1.- ¿Por qué escribes?
Escribir sigue siendo un sueño
que comenzó hace cuarenta y cinco años viendo el lomo de los libros de la
biblioteca en que trabajaba mi madre. Luego dibujé, rasgué y comí (en ese
orden) las páginas del Lazarillo de Tormes. Y un poco más tarde, pasé tardes
infinitas de mi infancia viendo la firma de William Faulkner que (otra vez) mi
madre, en Valencia de Venezuela, había logrado como ilustración para el tomo
aguamarina de sus novelas editado por Aguilar. Este sueño se hace realidad en
cada lectura, cada línea, cada cuartiento, cada libro, cada reunión literaria.
Es un milagro que se sigue repitiendo, una llama libidinal que no se apaga,
necesaria para vivir como el respirar, que alimenta permanentemente el fuego de
la vida. En la primera entrevista de mi vida, hace veintinueve años, Maritza
Jiménez, me hizo una pregunta parecida: “La poesía es el lugar al que siempre
vuelvo le respondí. Tenía diecinueve años. Ahora tengo casi cincuenta e igual
vuelvo: cada día, cada mañana, cada paso, cada mirada, letra y palabra.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Trabajador asalariado, soy capaz
de escribir en cualquier situación. En el tren vacío o atestado de borrachos,
sentado en la cama del médico de guardia o sobre la tapa del wáter para no
despertar a los niños. Hay, sin embargo, una situación ideal que siempre busco
y a veces encuentro: en la casa solitaria, con mi portátil sobre una mesa
redonda que mi suegra decía era del siglo XIX, frente a una falsa pimienta
llena de pájaros, con (por unos minutos) un fondo de piano que suene
(preferiblemente) desde el surco de un vinilo.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Resulta imprescindible hablar de
la medritura, que no es otra cosa que el arte y la ciencia de vivir, trabajar y
escribir como un medritor. Obviamente, no es un invento mío ya que médicos
escritores ha habido siempre, pero es el manto
(la advocación) que he elegido para guarecerme. Sirve para recordar que
la fusión entre literatura y medicina que permanentemente invoco no es casual,
que no pasaría lo mismo con la ingeniería y tampoco con la astrología. La
medritura es posible porque tanto el saber médico como el espíritu literario se
acoplan sobre el hombre revistiéndolo todo, no como dermis y epidermis, sino
como capas del tejido epitelial que lo recubre todo, mucosas e intimidades
comprendidas. A partir de ella, a través de sus ojos, me interesan la
enfermedad, la muerte, el ambiente hospitalario como área social, la
respiración de las personas y, cada vez más, la vida y mirada del otro.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Me lo dio Sergio Pitol, un
escritor a quien mucho admiro y que tuve la suerte de conocer en un taller
literario en Barquisimeto, y lo repito siempre a quien quiera escucharlo o lo
necesite: escribir y escribir, insistir siempre.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Como si se tratara de las cuotas
por pagar de la hipoteca, siempre pienso en los libros que quiero escribir y de
una u otra manera los tengo programados por años, trienios o quinquenios. Pero,
lo reconozco y agradezco, con el teclado frente a mí mayormente cambian las
cosas, se multiplican, se desvían de una palabra a otra, página tras página.
Busco entonces la vía del medio. Jinete mandón en los relatos; de paseo,
dejándome llevar, en las novelas.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Primera respuesta: Mozart y
Mendelssohn, que es una manera de hacerse el sueco (por la academia, no por la
voz popular) aunque es una verdad absoluta ya que siempre los tengo cerca de
mí.
Segunda (y autorizada) respuesta:
Este manto de medritura que me protege sería imposible sin Carlo Levi y Alfred
Döblin.
Tercera: la Biblia, como lectura
santa y también profana, y Don Quijote de La Mancha.
Cuarta: Mis autores de siempre
(de toda la vida, desde antes de los doce años, en la biblioteca de mi madre):
Thomas Mann, Herman Hesse, Sinclair Lewis, William Faulkner, Jorge
Luis Borges.
Quinta: Los escritores
venezolanos: Guillermo Meneses, José Balza, Rómulo Gallegos, Rubí Guerra,
Ricardo Azuaje, Juan Carlos Chirinos, Israel Centeno, Lena Yau y Fedosy Santaella.
Sexta: los uruguayos. Sin haber
leído a Horacio Quiroga y Juan Carlos Onetti, seguramente no podría escribir.
