1.- ¿Por qué escribes?
Yo con nueve o diez años estuve a
punto de morir atragantado con un globo. Fíjate, ahora mismo estoy verbalizando
esa circunstancia. Estoy refiriendo una situación más bien dramática. Pero,
seamos sinceros: ¿qué provoco en quien me lee? ¿Qué provoco en quien me escucha
cuando lo relato en voz alta? Algo muy parecido a la indiferencia, estoy
convencido.
Y le puedo añadir
matices y decir que experimenté una mezcla de angustia y serenidad. Y que esa serenidad
que siguió a la angustia primera, esa aceptación tranquila de la muerte
inminente, es lo que más me ha inquietado siempre cuando he convocado ese
recuerdo. Con esos matices añadidos, la indiferencia de quien me lee o escucha puede
derivar en una leve contracción del ánimo. Pero lo esencial de aquella
situación se pierde entre un cúmulo de palabras rutinarias. ¿Por qué escribo? ¿Con
qué intención escribo? Con la intención de poder acercar a alguien la magnitud
de la angustia y la serenidad que sentí en aquellos momentos. O quizás ni
siquiera por eso. Quizás la verdadera razón por la que escribo es que no hay
una razón demasiado clara.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Escuché en cierta ocasión una
conferencia grabada de Carmen Martín Gaite en la que refería la leyenda que se
le atribuye al escritor italiano Alfieri: se decía que este le pedía a su
mayordomo que le atara una pierna a la silla cuando se ponía a escribir; y que le
exigía que durante una hora no lo desatara aunque se lo pidiera entre gritos,
insultos y amenazas (fantástica reformulación del mito de Ulises y las sirenas,
por cierto). Parece ser que cuando, al cabo de una hora, el mayordomo iba a
desatarlo, Alfieri estaba tan enfrascado en la escritura que ni siquiera se
percataba de tal circunstancia. Digamos que a mí me falta el mayordomo que me
ate a la silla durante una hora. Por eso escribo con cuentagotas. Por eso me da
la sensación de que me cuesta tanto escribir. Porque muy a menudo salgo
derrotado de esa primera hora crítica.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Hay dos grandes núcleos. Por un
lado todo aquello relativo a nuestra condición humana que a menudo intentamos
negar porque está coartado por diferentes convenciones (sociales, morales o
religiosas): hablo, por ejemplo, de la violencia, de la pulsión sexual, del
miedo, de la cobardía, de la traición, de la envidia, de la vanidad (vaya, casi me ha salido un catálogo
de los pecados capitales). Por el otro, siempre me ha interesado mucho toda
aquella parte de nuestra existencia que escapa a nuestro control: lo azaroso, lo
arbitrario, lo impredecible, lo inexplicable. El destino, al fin y al cabo. Pero
planteando siempre la disyuntiva de Calderón en La vida es sueño: es decir, si el destino concede una brecha para
la libertad individual o nos somete bajo su implacable yugo.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Sí. Que si, por ejemplo, quieres
escribir sobre la enfermedad, tengas muy en cuenta que antes que tú Tolstói
escribió La muerte de Iván Ilich. No
sé si me explico.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Hasta ahora me he movido en el
terreno de la narrativa breve (relatos y, sobre todo, microrrelatos). El género
condiciona mucho el proceso de composición. En un microrrelato necesito tener
muy claro incluso el desenlace cuando me pongo a escribir. Esa necesidad no la
he sentido tan acuciante al escribir relatos, en algunos de los cuales me he
visto de repente perdido en mitad de la historia. En una novela, sin embargo, supongo
que todo es mucho más nebuloso al principio, con lo que el avance debe ser significativamente
más impredecible.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Así, a bote pronto: Crimen y castigo, de Dostoievski, La muerte de Iván Ilich, de Tolstói, El proceso, de Kafka, Castellio contra Calvino, de Zweig, Job, de Joseph Roth, Meridiano de sangre, de McCarthy, Bartleby, el escribiente, de Melville, La guerra del fin del mundo, de Vargas
Llosa, Crónica de una muerte anunciada, de
García Márquez, Los detectives salvajes,
de Bolaño, Madame Bovary, de
Flaubert, El desierto de los tártaros, de
DinoBuzzati, A sangre y fuego, de
Chaves Nogales, Stoner, de John
Williams, algunos cuentos de Cortázar, Carver, Borges, McCullers; algunos
poemas de Machado, Salinas, Lorca, Cernuda. Y Cervantes, por supuesto.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Se trata de El oscuro relieve del tiempo, un conjunto de relatos y microrrelatos
que supone mi primera obra literaria. El libro aborda, a través de la
recreación de atmósferas oscuras y opresivas, algunos temas como la
incomunicación, el sexo, la violencia, el miedo o la cobardía. El campo de
batalla de las relaciones humanas, al fin y al cabo. Pero siempre con el tiempo
al fondo. El tiempo como resorte de un engranaje que nos lleva y nos trae en
medio de ese conflicto permanente. Un libro con el que he pretendido acechar
las diferentes aristas de la condición humana.
Iván Teruel (Girona, 1980). Licenciado en Filología Hispánica y
profesor de enseñanza secundaria. Ha alternado los trabajos de investigación
filológica, como la edición crítica de la Historia oriental de las
peregrinaciones de Mendes Pinto (Almuzara, 2009) o el ensayo El Perú
escindido (Ediciones Irreverentes, 2012), con la escritura creativa. Sus
relatos aparecen en antologías como Tiempo de relatos (Booket, 2009), Mar
de pirañas (Menoscuarto, 2012), De antología (Talentura, 2013) o La
carne despierta (Gens Ediciones, 2013). El
oscuro relieve del tiempo (Cal·lígraf, 2015) es su primer libro de
narrativa breve.
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