Vivimos
en una época en que todos los libros son necesarios, todos son obras maestras,
todos anuncian la aparición de un escritor que va a ser clave en nuestra narrativa.
Todo es tan superlativo que ya no nos lo creemos. Y cuando encontramos una obra
que nos hipnotiza, que nos engancha, que nos desafía y nos fascina, ya no
sabemos cómo recomendarla. Pese a ello, empezaré diciendo taxativamente que Días de euforia, la novela de Pilar
Fraile, es uno de los mejores textos que se han publicado este año en nuestro
país. Así de claro. Sin discusión.
No sé cuánta gente
conocerá a Pilar Fraile, pero desde luego no es una recién llegada. De hecho, Días de euforia (Alianza Editorial,
2020) es su segunda novela tras Las ventajas de la vida en el campo
(Caballo de Troya, 2018). También es autora del libro de relatos Los
nuevos pobladores (Ediciones Traspiés, Granada, 2014) y del ensayo Materiales
para la ficción (Editorial Grupo 5, 2017). Además ha publicado
cuatro libros de poesía, ha sido coguionista de un cortometraje y colabora
habitualmente en el periódico El País.
Hace unos años, tuvo la
deferencia de contestar mi Cuestionario Básico.
En mi opinión, el texto
de la contraportada no hace justicia a la novela, que va más allá de un grupo
de protagonistas en busca de un futuro que se les escapa. Entiendo que no se
pueden aclarar muchas cosas sobre ella y que lo mejor es entrar en sus páginas
sin ninguna idea preconcebida, pero aún así intentaré dar algunas claves de mi
lectura.
Al principio, funciona
como un libro de relatos, descolocándonos en todo momento, obligándonos a
entrar una y otra vez en esa realidad que es la nuestra y, a la vez, es otra.
Los personajes van apareciendo con una voz propia, identificable, y nos introducen
en sus mundos, que parecen muy distintos, y luego se irán cruzando, trazando un
camino lleno de curvas que el lector debe ir componiendo como si se tratara de
un puzzle.
Encontramos la voz
narrativa de Mary contándonos sus inquietantes sueños. Me ha recordado a la
literatura de Miranda July, con esa mirada de extrañeza ante todo, esa frialdad
que pretende interpretar todas las señales que salen a su encuentro, con un
lenguaje burocrático que sorprende mucho a la hora de hablar de sentimientos. Por
un momento podemos llegar a pensar que se trata de un robot. Racionaliza hasta
la exasperación su relación con su compañero de trabajo Roger, o con su jefa
Manuela. También encontramos a Blasco, asesor financiero, y a Diana, su mujer y
compañera de trabajo en la misma agencia, que atraviesan una crisis conyugal.
Él está obsesionado con una adolescente llamada Laila, a la que observa por
internet. Ella, soñando con empezar de cero, con reinventarse, mientras
sobrelleva una vida rutinaria. O Angélica, que trabaja en una
clínica de fertilidad. Su antecesora, Hester, parece haberse esfumado y un día
Angélica encuentra un cuaderno de notas que le hará cuestionarse ciertas cosas
que tomaba por ciertas. También está Lisa, la compañera de Angélica. Y Carlos, un hombre soltero que se apunta a las clases de un coach. Personajes que, de forma natural pero no por ello menos
sorprendente, irán entrecruzando sus vidas, estableciendo conexiones que
conformarán esta historia de insatisfacción.
Días de euforia cuestiona la artificialidad de nuestras relaciones,
nos alerta de cómo la tecnología, que debería servir para unirnos, en realidad
nos va alejando, aislando. Y de este modo, un relato que en un principio parece
estar planteando una realidad distópica, un futuro no muy lejano, se convierte
en un retrato un poco deformado pero fiel del mundo actual. Pilar Fraile
disecciona nuestro mundo de modo que veamos las costuras de una sociedad
artificial y fría que ha perdido la conexión con su propia naturaleza.
Estamos ante un libro
que se lee con fluidez a la vez que exige la participación del lector para que
vaya recomponiendo una trama que no respeta tiempos ni espacios, con distintas
voces que dibujan una sociedad que va perdiendo la humanidad. Una advertencia
hacia esa tecnificación de las relaciones, esas tecnologías que, con la promesa
de mantenernos conectados, nos van deshumanizando, hasta el punto de no ser
capaces de identificar las emociones que aparecen ante nosotros.
Destacar también el
importante papel que juega el humor en estas páginas, como elemento
distanciador que nos ayuda a digerir un mensaje alarmante, y más teniendo en
cuenta que muchas de las cosas que aquí aparecen ya se están materializando. El
desencanto, la soledad, la insatisfacción con un mundo en el que,
aparentemente, no nos falta nada, la dependencia de una tecnología que nos
cataloga y nos aliena, un futuro inquietante para una sociedad formada por
miembros cada vez más aislados y más fríos.
Días de euforia es una apuesta inteligente de buena literatura. No
dejen de buscarla, su lectura vale la pena y nos deja pensando, nos ofrece un estanque donde enfrentarnos con nuestro reflejo.
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