jueves, enero 10, 2008

Lecturas

Uno es muchas cosas a lo largo de su vida. Todo nos va conformando, poco a poco, imperceptiblemente. Nuestra visión del mundo, nuestras ideas, nuestras convicciones, se van formando, creciendo y modificando. Lo que nos ocurre en nuestra vida real y lo que nos ocurre en nuestra vida mental o imaginada. Un accidente puede mostrarnos la fragilidad de la vida humana, pero también una obra de arte puede golpearnos el pecho y cuestionar nuestros valores. Una parte importante de lo que somos se lo debemos a los libros que hemos leído.
La lectura siempre ha sido una especie de refugio para mí, una máquina del tiempo mágica, un truco para evadirme de la realidad, para viajar a otros mundos y a otras vidas incluso.
Es difícil saber por qué uno empieza a leer. Valle Inclan decía que para que uno se aficionase a la lectura hacía falta que se aburriese mucho. Y es posible que tuviese razón. Por eso hoy en día, cuando parece que estamos obligados a buscar la diversión permanentemente, la gente lee menos, o eso me parece a mí.

Recuerdo que en mi infancia el quiosco de prensa de la esquina era algo así como un lugar mágico. Salía del portal, cruzaba la calle, recorría la acera y allí estaba la pequeña planta baja llena de pequeños tesoros.
Mis primera lecturas fueron tebeos, por supuesto (aún no eran cómics): DDT, TBO, Pumby, con sus personajes inolvidables: Mortadelo y Filemón, el botones Sacarino, Rompetechos, Anacleto, agente secreto... Luego llegaron El guerrero del antifaz, Jabato, Capitán Trueno... Por fin, el universo Márvel. Apenas mis padres me daban una moneda de veinticinco pesetas yo bajaba corriendo a comprar el último tomo de Spiderman, o de Los Cuatro Fantásticos, La Patrulla X, La Masa (no era Hulk por entonces), Capitán América, El Sargento Furia, El Hombre de Hierro, Dan Defensor (Daredevil), Thor... Más tarde vendrían “Vampus”, “Rufus”, y otros cómics de terror. Y también una colección que se llamaba “Héroes Modernos”, donde descubrí a Rip Kirby, Mandrake el mago, Flash Gordon, Ben Bolt... Recuerdo claramente la excitación que me producía elegir entre todos los volúmenes, aquel que había de llevarme a casa y con el que pasaría la tarde, en otros mundos.

Luego, aparte de las lecturas obligatorias del colegio, empecé a comprar, por su accesible precio, bolsilibros de bruguera. Me gustaba especialmente la ciencia ficción y el terror. Aquellas novelitas, por lo general, estaban bastante mal escritas, a causa de la premura de los plazos de entrega supongo. Pero suponían algo totalmente nuevo para mí. Autores tras los que se ocultaban escritores españoles que trabajaban en unas condiciones lamentables. A. Thorkent era Ángel Torres Quesada, y Francisco González Ledesma, que obtuvo el premio Planeta en 1984 y está disfrutando ahora de un merecido éxito por sus novelas policíacas, escribía bajo el pseudónimo de Silver Kane. Existen algunas webs dedicadas a esta literatura popular.

Creo que el primer libro que compré, con un formato más serio, fue “Marathon man”, de William Goldman. También recuerdo en esta época libros como “Tiburón”, de Peter Benchley, “Odessa”, de Frederick Forsyth, los primeros títulos de Stephen King, y un libro que me produjo un enorme impacto: “Alguien voló sobre el nido del cuco”, de Ken Kesey.

El siguiente paso me introdujo en el mundo de H. P. Lovecraft y todos los autores de los mitos de Cthulthu. Y de ahí, a Arthur C. Clarke, Philip K. Dick, Robert Silverberg, Ray Bradbury, John Varley. Y también Agatha Christie, Conan Doyle, Van Dine, Hammet, Chandler… La lectura que yo buscaba era pura evasión.

Y supongo que fue en esta época, en torno a los quince o dieciseis años, cuando descubrí a Mark Twain, y a Ernest Hemingway. A partir de ahí, un libro me llevó a otro, un autor me despertó el interés por otro, en un proceso de búsqueda sin fin, de curiosidad ilimitada. Baroja, Delibes, Medardo Fraile, Ignacio Aldecoa, Julio Camba… Y Borges, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa… Y, un poco después, Kafka, Camus, Sartre, Salinger, Bukowski, John Fante, Cheever… Luego Chéjov, Flaubert, Tolstoi, Gógol… Y Faulkner, Céline, Vian… Hasta llegar a Auster, Vila-Matas, Murakami, Carver, Tobias Wolff… Así como Javier Tomeo, Ignacio Martínez de Pisón, Javier Marías… Y tantos otros.

