1.- ¿Por qué escribes?
Para entender la vida y lo que se aleja de ella. No me ocurre
naturalmente y no siento que mi cuerpo ni eso que llaman imaginario se adapten
a la artificialidad que implica la ficción o la filigrana de un poema. Pero lo
que necesito expresar no aprendí a comunicarlo ni con la danza, ni con pinceles
ni mucho menos con la magia de un instrumento musical que dispersa las nubes.
Colgué palabras en el aire desde niña. Eso es todo.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Escribo, preferentemente, de mañana con un buen café en las manos y un
jardín a la derecha. Lo hago por proyectos si de una novela o un ensayo se
trata, dedicándole de dos a tres diarias. La poesía es otra cosa, guardo los
poemas que podrían ser delicadas o salvajes epifanías en un archivo como si
fuera un cofre que no apresuro, que nunca vacío o vendo a la primera.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Más bien mis ocupaciones u obsesiones: la violencia, la soledad, la
incapacidad de los seres humanos para comunicarse. En lo poético, el diálogo
con otros autores o la fundación de reinos imposibles. Me gusta pensar en
escenarios únicos donde el poema circule libremente, es decir, campos
semánticos insólitos o reposados como si cada texto se desplazara como un barco
o consiguiera la salvación del instante de una buena pintura.
4.- ¿Algún principio o consejo que tengas muy presente a la hora de
escribir?
Confiar y desconfiar al mismo tiempo. Es decir, dejar que fluya la
expresión, preservar ese material auténtico y catártico, pero luego hacer
correcciones hasta el delirio, si es posible. También ayuda pensar que todo es
una versión de una versión que nunca será definitiva.
Suelo tener cuidado con
algunos prejuicios, por ejemplo: si escribes poesía más vale que no incursiones
en otro género porque esta te abandona. O bien: los mejores novelistas rebasan
los cuarenta años porque ya han vivido lo suficiente. No creo en recetas porque
suelen encorsetar la voz.
5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Depende. Hay cuentos o novelas que me gusta pensar ya están escritos de
antemano, se pensaron mucho, se dejaron madurar y reposar. Pero a veces un
argumento nos lleva y nos descubre esa ambigüedad o tensión que tanto bien le
hace al relato.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Como es una pregunta difícil, voy a mi biblioteca y observo. Encuentro a
Bishop, Juan Gelman, Marosa di Giorgio, Colette, Marguerite Yourcenar, Pessoa,
María Moreno, Chéjov, Wislawa Szymborska, Rosa Montero, Melville, Svetlana Aleksiévich,
Borges, Juan Rulfo, Claudio Magris, Pascal Quignard, Juan Carlos Onetti, Elena
Garro, Amparo Dávila, Carmen Laforet, Ana María Matute, Proust, Roberto Bolaño,
Salinger, etc. La lista cambia, claro, según las temporadas anímicas.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Son dos, una novela que sigo corrigiendo y cuyo título es El modo
Houdini. Resultó finalista en un concurso nacional de México que recibió
más de 600 trabajos. Como es una obra que describe el paisaje forense de mi
país donde la trata de personas y el feminicidio son dos flagelos imparables y,
al mismo tiempo, pretende ser una cartografía de los estragos del amor
romántico, estoy dándome un respiro para retomar el valor de intervenir ese
texto. En tanto, desarrollo un proyecto poético que comencé en una residencia
en Barcelona, el título tentativo es Un ajuar de palabras explora el
exilio, la migración latinoamericana en Europa, la política ficción sentimental
identitaria y la construcción de un lector ideal o un tú lírico que se
desdobla.
Alma Karla Sandoval (México). Poeta, periodista y profesora. Obtuvo los
apoyos del FOECA y del FONCA en 1999 y 2001. En 2010 y 2018 se le concedió la
Beca de Creadores e Intérpretes con trayectoria del PECDA. Ganó el Premio
Nacional de Periodismo, AMMPE, 2011, y los Juegos Florales de Cuernavaca,
Morelos 2012, en cuento y novela corta. Premio Nacional de Poesía Ignacio
Manuel Altamirano 2013. Recibió, por su primera novela, el Premio Nacional de
Narrativa Dolores Castro 2015 y el Premio Nacional de Poesía “Noble y Leal
Ciudad de Tepic 2015”. Obtuvo el Premio
al Mérito Periodístico 2019 y el Premio Nacional de Poesía María Elena
Solórzano 2019. Cuenta con más de veinte libros publicados. Su obra ha sido
traducida al inglés, francés, rumano, portugués y ruso,
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