Bernardo Atxaga (seudónimo de Jose Irazu Garmendia) e Ignacio Martínez de Pisón mantuvieron una amena conversación con el periodista Luis Alemany en la Iglesia San Juan de los Caballeros. Ambos escritores tienen una sólida trayectoria literaria. Atxaga es autor de “Obabakoak”, “El hombre solo”, “El hijo del acordeonista”, “Esos cielos”, etc. Martínez de Pisón, por su parte, tiene en su haber títulos como “Alguien te observa en secreto”, “Foto de familia”, “Carreteras secundarias”, “El fin de los buenos tiempos”, “El tiempo de las mujeres”, “Enterrar a los muertos”, “Dientes de leche”, etc.
La charla transcurrió cordial, sin gravedad: fue el encuentro de dos amigos que empezaron a hablar de sus cosas, de su manera de afrontar el reto literario.
Dijo Martínez de Pisón que se siente atraído por la literatura que indaga en la realidad, al modo de Amos Oz en “Una historia de amor y oscuridad” o John Lanchester en “Novela familiar”; una literatura del yo.
Bernardo Atxaga opina que es un error considerar que existe un tema al cual uno se acerca. Es un error de concepto, ya que no es así como se escribe. El libro se va haciendo a medida que se va escribiendo.
Ambos fueron tirando del hilo, intercambiando opiniones sobre el oficio de escribir. Dijeron, por ejemplo, que cuanto más compleja es la realidad, más ayuda en literatura hablar de algo cercano. Se intenta poner orden donde no lo hay. La realidad no se puede explicar.
Un escritor debe intentar siempre huir del cliché. Acudir a la realidad no deja de ser un modo de huir del cliché.
En la elaboración de una obra es muy importante eliminar, valorar los errores. Es necesario observarse desde la distancia. También hace falta tener oído para la prosa, ser capaz de percibir la música. Y, sobre todo, tener claro lo que se quiere contar. Cuando uno tiene claro lo que quiere contar, lo cuenta con sencillez.
También señalaron que se debe huir del efectismo. Es un error eludir lo central e ir por el margen con la intención de crear un efecto sentimental. No se puede eludir el sentimiento, es evidente, pero debe manejarse con cuidado, con sobriedad.
Martínez de Pisón dijo que antes creía que si la novela terminaba mal era mejor que si terminaba bien. Pero un día terminó un libro bien y le gustó. Desde entonces, sus libros terminan bien.
Atxaga quiso profundizar algo más en la idea del sentimiento y, tras pensarlo un poco, dijo que las canciones son sentimentales. Si una canción no habla de amor no la oye nadie. Sonrió y habló de un amigo que se había separado y que, en cierta ocasión, le dijo: “Desde que me separé de mi mujer todo lo que me pasa está en los cuarenta principales”.
El tono resulta distendido, un tanto errático, un punto improvisado.
Piensa Martínez de Pisón que su primer libro de relatos era imperfecto. Habla de personajes pequeños y defectuosos.
Interviene Atxaga y dice que es diferente escribir desde la lejanía, uno se hace más osado, como le ocurrió a Salman Rushdie. Empieza Atxaga a hablar como si pensase en voz alta, como si estuviera aclarando sus ideas allí mismo. Habla de que tuvo que escribir una historia sobre gente que conocía, sobre su entorno y, por la historia, se vio obligado a hablar de la tortura, aunque no quería hacerlo, pero la historia lo requiere y a veces no hay más remedio que dejarse llevar por la historia. Y esas cosas pasan cuando habla de su mundo. No quiere adoptar una postura política, tan sólo hablar de la gente que le rodea. En este sentido, en su literatura existe un “nosotros” limitado. No habla en nombre de todos los vascos, ni mucho menos. En este aspecto sería como cuando a Churchill le preguntaron si le caían bien los franceses y contestó “lo siento, no los conozco a todos”. Definitivamente, ha abandonado el “nosotros”.
Por último habló de lo mucho que le había impresionado el viaje que había hecho recientemente a los EE.UU. Ha visitado reservas indias. El mundo de los Apaches, dijo, mueve a la compasión.
Esta fue la última charla a la que asistí en el Hay Festival de Segovia. Procuraré seguir asistiendo a próximas ediciones y contarles lo que allí vea.
La charla transcurrió cordial, sin gravedad: fue el encuentro de dos amigos que empezaron a hablar de sus cosas, de su manera de afrontar el reto literario.
