Fue una tarde memorable. Todo un
privilegio poder conversar con el gran Rodrigo Fresán sobre "La parte
recordada" y el resto de la trilogía, y sobre su idea de la literatura, sus
fetiches, las nuevas tecnologías, los talleres literarios, la lectura, y tantas
otras cosas... Después de varias recomendaciones le pedí que nos confesara
algún libro que odiara. Y sonrió, y se quedó pensando un momento, hasta que al
final confesó algunos títulos. También nos contó lo que pensó cuando vio a la
anterior vicepresidenta regalar a las autoridades catalanas un ejemplar de su
libro "La parte inventada", algo que también relata en este último
volumen.
Muchas gracias a todos los que nos
acompañasteis. La librería estuvo llena de gente y es algo que se agradece. La
ocasión lo merecía y me alegra que todo el mundo lo disfrutara.
Texto inicial de la presentación:
Rodrigo Fresán es un escritor argentino,
afincado en Barcelona, autor de una obra muy personal que le convierte en uno
de los nombres más importantes de la literatura actual. Inició su carrera con
la publicación de "Historia argentina", que recibió elogiosas
críticas por lo arriesgado de su propuesta. Cada libro de Fresán supone un reto
para el lector. Su estilo se caracteriza por la mezcla de géneros, por las
referencias de la cultura pop, por un estilo digresivo y una reflexión profunda.
Entre sus títulos podríamos destacar "La velocidad de las cosas" y "Jardines
de Kensington", por citar algunos. No me quiero extender con estos datos,
tan sólo recalcar la importancia de Rodrigo Fresán como autor.
Es un lujo que haya venido a presentar
este magnífico libro titulado "La parte recordada", tercera entrega
de una de las trilogías más ambiciosas e interesantes que se hayan escrito
nunca, iniciada con "La parte inventada" y seguida de "La parte
soñada".
Estos tres libros son la respuesta de
Fresán a la pregunta ¿Por qué escribe usted? Son un análisis desde todos los
puntos de vista posibles del acto de escribir, no del oficio de escribir, sino
del acto de escribir, de la necesidad de escribir. Porque, oigan, escribir es
algo muy jodido. No sólo por el aislamiento que en principio conlleva, sino
porque se convierte en una forma de vida, en una necesidad, incluso en una
obligación que, si no la cumplimos, nos provoca un doloroso remordimiento.
Escribir significa darle más importancia
a nuestra actividad mental que a nuestra actividad física, imaginar vidas
posibles, preguntarnos si es más real lo que perciben nuestros sentidos o lo
que inventamos, lo que soñamos, o lo que recordamos.
La mente del escritor, su mecanismo
interno. Ésos párrafos que empiezan siempre con la misma frase, por ejemplo, o
las diferentes alternativas que se ofrecen para la creación de un personaje, o
las conversaciones escuchadas en un avión. Y todas las referencias culturales a
autores, cantantes, música, películas, directores… Anoche soñé que había vuelto
a Monte Karma, con la estrafalaria familia Karma, donde Penélope, la hermana
loca del Escritor, o el Excritor, aúlla, mientras cabalga sobre su marido en
coma y se queda embarazada, Y todo fluye con normalidad, pese a que se trate de
hacer pedazos una trama y examinar sus fragmentos. A fin de cuentas, todas las
historias responden a siete tramas básicas, como siete son las etapas del duelo
y el protocolo de Buckman para comunicar malas noticias y las siete almas del
libro egipcio de los muertos, aunque falte la octava trama, la que se pregunta
sobre las otras tramas: la metatrama. Y Penélope salió con su hijo pero regresó
sin él. Pero esa es una de tantas. Y el Escritor o Nextcritor o Excritor
conserva siempre a Mr. Trip, ese juguete de hojalata que representa a un hombre
con una maleta, que funciona a cuerda, aunque funciona al revés, y en vez de ir
hacia delante va hacia atrás, como los vuelos de YesterdAir, que siempre viajan
en el sentido contrario a las agujas del reloj. El joven IKEA que regresa de
entre los muertos, tal vez gracias a haberse comido a su novia. Nabokov
diciendo que la realidad está sobrevalorada e intentando cazar mariposas
totalmente desnudo. Todo en libretas biji llenas de bosquejos y planes nunca
desarrollados. Y la advertencia de que estamos más cerca de “Un mundo feliz”
que de “1984”, con móviles que eliminan nuestras neuronas y nos impiden
concentrarnos en lecturas largas y profundas, gente que se mueve a golpe de
“likes”, cuya memoria es dominada para apropiarse de su futuro, que pretenden
mantenernos en un permanente estado de estupidez.
