Campaña
de ocurrencias, de meteduras de pata, de todo a un euro y yo más barato, de
paquetes en oferta, de regalos dos por uno y además, de promesas
grandilocuentes, de cuentos de hadas que no se cumplirán y lo sabemos aunque
finjamos ilusionarnos, compromisos con la mano en el pecho que serán olvidados
al día siguiente, de impuestos que bajarán pero que nos constarán más caros, de
donde dije digo digo diego, de reproches cruzados, de falsas acusaciones,
medias sonrisas de pistoleros del oeste, de insultos, de odio, de abucheos, de
cerrar filas y cerebros, de amenazas y sonrisas de hielo, de mentiras sin los
dedos cruzados. Campaña decepcionante de seres mediocres sin capacidad de
liderazgo, de gente triste que ya no puede creerse nada, que no tiene
ilusiones, y lo mejor sería virgencita que me quede como estoy. Campaña donde
los que más quieren hacer por el país son los que desean no pertenecer a él, donde
la educación de los hijos es de vital importancia para que cada uno siembre sus
ideas, por lo que la seguirán cambiando según quien gobierne. Campaña de
enfrentamiento, no de dos Españas, sino de cien mil colectivos, de infinidad de
sensibilidades esperando que alguien los ofenda para pedir cárcel aunque se
pida libertad de expresión al mismo tiempo. Campaña de náusea que duele el
alma, campaña que aflige, campaña de desencanto. Campaña que nos recuerda que
habrá que hacer un esfuerzo sobrehumano para salir a la calle a votar, y que lo
haremos con desdén, sin habernos creído nada de nadie.
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