1.- ¿Por qué escribes?
Para calzar la pata de la mesa de
la realidad que cojea. Y porque es lo que mejor me hace sentir.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Varían con cada proyecto: la
primera novela la escribí siempre de noche, a la luz de una vela, a golpes
anárquicos de inspiración. La segunda, con disciplina de oficinista, en horario
de mañana, despertador mediante domingos incluidos. Escribo en tensión, así que
me acompaño de comportamientos algo compulsivos: antes bebía mate argentino en
cantidades industriales; ahora fumo mucho. Y necesito cada vez más silencio.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Los dilemas morales. La persistencia en los errores. La
búsqueda fracasada de la felicidad. Las patologías sociales. La tensión entre
la soledad y las –difíciles- relaciones humanas porque, como decía Gabriel
Celaya, “a solas soy alguien,/ valgo lo que valgo. / En la calle, nadie / vale
lo que vale”.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Olvidar todo lo que sé, todos los
consejos, reglas y técnicas, ésa es la principal recomendación: dejarme llevar
sólo por la intuición. Y recuperarlos luego, a la hora de corregir.
5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Planifico mucho: la historia
tiene que existir en mi cabeza antes de ponerme a escribir, y algunas historias
tardan años en germinar y madurar. Tengo que familiarizarme con los personajes,
convivir con ellos, conocerlos bien. Por las noches, antes de dormirme, recreo
un ensayo general de la escena que me toca escribir al día siguiente, la repito
una y otra vez en mi cabeza hasta que sale bien. Lo que no obsta para que
luego, a la hora de escribir, muchas cosas cambien sobre el plan original
trazado, porque la escritura tiene su propia lógica.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Cada vez soy menos dada a ese
tipo de adscripciones fervorosas e incondicionales, con los años me he vuelto
inconstante, picoteo aquí y allí y olvido rápido mi admiración. Apenas releo. Los
autores que me hicieron escritora supongo que siguen siendo, a mi pesar, los
que me marcaron en la adolescencia y de los que seguramente ahora renegaría. Un
trío de mujeres francófonas: Marguerite Duras, Marguerite Yourcenar y Simone de
Beauvoir (en su vertiente de novelista); tres novelas del boom latinoamericano que devoré en un mes de enero de hace veinte
años: Rayuela, Cien años de soledad y
Conversación en la catedral. Y
Borges, y Vallejo, y Baudelaire. Leí sin desmayo a Saramago durante un par de
años, hasta que me cansé de él, como también me cansé de Bryce Echenique. A día
de hoy creo que sólo corro a la librería cuando hay una novedad de Michel
Houellebecq, aunque no siempre cumple mis expectativas.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Acabo de publicar la novela El límite inferior en la editorial Salto
de Página, una historia con aires de novela negra que anidó muchos años en mi
cabeza y se proponía como una reflexión sobre el espacio, esos pueblos costeros
de veraneo que fuera de temporada se convierten en una suerte de no-lugares, y
a la que las convulsiones económicas y sociales de los últimos años parecen
haber dado una nueva dimensión histórica. Ahora estoy escribiendo algunos
relatos que tienen como tema común la naturaleza fatal del escorpión, mientras
me parto la cabeza dándole vueltas a la estructura y la voz de la nueva novela
que estoy planeando, sobre los exilios de ayer y hoy.
Nere Basabe (Bilbao, 1978) es Doctora en Historia del pensamiento
político por la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como profesora
e investigadora en las Universidades del País Vasco, Complutense y el Instituto
de Estudios Políticos de París. Es traductora de francés, colaboradora en
prensa y autora de las novelas Clara
Venus (Tropo editores, 2008) y El
límite inferior (Salto de Página, 2015).
*La foto es de Isabel Wagemann
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