Javier Marías conversa con el escritor Juan Gabriel Vásquez. Se cumplen cuarenta años desde la publicación de su primera novela, “Los dominios del lobo”. Además, hace unos días cumplió sesenta años de edad; y afirma no haberlo aceptado aún.
Es la segunda vez que Marías acude al Hay Festival de Segovia y la expectación ahora, como entonces, es máxima. La cola en la entrada era interminable. El evento está abarrotado de gente y han tenido que añadir sillas.
Juan Gabriel Vásquez, excelente escritor colombiano que acaba de publicar un libro del que la crítica habla muy elogiosamente y con el que ha ganado el Premio de Novela Alfaguara 2011, y que además tiene un título magnífico, “El ruido de las cosas al caer”, inicia la charla preguntándole a Marías por los escenarios de sus novelas. Parece, le dice, que por fin se decide a situar a sus personajes en España.
Marías habla de la identidad y empieza una digresión recordando que hay cosas que permanecen con uno toda la vida. Una de ellas suele ser el nombre, aunque hay quien se lo cambia. De hecho, él se lo cambió, ya que se llamaba Xavier, con X, y esto siempre le traía problemas, tenía que puntualizarlo siempre y le resultó más práctico cambiarlo. Otra de las cosas que conforman la identidad es la memoria. Y la persona con el nombre y los recuerdos de Javier Marías, que recuerda perfectamente todo lo relacionado con la composición y publicación de su primer libro, siente perplejidad ante lo que se escribe de él, siente a veces que se trata de otra persona. Todavía no ha visto muchas de las cosas que sesudos críticos dicen ver en su obra.
Dice que escribió “Los dominios del lobo” con absoluta irresponsabilidad, para su propia diversión. Está ambientada en EE.UU. y es quizá la más cinematográfica de sus novelas. Él siempre ha dicho que empezó a escribir para leer más. Le gustaban los libros de aventuras. Y una de las primeras cosas que le reprocharon fue que por qué no hablaba de lo que conocía. Piensa que esto era porque entonces todavía prevalecía el realismo social que, en su opinión, ha hecho mucho daño a la literatura, pese a sus buenas intenciones, a sus velados mensajes políticos, a su deseo de luchar contra la dictadura, a su aspiración de concienciar a los lectores, pero que en realidad produjo, en opinión de Marías, obras poco elaboradas, simples y ramplonas. Durante mucho tiempo tuvo una reacción contra la generación anterior, contra el realismo social. Y no hablaba sobre lo que conocía, tal como se le reprochaba, porque no quería.
Juan Gabriel Vásquez le plantea que, por primera vez, el narrador de un libro suyo es una mujer. Y Marías cuenta que él fue el quinto niño de su familia, aunque uno murió y él siempre se ha recordado el cuarto, pero en realidad era el quinto y estaba previsto que debía ser una niña. De hecho, tenía elegido incluso el nombre, Constanza. Se trata de una anécdota divertida y juega con ella para justificar esa primera persona femenina de su último libro. No obstante, termina afirmando que no cree que en el fondo esa voz narrativa resulte muy diferente a la de sus otras novelas.
Para él escribir es un proceso lento. Al principio, incluso, muy lento. Escribe igual media página y luego no escribe nada en semanas o meses. En este caso, el de su último libro, “Los enamoramientos”, le costó mucho. Se debe tener en cuenta que su trilogía “Tu rostro mañana” le ha supuesto mucho esfuerzo. Ha estado mucho tiempo en un mismo mundo, con unos mismos personajes, así que lo primero que sintió al emprender este nuevo proyecto fue una sensación de extrañeza.
Aprovecha entonces Juan Gabriel Vásquez para plantearle si ese fue el motivo por el que se trajo personajes de otros libros. Javier Marías dice que no, que eso de traer personajes de otras novelas ya lo había hecho en otras ocasiones. Y este asunto desemboca en su “manía” de sacar al profesor Francisco Rico en varios de sus libros. Y parece que el origen de este asunto se encuentra en la novela “Corazón tan blanco”, donde lo sacó encarnado en el personaje del profesor Villalobos. En ese momento, el propio Francisco Rico le dijo que si lo volvía a sacar en alguno de sus libros, que lo hiciera con su propio nombre. Y esto es algo que se ha convertido ya en una especie de marca de fábrica.
Finalmente, habla la presencia del mal en su último libro, de la capacidad del ser humano para hacer daño. Dice que la idea inicial fue platear la historia de una mujer que se quedara, a sabiendas, con quien ha causado su desdicha. Esta idea, como suele ocurrir, quedó prácticamente fuera de la novela en el resultado final.
Le plantea entonces Gabriel Vásquez que mucho de lo que pasa en sus novelas, no ocurre realmente sino que pasa en la cabeza de sus narradores. Son especulaciones a las que puede dedicar, como ocurre en este último libro, hasta trece páginas. Y Marías responde que se trata de una cuestión técnica (tal vez aburrida para el público, puntualiza) que tiene que ver con su elección personal de narrar en primera persona. La primera persona, explica, tiene ventajas e inconvenientes, y uno de los principales inconvenientes es que el narrador tiene siempre que justificar lo que sabe. Por ese motivo, para intentar sortear esa dificultad, utiliza esas escenas imaginarias o especulativas.
La charla llega a su fin y todos, incluído Marías, nos asombramos de lo rápido que ha pasado el tiempo. Termina puntualizando su idea de que la novela no es una forma de conocimiento, sino de reconocimiento. “Hay cosas que uno reconoce y descubre a la vez cuando las ve reflejadas en una novela”.
4 comentarios:
Siempre es interesante lo que dice Javier Marías, siempre parece sincero y no se escabulle.
Qué envidia la gente que pudo asisitir.
Es uno de mis escritores preferidos. Acabo de terminar Los enamoramientos. Espero que él venga al próximo Hay Festival Xalapa. Sería genial.
Y también tendrás que venir tú a reseñar todo lo que yo no hago.
Tengo pendiente comprar el libro de Vásquez.
Abrazos Miguel.
No sé si me ha resultado más interesante lo que dices que dijo Marías, o cómo has contado que lo dijo.
pd.- Quiero ir a verte el próximo 19, Miguel, pero no sé si me va a resultar posible, querido amigo.
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