lunes, julio 30, 2018

Chica, chico, chica



Cuando uno se enfrenta a un libro, realiza una lectura personal, ligada a sus intereses, buscando algo concreto. Supongo que dos personas pueden leer el mismo libro y luego descubrir que cada uno se ha fijado en detalles diferentes. Digo esto porque, aunque la experiencia de Savannah Knoop en la época en que se hizo pasar por el escritor J. T. Leroy me resulta interesante, lo que yo perseguía en las páginas de Chica, chico, chica era la figura de Laura Albert, la artífice de todo el tinglado, la que realmente manejó los hilos de toda esta historia.
Todo lo relacionado con J. T. Leroy me interesa. Me parece un episodio fascinante. Por si alguien no lo conoce, os pongo rápidamente en antecedentes. J. T. Leroy es el autor de los libros Sarah, El corazón es mentiroso y El final de Harold. El primero de ellos, Sarah, se publicó en 1999 y se vendió como la historia autobiográfica de un joven hijo de una prostituta que había crecido en un mundo sórdido y terrible, trabajando como chapero y adicto a las drogas. Una historia que sobrecogió a todo el que la leyó. Tanto es así que pronto la gente quiso saber más sobre ese joven héroe que había conseguido salir de la marginalidad contando su historia por escrito y convirtiéndose, de inmediato, en un autor que suscitaba el máximo interés. Muchos famosos querían conocerlo y mostraban en público su admiración. El muchacho siempre daba largas para no conceder entrevistas en persona, sólo por escrito o por teléfono, pero al final se vio obligado a aparecer, a asistir a las fiestas de los famosos, a codearse con Asia Argento, que incluso llevó al cine el segundo de los libros de Leroy, El corazón es mentiroso, con Dennis Cooper, Winona Ryder, Carrie Fischer, Courtney Love, Gus Van Sant, Bono… El único problema es que J. T. Leroy no existía. La persona que se hizo pasar por él fue en realidad una mujer, Savannah Knoop, la cuñada de Laura Albert. Laura Albert, la verdadera autora de los libros y la que diseñó toda la campaña de promoción de sus obras y su autor maldito, la mujer que luego fue juzgada y condenada por fraude por haber conseguido engañar durante casi diez años a la más respetada élite cultural y periodística.




Ahora Savannah escribe un libro contando su experiencia durante todo el tiempo que duró la impostura. Es un libro con cierto tono catártico en el que llega a confesar que, durante aquella época, se hizo adicta al personaje porque le permitía vivir una realidad muy alejada de la que podía aspirar. La vida de Savannah Knoop, ayudante de camarera en un restaurante tailandés, con sueños de convertirse en diseñadora y aficionada a la capoeira, estaba muy lejos del glamour que rodeaba la figura de J. T. Leroy.  Tal como dice un productor en un momento dado: "Cuando uno ve su nombre, puede estar seguro de que el proyecto será algo innovador, fresco, moderno". Todo era demasiado tentador. Pero ser una chica que se hace pasar por un chico que a su vez quiere hacerse pasar por una chica no resulta fácil y, desde luego, conlleva un coste elevado.
Nos habla en el libro de fiestas, de la gente que conoció, de su romance con Asia Argento, de su pánico escénico, de su vulnerabilidad, y de cómo, pese a todo, sigue adelante, dejándose guiar por Laura Albert, que permanece siempre a su lado, interpretando el papel de Speedy, la asesora de Leroy, su persona de confianza.




Y, como ya dije, es esa persona que aparece casi en la sombra la que me interesa. Savannah la muestra sin entrar en profundidad en su personalidad, en cómo diseñaba su estrategia. No sabemos si tenía todo pensado desde el principio o si iba improvisando sobre la marcha. Pero nos la muestra de un modo directo, a través de sus actos, y nos vamos haciendo una idea de la ambición desmedida que la movía y la inteligencia con la que conseguía siempre mantenerse a flote.
Laura Albert era una joven con problemas de obesidad y baja autoestima. La primera vez que la ve, Savannah la describe así: "Tenía un aire clásico, como una lechera de Rembrandt: mejillas carnosas y rosadas que acentuaban su piel blanca, labios finos y rizos de querubín que asomaban por debajo de un ajustado sombrero de punto marrón". También nos dice que comía sin degustar la comida, de forma compulsiva. Y que tenía "talento, labia e ingenio. Le daba igual ofender a alguien si con ello dejaba claras sus convicciones. No se permitía pasar desapercibida, jamás aceptaba un no por respuesta y nunca se callaba para encajar con el grupo". Trabajaba en un servicio de sexo telefónico. Con su marido, Geoff, el hermano de Savannah, formó un grupo llamado Daddy Don´t Go. Ella promocionaba el grupo consiguiendo salir en revistas y periódicos alternativos, también empapelaba paredes y postes con carteles de la banda, y conseguían agotar las entradas de sus conciertos. Laura era la cantante principal, pero eso le ocasionaba mucha presión.