Todo muy caótico, poco disciplinado, poco serio en muchas ocasiones, pero así es mi biografía lectora. Sin orden ni concierto. Y sigue siendo así. Una noticia en un periódico, un comentario escuchado por casualidad, cualquier nimiedad, puede despertar mi interés por un libro. A veces, el libro llega de un modo un poco misterioso, como si fuese él quien me buscase a mí. Creo que fue Alan Pauls quien dijo que los libros que necesitamos leer salen a nuestro encuentro de forma inevitable. Yo también lo creo.

15 comentarios:

Unknown dijo...

Veo que compartimos una “educación sentimental” lectora con muchos puntos en común, incluida esa sensación de plena felicidad que se siente al entrar en un quiosco o en una librería con cinco duros, que era mi el dinero de mi asignación semanal y demorarte un buen rato mirando, eligiendo el tebeo o el libro con el que vas a salir de allí. Todavía busco muchas veces ese azar, y aunque nuestra (cierta) mirada sobre las cosas de la vida ha cambiado - en parte gracias a los libros, como tu dices (recuerdo una boutade, creo que de Benet que decía algo así como que la lectura de un buen libro imprime más carácter que el paso por la Legión) -, y la ilusión por las novedades o los descubrimientos felices no son lo son los de entonces, el cosquilleo en el estómago que me invade cuando encuentro algo interesante – o según Pauls, me sale al encuentro - , es el mismo. Y el mundo a mi alrededor desaparece.

Quizá sea un poco exagerado decir que la literatura salva, pero de lo que no tengo ninguna duda es de que es un buen bálsamo contra las inclemencias del mundo.

Un saludo.

Anabel Rodríguez dijo...

Es cierto, muchas son las circunstancias que nos conforman como personas. Una de ellas, la lectura. Debo reconocer,que ahora, la lectura, como la escritura, como casi cualquier cosa que hago, han quedado muy limitadas, por determinadas obligaciones personales ineludibles. Pero, quizás eso, hace que cuando sin tiempo (porque siempre hago las cosas sin tiempo), acudo a un libro lo disfrute todavía más.
Me da la sensación de que somos muchos los que casualmente, y a fuerza de meternos en librerías,en internet, y casi en cualquier sitio, vamos enlazando unos autores y unas novelas con otras. A veces parece que esos libros vengan a tus manos por casualidad, pero descubres, que son justo lo que buscabas.
Saludos

Pepe Cervera dijo...

Me sorprende que hables incluso de Ben Bolt (no creo que exista mucha gente que lo conozca), cuando parte de mi educación literaria se la debo a unos tebeos que mi abuelo coleccionaba en formato apaisado y que luego encuadernaba en piel granate de un tal Big Ben Bolt. Ya ves, Miguel, si al final seremos familia.

Óscar Martín Hoy dijo...

Yo no soy de los que subrayan los libros, pero no pude evitarlo al leer en la introducción de Rayuela una frase de Andrés Amorós: "A veces, una lectura te llega en el momento justo". Sin duda eso pasa con las lecturas que nos determinan.

conde-duque dijo...

Magnífico post, Miguel. Has trazado toda una autobiografía de lecturas.
¿Y para cuándo tu novela (o libro de relatos)?

Rosa Silverio dijo...

Me ha encantado esta entrada. Tienes razón al decir que uno es muchas cosas y que la lectura es parte de esas cosas que van conformando nuestra manera de ser, nuestra visión particular de las cosas.

Yo soy yo y mis lecturas. Las muchas vidas que he vivido a través de los libros, las lágrimas que he derramado, los momentos que he sufrido, las montañas que he escalado, los puentes que he derribado, las causas que he perdido.

Leo desde pequeña y esta ha sido una de las experiencias más extraordinaras. Siempre me he considerado más lectora que escritora y han sido muchos los autores y muchos los libros que han dejado su huella en mí.

Leo de todo, desde sociología, antropología, crónicas, reportajes, ensayos, novelas, poesía, cuentos, hasta la Cosmopolitan. Todas esas lecturas se han ido sucediendo en mi vida a lo largo de los años y todas me han dejado algo.

