1.- ¿Por qué escribes?
La primera vez que me puse a escribir,
lo recuerdo perfectamente, fue a los 14 años. Decidí que durante un verano
escribiría una novela. Día a día fui engrosando el número de folios
manuscritos, hasta llegar al final del verano con más de 150 folios rematados
por la palabra “Fin”. La novela, claro, era infumable, y acabó como muchas
otras que vendrían después en la basura, pero aquello le demostró a mi robusta
vanidad adolescente que era capaz de escribir largas historias, de ser
“novelista”. Descubrí la importancia de la voluntad. Demostrarme a mí mismo que
conservo ese brío adolescente, esa fuerza de voluntad que me llevó, a los 14
años, a escribir una novela, es una de las razones por las que sigo
escribiendo. También escribo como estratagema: me interesa horadar mi realidad,
trazando agujeros por los que colarme en otras realidades a las que me suelo
exiliar y donde habito durante largos periodos de tiempo. Creo que era Mark
Twain quien decía que una novela es un documento en el que un hombre que jamás
hizo nada lo confiesa todo. Es un poco eso: mientras escribo me desdoblo y vivo
un poco en mis novelas y en la carne de mis personajes. Y es algo maravilloso:
como habitar el technicolor de Oz y huir del blanco y negro de Kansas.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Empecé a trabajar muy joven, con
un ritmo laboral que me impedía compaginar la escritura con el trabajo. Así que
no me quedó otra que el sacrificio: levantarme a las 5 de la mañana, y escribir
durante las primeras horas del día (o las últimas de la noche) antes de ir a la
oficina. Fue duro en los primeros tiempos, pero poco a poco me acostumbré,
hasta el punto de que hoy soy incapaz de escribir a otra hora. A las 5 o las 6
de la mañana, el cuerpo aún está virgen de estímulos, o incluso todavía está un
poco contaminado de sueño, lo que favorece ciertos desvaríos que, en mi caso,
influyen sobre el estilo. No hay móviles que suenen, los niños y la esposa
están dormidos, estoy completamente solo frente al folio en blanco. A partir de
las ocho, todo se resquebraja, el contrato se rompe, empieza la otra vida, se
acaba la literatura.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Casi todas mis novelas tienen un
fuerte componente visceral. Me interesa la rabia, el grito, el expresionismo de
Munch me marcó mucho, así como las pinturas negras de Goya o el feísmo de
Velázquez. Soy muy esteta con la literatura, siempre me ha interesado la
dimensión expresiva del texto, aunque también me considero muy canónico con
respecto a la forma de contar historias y a la estructura de la novela. Me
gustan las historias ásperas, decididamente desabridas, incomplacientes. El
relato de los perdedores siempre me ha interesado mucho más que el relato de
los ganadores, porque ese relato ya está reflejado en nuestra Historia. La
literatura, para mí, debe centrarse en la narración de lo invisible, lo que
está en el margen y no tiene cabida en la Historia oficial. Ese sería, modestamente, mi
programa.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Con el tiempo he aprendido a
contener las bridas de mi creatividad. El desvarío es saludable, pero hay que
huir de la celulitis, cercenando claramente la grasa del músculo. A menudo
escribir es sentirse un poco como un domador, hay que mantener bien firme el
látigo para evitar que las bestias se desmanden. Creo en la literatura que
tiene ritmo, en el estilo que es capaz de contar como quien canta. Eso
convierte la escritura, muchas veces, en una composición, y para que esa
composición funcione hay que tener carácter: el que hace falta para tirar a la
basura capítulos o tramos de texto que no funcionan. El crítico más
insobornable es uno mismo. Si un capítulo no supera la prueba de la propia
lectura es que ese capítulo no es bueno.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Cada historia exige un tono y una
estrategia. He escrito novelas donde había más planificación, y otras en las
que improvisaba. Es cierto que tiendo a dejarme llevar, a que la propia
escritura me abra puertas. En todo caso, siempre trabajo sobre un esquema o
estructura, que comienza como un planillo básico y que acaba convirtiéndose en
una red de diagramas y apuntes casi ininteligible. Y hay algo que siempre sé
antes de empezar una novela: la frase de inicio y la frase del final.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Muchos, y han ido variando. Al
principio era un vagón donde se viajaba holgadamente, y ahora mismo ya casi no
cabe nadie. Espero, además, seguir llenando ese vagón hasta el
descarrilamiento, ya que el descubrimiento de autores y de libros es una de las
cosas más mágicas que te proporciona la experiencia lectora. Pero si tuviera
que señalar a algunos, diría: Flaubert, Céline, Somerset Maugham, Dostoievski,
Hubert Selby Jr, Nelson Algren, Bukowski.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Mi nueva novela es Todo está bien, que se publicará el
próximo día 7 de abril. Es una novela con la que ajusto cuentas con temas que
me interesan desde hace tiempo, pero de los que nunca había escrito: la
degradación del periodismo, la rutilancia de las redes sociales, las
estructuras del poder político con sus asesores, sus endogamias, sus luchas
internas, la convivencia con la corrupción… Más que una novela, creo que es una
fábula, y también se puede leer como un chiste. Espero que haga gracia.
Daniel Ruiz García
(Sevilla, 1976)
publicó su primera obra con 19 años, la novela Chatarra, a raíz de la obtención del Premio de Novela de la Universidad
Politécnica de Madrid (1997). Después de ello ha publicado
las novelas Perrera, La
Canción donde ella
vive (finalista del Premio Andalucía Joven de Narrativa 2009), La
Mano (Premio de Novela Corta Villa de Oria 2010), Moro y Tan lejos de Krytpon (Premio Onuba de Novela 2012). Asimismo, fue
guionista del cortometraje Chatarra,
dirigido por Rodrigo Rodero y basado en su primera novela, que resultó
preseleccionado para los Oscars de Hollywood en la categoría de cortometrajes
en el año 2006. Señalado por Cuadernos
hispanoamericanos como uno de los referentes nacionales en literatura
underground (nº 738), ha participado en diversas antologías como Viscerales (Ediciones del Viento, 2011)
o El descrédito. Viajes narrativos en
torno a Louis Férdinand Céline (Ediciones Lupercalia, 2013). Asimismo, ha
coordinado, junto a los escritores Patxi Irurzun y David Refoyo, Tiros libres (Lupercalia, 2014), la
primera antología de relatos sobre baloncesto escrita por autores españoles. En
el mes de abril, Tusquets publica su nueva novela, Todo está bien.
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