1.- ¿Por qué escribes?
Escribo, creo, porque fue una necesidad
que apareció intuitivamente de muy chica y creció conmigo sin que me diera
cuenta cómo ni por qué. En mi casa mucho no se leía ni había bibliotecas, pero
algo me imantó de los libros, los buscaba en el colegio, y ya nunca pude
prescindir de ellos. Sé exactamente dónde compré o leí cada libro en mi vida. También
por interés propio necesité escribir desde esos primeros años y más tarde
estudiar Letras con enorme disfrute.
Leer y escribir me hacen sentir
mejor en todo sentido, me irrita menos el mundo durante el rato en que estoy
abismada ahí, en ese otro lado, donde de algún modo me equilibro.
También, en este momento estoy
leyendo al escritor norteamericano Stephen Dixon y me siento muy identificada
al comprobar que el motor de su escritura es desprenderse de los miedos:
ponerlos afuera y probar cómo sería si tus fantasías, a veces ridículas o tremendas,
se concretaran. Que un chico se caiga de un balcón, que tu pareja te abandone
por otro, que salgas volando por la puerta de un avión. En cada relato se
plantea muchas veces cómo podrían haber sido las cosas de haber modificado una
parte, una fracción, de algún hecho. Analiza las acciones desde todos los
“hubieras” posibles. Lo maravilloso es cómo lo transforma Dixon en escritura,
es un maestro absoluto del recurso. Me pasa algo muy similar en la vida
cotidiana y escribir me ayuda a contrarrestar los efectos de vivir pensando así.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
No muchas, sólo cuestiones prácticas.
Escribo siempre a la mañana y en la computadora, tomando mate. Me mando mails o
mensajes de whatsapp a mí misma para no olvidarme cosas, después nunca los
releo. Anoto en distintas libretas: una por cada tema que se me va ocurriendo.
Una para los cuentos narrados desde el absurdo, con un tono humorístico. Otra
libreta para la novela que tiene un tono más serio. A veces hay cosas que veo
en la calle que anoto en las dos, porque en el momento no estoy segura de para
qué relato me va a servir. Tengo una tercera libreta para frases de autores o
pasajes de libros que quiero recordar. Aunque igual no sé leer sin marcar,
anotar y subrayar un libro; si no uso un lápiz, siento que no lo estoy leyendo
bien.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
En el libro de cuentos que acabo
de publicar, noté –después de haber seleccionado los cuentos y editado– que
está presente el tema de la “normalidad” como hilo temático entre todos. Tal
vez porque me encuentro a diario preguntándome por cosas simples que dice o
hace la gente, yo misma, y que cuando me las planteo en serio, no entiendo, me desconciertan.
Costumbres, tics sociales, aspiraciones en las que vivimos inmersos. Cuando
tomás distancia de los automatismos que están tan incorporados en nuestra forma
un poco mecánica de vivir, te alejás y los mirás realmente, de pronto lo más
cotidiano se vuelve extraño. Es como mirar por otra lente, de ahí vuelve
deformado o distinto lo que antes era tan habitual. Como si creyera que puede
existir otra alternativa, por ejemplo vivir sin un nombre o un mundo sin dinero,
¿cómo sería? Tal vez eso es lo que hace que la literatura me resulte necesaria:
es la otra puerta por donde salir a la realidad. No lo hago en plan filosófico
ni nada elevado, sólo me ocurre en el día a día ante los hechos más tontos.
En la novela que estoy trabajando
ahora el tema es el Tiempo. Como te decía antes: el “hubieras”, los caminos que
uno elige o deja fuera, y la sensibilidad de algunas personas para registrar
los distintos momentos de una vida. El Tiempo casi como algo tangible.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Sinceramente no. Pero si tuviera
que elegir uno en particular, o dos, diría los que suelen mencionarse como: 1)
no pensar en nadie mientras se escribe, ni público ni lector, ni destino de lo
que se está escribiendo (por ejemplo en cuanto a publicación); 2) insistir
todos los días en lo que escribas; aunque te parezca que no avanza, seguir.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
En general me dejo llevar por la
historia. Sólo en la escritura soy bastante desorganizada, en el resto de mi
vida al contrario, soy disciplinada y esquemática. Pero aprendí a convivir con
eso: aprovechar el desorden del que surgen las ideas o las imágenes, por un
lado, atraparlas, mezclarlas con otras que ya tenía, dejarlas sedimentar, y
también planear un poco mientras voy avanzando. En la novela es imprescindible
tener una idea de final, al menos para mí, a pesar de que luego se modifique o
vaya variando. Ayuda tener un norte. En los cuentos no lo siento tan así, se
parecen más a raptos y quizás por eso los disfruto un poco más, te permiten
soltarte con menos preocupación, jugar más libremente.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Disfruté de los griegos, los
rusos, pero sobre todo me gusta muchísimo la literatura clásica europea: la
francesa, la inglesa, la española y la italiana. También autores
norteamericanos, un poco más contemporáneos. En particular la prosa y el
teatro.
