1.- ¿Por qué escribes?
Tal y como están las cosas, ésa
es una pregunta que yo mismo me planteo constantemente, puesto que escribir no
deja de ser una ocupación a la que uno dedica una parte considerable de su
tiempo sin que en ello haya ya, a estas alturas, ninguna finalidad digamos práctica.
Fui un niño que gustaba de conocer y contar historias. Cuando leía La isla del tesoro o Miguel Strogoff, una parte de mí quería
ser Jack Hawkins y el correo del zar, pero otra se imaginaba que era el que
inventaba aventuras como aquéllas. Yo también las inventaba de forma natural, y
me di cuenta muy pronto de que a mis compañeros de colegio les gustaba la forma
en que las contaba. A los doce años comprobé que si las escribía y se publicaban,
llegaban a mucha más gente, y nació una vocación. Descubrí, además, el doloroso
placer de darle forma a un texto literario. Hoy sigo escribiendo porque en los
periodos en que he dejado de hacerlo mi estado de ánimo se ha resentido
notablemente: me falta ese desafío personal, y es como dejar de ser yo mismo.
En una de sus cartas, Flaubert, que sabía bien de la lucha obsesiva que entraña
el dar forma a un pasaje literario, habla de la literatura como de un picor
permanente, un sarpullido que tenía en el corazón, que le dolía sin cesar y se
rascaba con delicia. Me identifico con esa manera de sentir la necesidad de
escribir.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
No creo que tenga otra costumbre
o manía más que la de hacer limpieza general en el despacho cada vez que
empiezo un nuevo relato más o menos largo. A medida que el texto avanza, el
entorno de trabajo va volviendo poco a poco a su natural desorden, pero ya no
me importa gran cosa. Por lo demás, procuro crear un ambiente propicio a la
concentración, a veces con música -jazz o clásica-, a veces con el silencio.
Suprimí ya, aunque no hace demasiado, el hábito de fumar, que estaba indisolublemente
unido al proceso creativo, y ando todavía buscando soluciones que lo sustituyan
cuando no encuentro el hilo del que tirar en un párrafo. Por la tarde me
acompaño de té o mate, por las noches, mientras el cuerpo aguante, de un par de
dedos de whisky o un gintónic.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Durante muchos
años, todo lo que me interesaba a la hora de contar una historia era, a grandes
rasgos, que ésta fuera original, que los personajes tuvieran entidad propia y
que las situaciones en que se ven envueltos envolvieran igualmente al lector y
lo emocionaran. De vez en cuando también dejar en evidencia alguna actitud
social reprobable. Ahora cada vez me siento más inclinado a escribir sobre cómo
actúa en la gente honrada, sencilla y vulnerable el clima de codicia y
manipulación propio de nuestro tiempo, este evidente fin de época, esta caída
que los poderosos pretenden evitar arrojando el lastre de la atención a los más
débiles, lo que ellos consideran un lastre. No sé si puedo llamarle a esto
concienciación, aunque sí sé que en cualquier caso no lo sería en un sentido
ideológico. Y hay otro asunto que desde hace ya bastantes años se filtra, de
una manera u otra, a todo cuanto escribo, y es esa sensación de extrañeza, casi
de incredulidad, que produce el paso del tiempo a partir de ciertas edades.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Hace ya tiempo que encontré
formulados los dos (llamémosles) principios más importantes a los que yo ya me
ceñía de antes, a los que me he ceñido desde siempre a la hora de escribir:
dice Cortázar que "no se trata de escribir para los demás, sino para uno
mismo, pero uno mismo tiene que ser también los demás". Yo lo explicaba de
otra manera, pero en el fondo era, y es, exactamente esto. La otra afirmación
en la que me reconocí de inmediato es de Joseph Conrad, y yo la repito mucho: “Toda
obra literaria que aspire, por humildemente que sea, a elevarse a la altura del
arte debe justificar su existencia en cada línea”. Eso sí: como consejo, éste
es el peor que hoy se le puede dar a alguien que pretenda ver publicada su
obra.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Rara vez sé cómo acabará la
historia que empiezo a escribir, o cómo acabará exactamente, quiero decir. La
historia la conozco previamente en términos generales, es una historia que
podría ser contada ya de viva voz, de principio a fin. Pero la experiencia me
dice que escribir es ir desbrozando el camino que conduce a ese final, ir abriéndolo,
y que muchas veces es otra la ruta que apetece tomar y otro el desenlace al que
intuyo que voy acercándome, o al que llego de pronto con el asombro del
descubrimiento.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
A esta pregunta se suele responder
del tirón con una lista más o menos larga (y más o menos interrumpida de golpe)
de nombres o títulos que le han marcado a uno. Y es cierto que después de toda
una vida leyendo yo tengo que mencionar a Borges, a Dostoievski, a Calvino, a
Chandler, a Conrad, a Poe, a Camus, a Marsé, a Muñoz Molina, a Capote, en fin,
serían tantos; y también El Quijote,
y La Regenta, y El Gatopardo, y Lolita, y
Moby Dick... Muchos, realmente. Pero
hay dos escritores con los que he establecido una relación que casi excede ya a
estas alturas lo literario, dos escritores a los que vuelvo una y otra vez, de
los que adquiero ediciones distintas de libros que ya tengo, de los que leo
cartas y biografías. Son Francis Scott Fitzgerald y Julio Cortázar. Llegué a la
obra de ambos casi al mismo tiempo, allá por mis veinte años, y desde entonces
me acompañan en el camino.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Tengo terminada una novela y estoy
ahora escribiendo una serie de cuentos más o menos relacionados entre sí, de
una extensión en la que siempre me he movido
cómodamente, entre quince y veinte folios.
Juan Herrezuelo (Juan
Fernández Herrezuelo). Nacido en Palencia en 1966, vive en
Almería desde 1978 y es Licenciado en Filología Hispánica. En 1989 obtuvo el
premio de narrativa “Villa de Benasque” con el cuento “Vida más allá de este
espejismo”. Es autor del libro de relatos Desde el lugar donde me oculto,
publicado en 1991 dentro de una colección dirigida por Antonio Muñoz Molina y
Luis García Montero para La General de Granada, y de la novela El veneno de la
fatiga (Alianza Editorial, 1999). Su tercer libro, Pasadizos (Instituto de
Estudios Almerienses, 2011), fue seleccionado entre los finalistas del VIII
Premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España 2011.
5 comentarios:
No es solamente un gran escritor sino también una gran persona.
Un fuerte abrazo para ambos.
Cálido diálogo, algo muy difícil en las entrevistas, con uno de los mejores escritores de aquí y de ahora, además un amigo del que siempre he aprendido muchísimo.
Me agrada conocer a un escritor como él, casi en carne y hueso-
Suscribo lo que antes dijeron sobre Juan, un excelente escritor, una persona grande.
La estupenda reseña que te ha dedicado El Cultural de El Mundo a cuenta de este cuestionario me ha despertado la curiosidad de recordar qué te contesté hace un año, y me encuentro en la primera respuesta un “Jack Hawkins” que me llena de asombro: ¿Jack Hawkins? ¿El actor que hacía de Quinto Arrio en “Ben Hur” –“en su decidido afán de salvarte, tu Dios ha querido salvar también a la flota romana…”-, y de Keops en “Tierra de faraones”, y del oficial que se llevó de nuevo a Bill Holden al puente sobre el río Kwai…? Naturalmente, yo me refería a Jim, mi viejo amigo Jim Hawkins, de la posada del "Almirante Benbow"… Nunca es tarde si la corrección es de justicia. Un saludo, amigo Miguel.
Publicar un comentario