1.- ¿Por qué escribes?
Supongo que porque no tengo otra
elección. Siempre me ha interesado la actividad artística. Mi abuelo era
escultor y ya desde pequeña empecé a trabajar con el barro. Luego me pasé al
dibujo. Pero era malísima para las artes plásticas. Y por otra parte siempre me
gustó leer e imaginar historias. Empecé escribiendo poesía y luego hice algo de
teatro, pero desde hace unos años es en la novela donde encuentro mi voz. Me
parece el género total. O al menos para mí lo es. Yo escribo para inventar
realidades alternativas que me enriquezcan el presente, para profundizar en mi
visión de las cosas y así poder conocerme mejor, para revisitar el pasado y
saldar cuentas (emocionales) conmigo misma. Y todo eso me lo permite la novela.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Soy poco maniática y escribo de
forma no muy disciplinada. Suelo dedicar las mañanas a mi trabajo como
investigadora y las tardes a leer y escribir. Empiezo leyendo para entonarme y
acabo delante del ordenador, a veces demasiado tarde, cuando ya casi se me ha
echado la noche encima. Por eso suelo tardar en escribir novelas. Por eso, y
porque luego corrijo mucho. Soy una obsesa de la corrección, de la prosodia de
la frase (salvando las distancias, como Flaubert).
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Mis novelas (las que he escrito
hasta ahora) hablan sobre la comunicación humana (el poder de la palabra, de
las historias, del arte), la mentira y la traición, el paradigma de lo
femenino, la invención del amor o el viaje como acontecimiento iniciático (como
en La Odisea o en El “Quijote”).
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
El tiempo. Las novelas requieren
tiempo, irse haciendo a fuego lento, sin prisa y con mucho cariño. Hay que
tener mil ojos y mucha paciencia. Saber hacer. Todo despacio y bien. Y, desde
luego, como diría la gran Virginia, para eso hace falta una habitación propia.
Esa es la gran conquista, la de las mujeres en particular, pero también la de
los escritores en general. La habitación propia es un espacio que también está
hecho de tiempo.
5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Yo creo que para la novela hay
que planificar bien las cosas, porque si no, no hay historia, o al menos no hay
una historia bien contada. Y la novela tiene que contar algo. Lo demás es prosa
poética, evocación… A mí me gusta planificarlo todo muy bien, pero dejando
margen para que los personajes (aunque solo sea de vez en cuando) puedan tomar
sus propias decisiones; especialmente en los diálogos, que es donde uno suele
perder las riendas del texto, quizá por el efecto hechizante de la polifonía.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Tengo una buena nómina de
referentes literarios, tanto narradores como dramaturgos y poetas. Cito solo a
algunos: Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Sor Juana Inés de la Cruz, Oscar
Wilde, Valle-Inclán, Virginia Woolf, G. K. Chesterton, Jorge Luis Borges, Tom
Wolfe, J. D. Salinger, John Irving, Jonathan Franzen, Yasmina Reza, Javier
Marías… Y recientemente he descubierto a Andrés Barba. Dos de las novelas más
apasionantes que he leído en los últimos años: Las correcciones, de Franzen, y Lo
que queda del día, del reciente nobel de literatura Kazuo Ishiguro
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Ahora acaba de publicarse La torre invertida, pero recientemente
he acabado una novela corta titulada Tutú
que tiene como protagonista a una bailarina. Actualmente estoy inmersa en la
escritura de una novela sobre los últimos años de la infancia y el principio de
la adolescencia que aborda temas como la reconstrucción del pasado a través del
recuerdo, el descubrimiento del amor, las primeras experiencias sexuales o el
poder salvífico del arte.
Tania
Padilla
(Córdoba, 1985) es licenciada en Filología hispánica y actualmente trabaja como
investigadora en las universidades de Córdoba y Burdeos, donde realiza sus
estudios de doctorado. En 2004-2005 disfrutó de una beca en la Fundación
Antonio Gala para jóvenes creadores. Ha impartido talleres de escritura
creativa y ha publicado artículos de investigación, cuentos y poemas en
revistas y antologías de ámbito nacional e internacional. Ha publicado las
novelas Nosocomio: el diamante negro
(2013) y Un secuestro raro (Algaida,
2016), por la que recibió el I Premio Logroño para Jóvenes Escritores. Este año
ha ganado el XXII Premio Ateneo Joven de Sevilla por la novela La torre invertida (Algaida, 2017), que
acaba de ser publicada.
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