lunes, junio 27, 2016

Rubén Abella - Cuestionario básico


1.- ¿Por qué escribes?

Dice António Lobo Antunes, y yo estoy de acuerdo, que a esa pregunta cada escritor puede dar quince o veinte respuestas verdaderas, aunque seguramente ninguna sincera del todo pues lo cierto es que nadie sabe de verdad por qué escribe: es como preguntarle a un manzano por qué da manzanas. Yo escribo, esencialmente, porque me lo pide el cuerpo. Y porque miro a mi alrededor y hay un montón de cosas que no me cuadran. Y porque me intriga hasta dónde puede llevarme lo que escribo. Y porque hay pocas cosas más bellas que el lenguaje. Y porque quiero hacer sentir a los demás la conmoción que siento yo cuando leo. Y porque si no escribiera, no sabría qué hacer al levantarme por la mañana… Podría seguir dando porqués, pero el primero es el bueno.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?

Puedo pensar y tomar notas en cualquier sitio, pero escribir, escribir en serio, solo lo hago en casa y por las mañanas. A partir de la hora de comer la imaginación ya no me funciona con la misma eficacia. Suelo escribir el primer borrador de mis libros a bolígrafo, por lo general en un cuaderno Moleskine grande rayado. La mayor parte de ese magma inicial nunca llega a la pantalla del ordenador. El cuaderno, sin embargo, me da una comprensión global —y yo diría que espacial, tridimensional— del proyecto que tengo entre manos. Soluciono muchos problemas narrativos paseando, o en el metro —el ritmo casi hipnótico de los trenes me ayuda a enhebrar ideas—, o al acostarme, en esos momentos mágicos en que uno pende entre el sueño y la vigilia.

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?

Decía el gran Torrente Ballester que el escritor es aquel que puede ver al mismo tiempo las dos caras de la luna. Ver la cara iluminada es relativamente sencillo. Lo complicado es ver qué sucede en la oscura. A eso, a averiguar qué hay al otro lado de la puerta, dedico gran parte de mis energías ceativas. También me obsesiona la memoria, que siempre me ha parecido un mecanismo mental muy poco fiable y tremendamente imaginativo. Mis dos últimas novelas, Baruc en el río y California, están narradas por personajes obsesionados con el recuerdo, con poner orden en el presente a partir de los retazos recompuestos del pasado. Me interesan las relaciones de pareja, la familia, la identidad, las falsas apariencias, el engaño, la naturaleza esquiva de la verdad.

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?

De Hemingway he aprendido a no dejar el escritorio sin saber por dónde va a seguir la historia día siguiente. Él estaba convencido de que así la mente sigue trabajando la trama aunque tú ya estés haciendo otras cosas. Y la verdad es que funciona. Además, esa técnica evita —o al menos mitiga un poco— el temido vértigo de la página en blanco. Al final de cada jornada, como aconsejaba Flaubert, leo en voz alta lo que he escrito. Es la prueba del algodón. La mejor forma de detectar lo que no funciona.

5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo tienen todo planificado desde el principio?

Un poco las dos cosas. Escribir es para mí una combinación de la mente y el instinto. Es bueno programar, pero también escuchar lo que te va diciendo la historia. Planifico las líneas maestras de la trama, las escenas fundamentales que la vertebran. Trato de saber lo más posible sobre los personajes. Pero siempre estoy abierto a lo inesperado, a las sorpresas que surgen de la propia escritura, de lo contrario este oficio sería un poco aburrido. Escribir es siempre una exploración, no una confirmación de lo que ya sabes. En buena parte escribir es también incertidumbre. La gente que no duda no suele escribir.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?

Decidí hacerme escritor de adolescente al leer Mientras agonizo, de William Faulkner. No entendí casi nada, pero quedé deslumbrado por el poder de su lenguaje. Así aprendí que en literatura uno no tiene que comprenderlo todo, que hay cosas esenciales que ocurren bajo los radares de lo inteligible, a un nivel más profundo. También me ha marcado mucho Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Lo abra por donde lo abra, siempre logra emocionarme. Otros autores que me conmueven son Robert Walser, E. L. Doctorow, Joseph Roth, Chejov, Dostoievski, Tobias Wolff, Milan Kundera, Álvaro Mutis, Raymond Carver… Y no dejo de revisitar los clásicos. Hace poco releí Hamlet y me impresionó aún más que la primera vez.

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.

Lo último que he publicado es una novela titulada California (2015), un vía crucis en quince capítulos que narra el descenso a los infiernos de un hombre exitoso. En el origen de California está una cita del poeta metafísico inglés John Donne: nadie duerme en la carreta que lo lleva de la cárcel al patíbulo, y sin embargo todos dormimos desde la matriz hasta la sepultura, o no estamos despiertos del todo. Puede que ese sea el gran error de César O’Malley, el protagonista de California. Su gran pecado. Y acabo de terminar una nueva novela. Por ahora solo puedo decir que es una historia polifónica y que se titula Dice la sangre


Rubén Abella es licenciado en Filología Inglesa y ha cursado estudios de postgrado en las universidades de Tulane (Nueva Orleans, Estados Unidos) y Adelaida (Australia). Su primera novela, La sombra del escapista, recibió en 2002 el Premio de Narrativa Torrente Ballester y con su segunda, El libro del amor esquivo, resultó finalista del Premio Nadal en 2009. En 2007 No habría sido igual sin la lluvia mereció el Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos, feliz incursión en el género del microrrelato que quedó revalidada en 2010 con Los ojos de los peces. En 2011 publicó Baruc en el río. California (2015) es su cuarta novela. Rubén Abella compagina la escritura con la fotografía y la docencia. Ha impartido cursos y conferencias sobre diversas materias en universidades de todo el mundo y es profesor de la Escuela de Escritores y de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid

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