Esperaba
con ansiedad este momento, la charla del escritor irlandés John Banville con la
escritora y periodista Marta del Riego. Es una lástima que no vengan más
escritores de proyección internacional. Muchos de los autores a cuyas charlas
he asistido este año ya habían estado en ediciones anteriores del Festival. Son
autores muy interesantes, no hay duda, pero echo en falta una mayor presencia
de escritores a los que no se puede acceder normalmente.
En
este caso creo distinguir en la cola de entrada a un escritor: Luis García
Jambrina.
Empieza
el acto. Marta del Riego le dice a Banville que él ha definido al escritor como
alguien que parece volver de la escena de un crimen. Banville aclara que un
escritor es alguien que pasa mucho tiempo solo, en un mundo ficticio, y que
volver a la realidad requiere cierta adaptación.
La
escritora le plantea si utiliza a la gente de su alrededor como personajes para
sus libros. Él contesta que todos los escritores son un poco caníbales, pero
nunca se utiliza un ser humano completo. Quizá una característica de uno y otra
de otro. Cuenta que, en una ocasión, estaba en mitad de una acalorada discusión
con su mujer y ella dijo algo que a él le hizo cambiar el tono y decirle:
"Eso que has dicho es muy bueno, ¿lo puedo utilizar?"
Ante
la cuestión de que los personajes de Banville suelen tener un aire atormentado,
él afirma que todos los seres humanos tienen secretos, a la vez que todos los
seres humanos son extraordinarios. En realidad, todos los personajes tienen
algo mezquino. No sabe cómo se crean los personajes, igual que no sabe cómo
crea sus sueños. Es algo misterioso. Escribir ficción es hacer que la gente
viva un sueño.
En
un momento dado me fijo en que está sujetando el vaso de agua como si fuera una
copa de vino, como si estuviese a punto de brindar en cualquier momento.
Afirma
entonces que cada novela tiene tantas variaciones como lectores. Cada lector
transforma la novela.
Dice
que no odia todos sus libros. Está convencido de que son mejores que los de
cualquier otro, pero no son suficiente para él. Aspira a la perfección y a la
perfección no se puede llegar. De hecho, de sus libros sólo recuerda los
defectos, por eso no es la persona más indicada para hablar de sus propios
libros. De hecho, cuando se publican no los vuelve a leer.
No
le parece que esto sea extraño. Cuando se encuentra con un escritor que se
muestra satisfecho con su propia obra, él suele desconfiar: "seguro que no
puede ser muy bueno".
La
vida de un escritor transcurre la mayor parte del tiempo en un espacio de
ficción. Dice que él deja de existir cuando se levanta del escritorio.
Se
enfrenta al trabajo de forma diferente cuando escribe los libros que firma como
John Banville que cuando escribe los que firma como Benjamin Black. Las novelas
policiacas las escribe por la mañana, sin embargo, las obras más literarias las
tiene que escribir por la noche. Son planteamientos diferentes.
Sobre
el Brexit se muestra indignado. Le parece una decisión irresponsable destruir
una obra magnífica, unos Estados Unidos de Europa, que se inició en 1945. Está
convencido de que la historia les pasará factura.
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