En
mi caso, no era buena idea leer este libro, pero fue uno de esos textos que
empiezas y ya no puedes parar. Marta Sanz cuenta que durante un viaje en avión
sintió un dolor extraño que define como "la presencia de una costilla bajo
el pecho izquierdo. Y, en la costilla, detecto una pequeña cabeza de alfiler
que súbitamente se transforma en una huella de malignidad". Entonces, yo
ya sabía que iba a experimentar todos los síntomas que Marta Sanz describiría,
porque soy un poco hipocondríaco, o sería mejor decir alarmista, es decir, que
en cuanto siento la más mínima molestia pienso que se trata de algo muy grave y
que mis días están contados. Conozco a Marta y a su marido, y los encuentro en
este libro, como si nos reuniésemos a charlar. Verás, yo creo que lo que
siempre se ha conocido como crisis de los cuarenta ha pasado a suceder a los
cincuenta, y todos esos dolores, esos síntomas, esos pinchazos desconocidos,
son en realidad la materialización del miedo a la muerte. Sí, ella habla
también de esto en el libro, con absoluta sinceridad, a pecho descubierto. Nos
cuenta su itinerario médico, las pruebas a las que se somete, los repentinos
ataques de angustia. Nos abre las puertas de su vida y nos la muestra, sin
maquillaje, tal cual.
Supongo
que es general el hecho de llegar a una determinada edad y empezar a
analizarse, a estar alerta de los mínimos síntomas. ¿Y si voy de viaje solo y
me muero? En un hotel, por ejemplo. ¿O si me atraganto en un restaurante y
caigo al suelo llamando la atención de todos los presentes y, de paso,
cortándoles la digestión? Pesadillas cotidianas que se acrecientan gracias a
los medios de comunicación. Nos dicen que hay una campaña para distribuir
desfibriladores, debería tranquilizarme pero, por otra parte, ¿cuántos infartos
deben estar produciéndose al día para que se tome una medida así? Y yo estoy en
los grupos de riesgo, siempre me lo dicen. Debería hacer deporte, lo sé, quizá
empiece mañana mismo…
Es
valiente Marta Sanz. Ya lo sabía. Es una de esas escritoras que se la juega en
cada uno de sus libros. La literatura no es una impostura para ella, es una
autora de raza, arriesgada, que se vuelca en su escritura, que se reta a sí
misma en cada proyecto. Y demuestra una y otra vez que el verdadero escritor
tiene un compromiso ineludible consigo mismo. No se escribe para la galería, se
escribe por necesidad, para interpretar la realidad, para analizarla, para
intentar extraer su esencia, si es que la hay. Así que en Clavícula habla de cosas que pocos escritores se atreven a abordar.
Habla de dinero, de vida cotidiana, de miedos, de menopausia, de angustia, de
viajes, de relaciones personales, de literatura y de intimidad. Admite varias
veces su impudor, pero es necesario, es lo que se ha propuesto hacer y lo
contrario sería un fraude. Ha decidido no disfrazarse de personaje, no jugar a
si esto es cierto o es falso. El compromiso es firme.
Ay,
por un momento he estado tentado de calificar este libro de
"inclasificable", lugar común que además sería falso, claro que se
puede clasificar este libro, pero resulta incómodo hacerlo, porque se trata de
un libro que a partir de un episodio autobiográfico, jugando con el humor y con
la honestidad, se convierte en una pedrada llena de aristas, en una lectura que
nos hiere, que nos recuerda que somos mortales. Así, se podría emparentar con Ebrio de enfermedad (y otros escritos de
vida y muerte) de Anatole Broyard, pero también con Cómo sobrevivir con 36000 dólares al año, de Francis Scott
Fitzgerald.
Clavícula, que pese a su
extensión pretende abarcarlo todo, utiliza muchos recursos. Incluye un cuento,
un poema, fotografías, e-mails… porque tiene un afán de globalidad, de mostrar
las diferentes caras de la autora, o mejor dicho, de sus esfuerzos por
sobrevivir, por seguir adelante.
"Cuando
escribo -cuando escribimos- no podemos olvidarnos de cuáles son nuestras
condiciones materiales. Por eso pienso que todos los textos son autobiográfico
y a veces la máscara, las telas sinuosas y las transparencias que cubren el
cuerpo son menos púdicas que una declaración en carne viva", leemos en la
página 50.
Clavícula es un libro
arriesgado y divertido a la vez, un tour
de force que merece ser valorado, no sólo por su honestidad, sino por su
calidad.
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