Dijo Martínez de Pisón que se siente atraído por la literatura que indaga en la realidad, al modo de Amos Oz en “Una historia de amor y oscuridad” o John Lanchester en “Novela familiar”; una literatura del yo.
Bernardo Atxaga opina que es un error considerar que existe un tema al cual uno se acerca. Es un error de concepto, ya que no es así como se escribe. El libro se va haciendo a medida que se va escribiendo.
Ambos fueron tirando del hilo, intercambiando opiniones sobre el oficio de escribir. Dijeron, por ejemplo, que cuanto más compleja es la realidad, más ayuda en literatura hablar de algo cercano. Se intenta poner orden donde no lo hay. La realidad no se puede explicar.
Un escritor debe intentar siempre huir del cliché. Acudir a la realidad no deja de ser un modo de huir del cliché.
En la elaboración de una obra es muy importante eliminar, valorar los errores. Es necesario observarse desde la distancia. También hace falta tener oído para la prosa, ser capaz de percibir la música. Y, sobre todo, tener claro lo que se quiere contar. Cuando uno tiene claro lo que quiere contar, lo cuenta con sencillez.
También señalaron que se debe huir del efectismo. Es un error eludir lo central e ir por el margen con la intención de crear un efecto sentimental. No se puede eludir el sentimiento, es evidente, pero debe manejarse con cuidado, con sobriedad.
Martínez de Pisón dijo que antes creía que si la novela terminaba mal era mejor que si terminaba bien. Pero un día terminó un libro bien y le gustó. Desde entonces, sus libros terminan bien.
Atxaga quiso profundizar algo más en la idea del sentimiento y, tras pensarlo un poco, dijo que las canciones son sentimentales. Si una canción no habla de amor no la oye nadie. Sonrió y habló de un amigo que se había separado y que, en cierta ocasión, le dijo: “Desde que me separé de mi mujer todo lo que me pasa está en los cuarenta principales”.
El tono resulta distendido, un tanto errático, un punto improvisado.
Piensa Martínez de Pisón que su primer libro de relatos era imperfecto. Habla de personajes pequeños y defectuosos.
Interviene Atxaga y dice que es diferente escribir desde la lejanía, uno se hace más osado, como le ocurrió a Salman Rushdie. Empieza Atxaga a hablar como si pensase en voz alta, como si estuviera aclarando sus ideas allí mismo. Habla de que tuvo que escribir una historia sobre gente que conocía, sobre su entorno y, por la historia, se vio obligado a hablar de la tortura, aunque no quería hacerlo, pero la historia lo requiere y a veces no hay más remedio que dejarse llevar por la historia. Y esas cosas pasan cuando habla de su mundo. No quiere adoptar una postura política, tan sólo hablar de la gente que le rodea. En este sentido, en su literatura existe un “nosotros” limitado. No habla en nombre de todos los vascos, ni mucho menos. En este aspecto sería como cuando a Churchill le preguntaron si le caían bien los franceses y contestó “lo siento, no los conozco a todos”. Definitivamente, ha abandonado el “nosotros”.
Por último habló de lo mucho que le había impresionado el viaje que había hecho recientemente a los EE.UU. Ha visitado reservas indias. El mundo de los Apaches, dijo, mueve a la compasión.
Esta fue la última charla a la que asistí en el Hay Festival de Segovia. Procuraré seguir asistiendo a próximas ediciones y contarles lo que allí vea.
4 comentarios:
Tus apuntes sobre el Hay Festival de Segovia son muy pero que muy interesantes. ¡Tienes mi voto para que sigas con ello!
Clarissa
Wao, de todas las entradas sobre el festival esta ha sido una de las más provechosas por todo lo que dijeron ambos autores tan interesante y al mismo tiempo tan cierto (por lo menos a mí me parece así). Me han gustado los consejos de ambos autores y qué bueno que tú estuviste allí para contarnos.
Cuidate mucho, Miguel.
Espero que para ti siempre haya festival en Segovia.
Abrazos.
Parece una exageración decirlo Miguel; pero siento que asistí al festival gracias a tus crónicas puntuales del evento. Gracias por invitarme a estar ahí. Saludos
Aprendí en cada una de tus crónicas.
Eres ya mi reportero estrella del HFS.
Gracias por cada paseo literario.
Y pues a leer todos los que me presentaste.
En este texto dejas mucha tarea.
Abrazos
Graciela
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