Un abrazo.

El Doctor dijo...

"Quizá no hay días de nuestra infancia tan plenamente vividos como aquellos que creiamos haber dejado sin vivir, aquellos que pasamos con nuestro libro predilecto." Marcel Proust.
Por cierto, Miguel, te recomiendo vivamente un magnífico relato de Stephen King titulado El último peldaño de la escalera, uno de mis relatos favoritos. Luego me lo comentas.
Un fuerte abrazo.

Clarice Baricco dijo...

Leer tu biografía me hiciste recordar a Javier Marías, él dice: "La literatura nos da la posibilidad de ser también otros de los que somos, y de vivir las vidas que seguramente nunca viviremos, y por lo tanto de descansar a ratos, de nosotros mismos".

Sigo apuntando tus libros sugeridos.

¿Cuándo escribes tu biografía musical?

Abrazos

Rosa Ribas dijo...

La biografía literaria que vamos acumulando a lo largo del tiempo es tan caótica como nuestra vida misma. Lo contrario sería lo preocupante.

Este post me ha hecho recordar muchas horas de lectura y muchos libros que tenía casi olvidados, pero que de algún modo han pasado a formar parte de mi conciencia.

Gracias.

Anabel Rodríguez dijo...

Estimado Miguel:
Adjunto te remito un escrito de Álvaro Mutis, que venía en uno de estos señaladores de libros. Se titula "Elogio de la lectura". Lo mismo lo conoces, pero yo no y quería enviárlo a gente que, como tu, aprecia la lectura.
Leer un libro es volver a nacer. Es el camino para apropiarnos de un mundo y de una visión del hombre que, a partir de ese momento, entran a formar parte de nuestro ser. Una lectura disfrutada con riqueza y plenitud, es la conquista más plena que puede hacer un hombre en su vida. Hay una condición esencial que hará que este regalo de los dioses sea para siempre. La lectura debe causarnos placer. Un placer que venga de lo más hondo del alma y que ha de quedarse allí intacto y disponible. Esto nos llevará a otro de los dones que concede la lectura y es la relectura. Así, volver a leer un libro tendrá siempre una condición reveladora y es ésta: a cada lectura el libro se nos va a presentar con un nuevo rostro, con nuevos mensajes, con otros ángulos para percibir el mundo y los seres que lo pueblan. Suele hablarse en estos tiempos de la desaparición del libro por obra de tecnologías aparentemente inevitables. Grave error el pensar así. El libro acompañará al hombre hasta su último día sobre la tierra. Sencillamente porque ha sido la más alta representación de la presencia del hombre en el universo. Cuidemos el libro, amemos el libro, en el libro se esconden las más secretas claves de nuestro paso por la tierra, el más absoluto testimonio de nuestra esencia como hombre. El libro es el mensajero de un más allás cuyo rostro no acabamos de percibir."
Saludos desde Badajoz

Anónimo dijo...

y solamente lees en español? sí, porque te indico algunos de mis preferidos: Dalton Trevisan, Jorge Amado, Saramago ( que no es brasileño pero escribe en portugués). Aqui en Brasil hubo un "boom" de literatura hispano-americana en la decada de 70. Por suerte, pudimos conocer escritores magnificos como Garcia Marques, Juan Rulfo, Vargas Llosa, editados en portugués. Y otros mas.
Una lastima que la palabra, esta cosa tan necesaria, se fragmente en idiomas. Pensandolo mejor, una lastima que el propio hombre se fragmente.
Bueno, mucho gusto en conocerlo! Volveré!!

maray
www.gardenal.org/checaribe
São Paulo- Brasil

Elena dijo...

Me ha gustado mucho esta entrada, Miguel. Me ha recordado a mi infancia. Yo también empecé por el mundo de los tebeos, aunque mis favoritos eran Zipi y Zape y Mortadelo y Filemón. Y, cómo no, las aventuras de Esther y su mundo, que ahora se han vuelto a reeditar. Después vinieron Heidi, las maravillosas obras de Julio Verne, La historia interminable, Momo y muchísimas más. Como tú bien has dicho, un libro llevaba a otro, y cada historia te daba sed para seguir bebiendo de la siguiente. Un proceso mágico, sin duda. Gracias por recordármelo.

Un abrazo

Francisco Ortiz dijo...

