Maylis
de Kerangal es una interesante escritora francesa de la que se han publicado en
español dos libros: Nacimiento de un
puente y Reparar a los vivos. Fue
entrevistada por Guillermo Altares en el Palacio Quintanar. El acto empezó con
un ligero retraso debido a problemas técnicos con los equipos de sonido. Entre
el público estaba Emmanuel Carrère.
Sus
libros tienen una dimensión documental y de exploración que los hace muy
interesantes. No suele narrar historias protagonizadas por un personaje, en sus
libros el objeto principal sobre el que gira todo lo demás suele ser algo
colectivo. En ellos puede haber varios personajes importantes, pero a la autora le
preocupa que no haya uno que lo acapare todo, y pone especial cuidado en ello.
No
se plantea cambiar de registro, no porque tenga muchos lectores o buenas
críticas, sino porque se siente cómoda escribiendo este tipo de historias. Le
parece que escribe novelas de acción, que en sus libros hay una dimensión
épica, y desde luego no se siente obligada a escribir según lo que se pueda
esperar de ella, eso supondría una presión demasiado grande.
Me
llama la atención que es una mujer que gesticula mucho. Cuando la vi a la
entrada del acto, parecía una persona más tranquila, pero ahora la veo hablar
deprisa y me resulta incluso difícil sacar una foto en la que no esté moviendo
las manos.
Cuando
empieza un libro sabe exactamente cómo va a ser el final, así que proyecta un
itinerario y se lanza a una especie de viaje en el que, aunque el objeto pueda
ser real, lo que le interesa es la ficción. Sus libros no son reportajes ni
pretenden serlo. Le gusta el género de la novela porque lo puede absorber todo.
Su
última obra, Reparar a los vivos, describe
todo el proceso de un trasplante de corazón. En sus libros intenta destacar
aquello que nos hace humanos. En este caso, el de un trasplante de corazón, se
trata de una cadena humana, unida por un sentido de la colaboración
perfectamente sincronizado. Se trata de personas separadas espacialmente pero no
temporalmente. Están unidos por una causa, aunque no se conozcan entre ellos.
No
se trata de una reflexión profunda sobre la muerte. Su interés inicial por el
tema no era médico. Sin embargo, le sorprendió el concepto de muerte cerebral.
Por ahí entró en el tema. La muerte tuvo una definición legal en 1959. Ese fue
el punto de partida del libro. El corazón, en nuestra cultura, tiene un gran
simbolismo, se refiere al amor, al afecto, a la sensibilidad... pero no es el
corazón lo que marca la vida del ser humano, sino la actividad cerebral.
El
leguaje médico, por lo general, es críptico, y le interesó descifrarlo. También
el hecho de que es una profesión con posibilidad de fallo, con momentos en los
que no hay nada que hacer y eso es duro de aceptar. Eso es lo que nos fascina
de la medicina, su relación con nuestra mortalidad. El libro tiene un trabajo
exhaustivo desde el punto de vista de los protocolos. Todo es exacto,
calculado. Ha tenido mucho cuidado a la hora de describir quién hace qué y en
qué orden. Para ello ha tenido que documentarse mucho, entrevistar a muchas
personas, e incluso consiguió asistir a una operación de trasplante de corazón.
Fue una experiencia impresionante, a nivel personal. Es algo que no se sabe
cuándo va a suceder, pero finalmente consiguió estar presente.
Toda
esta exactitud en las descripciones ha contribuido al éxito del libro. De
hecho, ha recibido muchas cartas de cirujanos, anestesistas y otros
profesionales, felicitándola. Hay cardiólogos que lo distribuyen entre su personal.
En
este tema, una de las cosas que más le han sorprendido e interesado es la
técnica y su relación con algo arcaico. En una operación de esta importancia,
se produce una unión muy curiosa entre la tecnología y, podría decirse, lo
cotidiano, ya que hay un montón de monitores proporcionando todo tipo de datos,
incomprensibles para un profano, y en un momento dado, sin embargo, el médico
mete literalmente las manos en el pecho del paciente, masajea el corazón, y
luego la herida se cose de un modo muy tradicional.
Sobre si ella se ubicaría en la tradición
literaria del siglo XIX, con autores como Zola, por ejemplo, responde que en
ciertas cosas sí. La dimensión de creación de la técnica le apasiona, y el
hecho de darle al libro un aspecto de divulgación, de conocimiento, le parece
muy importante.
Ha
visto tres de sus libros adaptados al cine y uno al teatro (precisamente éste
último) pero ella no participa en esos proyectos. Se considera la persona menos
adecuada para adaptar sus propios escritos.
La
charla llega a su fin y debo admitir que he quedado muy impactado por esta
autora. Me ha fascinado su visión de la literatura. En estos festivales uno
tiene que elegir unos actos y descartar otros, sencillamente porque coinciden
en los horarios. En el momento de salir de este coloquio tengo la certeza de
que acerté con la elección.
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