El viernes 15 y el sábado 16 de Noviembre asistí al Festival Eñe 2013, que se celebró, como todos los años, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Cuando llegué, estaba terminando la charla de la escritora Zoé Valdés sobre cómo influye el estado de ánimo, las circunstancias personales, en la propia obra. Me llamó la atención cuando contó que en una época de crisis, de desánimo, visitaba diariamente el museo del Louvre. Los artistas allí representados fueron sus auténticos psicólogos.
Con motivo de la publicación de la antología Última temporada, de la editorial Lengua de Trapo, se reunieron algunos de los autores en ella seleccionados para hablar de la generación literaria de los años ochenta: Daniel Gascón, Juan Soto Ivars, Aloma Rodríguez, María Folguera, Guillermo Aguirre, Juan Gómez Bárcena y el editor Jorge Lago. Se plantearon temas sobre si existen unas preocupaciones comunes, si existe la necesidad de “matar al padre”, es decir, de oponerse a las tradiciones literarias anteriores. También se habló de las redes sociales, de la autopromoción y, un poco por encima, del prólogo del libro, escrito por Alberto Olmos, que ha suscitado cierta polémica.
Se hizo pública la lista de finalistas del premio Cosecha Eñe, que convoca anualmente la revista del mismo nombre, y se desveló el nombre del ganador (la ganadora en este caso): la escritora Lara Moreno.
Más tarde, también asistí a la mesa redonda que reunió a los escritores Juan Aparicio Belmonte, Marta Sanz, Juan Gracia Armendáriz, Isabel Mellado, Eduardo Laporte, Juan Martínez de las Rivas y Marta Caballero, con motivo de la publicación de la antología de relatos publicada por Demipage, Diez bicicletas para treinta sonámbulos. La charla se centró en la diferencia entre cuento y novela, esa aparente confrontación entre dos géneros que da lugar a posicionamientos radicales y a argumentos tan despreciativos como que todo cuentista es un novelista frustrado. Percibí en más de uno de los participantes una postura hacia el relato poco respetuosa, lo cual me llamó la atención entre gente que acaba de participar precisamente en una antología. También hubo quien dijo que sólo escribía relatos cuando se los encargaban, como era el caso del libro en cuestión. Marta Sanz huía de este tipo de generalizaciones o de clasificaciones un poco absurdas, e Isabel García Mellado procuró mantenerse al margen de la polémica. En fin, tal vez este tema dé para una entrada del blog.
Al día siguiente, llegué con cierto retraso y me
perdí la charla entre Santiago Posteguillo y Juan Eslava Galán, sobre las
claves de la novela histórica. Sí llegué a tiempo a la mesa redonda de los
escritores Lorenzo Silva, Jesús Marchamalo y Gonzalo Torné, que giró en torno
al tema de la relación del escritor con la tecnología. Jesús Marchamalo actuó
de moderador entre Lorenzo Silva, que escribe con ordenador, y Gonzalo Torné,
que escribe a mano porque, explicó, la imagen del ordenador le da al texto un
aspecto definitivo que le impone mucho respeto. La charla estuvo plagada de
anécdotas y fue muy amena. También se trató el tema de la relación de los
escritores con las redes sociales, de la distracción que esto puede suponer
para su trabajo, ante lo que Lorenzo Silva reenfocaba la cuestión convirtiendo
las amenazas en nuevas posibilidades.
Lara Moreno, Alberto Marcos, Llucia Ramis y Javier
Morales Ortiz hablaron sobre su propia obra, como autores con proyección de
futuro, preguntándose si son escritores que van a contracorriente, algo difícil
de resolver ya que resulta difícil identificar la corriente dominante. Hablaron
sobre lo que supuso para ellos la publicación del primer libro y el origen de
su afición por la literatura.
Antonio Orejudo y Rafael Reig mantuvieron una distendida charla en torno al uso del humor en la literatura actual. Reivindicaron la tradición humorística española, con ejemplos tan contundentes como El Quijote, El Buscón, El lazarillo de Tormes, La Celestina... Se burlaron de la gravedad de ciertos autores, de lo en serio que se toman a sí mismos, lo cual consideran muy poco saludable.
Javier Reverte y Andrés Amorós hablaron sobre la
literatura de viajes, con motivo del libro de crónicas de Ramón Pérez de Ayala publicado en la colección Obra
Fundamental de la Fundación Banco Santander. La charla fue muy amena, llena
de anécdotas y datos curiosos.
Jon Bilbao dio una charla sobre la abundancia de decálogos y principios que intentan acotar los caminos de la literatura y, sobre todo, por qué suelen referirse principalmente al género del relato.
Doménico Chiappe habló con el crítico Santos Sanz Villanueva sobre su novela Tiempo de encierro, recientemente publicada por Lengua de Trapo, que está basada en un caso real de desahucio.
Martín Casariego habló sobre la crisis del mundo del libro, la influencia de lo digital, los nuevos hábitos que impone internet y la necesidad de adaptarse y de crear nuevas fórmulas de supervivencia.
Por último, Benjamín Prado y Julia Navarro mantuvieron una charla sobre el papel de la ficción en el mundo actual, partiendo de la publicación del libro Dispara, yo ya estoy muerto.
Por supuesto, como siempre ocurre en este tipo de eventos, no se puede asistir a todo. Hubo lecturas, como la que hizo Elena Medel, que acaba de recibir el Premio Loewe de poesía, o Pilar Adón, o Pablo Fidalgo, por citar algunos nombres. Y también hubo actos en los que participaron otros autores, como Juan Bonilla, José Manuel Caballero Bonald, Isaac Rosa, Soledad Puértolas, Juan Manuel de Prada, el director de cine Fernando León de Aranoa, o la mesa redonda entre los editores Diana Zaforteza, Jorge Lago, Pablo Mazo y Diana Hernández. Pero es imposible verlo todo.
El año que viene más.
2 comentarios:
No has asistido a todo pero desde luego has aprovechado el tiempo. Es bueno saber que el universo literario sigue despierto en tiempos de adormecimiento generalizado.
Gracias, Miguel, por acercarnos el festival a casa este año. Ya hemos estado un poco allí.
Un abrazo.
Marian
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