1.- ¿Por qué escribes?
En diversas ocasiones, he intentado
dar respuesta a esta difícil pregunta. Hace años afirmé que escribía para
sentirme viva. Recientemente, que lo hago para explorar mi isla interior. Las
dos respuestas son ciertas, pero también que es la manera más atractiva que
conozco para combatir la rutina y el hastío. Y una estrategia para planificar
mi vida. O el modo más sutil de acercarme a otras personas, de intentar sentir
sus miedos y comprender sus motivaciones, comportamientos y actitudes en la vida.
Aunque, quizás, la respuesta más sensata sea que no sé por qué escribo. Y para
descubrirlo tengo que seguir escribiendo.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Son pocas, pero necesarias. En
primer lugar, sentirme bien anímicamente, es decir, no encontrarme muy exaltada
o excesivamente preocupada. También preciso contar con un plazo de tiempo
relativamente largo para dedicarlo al proceso de creación: si pueden ser dos o
tres horas de la tarde, mucho mejor que una hora. Saber que dispongo de menos
tiempo me predispone a no trabajar a gusto.
Por lo demás, la situación
idílica sería disponer de un espacio silencioso, sin interrupciones de ningún
tipo. El único remedio que he encontrado para combatir esta carencia son unos tapones para los oídos. No
me aíslan tanto como quisiera, así que
escribo a pesar de los obstáculos. Es cuestión de resignarme o no
escribir. Y no me resigno a no hacerlo.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Principalmente, además de las
mentiras y de los engaños, los temores, las pérdidas y ausencias, la
dependencia mental o física. Los cambios que sufrimos por la edad también me
inquietan cada vez más, conforme voy cumpliendo años.. Creo que todo confluye
en el miedo a la muerte.
Otros temas que me resultan atractivos
son: las apariencias, los desengaños, la importancia desmedida de la imagen y el
consumismo. Y la educación, porque considero que, desde hace años, se está
gestionando pésimamente la enseñanza y ya empiezan a notarse las fatales
consecuencias a las que podemos llegar en un futuro cercano.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
El principio principal es escribir
solo las historias que me atraigan lo suficientemente para hacerlo. Permitir
que la historia me escriba, más que yo a ella. Para ello, suelo buscar una
situación que me incomode, me disguste o me duela. Esto me activa y, además,
evita que sea demasiado contemplativa o estática en la narración.
Siempre aconsejo tener presente
que la lectura es imprescindible. Opino que es esencial conocer la obra de los
grandes maestros para aprender a escribir. Además de creer que escritor que no
lee jamás será un buen escritor, sé que, si no leyera, me perdería la parte más
bella de la literatura: la maravillosa sensación de que la lectura de un libro
ajeno me descubre un mundo nuevo. O que me reconozco en él. Leer es una
actividad tan placentera o más que la de escribir.
5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo
tienen todo planificado desde el principio?
No consigo planificar las
historias. Alguna vez lo he intentado porque considero que me facilitaría el proceso,
pero no lo consigo. Ya he desistido y lo cierto es que tampoco me importa mucho.
Considero que la incertidumbre me proporciona una mayor libertad creativa y me
lleva a lugares insospechados que nunca imaginaría previamente con una
planificación exhaustiva. Eso sí, intento no olvidarme de la estructura de la
historia, aunque sea para desmontarla después. Y dedicar todo el tiempo
necesario a la corrección del texto.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Es una lista que va variando y
creciendo con los años. Entre mis escritores preferidos se encuentran António Lobo
Antunes, Thomas Bernhard, Carmen Martín Gaite, Miguel Hernández, Julio
Cortázar, Dino Buzzati, Magda Szabo, Sándor Marai, Stefan Zweig, Agota
Kristoff, Marguerite Duras o Natalia Ginzburg. También estoy en deuda con autores
como Mercè Rodoreda, Rosa Chacel, Dulce Chacón, Benito Pérez Galdós o Pío Baroja.
Además leo con mucho interés a
narradores actuales, bastante de ellos emergentes, muchos de los cuales han sido
entrevistados en este blog.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Acaban de cumplirse dos años en que la editorial Talentura publicó
Solo con hielo. Es mi primer libro de
relatos en solitario. Está formado por una veintena de cuentos en los que se
narran situaciones en las que los personajes se encuentran expuestos a
un engaño o una mentira. Estoy plenamente satisfecha de la acogida del libro
entre los lectores. Además de que los comentarios y reseñas han sido muy
favorables, Solo con hielo quedó finalista
del Premio Setenil 2015.
En la actualidad, estoy
escribiendo otro libro de cuentos que espero concluir el año que viene. La idea
central es que los personajes sientan la necesidad de viajar o de cambiar su
rutina.
Silvia Fernández Díaz (Madrid, 1967) es
escritora, profesora y funcionaria. Desde 2004, compagina el trabajo
administrativo con el aprendizaje de la escritura. Asimismo, ha formado parte
de la II promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores (2010-2012),
donde actualmente colabora como profesora en cursos de Escritura Creativa y
como jurado de concursos literarios.
Ha participado en
varias antologías y los libros colectivos. En el año 2008 quedó finalista en el
VII Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor. El reflejo del eclipse, libro
inédito de cuentos, fue finalista en el Premio Caja España, 2010. Con Solo con hielo (Talentura, 2014), su
primer libro publicado, ha sido finalista del XII Premio Setenil al mejor libro
de relatos publicado en 2015.
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