Cuenta Savannah que Laura, cuando era adolescente, llamaba a teléfonos de emergencias haciéndose pasar por chicos descarriados y contando sus experiencias a través de ellos. Conoció al doctor Terence Owens, jefe de la planta de pediatría del hospital St. Mary´s, y fue éste quien le aconsejó que escribiera esas vivencias y que él compartiría esos escritos con sus alumnos de trabajo social.
Cuando se disolvió el grupo, "Laura se puso a escribir más en serio. Esbozó una historia desde el punto de vista de un adolescente que se escapa de casa, un personaje con el que uno empatiza al instante tanto por su juventud como por ser un superviviente nato". En un momento dado, quiso saber qué reacción provocaban sus escritos y contactó con escritores a los que admiraba, haciéndose pasar por su personaje: Jeremiah Terminator Leroy. Habló con Sharon Olds, mantuvo una regular relación con Dennis Cooper durante años. Le presentaron a otras personas, la animaron a seguir escribiendo y le buscaron editor. Sarah y El corazón es mentiroso se convirtieron rápidamente en un fenómeno de crítica y ventas. Leroy era el autor de moda y todo el mundo quería conocerlo. Laura dio todas las largas que pudo para evitar que su creación tuviera que exponerse al público, pero la presión era demasiado fuerte y recurrió a Savannah.




Savannah nos dice que leyó los libros en un solo día y que le parecieron historias "hermosas y sinceras, al margen de quién las hubiera escrito". Y esta es una de las cosas que más me interesan de este caso. Si los libros eran tan impactantes, si la historia era tan conmovedora, si estaban tan bien escritos, ¿no debería dar igual que fueran o no reales? O, mejor dicho, una vez eliminado el hecho de que fueran autobiográficos, ¿los libros dejaban de tener valor, dejaban de ser buena literatura?

En el epílogo de El final de Harold, escribe Michael Ray:
"La mayoría de los autores crecen de manera gradual. Sintonizan con un modo de percibir el mundo, de ordenar sus palabras. El éxito puede paralizar dicho proceso, ya que tienen la tendencia a identificar y proteger lo que se les alaba. El avance de J.T. es más valiente y más dramático, como el de un río que salta sobre los desniveles. Impulsa su escritura con tesón para convertirla en más clara y más hermosa, frase a frase: su facilidad para el riesgo hace que cada una de esas frases desprenda el escalofrío de un experimento potencialmente peligroso".

Laura perdió peso en poco tiempo. "Dejó de llevar los vestidos de rayón y las sandalias de siempre, y empezó a poner todo su empeño en cuidar su imagen". Convenció a su cuñada para que se hiciera pasar por Leroy para una sesión fotográfica, sólo sería una vez. Pero poco a poco el asunto se les va de las manos y va tomando unas dimensiones inesperadas que únicamente les permite dejarse llevar y adaptarse lo más rápidamente posible. A lo largo del libro vemos siempre la sombra de Laura, interpretando el papel de Speedy, atenta a cubrir los silencios de Savannah/JT, interpretándola, justificándola, dirigiéndola como un director de cine. La vemos reprimida y no podemos de dejar de preguntarnos qué se le pasaría por la cabeza al ver los focos en su creación, los focos que en realidad le correspondían a ella.




Resultan indudables sus dotes como manager, su capacidad para moverse en esa jungla de artistas, de egos, de proyectos, de negocios. Escribe artículos de opinión e incluso está a punto de convertirse en guionista de series cuando salta el escándalo a raíz de la publicación del artículo de Warren St. John, periodista del New York Times, en el que pone al descubierto el engaño. Pero esa es otra historia, sin duda tan interesante como esta, y espero que algún día sea la propia Laura Albert quien la cuente.
Mientras tanto, me pregunto si Laura Albert tiene o no por delante una posible carrera literaria. ¿Sigue siendo una buena escritora? ¿O quizá no lo fue nunca y lo que se encumbró fue un bluff lo suficientemente sórdido como para despertar el morbo y la ambición de la industria? Paul Auster dijo en su momento: "A mí toda la historia me parece fascinante, muy literaria. Aunque me faltan detalles, no creo que haya traicionado a sus lectores. Ella escribía ficción así que, en ese sentido, no engañó a nadie"
Mientras estas preguntas esperan su respuesta, no es mala idea acercarse a este libro en el que Savannah Knoop nos cuenta cómo fue su vida cuando se convirtió en un escritor de éxito y se codeó con las grandes estrellas. Una historia fascinante.


CHICA, CHICO, CHICA, por Savannah Knoop
Ediciones Alpha Decay, S.A. - Barcelona
1ª edición: 2018.

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