Muchas veces he bromeado diciendo que lo mejor era ver los informativos en Canal 9 porque ahí nunca pasaba nada: era una especie de mundo feliz. Lo más relevante que ocurría a nuestro alrededor eran concursos escolares o fiestas patronales. Sin embargo, ahora que lo han cerrado y me enfrento al canal vacío en mi televisor me siento como si me hubieran dado una patada en la boca.
Una televisión autonómica debería administrarse con diligencia, lo mismo que la sanidad, la educación, el transporte público, y todos los servicios que son de todos. Habría que exigir una gestión responsable y debería haber mecanismos auditores que la garantizaran, y que sancionaran con dureza a quien no lo hiciera.
Los periodistas de Canal 9 han resistido todo lo que han podido. Han querido demostrar que son capaces de hacer una buena televisión. Han conseguido que la audiencia de la cadena subiera espectacularmente. Mucha gente les reprocha que no denunciaran antes lo que estaba ocurriendo, como si hubiera muchos héroes en este país, pero ahora resulta evidente que la situación ha ido demasiado lejos, que el exigible derecho a la información ha sido pisoteado durante demasiado tiempo. Supongo que la naturaleza humana ha sido siempre igual. El maldito instinto de conservación, que nos impide actuar mientras vamos sobreviviendo.
Eso explica ese famoso poema que se atribuía a Bertolt Brecht pero que parece ser de un pastor protestante llamado Martin Niemöller.
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío, Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi, no había nadie más que pudiera protestar.
Cuando llegó el momento de luchar, intentaron dar voz a aquellos que no la tuvieron durante tantos años, a los protagonistas silenciados, a los hechos ninguneados... pero ya era demasiado tarde.
Supongo que el siguiente paso será una televisión privada que aparecerá como salvadora y que estará al servicio del partido dominante, porque un César necesita un trovador.
3 comentarios:
hablo desde mi conocimiento de la administración pública, Miguel: Cada vez es más frecuente ver que te van colocando al lado personajillos metidos a dedo, y te van arrinconando, despojándote de las funciones, y ves que ese personajillo no dice ni mú, y te bajan el sueldo mientras al susodicho se lo incrementan con complementos sacados de una chistera. De pronto ves que a ese personajillo lo despiden, lo tiran a la puta calle, y yo me siento como si descansara. Es cruel, sí, pero le pueden ir dando por donde amargan los pepinos a los enchufaditos de marras. Lo hablaremos más detenidamente si quieres.
Claro, Pepe, pero no quiero referirme a tal o cual persona sino al canal en general. Conozco también personas que trabajaban ahí muy dignamente, sin enchufismo. Y eso que describes es, ni más ni menos, una mala gestión, la utilización de la administración y los medios públicos como si fuera un cortijo particular.
Todos los que conozco de los que tú comentas, Miguel, (son unos cuantos) salieron con el ERE. Me gustaría saber cuántos de los que entonces se quedaron no se mantuvieron calladitos. Aparte del texto atribuido a Bertolt Brech que citas, hay una máxima que muchos también podrían aplicarse: “Roma traditoribus non praemiat”
Publicar un comentario