1.- ¿Por qué escribes?
…no es nada importante lo que
voy a contestar pero escribo quizá porque no puedo renunciar a percibir y
vivir la realidad desde la posibilidad de imaginarla, de recrearla, y de subvertirla
mediante una ficción. Escribo también, supongo, que para encontrar un sentido,
aunque sea aparente e incluso artificial, en la parte de vida que nos toca
vivir. Escribo, en definitiva, para intentar poner un poco de orden y poder
encontrar la salida y huir, y al hacerlo creer que estoy a salvo, protegido de
cierto caos y del ruido de sus secuaces.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
En mi día ideal, me gustan las
mañanas para escribir y pasear –o quizá mejor al revés, pasear y luego
escribir, suena más sano–; las tardes para cocinar y vaciar la papelera de
cáscaras y restos que han servido para la escritura; y las noches para
sobremesas de lectura y copa de vino. Pero como mis días son mucho más
prosaicos, más mezquinos, escribo físicamente cuando y como puedo, dejando a un
lado las costumbres, los gustos, el rito y la impostura.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
En mis novelas casi todo lo
imponen los personajes, por lo tanto también los temas y las obsesiones se los
debo a ellos. Pero la verdad, tampoco es que sean demasiado innovadores en sus
propuestas, o sea que me encuentro un poco con lo de siempre: la lealtad y la
traición, el amor, el deseo y las pieles, las caricias, el encuentro y la
pérdida, la culpa, el poder y su violencia, la ambición, el duelo… Los griegos fueron mucho más originales.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
No escribir sobre lo que se
siente con intensidad desoladora, sobre lo que se cree necesario y definitivo,
la palabra final. Hay miles de escritores que lo han hecho antes, los
cementerios están llenos de grandes novelas acabadas y sin acabar de esas
características. Poner en papel y sin filtros una sensibilidad que desuella
corre el riesgo de convertirse en parodia y caricatura. No nos hace únicos lo
que sentimos, lo que puede dar unicidad es el modo, el tono y el estilo con los
que el narrador y los personajes intentan contar una historia para lograr que
el lector la interiorice, la haga suya y descubra en él que puede sentir, que
puede pensar de otro modo, que puede vivir la vida de unos seres de ficción en
una realidad como la literaria, que a veces es mucho más intensa y desoladora
que la realidad a secas.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Cada novela tiene su propia
geografía. Escribir es intentar emborronar un mapa con una atmósfera, con un
tono. La mayoría de veces lo que tengo son simples imágenes, retazos, frases
que dice un personaje, una situación…, piezas de algo que nunca sé si formarán
parte de un puzle o son sólo vulgares desperdicios que acabarán separados en
los contenedores de reciclaje: personajes débiles, tensión narrativa
insuficiente, estilo pretencioso, estructura plana, suspense inverosímil, etc.
Escribo a vista, aferrado a un sextante, sabiendo a veces dónde quieren llegar
los personajes pero ignorando por completo cómo alcanzar esas orillas.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Sería una lista difícil y muy
larga de enumerar y, sobre todo, sería un canon injusto. Cada momento vital
tiene sus libros de cabecera. Reconozco que me siento muy cercano a los autores
centroeuropeos del periodo de entreguerras del siglo pasado, escritores que
habían conocido un imperio y que logran escribir desde los intersticios de sus
ruinas, intuyendo una barbarie sin precedentes que está por venir. También me
interesa cierta novela norteamericana de finales del siglo pasado. De todas
formas soy un lector bastante errático y compulsivo, un lector a veces voraz y
otras pausado, eso sí, siempre con poca memoria. Lo que sí que es curioso es
que cuando doy finalizado un texto, o sea cuando lo abandono, suelo descubrir
ecos literarios, otras voces narrativas. Por ejemplo, en Las amargas mandarinas hay murmullos de Moo Pak de Gabriel Josipovici, o de Castle, el protagonista de El factor humano de Graham Green, o del
diplomático del cuento “Su Excelencia” de Somerset Maugham en Ashenden o el agente secreto, o de Golowin de Jakob Wassermann. O incluso,
me han llegado a decir aunque no estoy de acuerdo, que han visto algo de El último encuentro de Sandor Marai. Hay
también, aunque no están presentes en el texto de una forma explícita, autores
que me guían, como Justo Navarro, tal vez el novelista con la mejor prosa de ficción
de nuestros días, la más sólida e innovadora, la más emblemática, la
significativa.
Desde luego en mi caso escribo
para releer de otra forma lo que he leído, para seguir dialogando con esos
libros y esos autores desde mis limitaciones.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Por ahora carezco de proyecto,
pero el otro día una amiga acabó una larga e intensa conversación en WhatsApp
con una frase enigmática que decía: “Ya
te contaré. No es nada importante”. Y entonces, uno de los tantos narradores
dentro de mí me susurró, mira Iñaki, yo no sé lo que opinas y, además, me da un
poco igual, pero la mejor literatura es la que nace de cierta aparente
irrelevancia narrativa, o sea que no es
nada importante lo que te voy a contestar pero...
Iñaki Abad Leguina (Bilbao, España, 1963) Entre sus publicaciones
destacan el libro de cuentos Barbarie y
otros relatos (Editorial Lumen), El
hábito de la guerra (Editorial Espasa-Calpe), Los malos adioses (Editorial Siruela) y El doble (Los libros libérrimos)
Licenciado en Filología Hispánica
por la Universidad de Deusto, trabajó como
periodista y locutor de radio antes de trasladarse a Sicilia para ejercer de lector
en la Universidad de Catania. Desde 1991 trabaja en el Instituto
Cervantes, y ha sido director de los centros de Nápoles, Milán, Praga y
Manchester-Leeds. Asimismo, ha sido Subdirector de
Cultura y Director de Cultura en Madrid, en la sede central del Instituto
Cervantes. En la actualidad dirige el Instituto Cervantes de Budapest.
Durante años impartió también
cursos de literatura española en el Istituto
Universitario Suor Orsola Benincasa de Nápoles y fue profesor invitado en
la Univesità Catolica de Milán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario