1.- ¿Por qué escribes?
Simplemente, escribo. No me he preguntado
nunca por qué escribir, más bien me he preguntado por qué no hacerlo. Qué pasa
si no escribo eso que llega como un fulgor, esa imagen o esa voz que comienza
ya a dictar un texto en mi interior. Entonces, pienso ¿qué pasa si no lo
escribo? ¿Qué es lo que me voy a perder? Y voy corriendo a coger papel y boli,
y comienzo a escribir en cualquier lugar. Pero, claro, esto es solo el
comienzo, se trata de atrapar el “destello”. Después viene el “ladrillo”, y esta
fase del proceso requiere mayor esfuerzo, sostener el deseo consciente de
construir algo: ordenar lo escrito en un primer momento, descubrir el sentido
último de la escritura, darle forma, averiguar sus posibilidades y hacer que se
convierta en lo mejor que pueda llegar a ser desde mi marco de experiencia y
recursos. Y esperar que algún día me trascienda y pueda ofrecer algún tipo de revelación
a quien lo lea. Creo que en mi caso la pregunta que me ronda es: ¿qué tengo que
dejar de hacer ahora si me pongo a escribir? De esta consideración depende casi
todo.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Creo que no tengo manías o supersticiones.
Pero ahora que me lo preguntas, me doy cuenta de que necesito cierto caos para
escribir, no estar sometida a un espacio de trabajo cerrado, especialmente en
una primera fase de escritura: escribo notas en papelitos, libretas de
bolsillo, folios sueltos en los que me siento libre para escribir y fluir sin
pensar en un orden o estructura, sin estar sujeta a ningún soporte físico.
Después, lo paso todo a Word, y ahí empieza la verdadera escritura, y también,
por desgracia, la ridícula necesidad de hacer una labor detectivesca para ir
rastreando el texto por los distintos lugares donde lo he escrito. Es una
pérdida de tiempo, pero es así. En este proceso, completo partes de la
historia, reescribo, doy forma a pasajes nuevos, hago esquemas, y comienza una
parte de escritura en profundidad donde todo empieza a fraguar. En fin, es todo
lo contrario a lo que recomiendo a los participantes en mis talleres de
escritura creativa, pero una vez leí que a Italo Calvino le pasaba algo
similar, y eso me consuela.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
La maternidad, como un eje que
atraviesa todos los niveles de las relaciones personales, la pareja, la familia,
las relaciones entre madres e hijas/os, las contradicciones ante el deseo de
ser madre o no serlo. Me interesa desactivar los tópicos y las imágenes
idealizadas de la maternidad y explorar otras aproximaciones. La infancia, la
mirada y la voz infantil, esa temporalidad extrañada y distinta a la de los
adultos. Y la pérdida de esa inocencia. La violencia, tan presente en todas las
relaciones de la vida que se vuelve imperceptible en sus distintas manifestaciones,
y con frecuencia, aparece en su forma más sutil y perversa, en el amor.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Soy muy instintiva y me lanzo a
por algo que trato de atrapar y descubrir. Aunque supongo que todo lo que he
ido leyendo a lo largo de los años, las reflexiones sobre la escritura, los
consejos de otros escritores, están ahí y filtran mis decisiones. El momento de
escribir para mí es un salto al vacío, la emoción de ir hacia un descubrimiento,
y no aparece ningún juicio crítico. Éste viene después, y puede ser un proceso
que dure años de maduración.
5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Cuando empiezo a escribir no
planifico. A partir del momento en que tengo un material que ya me interesa y
detecto que hay algo fuerte que tira de mí, trato de ordenarme, hago esquemas, e
intento hacer todo lo consciente que puedo este proceso para racionalizarlo y
hacerme con las riendas de la historia. También es cierto que cuando escribo
cuentos, a veces, nacen en una única escritura, como seres orgánicos, completos
de principio a fin, y apenas hay que intervenir en ellos. Otras veces, es un
proceso laborioso, drenante, en el que el cuento va apareciendo poco a poco, y
voy trabajando en un proceso arduo de pensar qué quiero contar, cómo contarlo,
cómo continuar, qué necesita la historia para funcionar. Hasta dar con la forma del cuento. Incluso ha
habido veces que algo que empecé años atrás y no pude terminar, lo he resuelto
años más tarde, como una voz que lo retomaba y continuaba donde lo había
dejado. Entonces, he tirado del hilo hasta terminarlo. Supongo que el
subconsciente está siempre trabajando a nuestro favor, y yo detesto dejar las
cosas a medias, y sostengo en el tiempo mis obsesiones como quien está
resolviendo un enigma hasta dar con la forma de cerrar lo que quedó incompleto:
es como tratar de descifrar el sentido de un sueño y no dejarlo escapar.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Me temo que no voy a ser original,
he leído toda mi vida, pero hay lecturas que supusieron un hito: Cortázar hizo
que conectara con un modo de concebir la literatura que me hablaba a las
entrañas y me descubría una percepción de la realidad con la que conectaba
íntimamente; como una puerta que se abre, la atraviesas, y ya nunca nada es
igual. Una experiencia similar fue el descubrimiento de Kafka y de Borges. En
realidad leí antes a Kafka, pero con Cortázar se me despertó un deseo activo de
escribir y me atreví a hacerlo. Supongo que la adolescencia es un momento clave
en la formación de cualquier escritor, y la impronta de las lecturas es muy
fuerte durante estos años. También leí en esta época cuentos de Edgar Allan Poe,
Cumbres borrascosas de Emily Bronte, Madame Bovary y Anna Karenina, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mister Hyde
de R. L. Stevenson, novelas y cuentos de García Márquez, Augusto Monterroso o
Italo Calvino, por citar algunos. Había una colección de Alianza por cien pesetas
y leía todo lo que publicaban. Otras lecturas esenciales: Clarice Lispector, Raymond
Carver, Lorrie Moore, Amy Hempel, Carson McCullers, Alice Munro, Angela Carter,
Samanta Schweblin, Silvina Ocampo, Griselda Gambaro, Faulkner, Flannery
O´Connor, más recientemente, Lucia Berlin, y ahora estoy descubriendo a Joyce
Carol Oates. De mi entorno más cercano, me gustaría citar a Jon Bilbao y a
Ramiro Pinilla, a quienes considero dos de las voces más importantes en
narrativa del panorama literario actual.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Ahora mismo estoy muy contenta, acabo de publicar Las madres secretas con editorial Base, un libro que reúne una colección de cuentos sobre la maternidad, la pareja y las relaciones entre madres e hijos/as, en los que trato de ofrecer una visión desmitificadora, explorar los márgenes y transgredir los límites.
Mónica Crespo Doval (Bergara, 1974) imparte Talleres de escritura
creativa desde el año 2000 en distintas instituciones y centros culturales en
Bilbao.
Es licenciada en Sociología, profesora
en la UNED, ha cursado estudios de Doctorado en la UPV/EHU y de literatura y
escritura creativa en el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad
de Buenos Aires en una Estancia de Investigación Predoctoral.
Se ha formado en numerosos
talleres de escritura en Buenos Aires, Madrid, Barcelona, en la Scuola Holden de Alessandro Baricco,
con la beca europea My migrant story,
y en congresos pedagógicos de escritura creativa en Turín, Finlandia y Praga
organizados por la European Association of Creative Writing Programmes.
Las madres secretas es su primer libro de cuentos.
1 comentario:
Es una fenómena.
Curro
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