Muchas de esas lecturas las comparto. Y la pasión por leer, por ser otro -o el mismo y otro a la vez, que me parece más exacto-, por estar en otros sitios durante el rato de lectura. E hice ese recorrido: de los tebeos al libro, del género a la literatura seria. Y de repente me cansé, me rompí. Y vagué por otros modos de arte durante algunos años. Y volví porque necesitaba historias, personajes, vidas ajenas. Y me enganché de nuevo a libros de género. Y los leí a la par que a los grandes maestros de la literatura. Sin enjuiciarlos ya como menores, sin diferenciarlos. Viendo lo grande que hay en ellos, lo que de humano ofrecen y proponen. Y me siento hermanado a personas como tú, compañeros como tú, que suman y no restan nunca. Un abrazo.

hombredebarro dijo...

Muy interesante. Anónimo habla de Dalton Trevisan, que acabo de descubrir y es excepcional. Su Novelas nada ejemplares es lo único que he podido conseguir a través de una librería de lance por internet. Altamente recomendable. Un saludo.

Miguel Sanfeliu dijo...

Nile, estoy muy de acuerdo con lo que dices. Y si la memoria no me falla, yo diría que compartimos también la cuantía de la asignación semanal.
La sensación de llevar un libro que te despierta un cosquilleo en el estómago es algo fantástico y, cuando la siento, cada vez menos veces, como dices, es cierto, pero cuando la experimento de nuevo, es inevitable que la memoria vuele hasta mi infancia y aquellos días de descubrimientos continuos.

Anab, yo debo admitir que la falta de tiempo es algo que me estresa y, a veces, puede llegar a bloquearme. Tantas cosas pendientes y tan poco tiempo...
Sobre cómo unos libros nos llevan a otros es algo que puede ser casi mágico en algunos casos.
Y muchas gracias por el texto de Álvaro Mutis. Me ha gustado mucho.

Pepe, pues va a resultar que sí. Es un placer inesperado que conozcas a Ben Bolt. Como dices, estoy seguro de que es un personaje que tuvo poco calado, pese a que sus historias eran magníficas. En fin, sólo queda decir aquello de que los amigos de Ben Bolt son mis amigos.
Y, por cierto, me ha gustado mucho tu libro y en breve colgaré una reseña sobre él.

Habitantes, yo tampoco subrayaba los libros, es más, los cuidaba en exceso, pero he comprendido con el tiempo que es un error, que es mejor subrayar y anotar porque luego la memoria nos falla y ya no tiene remedio.

Conde-Duque, ay, no sé cuándo, no sé cuando, ojalá lo supiera. Tengo que mandar mis textos con mayor insistencia. Me pondré a ello. ¿Y tu bestseller cómo va?
Respecto al post, es apenas un apunte de biografía lectora, pero me alegra que te haya gustado.

Rosa, comparto contigo esa opinión de que las lecturas nos enriquecen y dejan su huella en nosotros, nos ayudan a conformar nuestra personalidad y a desenvolvernos en la vida.

Francisco, gracias por la cita de Proust. Respecto al relato que me comentas, te diré que lo tengo señalado en mi ejemplar de "El umbral de la noche", quizá el mejor libro de King. Es un relato muy bueno. Lo he vuelto a releer y me ha recordado un poco a "El príncipe de las mareas".

Graciela, gracias por la cita de Marías, resulta muy oportuna. Respecto a la autobiografía musical, me temo que es igual de caótica.

Rosa Ribas, tienes razón. Unas lecturas caóticas son el reflejo de una pasión incontrolable, lo contraría resultaría demasiado frío.

Maray, el gusto es mío. Es cierto que el idioma es una barrera. El momento del boom latinoamericano también lo viví con intensidad. Fue un momento muy importante en el que descubrí autores esenciales.
A Amado y a Saramago los conozco, claro, pero confieso que desconozco la obra de Trevisán, así que me pongo a buscar información sobre él.

Elena, recuerdo perfectamente el impacto que produjo la obra "La historia interminable". Todo el mundo me la recomendaba.
Y me pregunto qué sería de nosotros sin Mortadelo y Filemón.

Francisco, aprovecho para preguntarte si has leído el libro "Un plan sencillo", de Scott Smith, que fue llevado al cine con buenos resultados.
Gracias por compartir tus vaivenes lectores y me parece algo importante el no ser excluyente en cuestiones de libros (salvo excepciones, claro, que siempre las hay).

Hombredebarro, ya me habéis picado la curiosidad con Trevisán. Ya veremos dónde termina esto.

Un abrazo a todos y gracias por los comentarios.