1. ¿Por qué escribes?
Decía Bryce Echenique en el
prólogo de La vida exagerada de Martín
Romaña que lo cierto es que uno escribe para que lo quieran más. Burgess,
en cambio, decía que uno escribe para pagar la luz y el alquiler. Si hay que
dividir a la gente que escribimos ficción entre estas dos categorías, estoy más
con Bryce. Estoy seguro de que uno escribe más cuando se siente falto de
aplauso en otras ocupaciones, o cautivo
de deseos asimétricos, amores imposibles, trabajos tediosos, créditos
hipotecarios y otras desgracias. Y también cuando no sabe tocar instrumentos de
cuerda: yo escribo la mitad desde que en casa me regalaron un ukelele y un
banjo.
2.-
¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de
escribir?
Primera
hora de la mañana, primera luz del día filtrándose a través de la persiana,
café con leche y ningún otro brebaje o sustancia a mano, silencio sepulcral
(valen gorgoritos de mirlo). Ordenador sin
conexión a internet, fuente de documentación, sí, pero también oscura arma de
dispersión masiva. Teléfono descolgado. Pareja dormida. Hijos amordazados.
Perro a los pies. Bibliografía a mano (sobre todo la que uno piense plagiar).
3.-
¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
El humor como utensilio vital y forma de
resistencia. El irrevocable paso del tiempo. Amor & sexo & amistad
& amor sin sexo y todo eso. La ingeniería
de emociones (que decía Huxley), o sea la generación subliminal de ternura
o nostalgia insoportables. Crítica & corrosión de la realidad circundante.
Y como juego, referencias o tributos semiocultos a la música, las artes
plásticas, la narrativa o el cine.
4.-
¿Algún principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?
Evitar
-hasta donde sea posible- los devaneos mentales, la autobiografía plana, la
falta de estructura y de documentación. Pienso, como Ian McEwan, que todo lo
que uno escriba debería estar provisto de “…ese conocimiento vital de las cosas del
mundo que inspira respeto a un lector.”. Intento prescindir de moralejas,
ideología explícita, costumbrismo barato, prosa desmembrada o errática, falta
de sorpresa, avistamiento de trucos, inseguridad manifiesta: Todos somos
inseguros escribiendo, pero jamás debería notarse; creo que pisar fuerte es la
primera máxima de seducción por la escritura, aunque a veces sea difícil
mantener el aplomo.
5.-
¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo tienen todo
planificado desde el principio?
Normalmente sé dónde voy, a dónde quiero llegar, y
cuáles son mis personajes centrales; creo que, independientemente del género,
del tipo de historia, del ritmo o el tono narrativo, ayuda una barbaridad tener
un final pensado desde el principio. Pero por el camino me dejo distraer por
todo tipo de tramas y personajes secundarios; tanto que a veces, los
secundarios casi se comen a los personajes principales, por estar mejor
dibujados o ser mucho más divertidos…Y esto puede llegar a ser un problema.
6.-
¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Como para la mayoría de los lectores de toda una
vida, la lista es demasiado amplia y caótica. Si tomamos en cuenta solo los
contemporáneos, últimamente leo más a Delibes, Chaves Nogales, Vila-Matas,
Mendoza, Borges, Cortázar, Vargas, Padura, Tabucchi, Camillieri, Pérec, Márai,
Mankell, Paasilinna… Y por supuesto el enorme grupo anglosajón: Wodehouse,
Dahl, Lodge, McEwan, Amis, Sharpe, Barnes, Fowles, Banville/Black, Salinger,
Capote, Wolfe, Munro, Eugenides, Franzen, Fischer, Hornby, Bennett, Lanchester…
Poniéndome solemne, a una isla desierta me llevaría, creo, la trilogía de Deptford de Robertson
Davies, La vie, mode d’emploi de
Georges Pérec y la colección completa de las aventuras de Tintín (y un
ukelele).
7.-
¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o
lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
El
malvado Borges atribuía al ficticio escritor judío Jaromir Hladík el hecho de
que “como todo escritor, medía las
virtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pedía que los otros lo
midieran por lo que vislumbraba o planeaba”.
Aparte
de unos cuantos relatos y de lo que vislumbro o planeo, lo último que he publicado es la novela “Nuestro hombre en el Bósforo” (Idea Gráfica SL, 2012), premiada en
el III Certamen Iberoamericano de las Artes de la Organización Médica Colegial,
y que gracias a la gentileza de la OMC, acaba de ver una pequeña segunda
tirada. Se trata de un humilde thriller,
una especie de tributo al cómic, el cine y a la literatura de humor y de
viajes, en una trama que enreda estafas de seguros con oscuros intereses
farmacéuticos. Aunque me costara todo el tiempo libre de muchos y muchos meses
seguidos, es una historia muy poco densa, que se lee en una tarde.
Ignacio Jáuregui (Bilbao, 1959) es médico y escribe
narrativa breve, entre otros afanes. Con su guión Hace
quince años, premiado por el Ayuntamiento de Madrid (1989) se produjo el
cortometraje del mismo nombre (Prods. Línea Cero, Madrid, 1989. Dir.: José Luis
Escolar. Int.: Emilio Gutiérrez Caba, Patricia Adriani, Juan Diego Botto,
Fernando Guillén Cuervo). Es autor de la novela Nuestro hombre en el Bósforo (Idea
Gráfica, 2012), premiada en el III Certamen Iberoamericano de las Artes de la
OMC. Ha publicado relatos en revistas y libros colectivos como Parábola de los Talentos (Gens, 2007) y La carne despierta (Gens, 2013). En los últimos años ha obtenido también los
premios Faes Farma (2004), Relatos con Banda Sonora (Fnac/EdE, 2008) y Lar
Gallego de Sevilla (2009) y ha sido finalista en los concursos NH-Mario Vargas
Llosa (2006), Gran Café de Cáceres (2007), Villa de
Murchante (2009), Volkswagen/Qué Leer (2010) y
en los Premios del Tren (2011), y de nuevo en el V Certamen
Iberoamericano de la OMC (2013).
Mantiene
(con la periodicidad que puede) la bitácora Nuestro hombre en el Bósforo (http://ignaciojauregui.blogia.com).
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