Hipnótico. Y deslumbrante. No se me
ocurre otra forma de definirlo. Uno de esos libros en los que todo transcurre
dentro de la cabeza de los personajes. Donde se nos recuerda que la memoria
reinterpreta el pasado, lo adorna, lo completa, incluso lo embellece. Y añora
el que antes se soñase despierto mientras que ahora se insomnia dormido,
iluminado por la luz azulada de pantallas LCD. Nos habla de la capacidad de
recordar y la capacidad de olvidar, de los post-it, de las reglas
mnemotécnicas, de las listas, de todo lo relacionado con la memoria,
estableciendo conexiones, referencias, equivalencias, en las que nos
reconocemos y, también, nos sobrecogemos.
Literatura en estado puro. La Literatura
con mayúscula es el tema de este libro.
Encontramos todas las técnicas, las
claves de la composición literaria, parece contener todos los temas de un
manual: el punto de vista, la elección de los personajes, el flujo de
conciencia, las diferentes historias relacionadas con lo que se está contando,
el juego con el tiempo, con la estructura, con la tipografía, los cuadernos de
notas, etc., etc.
Tres libros que abordan un mismo tema
desde diferentes perspectivas y que tienen una estructura que podríamos
denominar jazzística, con temas que se repiten de un tomo a otro, creando
reminiscencias en nuestra conciencia, jugando con nuestra memoria, descubriendo
todas esas conexiones y líneas que ensamblan la historia. Usando citas que se
encuentran en nuestro colectivo cultural, escenas de películas, frases famosas,
elementos de la actualidad.
Y escritores: "Matadero
cinco", de Vonnegut, "Cumbres borrascosas", de Emily Brönte,
"Suave es la noche", de Scott Fitzgerald, "Cosas
transparentes", de Nabokov, “Drácula”, de Bram Stoker, “En busca del
tiempo perdido”, de Marcel Proust, Saul Bellow, Cheever, Salinger, Enrique
Vila-Matas, Ricardo Piglia…
Y música: Bach ("Las variaciones
Goldberg"), Pink Floyd ("Wish you were here"), The Kinks, Bob Dylan, The Beatles, Glenn Gould…
Y cine: “2001. Una odisea del espacio”,
“Blade Runner”, “Blade Runner 2049”…
Y la ironía, y esa realidad en la que
todo parece posible, una realidad fantástica, si tal cosa puede existir.
En este tercer tomo continúa la
indagación literaria. La parte recordada no parece más fiable que la inventada
o la soñada. Las tres conforman la realidad del escritor, su realidad mental, y
por tanto su verdad más íntima. Nos da la fórmula: Sueño +Recuerdo = Invención.
Este es un proyecto literario de una
potencia increíble, de una erudición en absoluto afectada y muy amena y
divertida. Un proyecto ambicioso del que el autor sale triunfante y resulta que
después de casi dos mil páginas, nos deja con ganas de más.
1 comentario:
Me hubiera gustado mucho poder estar presente, pero me quedo a gusto leyendo esta crónica. Debió de ser una tarde memorable.
Gracias por contarlo
Publicar un comentario