No
sabía nada del escritor Pablo Montoya y, cuando llegué, pensé que no era el
único, pues había poca gente. En un principio tan sólo una persona, que resultó
ser la ex ministra Ángeles González Sinde, aunque luego fueron llegando más,
hasta completar el aforo de la iglesia de San Nicolás. Comprendo que a las
16:30 horas, en un día bastante caluroso, acudir a una charla no parece el
mejor plan del mundo.
En
el programa se decía que Pablo Montoya era un escritor colombiano que había ganado
el Premio Internacional Rómulo Gallegos 2015 por su novela Tríptico de la infamia, enseñaba literatura en la Universidad de
Antioquía y, en conversación con su editor, Claudio López de Lamadrid, se iba a
analizar la nueva literatura hispanoamericana.
En
realidad, la charla se centró en la obra de Pablo Montoya y resultó muy
interesante.
Nacido
en 1963, empezó a publicar en 1996. Es autor de siete libros de cuentos y
cuatro novelas. La editorial Mondadori acaba de publicar Terceto, en el que se recopilan tres libros de prosa poética.
Montoya
habla de sus inicios. Quería ser músico, compositor, pero inició el estudio de
la música demasiado tarde, a los diecisiete años. A esa edad es muy difícil. No
tenía oído.
Viajó
a París. En sus inicios tocaba la flauta en la calle, en el metro. Lo recordaba
hace poco, cuando regresó a esa ciudad como profesor invitado por la
universidad de La Sorbona. En su tesis trató la relación entre la música y la
literatura.
Al
no poder dedicarse a la música, empezó a escribir cuentos. Los reunió en el
libro La sinfónica y otros cuentos musicales.
Lo cierto es que empezó a ganar algunos concursos con sus relatos y eso le
animó a seguir por ese camino.
En
1997 dejó de tocar, abandonó la flauta. Sin embargo, reconoce que piensa todo el
tiempo en la música y esto, seguramente, se transmite a su prosa.
De
2010 a 2014 fueron unos años intensos de escritura. Se embarcó en el proyecto
de una novela histórica, ambientada en el siglo XVI. Viajó a Frankfurt,
siguiendo el rastro del pintor Théodore de Bry, que ilustró con sus grabados el
libro de Bartolomé de las Casas, Brevísima
relación de la destrucción de las Indias. De todo ese trabajó surgió el
libro Tríptico de la infamia, en el
que aparecen también los pintores Jacques Le Moyne y François Dubois, y que
ganó el Premio Rómulo Gallegos, un premio al que no se presentan los autores
sino que son las editoriales las que envían los libros. Confiesa que no tenía
ninguna esperanza, y menos al ver la lista de los finalistas, en la que
figuraban autores como Héctor Abad Faciolince, Piedad Bonett o Diamela Eltit.
Se trata de un premio que han ganado escritores de la categoría de Vargas
Llosa, García Márquez, Javier Marías, Fernando Vallejo y Carlos Fuentes.
Los
concursos son una cuestión de azar, pero al final él fue el ganador y eso tuvo
una repercusión mediática inmensa. Sólo en Colombia, se generaron dos millones
de tweets sobre el premio. No
obstante, tiene la sensación de que, a pesar de todo ese ruido, poca gente ha
leído el libro. Una obra en la que se lanza a buscar la belleza y se encuentra
con el horror.
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