Fredric Brown era un escritor de ciencia ficción con una imaginación portentosa. Autor de títulos clásicos como “Marciano, vete a casa” o “Universo de locos”. También cultivó el género policíaco, con títulos como “La noche a través del espejo”, “La trampa fabulosa” o “La bestia dormida”, por poner sólo unos ejemplos. Pero yo prefiero los relatos, siempre imaginativos, sorprendentes, con un tono burlón muy apropiado para el fin que persigue en ellos: retorcer el punto de vista del lector.
La última selección de relatos que realizó él mismo, se tituló “Paradoja perdida”. Un libro que editó en España “Martínez Roca” y al que guardo un afecto especial. En él hay un prólogo escrito por Elizabeth Brown, su segunda mujer. Es muy breve, apenas un par de páginas, pero lo he leído una y otra vez porque me parece magistral el modo en que describe la rutina y las manías del escritor.
Comienza con una frase que ya daría para llenar muchas páginas: Fred odiaba escribir. Pero adoraba haber escrito.
Habla de cómo postergaba el momento de sentarse a trabajar haciendo cualquier otra cosa. O de sus viajes en autobús de línea, por la noche, buscando la concentración necesaria para solucionar un argumento.
Elizabeth nos confiesa incluso que ella misma no es una apasionada del género de la ciencia ficción, porque la mayoría de las obras de este género le parecen excesivamente técnicas. Pero no ocurre así con las obras de Fredric Brown, que suelen ser muy amenas.
Y uno de los episodios que más me gusta de este prólogo es el de la gorra roja, así que lo transcribo literalmente:
Fred caminaba de una habitación a otra cuando urdía el argumento. Puesto que los dos estábamos en casa buena parte del tiempo, tuvimos el problema de que yo le hablaba mientras caminaba, y así interrumpía el hilo de sus pensamientos. No le gustaba. Después de probar varias soluciones que no dieron resultado, le aconsejé que se pusiera su gorra de algodón rojo cuando no quería ser molestado. Poco después, le miraba automáticamente la cabeza antes de abrir la boca.
Elizabeth nos confiesa incluso que ella misma no es una apasionada del género de la ciencia ficción, porque la mayoría de las obras de este género le parecen excesivamente técnicas. Pero no ocurre así con las obras de Fredric Brown, que suelen ser muy amenas.
Y uno de los episodios que más me gusta de este prólogo es el de la gorra roja, así que lo transcribo literalmente:
Fred caminaba de una habitación a otra cuando urdía el argumento. Puesto que los dos estábamos en casa buena parte del tiempo, tuvimos el problema de que yo le hablaba mientras caminaba, y así interrumpía el hilo de sus pensamientos. No le gustaba. Después de probar varias soluciones que no dieron resultado, le aconsejé que se pusiera su gorra de algodón rojo cuando no quería ser molestado. Poco después, le miraba automáticamente la cabeza antes de abrir la boca.
Reseñas
Blanca Vázquez ha publicado una reseña del libro "Anónimos" y una entrevista, en su blog "El gusanillo de los libros". Pueden leerlo aquí.
Dichos textos también han salido en la revista digital "La república cultural", donde se puede encontrar una interesante entrevista con Hilario J. Rodríguez. Aquí.
Petrusdom narra en su blog "Montañas de silencio y profundos ríos de palabras", sus impresiones sobre el libro "Anónimos". Aquí.
5 comentarios:
Me colma de gozo ver en este entrañable blog a mi admirado Fredric Brown.Creo que poseo todo lo que se ha publicado aquí en España y siempre vuelvo a él,tanto en sus relatos ultracortos,como en sus novelas de ciencia ficción y también del género negro.Yo le considero un maestro y una vez que le has leído es muy difícil de olvidarle.De entre sus novelas de ciencia ficción me gustan personalmente;Universo de locos,El ser mente y Marciano vete a casa.La editorial Gigamesh acaba de publicar toda su obra completa en una edición estupenda.Ahora solo falta su obra de misterio que lleva muchos años sin reeditarse.
Un fuerte abrazo.
Hoy por hoy nadie puede negar que tiene alguna que otra manía intratable, hasta los escritores más famosos
un saludo
Hola, Miguel.
Este fin de semana estuve en Madrid, ¿sabes? Por Malasaña.
Y cuál sería mi sorpresa cuando, al ir a pagar un librito de Saki que había escogido en Tres rosas amarillas veo... ¡un libro tuyo en el mostrador!
"Anónimos", claro. Y lo compré, claro. Con un enorme placer.
Le dejé mi nombre al librero, que ya me dijo que te conocìa bien, para que te saludase de mi parte.
Pero lo quería hacer aqui también.
Me dijo que el día antes habías estado allí. Qué alegría habría sido encontrarte y conocernos.
Un abrazo.
No es por quitarle mérito a Frederic Brown, autor del delicioso e inquitetante relato de ciencia-ficción más breve del mundo: “El último hombre sobre la tierra estaba sentado en su habitación. Llamaron a la puerta…”, pero la idea del gorro rojo sobre la cabeza del autor que escribe como señal del momento de concentración en que se encuentra ya lo usaba Josephine March (Mujercitas, L.M. Alcott): "En aquellos momentos el individuo intruso se retiraba silenciosamente; y hasta que el gorro rojo no era visto alegremente erecto sobre el semblante talentoso, nadie osaba hablar a Jo".
Qué bueno: la intimidad del escritor está llena de anécdotas, de detalles humorísticos y diría casi que refrescantes, que ayudan a desmitificar. Este de la gorra es fantástico.
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