lunes, junio 20, 2011

Lo que fue de nosotros


Carlos Manzano es uno de esos escritores que realiza su labor discreta pero incansablemente, un narrador nato con una prosa estilísticamente muy cuidada. Tiene dotes más que suficientes para que su nombre aparezca siempre que se hable de autores que han de tenerse en cuenta. Gente con mucho menos mérito y menos capacidad anda por ahí haciendo mucho ruido. Y es que a veces la literatura se mueve al ritmo de esos ruidos, de lo que uno sea capaz de gritar. Es muy difícil que un libro, por sí solo, por bueno que sea, se abra camino. Es necesario un golpe de suerte muy grande. Y es una pena. Hay que destacar este tipo de obras y este tipo de escritores. Y no sólo cuando al autor le acompañe una circunstancia personal que pueda resultar cuanto menos “curiosa”, como un trabajo en una fábrica o conduciendo un autobús, por decir algo, sino cuando realmente el libro tenga méritos suficientes para ser recomendado sin dudas ni rubores, con la seguridad de que quien se acerque a ese libro no va a salir defraudado y se va a encontrar con una lectura estimulante.
Carlos Manzano nació en 1965, en Zaragoza, es autor de las novelas “Fósforos en manos de unos niños”, “Vivir para nada” y “Sombras de lo cotidiano”, publicados todas ellas por la editorial Mira. También es autor de la novela corta “Las fuentes del Nilo”, que resultó finalista del I Premio Letras de Novela Corta en 2003, de “El desierto”, que fue ganadora del I Concurso Literario Villa de Benasque, y de la novela “Lo que fue de nosotros”, editada por ediciones Nuevos Rumbos. Manzano, hombre de gran curiosidad y voracidad literaria es también el coordinador de la revista digital “Narrativas”.
Me llevé el libro “Lo que fue de nosotros” en el viaje que hice hace poco a Alicante. La lectura del libro de Carlos Manzano me absorbió de inmediato, en cuanto leí las primeras frases:
Hay tragedias que nunca se superan. La muerte de un hijo, por ejemplo. O peor aún: su asesinato cobarde. Un asesinato sin culpables, un crimen nunca aclarado, sin nadie sobre quien verter tu odio, tu rabia, tu resentimiento inagotable. Sé muy bien de lo que hablo: a mi hijo de tres años lo mataron salvajemente porque sí, sin motivo alguno, por el simple placer de matar.
Un principio así te corta la respiración y te obliga a cambiar de postura en el asiento (al menos eso me ocurrió a mí) y seguir leyendo. La primera parte alterna las voces de los padres del niño asesinado, que se han separado y han decidido afrontar la desgracia desde posiciones muy diferentes. El padre, obsesivo, ha tenido incluso que pasar una temporada en un psiquiátrico. La madre, por su parte, se rebela contra la vida ordenada que ha llevado siempre y se lanza a una experiencia sexual que no parece tener un rumbo definido. La segunda parte de la historia está narrada por el policía encargado del caso, cercano a la jubilación y obsesionado no sólo con el asesinato sino también por la madre del niño. Y, por último, la tercera parte recupera las voces del padre y la madre para cerrar la trágica historia.
Un libro breve, de apenas un centenar de páginas, que nos habla de cómo sobrevivir a una tragedia, del rumbo que damos a nuestras vidas, de las recónditas razones que a veces guían nuestros actos. Una novela que se lee de tirón.



Su libro anterior, “Sombras de lo cotidiano”, tiene como protagonista a un escritor cuyas obras son rechazadas por falta de vigor y vacío argumental, lo cual le mueve a buscar un tema real sobre el que escribir: el crimen de una familia en Valladolid que fue llevado a cabo, al parecer, por la joven asistenta del hogar, aunque sin que se sepan los motivos que la empujaron a tal atrocidad. Así que el escritor pide vacaciones en su trabajo y se desplaza a Valladolid, dispuesto a indagar en esa historia. La primera noche que pasa en esa ciudad conoce a una perturbadora mujer con la que vive una impetuosa relación. A partir de este momento, la trama, disfrazada de novela negra, indaga en el interior de su personaje y en las cuestiones que rigen nuestra existencia y nuestro destino.
Como dice el protagonista de este libro: Lo importante es el hecho mismo de escribir, es lo que te ayuda a reconciliarte contigo mismo.

3 comentarios:

Carlos Manzano dijo...

Muchísimas gracias, Miguel, por la enorme generosidad de tus palabras. Comentarios como el tuyo ayudan a seguir adelante, aunque como bien dices parezca que uno se mueve casi en soledad, si no fuera porque siempre hay lectores amables y entusiastas como tú que lo reconcilian a uno con este extraño mundo de la escritura.
Un fuerte abrazo.

Clarice Baricco dijo...

Sus libros me han gustado mucho. Este es el tercero que leo y me trastornó la lectura. Muy buen libro.
Linda tu reseña.

Juan Herrezuelo dijo...

Sin duda que sí es una pena que no sea nunca la calidad lo que determine hoy que un libro se abra camino por sí solo hacia las manos del lector que sabría apreciarlo, aunque fuese un largo camino, y que en un tiempo de urgencias de mercado no quede ocasión ya para esos golpes de suerte que siempre supieron rescatar un buen libro de la indiferencia. Queda este medio, en el que una recomendación, tuya, por ejemplo, puede hacerse oír en medio de tanto ruido entre costuras o catedrales.