Tres escritoras, desconocidas para mí hasta entonces, charlaron distendidamente sobre el oficio de escribir y, por tanto, sobre ellas mismas y su relación con la literatura. Se trataba de Gail Jones, australiana, Tiffany Murray, británica, y Kishwar Desai, escritora india residente en Reino Unido, todas ellas galardonadas con importantes premios, que estuvieron moderadas por la periodista de The Telegraph Gaby Wood. Cada una de ellas expuso sus preferencias, su experiencia y sus opiniones sobre el oficio de escribir.
En primer lugar hablaron de sus influencias. Mientras Desai identificaba las novelas del oeste de su hermano como una de sus más tempranas influencias, Gail Jones afirmaba haber crecido en un lugar sin bibliotecas y reconocía al cine como su mayor y más temprana influencia. De hecho, le interesa mucho la diferencia entre la imagen y la palabra, incluso empezó como pintora antes que como escritora. Tiffany Murray reconocía, por su parte, a la música como una importante influencia para ella.
Kishwar Desai empezó siendo periodista. Llegó a la escritura por medio de ensayos y artículos. Su primer libro fue una biografía sobre dos estrellas de cine indios. Su primera novela la escribió porque estaba enfadada y tenía una necesidad de volcar de algún modo un sentimiento de indignación.
Gaby Wood les plantea si piensan en el destino de la novela cuando se ponen a escribir, si piensan en el lector.
Tiffany Murray dice que tiende a no pensar en el lector. Le resulta difícil cuantificar los efectos que quiere o puede producir con sus escritos. A menudo, los festivales y los grupos de lectura descubren matices que le sorprenden.
Kishwar Desai dice que pretende comprometerse con un personaje que tenga un propósito y encuentra difícil concebir sus novelas desde el punto de vista del lector. Afirma que los personajes cobran vida cuando empiezas a escribir. Se van desarrollando y adquiriendo sus propias voces, de modo que deben ser fieles a sí mismos y esto determina la trama en ocasiones. Cree que hay algo inconsciente en el proceso de escritura, algo intuitivo que destila incluso la documentación que haya podido reunir. Hay que pensar en el público en el sentido de que hay libros que van dirigidos a niños o a amantes de un determinado género, pero a partir de ahí la historia es la que manda.
Gail Jones cree que tener un programa es la muerte de la novela. Tiene una formación académica, pero procura olvidarse de ella cuando escribe. Ella cree que existe algo así como una economía del regalo, un beneficio añadido, momentos que nos conmueven y que descubrimos gracias a nuestros lectores. Hay efectos que van más allá de las intenciones iniciales y que han surgido de un modo inconsciente y misterioso. Ella piensa que hay algo metafísico, una especie de misterio espontáneo en la estructura de un libro que, en cierto modo, determina la evolución de la historia.
Tiffany Murray dice que suele empezar con una imagen, un lugar, y desde ahí avanza. Y es misterioso el mecanismo de este proceso. A veces hay que romper la rutina. Cuestiones que te están planteando un problema pueden resolverse al cambiar radicalmente de ambiente. En un concierto al que asistió en Chicago, por ejemplo, se le ocurrieron cosas determinantes para el libro en el que estaba trabajando.
Kishwar Desai confiesa riendo que ella se fija plazos artificiales y le funciona. Se dice: “tengo que terminar este libro antes de cumplir los cincuenta” y entonces empieza a ser resolutiva y deja de darle vueltas a ciertas cuestiones que la estaban bloqueando. Para ella escribir ficción fue una liberación en contraposición con el periodismo, donde te podían poner un pleito por tu forma de plantear un reportaje. La ficción le permitía saltarse las normas y, además, como ya existía el realismo mágico cuando empezó a escribir, sus personajes podían hasta volar.
Los libros de Tiffany Murray suelen tener un trasfondo histórico y estar narrados en tercera persona. Se da cuenta que todas sus novelas se centran en casas, casas en las que hay secretos. Para ella el lugar es muy importante.
A Gail Jones, por su parte, le interesan especialmente las experiencias interculturales. Su último libro se centra en cuatro personas que proceden de lugares muy diferentes. Se basa en ese modelo de confrontación de identidades culturales.
Kishwar Desai cuenta que su primera novela trataba sobre un crimen horrible. Un trabajador social empieza a investigar este suceso y se encuentra con otra cosa verdaderamente espantosa, algo que ha estado ocurriendo en la India durante años, el infanticidio, el asesinato de niñas, que ha estado produciéndose en la India, y también en China, durante años, hasta el punto de que se puede hablar de un auténtico genocidio. Treinta millones de niñas han sido asesinadas en India y es algo que se tiene que denunciar. Existe una preferencia por los varones, es algo cultural que no se resuelve cuando las familias emigran, ya que suelen llevar su cultura consigo. Dice que se da el caso de poblaciones en los que no se ha registrado nunca el nacimiento de una niña. Es terrible el problema y sintió la necesidad de escribir sobre ello. No como un reportaje, sino desde la ficción, ya que de este modo consigue que el lector se involucre más en lo que se está contando. La ficción tiene una fuerza emocional mayor que la no ficción.
También se planteó la cuestión de la deuda que se tiene con otros escritores. Se puede decir, incluso, que todos los libros son secuelas.
Gail Jones está de acuerdo con que somos lo que leemos y, al escribir, honramos en la medida de nuestras posibilidades a nuestras lecturas. Es parte de la esencia del escritor.
Tiffany Murray dice que incluso establece una lista de lecturas cuando se enfrenta a una novela. Libros que quiere leer y que la hacen no sentirse tan sola en su proceso creativo.
En el turno de preguntas del público se planteó la cuestión de si existe una literatura femenina. Rápidamente, Kishwar Desai, que es la más expresiva de las tres, afirma que sí, en el sentido de que ella reacciona ante un sentimiento de injusticia hacia la mujer. Por su parte, Gail Jones duda en su respuesta. No se trata de una militancia ni un compromiso, pero, obviamente, en su trabajo influye su experiencia, y se trata de su experiencia como mujer. Tiffany Murray cree que es el mercado el que hace divisiones, piensa que es una cuestión de marketing. En su opinión, sólo existe la ficción literaria, en sentido amplio, sin compartimentos.
La charla llega a su fin. Ha resultado muy interesante, pero no deja de parecerme curiosa la presencia de estas tres escritoras, desconocidas en nuestro país, en este festival. De hecho tan sólo la novela “La memoria de la luz”, de Gail Jones, está publicada en España.
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