1.- ¿Por qué escribes?
Por un exceso de vanidad mal
entendida y medio bien llevada, varias imperfecciones de carácter y un par de
fines pueriles impronunciables, por el síndrome del mensajero, del profeta, de
Casandra caricata, por un Juegos Reunidos del ser ahí y la palabrilla revelada.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
No tengo preferencias
ritualísticas ni supersticiones posturales. Soy el Ser Humano Corriente ocupado
en una particularidad como cualquier otra.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Identificar de dónde viene la voz
que transcribo y averiguar por qué me usa así, como a un simple perro parlante.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
«Cualquier principio embutido en
un decálogo literario puede desviarte para siempre de la genialidad». Es que
cualquier consejo ha de terminar necesariamente en una fanfarria de
contradicciones, así que, por divertirme, me doy las mías propias:
* Evita las moleskine y el
pavoneo, que tienes el tiempo justo para escribir «uy» y decirlo.
* Que la inspiración no te pille
trabajando.
* No llames «trabajo» al oficio.
* Utiliza el término «oficio» en
un sentido más ufano que mundano.
* Recuerda que nadie te ha
invitado a la vocación y que cuando irrumpes allí todos te están mirando raro y
ni dios sabe quién eres ni por dónde te has colado. Llénales la copa o te la
llenarán a ti a saber de qué.
* Que beban ellos primero, luego
ya tal.
* Si es bueno, no es tuyo. A lo
mejor no estás bebiendo de tu copa. Traga, que de todo se aprende.
* Que te confundan con el
chambelán, que ya les enseñarás tú que eres el bufón.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Muchas veces en la Historia de la
Banalidad —pero antes también en obras tremendas, claro— la palabra
«cristalinas» ha seguido a la palabra «aguas» como un apellido a su nombre, por
poner un ejemplo. Cuando eso sucede hoy, ya no hay excusa. No sé muy bien qué
palabra vendrá a continuación, sólo tengo claro el tono y la mayor o menor
facundia de la voz a la que estoy dando tinta; y en cuanto a la estructura, la
peripecia como tal no es mi objetivo. Creo que el placer mental que sentimos al
darnos cuenta de que podemos completar sin ayuda la otra mitad de un dibujo
simétrico es de una calidad discutible.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Tengo detrás de mí la estantería
de libros de cabecera. Apunto algunos: Les
nourritures terrestres, de Gide; Monsieur
Teste, de Valéry; Les Nègres, de
Genet; Le Bavard, de Louis-René des
Forêts; The Infernal Desire Machines of
Doctor Hoffman, de Angela Carter; Larva,
de Julián Ríos; Éden, Éden, Éden, de
Guyotat… son unos cuantos, en la be tenemos a Bufalino, Blanchot, Bernhard,
Djuna Barnes, B. S. Johnson, Ben Jonson, Barthes, Ra Belais, Beckett… soy todo
cabecera.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Algo a medio camino entre la traducción,
la edición y la deyección: un libro necesario en el que sudo sangre para
construir la necesariedad de mi cuestionable participación. Hago de MS-DOS de
un sistema operativo muy superior a mí para ver cómo de mal parado salgo, pero
sobre todo, para que se vuelva a leer a ese otro autor.
Rubén Martín Giráldez (Cerdanyola del Vallès, 1979) autor de las novelas Magistral y Menos joven (Jekyll & Jill Editores). Traductor de autores como Tom Robbins, Jack Green, Bruce Bégout,
Blake Butler, Laird Barron, Leonard Gardner, Rudolph Wurlitzer, Jonathan Shaw o
Morrissey.
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