1.- ¿Por qué escribes?
En origen, por instinto. Siempre
me he sentido seducido por las palabras. Después, supongo que por narcisismo:
la hoja en blanco que se llena con algo que has creado tú y que te sorprende.
Y, finalmente, con la intención de transformar el legado, de crear una obra de
arte para los demás.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
No tengo manías especiales si
descartamos el hecho de que fundamentalmente me decante por la poesía y el relato. Soy bastante anárquico.
Hubo una temporada en que antes de ponerme a escribir leía ensayo (como un
rito) por aquello de que requiere más concentración pero nunca de una manera
supersticiosa.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
La existencia, la vida… vistas
desde el prisma literario "porque ese cielo azul que todos vemos/ ni es
cielo ni es azul". Lástima grande…
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Cuando publiqué mi primer libro
de poemas, Limitación del vuelo en
1979, José Ángel Valente me escribió una carta en la que me decía “… veo
madera, Ezequías, pero ten en cuenta que en esto los demás estorban incluso
cuando aplauden…” Es un consejo que tengo siempre muy presente y que regalo a
quienes me dan la oportunidad de
hacerlo.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
A Medardo Fraile, a quien quise y
estimé muchísimo como persona y como escritor, le oí repetir en muchas
ocasiones que para construir una buena historia hay que tener claro el final.
Procuro, pues, tener claro el final, cosa que no siempre es posible e intuyo
que ni siquiera para aquellos que dicen tenerlo todo planificado desde el
principio. A veces tienes un título y no tienes historia, a veces tienes
historia y no consigues el título… Ahí está la lucha.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Al igual que la felicidad, la
mitomanía no entra dentro de mis preferencias. Antes he afirmado que soy
“anárquico” en lo que se refiere a supersticiones, manías, costumbres o
preferencias cuando escribo. También lo soy cuando leo. Me interesan los
clásicos (entendiendo por clásicos también a los coetáneos con talento cuyo
interés, por encima de todo, está en transformar la tradición).
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Tengo dos libros inéditos
prácticamente acabados (uno de poemas y otro de relatos). El de poemas se
titula Bare nostrum y en él se da
cuenta de la existencia y de la vida – de lo que ambas conllevan- tomando como
disculpa ciertos bares que yo frecuento. El de relatos se titula Sólo hay una clase de monos que estornudan
y en él se hilvanan historias de personajes desaforados, los únicos capaces de
poner en cuestión la moral hipócrita de nuestra sociedad, aunque sin moraleja
alguna, al menos intencionadamente.
Ezequías Blanco (Paladinos del Valle-Zamora, 1952) es director
desde hace veintisiete años de la prestigiosa revista Cuadernos del matemático. Ha publicado los siguientes libros de
poemas: Limitación del vuelo (1979); Palabras de la sibila (1992 y 2000); En medio del desierto (1996); Archivo de imágenes-Imágenes de archivo
(1999); Objetos del amor lejano (1999
y 2005); Los caprichos de Ceres (2004,
2005 y 2007); Una ceja de asombro (2010):
Doce musas (2012); La realidad desentendida (Antología
1978-2012) (2013); Los evangelios de
Chamu (2013).También ha publicado dos volúmenes de relatos: Memorias del abuelo de un punk (1997) y Tienes una cabeza apuntando a tu pistola (2009).
Las novelas Tres muñecos de vudú (2001) e Islandia,
2004 (2007) y una edición crítica de Las
aventuras de Pinocho (2004). Por todas estas labores ha recibido más de un
premio.
...
Cuando la nieve es la materia,
llega la tentación de ponerse románticos: los poemas, los juegos… Cuando la materia es la primavera o el verano o el
otoño, vuelve la tentación con la misma insistencia…Viví mi infancia en un
pueblo de Zamora, Paladinos del Valle, en donde, cada vez que vuelvo, los ojos
se me inundan de mariposas… Y me voy
volviendo niño entre las irisaciones de las lágrimas. Y ahora ya sé hasta dónde
no podré llegar… Y ahora ya sé lo que significa el cantar lo que se pierde.
¡Ah! La comba…
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