere), el yo que se narra de más, es el protagonista central de buena parte de sus obras.


Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) es escritor, investigador académico y crítico literario. Sus últimos libros publicados son la novela Alba Cromm (Seix Barral, 2010), el poemario Tiempo (Pre-Textos, 2009), la monografía La literatura egódica. El sujeto narrativo en el espejo (Universidad de Valladolid, 2013) y el ensayo El lectoespectador (Seix Barral, 2012). Su trabajo de crítica cultural puede encontrarse en http://vicenteluismora.blogspot.com, I Premio Revista de Letras al mejor blog español de crítica literaria.

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