Supongo
que puedo afirmar con rotundidad que la mayor tortura de un escritor son sus
lecturas pendientes. Yo mismo, escribo ahora casi sepultado por montones de libros
que esperan su turno para ser leídos. Mientras tanto, escribimos, a veces sólo
unos apuntes, ideas dispersas que reunidas en un volumen son consideradas como
un dietario, algo que no es un diario pero tampoco es un mero cuaderno de
notas, algo más personal que se inscribe en un género que cuenta con grandes
maestros como Jules Renard, Paul Léautaud, Josep Pla e incluso podríamos añadir
a Fernando Pessoa, con su inmenso Libro
del desasosiego. Se han publicado recientemente interesantes dietarios: El Dietario voluble de Vila-Matas, Los Diarios de Iñaki Uriarte, Una cierta
edad de Marcos Ordoñez, por citar algunos, a los que hay que
añadir este Lecturas pendientes, de
Pedro Ugarte.
Pedro
Ugarte es un escritor con una carrera sólida, autor de libros como Los cuerpos de las nadadoras, Pactos
secretos, Casi inocentes, Perros en el camino, Guerras privadas, Mañana será
otro día, El mundo de los Cabezas Vacías, Nuestra historia, etc. Y ha sido
merecedor de numerosos premios y reconocimientos.
En
estas páginas, ofrece una imagen de sí mismo que desborda sinceridad. Se nos
muestra como un humanista, pero, ante todo, como una persona con un gran
sentido común, además de jugar con un humor socarrón e irónico que convierten
la lectura en un atractivo juego intelectual. Destacan especialmente las
reflexiones en torno al mundillo literario (sí, digo "mundillo" con
toda la intención), con sus miserias y vanidades, sus gestos grandilocuentes y
su rebeldía de salón. La inconfesable vanidad de ser reconocido por un autor al
que admira y la resignación de su pretendido conocimiento sobre el lugar que
ocupa como escritor.
"Conviene
no olvidar que los poetas más nihilistas no pretenden otra cosa, con estas
terribles reflexiones, que ganar el próximo certamen de versos
provincial".
"Un
texto resucita cada vez que alguien lo lee".
"Cualquier
escritor de este tiempo ya ni siquiera espera que un colega le diga que ha
leído alguno de sus libros: le basta con que haga ver que conoce su nombre, que
le suena de algo".
"La
verdadera naturaleza del cuento no radica en la brevedad de la lectura, sino en
la rigurosa atención que demanda".
"Lecturas
pendientes. Hace tiempo me resigné: no es posible leer todo lo valioso que se
ha escrito, pero lo que sí se puede es no leer absolutamente nada de lo
otro".
Encontramos
también reflexiones sobre la vida, sobre lo que significa envejecer, sobre el
fracaso y el destino, la política y la memoria. Así, nos cuenta cómo fue el
momento exacto en que sintió que estaba envejeciendo, o la amarga ironía de
encontrarse en un restaurante, de celebración, justo enfrente de donde un
asesino (como se supo más tarde) torturaba a su víctima, o algunos de los días
más tristes por la muerte de un familiar o un amigo, o el reencuentro con
personas de su pasado. Y citas que despiertan su curiosidad o hechos históricos
por los que confiesa interés.
"Recuerdo
las zapatillas de mi padre, deformes, adaptadas a la hinchada forma de sus
pies, dispuestas al lado de su cama, cuando acababa de morir: aquellas
zapatillas que ya no servían para nada y para nadie. Fue al verlas inútiles,
vacías, cuando empecé a llorar".
"Todo
el mundo prefiere imaginar que vive en un lugar y un tiempo en que la vida no
le ofreció ninguna oportunidad".
"El
fanatismo y la tolerancia no tienen tanto que ver con las ideas concretas que
uno sostenga como con cierta disposición personal a respetar o no a los
demás".
"Te
has vuelto definitivamente viejo el día en que ya no esperas nada de un fin de
semana".
"La
historia no es el pasado, es la interpretación del pasado".
Los
dietarios son libros para ser subrayados, para detenerse a cada momento y
reflexionar sobre lo leído, para discutir con el autor o rendirse ante su
clarividencia. Pedro Ugarte vuelca en estas páginas todo lo que le llama la
atención, lo que le genera un conflicto o le sorprende por el motivo que sea.
En
un mundo cada vez más políticamente correcto, donde casi no importa en qué
cadena de televisión sintonices los noticiarios porque todos se muestran
sospechosamente uniformes, resulta muy estimulante encontrar a alguien que nos
señale las imbecilidades e incongruencias que nos salen al paso a cada momento
y que, a no ser que estemos muy atentos, apenas solemos percibir.
Chispazos
de inteligencia, pequeños golpes en la mejilla que te estimulan a mirar a tu
alrededor, a reconocer en tu propia vida todas esas imperfecciones,
curiosidades o paradojas que el autor te va desvelando desde la suya.
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