1.- ¿Por qué escribes?
Una de muchas respuestas posibles
es que de chico tenía una valija llena de pedazos de objetos que usaba para
jugar. Cada cosa que se rompía en casa, un teléfono de disco, una calculadora,
una linterna, todo iba a parar a mi maletín. Desarmaba esas cosas, o las rompía
a martillazos si es que no encontraba por dónde abrirlas, y luego intentaba
reconstruirlas injertándoles otras piezas. Trataba de entender su
funcionamiento y hasta jugaba a arreglarlas, cosa que nunca sucedía. Pero lo
que me interesaba por sobre todo era la lógica interna, los circuitos mediante
los cuales un cable conectaba un punto con otro, para qué servía cada pieza. Por
esa época decía que cuando fuese grande quería construir robots, pero nunca fui
hábil con las manos.
Entonces
empecé a leer, y años más tarde a escribir. Un relato es, en cierta medida, una
máquina que tiene su propia lógica. Consta de partes que están conectadas entre
sí; y si no sobran ni faltan piezas, funciona.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Me suele costar mucho
concentrarme y no paso lapsos de más de media hora sentado. O una, como mucho,
si estoy trabajando en algo que me entusiasma y que no me ofrece resistencia.
En principio, necesito silencio. Pero a veces escribo en bares y ese murmullo
de voces también funciona. También es importante estar solo, en general, y que
a nadie se le ocurra espiar la pantalla mientras trabajo. Hasta que yo no
sienta que un texto está listo para que otros lo lean, es como si me vieran
desnudo.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
A grandes rasgos, lo que tiene
que ver con las relaciones humanas, que son siempre mecanismos de contrapeso.
Las dinámicas que se dan dentro de una familia, o en las relaciones de pareja,
están hechas de lenguaje; que es nuestra forma de comunicarnos y, a la vez, la
fuente de todos los malentendidos. Ese juego entre lo que podemos decirnos y lo
que no es muy interesante. En ese margen, para mí, existe la literatura, o al
menos una de las tantas formas de entenderla.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Tengo que recordármelo todo el
tiempo porque me lo olvido, pero: tener paciencia. Cuando me siento a escribir,
o a hacer cualquier cosa, quiero ver el fruto de mi trabajo en el mismo
momento, quiero ver un avance. Y a veces tardo semanas en terminar un cuento. Todos
los días dedico dos o tres horas a escribir, y a veces, en todo ese tiempo,
solo logro unos pocos párrafos, o hago correcciones casi insignificantes. En
general, escribo de a poco; y tengo que hacer un esfuerzo para no frustrarme
cuando no encuentro el rumbo. Porque en lo concreto vivimos una cotidianeidad
trabada, trabajosa, hasta que de repente algo sucede, se cristaliza. Entonces
tomo un poco de distancia y veo que todos esos pequeños detalles, esas horas
que parecían perdidas, terminaron por servir para darle forma a un texto
terminado.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Si pienso la historia completa de
antemano suelo tener demasiado presente lo que quiero decir, y pongo al texto
en función de esa idea prefijada. Y el relato, así, pierde elasticidad. A
medida que avanzo voy descubriendo cosas que no tenía planeadas, y para prestarles
atención tengo que ir despacio. Si sé hacia donde voy, exactamente, me gana la
ansiedad y me apuro, quiero llegar al final. Y es necesaria la paciencia;
porque cuanto más detalles tiene el mundo que construimos, más verosímil es.
Gana en profundidad, en perspectiva. A la vez, seguir el pulso de la historia
es tratar de encontrar su propia lógica y dejarse llevar por ella. Si trato de
forzarla al molde que le había preestablecido, el resultado suele ser un relato
en función de ideas más que de sensaciones. Salvo alguna que otra excepción, el
final de una historia suele quedar claro cuando ya pasé la mitad, más o menos. Me
es necesaria esa libertad de no saber bien adónde voy.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Haciendo un recorte arbitrario y
ecléctico, en este momento se me ocurre nombrar a: J. P. Donleavy, Raymond
Carver, Kelly Link, Lydia Davis, Mellville, Salinger, Matheson. Todos
norteamericanos. Tres libros que me marcaron muchísimo, en distintas etapas de
mi vida, son Historia de Hadas en Nueva
York, Soy Leyenda, y Magia para Principiantes. Otros: Bolaño
y sus cuentos, o Los Detectives Salvajes.
Rulfo con Pedro Paramo. Di Bendetto
con Zama. Puig y Boquitas Pintadas. Más acá, en el tiempo y el espacio: Falco,
Enriquez, Schweblin, que son tres cuentistas argentinos enormes, aunque también
incursionaron en otros géneros. También Katchadjian, Gamerro, García Lao. Leo
mucha narrativa argentina contemporánea. Y no puedo dejar afuera a Borges, aunque
debería estar implícito en cualquier lista de este tipo.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Mi primer libro, Acá el tiempo es otra cosa, se publicó
en Argentina en agosto de 2015 por editorial Interzona, y ganó el primer premio
en género cuento del Fondo Nacional de las Artes, edición 2013. Ahora estoy
trabajando en un nuevo libro de cuentos, que se mueve entre lo fantástico y lo
extraño, y que trata de profundizar algunas ideas que esbocé en el anterior.
Tomás Downey
nació en Buenos Aires, Argentina, en 1984. Es guionista, egresado de la ENERC,
la escuela de cine del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. Acá el tiempo es otra cosa es su primer
libro, ganador del 1º Premio del Fondo Nacional de las Artes, edición 2013, en
género cuentos, y publicado por Editorial Interzona en agosto de 2015.
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