Sin los cuentos de Felisberto Hernández, la vida sería una cosa triste y gris,
absolutamente desangelada.
Séptima: adoro la idea de que
Juan Pablo Castel es un escritor que en un libro de ensayos, El Túnel, tiene un personaje que se
llama Ernesto Sábato.
Séptima: mi amigo (porque es un
gran escritor y porque la literatura es también un asunto de amistad, de
fraternidad) Juan Carlos Méndez Guédez.
Octava: Paganini, Tartini y
Chopin (porque la música es poesía pura y los suecos lo saben).
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
En estas semanas presento y vendo
un libro de relatos, Cementerio de
médicos. Decir, saber y escribir que los médicos mueren y que por lo tanto
tienen y merecen su cementerio literario es un hallazgo que la medritura
comparte con las aseguradoras. Este libro es otro paso en el empeño de fusionar
medicina y literatura, no desde el espacio médico ni literario, sino en este
caso desde el pensamiento narrativo. Me explico: el narrador de estos relatos
es médico o va a serlo siempre. En ello estriba su comprensión del mundo. Se
apropia de la noción de que luego de la música la medicina es el único otro
idioma universal existente y, como si todos los médicos del mundo tuvieran
dificultades para auscultar el murmullo vesicular, hace de la medicina misma un
cementerio del médico que emigra. Para más inri, el primero de los relatos es
“Soluciones literarias a la muerte de mi suegra” que hace tres años obtuvo un
accésit en el premio de relatos de la Organización Médica Colegial. El último
relato es “Doctor Bogotá” que hace dos años fue publicado en Bogotana(mente) junto a un bellísimo
texto-relato de Alejandra Costamagna. Quien lo compra viene luego a por otro y
es necesario advertirle que se está llevando el mismo libro que había comprado
y leído previamente, que no se trata de la continuación.
Slavko Zupcic nace en
Valencia (Venezuela), en 1970. Escritor. Médico psiquiatra y médico del
trabajo. Doctor en medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona con una
tesis de historia de la medicina intitulada El médico y el escritor: Andreas
Rösclaub (1708-1835) y Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling (1775-1854).
Entre sus títulos publicados, destacan la dramática evocación de la figura
paterna en Dragi Sol (Fundarte,
Caracas, 1989), 583104: pizzas pizzas pizzas (Fundarte, Caracas, 1995), el tono
escatológico de la novela Barbie (Grupo
Eclepsidra, Caracas, 1995), Tres novelas
(El otro el mismo, Venezuela, 2006), las peripecias de una detective singular
en Giuliana Labolita: El caso de Pepe
Toledo (Ediciones B, Bogotá, 2006) y la versatilidad de registros de los
relatos recogidos en Médicos taxistas,
escritores (Sudaquia, New York, 2014). En 2015, publicó junto con Alejandra
Costamagna Bogotana(mente) (Brutas
editoras, Santiago de Chile - New York). A lo largo de
casi treinta años de carrera literaria ha recibido varios premios y
reconocimientos entre los cuales es necesario nombrar el Premio de narrativa de
la casa de la Cultura de Maracay (1988), el Premio al Mejor artículo de humor
del diario El Nacional (Caracas,
2006), el haber sido seleccionado para formar parte del grupo de escritores
conocido como Bogotá 39 (Bogotá, 2007) y
el Certamen Iberoamericano de las Artes (Organización Médica Colegial de
España, 2014). Sus cuentos forman partes de diferentes antologías venezolanas e
iberoamericanas. Textos suyos han sido traducidos a los idiomas portugués,
italiano, alemán, inglés, húngaro y francés. Actualmente vive en Valencia
(España), trabaja como médico de urgencias hospitalarias en el Consorcio
Hospitalario Provincial de Castellón, es columnista del periódico Mediterráneo de Castellón y actualiza
semanalmente su blog Cuartientos de
Slavko Zupcic. Vive y se presenta, no como médico y escritor, sino como
“medritor”, especialista en psiquiatría, medicina del trabajo, historia de la
medicina y narrativa.
3 comentarios:
Excelente... Tuve la Oportunidad de Conocerlo Mietras Vivia En La Entrada... Naguanagua ... Valencia ...Venezuela... Excelente persona...Excelente escritor..
Desde que lo conocí en la Universidad supe que Slavko iba a llegar lejos y alto , su inteligencia y grandeza como persona lo acompañaran por siempre.
SZ bueno de los buenos en otros lares...
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