1.- ¿Por qué escribes?
Porque necesito la literatura
como otros –y yo mismo a veces– necesitan la religión o la mitología. Necesito
responder y formular preguntas constantemente. Escribir, para mí, es un proceso
de búsqueda de respuestas y hallazgo de nuevos interrogantes que no cesa, abro
puertas y sigo caminos que siempre me llevan a otra parte, a nuevas dudas.
Escribir me permite sentirme ignorante y continuar aprendiendo.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Para escribir necesito que haya
silencio en casa y que el escritorio esté ordenado. Prefiero también trabajar
sabiendo que no tengo ningún compromiso poco después. El ruido, el desorden o
la idea de saber que en dos o tres horas tengo que estar en otro lugar,
atendiendo a otra cuestión impiden que consiga concentrarme.
Como cuestión más práctica, puedo
contarte que me gusta escribir empleando tipografía Georgia 12 puntos con 1,5
de interlineado y alinear los títulos de relato o capítulo a la derecha.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Soy una persona de atenciones y
pasiones dispersas. Me interesa el ser humano como sujeto emocional. Durante
los últimos años he escrito sobre la frustración, la derrota, la culpa…, quizá
porque es la parte más dolorosa del ser y he necesitado esa explicación
mitológica, a la que me refería anteriormente, para intentar comprenderla y
sobrellevarla.
En los últimos meses, he notado
que temas como la memoria y la espiritualidad han ganado terreno, aunque son
temas que ya estaban presentes de forma secundaria en Inercia gris y lo están en Hielo.
Me interesa cómo se relaciona el individuo con el concepto de Dios, para qué lo
necesita, qué espera de él, qué le exige, cómo lo construye… El libro de Jonás, por ejemplo, es una
de mis fijaciones temáticas desde hace algunos años: la huída de Dios como
huída de uno mismo.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Lo aprendí en un taller
universitario en el que fui alumno de Fernando Clemot, que, además de
convertirse en un buen amigo, fue un gran orientador entonces: busco el equilibrio
entre las agarraderas de la técnica narrativa y el instinto de autor. Un texto
demasiado convencional aburre y uno excesivamente instintivo será un desastre. Ni
soy un genio iluminado, ni puedo permitirme trabajar las narraciones como un
operario de línea de montaje.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Suelo tomar muchas notas y
elaborar esquemas antes de comenzar a narrar. Con todo, siempre dejo
incompletos los planes ya que entiendo que a medida que avanza el proceso de
escritura, el propio texto va sugiriendo cómo completarse. Me parece fundamental
tener claro el punto de partida y lo que quiero contar pero, incluso eso, es
mutable.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Mi Santísima Trinidad literaria
está compuesta por Raymond Carver, John Maxwell Coetzee y Fiodr Dostoievski. Hombre lento y Desgracia, de Coetzee me parecen dos libros maravillosos cuya
calidad narrativa, emocional e intelectiva son una aspiración como autor.
Otros autores de los que me
siento deudor o con los que he disfrutado mucho son Davies y Faulkner o, de las
letras hispanas, Gonzalo Calcedo (El
prisionero de la avenida Lexington), Fernando Clemot (Safaris inolvidables), Ricardo Menéndez Salmón (Gritar), Juan Carlos Márquez (Lobos que reclaman la noche), Jon Bilbao
(Padres, hijos y primates)...
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
En diciembre llegará a las
librerías Hielo. Es una novela breve que
me ha llevado entre preguntas y respuestas que son nuevas preguntas sobre el
sentimiento de culpabilidad. ¿Por qué me siento culpable? ¿Puedo sentirme
culpable sin serlo? En ese caso, si los efectos prácticos son los mismos ¿no es
lo mismo serlo que no serlo? ¿Son los demás quienes pueden limpiarme de la
culpabilidad o soy yo quien posee esa facultad? ¿Dónde se halla la redención? ¿En
Dios? ¿En una mujer? ¿Existe la redención? ¿Puedo convivir con la culpa? Creo
que Hielo no responde a ninguna de
esas preguntas, sólo abre más interrogantes al respecto ofreciendo al lector la
posibilidad de que busque o intuya sus propias respuestas.
David Aliaga
(L’Hospitalet de Ll.obregat, 1989) es escritor y periodista especializado en
literatura contemporánea. Ha publicado el libro de relatos Inercia gris (Base,
2013) y también ha participado con narraciones breves en las antologías Cuentos
engranados (TransBooks, 2013) y Madrid,
Nebraska (Bartleby, 2014). En su faceta académica destaca el ensayo Los
fantasmas de Dickens (Base, 2012), un estudio sobre lo sobrenatural en la
obra del inglés.
Ha traducido al catalán a Dickens y Wilde. Es colaborador
habitual de la revista Quimera y del portal Blisstopic y,
ocasionalmente, escribe para la revista Qué leer.
Hielo (Paralelo Sur, 2014) es su primera novela
editada.
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