Muy especialmente me marcó desde
temprano, como lectora, la literatura ligada a lo que podría caber dentro de la
llamada corriente del existencialismo y “el absurdo”. Autores muy específicos
que, entren o no en esa etiqueta formalmente, comparten para mí (desde mi
lectura) determinados códigos: Jarry, Cocteau, Queneau, Perec, Ionesco,
Beckett, Valle Inclán, Unamuno, Leopardi, Camus, Moravia, Vila-Matas y ahora
Dixon. No podría explicar bien qué hace que en mi experiencia se unan, pero
para mí forman familia: lo que les veo en común es que encarnan la literatura
en sus propios cuerpos, la llevan puesta, como dice Vila-Matas de los shandys y se ha dicho de Duchamp. Son
arte vivo. Y se valen del humor, el grotesco, el sinsentido para plantearlo. En
esa misma línea, en cine: Woody Allen, Godard, Rohmer, Eustache, Fellini.
Godard me ha vuelto loca. Si tuviera que elegir un actor que encarna ese mismo modelo
del “artista artístico”, diría Belmondo, por ejemplo.
En paralelo me encanta que esos
escritores y otros son maestros del desfasaje y el entrecruzamiento de los
planos entre ficción y realidad, o de la metaliteratura. Ahí están los
anteriores pero también Borges, Pirandello, Flaubert, Pessoa, Kafka, Joyce, Pavese,
Monterroso, Tabucchi, Cortázar.
Y otros que me atraen por fuera
de esos circuitos: Carver, Cheever y Philip Roth en Estados Unidos, Silvina
Ocampo y Eduardo Berti de Argentina. Europeos recientes: adoro a John Banville
y me interesan Nicoló Ammaniti y Delphine de Vigan.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
El libro de
cuentos que acabo de publicar se titula Algunas
familias normales, contiene diez relatos que escribí entre 2010 y 2014.
Salió en marzo de 2016 por editorial Zona Borde de Argentina, y próximamente se
venderá como e-book. En la contratapa han escrito dos de mis escritores
favoritos actuales: Enrique Vila-Matas y Eduardo Berti.
En conjunto,
trata sobre relaciones que se generan a partir de búsquedas y obsesiones por
lograr esa idea absurda pero común de ser "normal" como sinónimo de
felicidad. Por eso el último cuento, que se llama como el libro, se funda en la
famosa frase de las familias felices de Tolstoi. Tener una familia tipo,
dientes blancos, cabello en el lugar indicado, pareja armoniosa, hijos sanos,
una bonita foto, éxito profesional. Buscan mostrar ese ridículo: siempre hay un
detalle fuera de lugar, una foto mal sacada, cielo que sobra, algo que falta
para que lo normal se cumpla. Algunos son bastante disparatados, construidos
desde ese registro del sinsentido que comenté antes. También incluí diversas
conjunciones de “familia”, en realidad de convivencia: padres e hijos o hermanos,
pero hay cuentos donde la relación es entre un periodista y su investigado, o
un fan joven y la estrella de cine vieja, un consorcio de edificio, un grupo de
trabajo. Me animo a decir que son relatos con síntomas. Muchas veces aparece
alguien externo encarnando el síntoma: una pareja de enanos, un músico
indigente, un chico con una rara enfermedad, un señor que acumula miles de
bolsas de basura en su patio, unas mujeres que muestran su disconformidad en el
trabajo fumando en lugar de llorar, consorcistas que se oponen a la convivencia
con una vecina, un taxista que decide secuestrar a una pasajera y su hija para
armar con ellas una familia ideal. El contraste es que muchos de ellos se
sienten bien en su anomalía, a diferencia de los otros que pretenden encajar
dentro lo estereotipado. Sigo escribiendo, relatos y novela.
Mariana Sández (1973) es escritora, editora y gestora cultural. Licenciada
en Letras, realizó estudios en Literatura Inglesa (Manchester) y la maestría de
Teoría Literaria y Literaturas Comparadas, con especialidad en literatura y
cine (Barcelona). Ha coordinado y desarrolla diversos programas literarios para
instituciones de Buenos Aires como el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo
Latinoamericano (Malba), el Festival de Literatura (Filba), la Feria del Libro
y Villa Ocampo, entre otras. Participa en proyectos editoriales de artes
visuales y colabora como crítica literaria en distintos medios. Publicó el
libro de entrevistas y ensayos El cine de
Manuel. Un recorrido sobre la obra de Manuel Antín (Capital Intelectual,
2010). Algunos de sus cuentos, reunidos en este libro, obtuvieron premios en
Argentina y en España.
*La foto es de Alejandro Guyot
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